Los fontaniegos suplican una vez más, al crucificado de Juana de Cristo, salud para su pueblo ante el coronavirus
Francis J. González Fernández
Cronista oficial
de la villa de Fuentes de Andalucía
Fuentes de Andalucía revive en estos días de octubre de 2020 una tradición
centenaria al recurrir –como durante siglos han hecho los fontaniegos en épocas
de penurias, plagas y calamidades–, pidiendo clemencia a la devotísima imagen
crucificada del Señor de la Salud, que por petición popular ha pasado a presidir,
temporalmente y de forma extraordinaria, la capilla mayor de la iglesia parroquial
Santa María la Blanca.
La
pandemia del coronavirus Covid-19 que desde los primeros meses de 2020 azota al
planeta, se ceba en estos días de octubre especialmente con los habitantes de
Fuentes, superando el medio centenar de casos positivos activos, y los
contagios no merman a pesar de las distintas medidas implantadas.
El
Cristo, que según cuenta la tradición encargara la beata mercedaria Juana de
Cristo tras hablarle el crucificado de marfil ante el que oraba, presidirá el
próximo viernes 23 de octubre un Vía Crucis extraordinario de rogativas en el
citado templo cumpliendo todas las medidas de seguridad vigentes, ante la
imposibilidad de hacerlo por las calles del pueblo como es costumbre ancestral.
Es usanza antigua y constante del pueblo cristiano impetrar el auxilio divino con motivo de las grandes epidemias o desastres sufridos por medio de rogativas dirigidas a Dios y procesiones votivas con la presencia de imágenes de Jesús, la Virgen María o determinados santos.
En
Fuentes, viejas y arraigadas devociones como las del patrón San Sebastián, el
Señor de la Humildad o el propio Cristo de la Salud, han protagonizado durante
siglos estas expresiones de piedad popular; no solo en momentos de penurias,
sino también como acción de gracias por el auxilio recibido, que tuvieron su
auge con la explosión del fenómeno de la religiosidad y fervor popular de la
época barroca.
La
devoción fontaniega al Señor de la Salud nace en el siglo XVII y lleva asociada
consigo una curiosa leyenda. De generación en generación se ha transmitido por
tradición oral el relato de cómo, por medio de la imagen de un pequeño
crucificado de marfil, la persona que –con fama de santidad– ante ella oraba oyó
una voz que le dijo: «HAZME GRANDE Y SERÉ LA SALUD DE ESTE PUEBLO».
El crucificado pertenecía a la familia de la Vega y la persona en cuestión era la beata Juana de Cristo. Ella, complaciendo la petición divina, marchó a la vecina localidad de Marchena, de donde era oriunda, y encargó a un carpintero la ejecución de una imagen de Cristo crucificado a tamaño natural, el cual trajo hasta Fuentes en un carro tirado por bestias y ubicó en la naciente iglesia del convento de San José, de los mercedarios descalzos, para que fuera venerada por los fontaniegos, siendo desde ese momento la devoción de muchos hijos del pueblo a la que recurrían en sus necesidades.
Juana
era beata, una costumbre extendida en la época en la que ciertas mujeres
tomaban el hábito de una determinada orden y emitían votos religiosos sin vivir
en comunidad. Nacida en Marchena en 1586, desde su infancia vivió en Fuentes, y
con la llegada de los mercedarios en 1607 encontró en ellos el auxilio
espiritual que tanto anhelaba, siendo patente su inclinación por la vida
religiosa.
Juana
se convirtió en un personaje místico de la época, cuya vida no pasaba
desapercibida, pues solía protagonizar hechos escandalosos buscando su
mortificación y humillación pública.
En
1610 consiguió tomar el hábito de la Merced, y siguió profundizando en su radicalidad
evangélica, protagonizando excesos de sacrificio y austeridad y destacados
ejercicios de caridad, a los que era dada. Todo ello provocó que pronto se
fuera extendiendo su fama de santa y piadosa.
A
pesar de la juventud, la salud le fue fallando y una multitud de males le
prolongaron una agonía de meses cuando apenas contaba con veintiocho años;
murió en olor de santidad el 25 de enero de 1616 y fue enterrada en la iglesia
de los mercedarios, en la que ya debía de recibir culto el Señor de la Salud.
Sus
restos yacen hoy tras la lápida sepulcral que existe en la capilla de Nuestra
Señora de la Soledad, en el mismo templo de San José.
A
lo largo del siglo XVII la popularidad y devoción al crucificado de la Salud se
fue extendiendo en la población, hasta el punto de que cada vez que un peligro
se cernía sobre Fuentes, los fontaniegos acudían a implorarle sus peticiones,
llegando la veneración -aunque mermada- hasta nuestros días. Hemos de mencionar
que el culto principal se centró en la nueva efigie, ya que la original de
marfil permaneció en poder de la familia de la Vega y posteriormente en las
dependencias privadas de los frailes.
La
primera referencia documental de una súplica de los fontaniegos al Señor de la
Salud ante una necesidad colectiva data de 1699, aun cuando queda probado en el
texto que no era la primera vez. En este caso, se invocó al crucificado en
busca de remedio de la sequía que aquejaba el campo fontaniego, llegando a
auspiciar tal rogativa el propio Cabildo de la villa, siendo corregidor Juan
Antonio de Anziola y vicario eclesiástico D. Sebastián de Góngora.
Según
consta en el acta capitular de la sesión celebrada en 2 de abril de 1699, «en este cabildo se dijo que en atención a
hallarse toda esta villa con mucha aflicción y necesidad que tienen los campos
de agua, atendiendo a las grandes misericordias de Dios Ntro. Señor a quién
debemos pedir, para que se pidiese esta villa dispuso se hiciese novenario con
sermón y procesión general en el Convento de Mercedarios Descalzos de esta
villa donde está la imagen del Santísimo Cristo de la Salud, imagen muy devota
y a quién en semejantes casos se ha hecho otros novenarios. Y ha merecido esta
villa su santa protección. Y para que tuviese efecto y que en la procesión que
se hubiese de hacer asistan los Sres. Clérigos de la Parroquia de Santa María
la Blanca de esta villa…».
De
este modo, a lo largo de los siglos XVIII y XIX, no fueron pocas las ocasiones
en las que el pueblo dedicó novenarios, quinarios, procesiones de rogativas o
de acción de gracias u otras muestras extraordinarias de piedad popular al
Señor de la Salud ante situaciones excepcionales no sujetas a la decisión del
hombre.
Otro aspecto que da muestra de la considerable devoción que se le profesaba al crucificado, es el retablo de gran factura que los mercedarios descalzos y señalados devotos levantaron para el Señor en el crucero de la iglesia del convento –en el lado del Evangelio–, coincidiendo con una época de explosión artística excepcional en Fuentes como fue el siglo XVIII.
En
1783, el carpintero fontaniego García Fernández Caño labró, en el nuevo
retablo, el camarín principal con bóveda a los pies para el enterramiento de su
familia. Este artesano local trabajó muy a menudo con los afamados alarifes
Ruiz Florindo, de quien era cuñado de Antonio Ruiz Florindo (1746-1813), que
estaba casado con María Fernández Caño.
Las
leyes desarmotizadoras provocaron la exclaustración definitiva de la comunidad
mercedaria de Fuentes en la década de 1830, con el consiguiente cierre del
templo al culto diario, pero la devoción al Señor de la Salud seguía latente en
el pueblo.
De
este modo, el 8 de agosto de 1879, correspondiendo a tantos beneficios, y «como prueba del gran afecto y veneración
que profesaban a este Dios crucificado con el título de la Salud», un grupo
de 18 señores, de entre ellos el maestro Manuel Vilches, Antonio Conde, Manuel
Bueno, Antonio López, el ya ex-alcalde y más tarde diputado en Cortes Fernando
de Llera y Díaz, Antonio Ruiz Pilares y el médico Juan Mazuelos acuerdan formar
una cofradía. En el reglamento redactado al efecto, se fija como principal
culto un Quinario del 10 al 15 de agosto de cada año, con función matutina y
procesión por la tarde el último día, fijándose el recorrido por las calles
Carrera, San Francisco, Moral (Santa Ángela de la Cruz), Entendimiento
(Compañía), Sol, Mayor (General Armero) y Nueva (San Juan Bosco). También en
caso de calamidad, y si el pueblo demandara el amparo del Señor, se uniría a
las exigencias de los fieles.
Una
década más tarde, en noviembre de 1890, se redacta un nuevo reglamento, el cual
es aprobado por el arzobispo de Sevilla Benito Sanz y Fores con rango de
Reglas, el 10 de enero de 1891, siéndole incorporada a la cofradía una titular
mariana, Nuestra Señora de las Mercedes, de la que se desconocen más datos.
Según se reflejaba en la documentación, el principal fin de la Cofradía era el
de «cuidar de la reparación, ornato y
conservación de la Iglesia del Ex-Convento de Mercedarios, sufragar todos los
gastos para sostener en ella el culto público y promover la devoción» a sus
titulares. Se fijaba celebrar todos los domingos y festivos una misa en el templo,
y en cuanto a cultos extraordinarios celebrar cada año un quinario al Señor con
función principal en la mañana del último día, y una novena solemne a Nuestra
Señora de las Mercedes terminando el 24 de septiembre con función principal
matutina. Como novedad, en esta fecha queda suprimida la procesión anual, por
lo que «respetando la costumbre de
antiguo establecida, no permitirá la hermandad que sea sacada en procesión la
efigie de Nuestro Padre y Señor de la Salud, sino en el caso necesario de
sufrir la población alguna pública calamidad».
Para ello, primero era el
pueblo de Fuentes, a través de un número representativo de vecinos, el que tenía
que recurrir al amparo del Señor de la Salud. En segundo lugar, contar con el
beneplácito de las autoridades civiles y eclesiásticas, en este caso, el
Ayuntamiento por medio del alcalde y la corporación, y la Parroquia encabezada
por el cura párroco.
El
trabajo desarrollado por la nueva hermandad propició que la devoción estuviera
en auge, hasta el punto de que el Cristo procesiona durante varios años
consecutivos, por causas desconocidas, como ocurriera en 1915 y 1916, este
último formando parte del cortejo representaciones con simpecados de todas las
hermandades de Fuentes, en una época en la que presidía la corporación
religiosa Gerardo de Novales y Maltrana.
Lejos de epidemias y otros males habituales en centurias pasadas, a lo largo del siglo XX varias fueron las ocasiones en las que se recurrió al Señor pidiendo el auxilio de la lluvia para los campos fontaniegos. Según testimonios de testigos presenciales, más de una procesión en rogativa pidiendo agua terminó mojada, como una desarrollada en la década de 1950 en la que portando el Señor sobre sus hombros el propio hermano mayor, Manuel Jiménez Ortega “Manolito el de la tienda”, tuvo que cubrir con su gabardina la imagen del Cristo de la Salud para resguardarla de la lluvia durante el regreso del cortejo al templo.
Tras el fallecimiento de Manuel
Jiménez Ortega en 1959, bisnieto del antes nombrado García Fernández Caño, fue
Antonio de Novales y Mantilla de los Ríos quien se hizo cargo de mantener el
culto activo al Señor.
Durante
la década de los sesenta y los setenta del siglo XX, la imagen del Cristo
procesionó en Vía Crucis de forma continuada en las madrugadas o tardes de los
Viernes Santo, sólo con hombres de paisano portando ellos mismos las andas y no
teniendo un recorrido fijo.
Desde
las últimas décadas, el culto público anual se limita a un Vía Crucis que se
celebra cada año en la mañana del Viernes Santo en la sede parroquial con el
crucificado ante la capilla mayor; aunque es de destacar la devoción que los
fontaniegos profesan a esta imagen, recibiendo diariamente la visita de sus
fieles.
La
curiosa, y a la vez, fervorosa leyenda del Señor de la Salud da sentido a la
duplicidad de que ambos crucificados –el pequeño de marfil y el que mandara
hacer la beata Juana– se encuentren expuestos al culto en la actualidad en la iglesia
parroquial Santa María la Blanca.
Y
en pleno siglo XXI, cuando las últimas generaciones jamás imaginaríamos la
crisis sanitaria que sacude al orbe mundial, y por petición popular, el pueblo
de Fuentes recurre, como en tantas ocasiones ya hicieron nuestros antepasados,
a la misericordia divina del Señor de la Salud, manteniendo viva y vigente esta
ancestral tradición fontaniega.
De
este modo, el Cristo de la Salud preside insólitamente desde el 19 de octubre
de 2020 la capilla mayor de la iglesia parroquial Santa María la Blanca, y el
viernes 23 de octubre, a las 19:30 h., se rezará un Vía Crucis Extraordinario
de rogativa ante el Señor, pidiendo por la salud de los enfermos y contagiados,
por el alma de los difuntos y por el cese de esta triste calamidad. Ante la
imposibilidad de realizar la rogativa por las calles de Fuentes, como es
costumbre de siglos, el culto se desarrollará en el templo, con el Cristo
inamovible y cumpliendo estrictamente las normas de aforo y seguridad sanitaria
vigentes.