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A medio cuarto de legua de la muy antigua villa de Fuentes, en el Reino de Sevilla, se levanta una fuente que desde siglos atrás fue el principal abastecimiento para la «manutenzión del común de estte vesindario». Ésta se surte a partir de un complejo sistema subterráneo de captación y conducción de aguas formado por dos manantiales o “minas”.

Rodeada de restos de distintos pueblos antiguos que habitaron estos lares, ya en 1599 aparece citada en las Actas Capitulares acordándose su reparo, y en 1690 el Cabildo Municipal acuerda hacer la fuente de piedra, para lo que contrata al cantero de Morón Antonio Gil.

A lo largo del siglo XVIII, varios miembros de la saga de alarifes de los Ruiz Florindo intervienen en el conjunto, ya que se continúan diversas reformas debido a la pérdida de suministro y a defectos en las conducciones.

Como en la Fuente de la Reina, otros manantiales y pozos de estas tierras llenas de historia siguen manando agua «buena y clara» desde tiempos remotos; características de un territorio que dieron el nombre a este maravilloso lugar del mundo que es Fuentes, de Andalucía.

jueves, 22 de octubre de 2020

EL SEÑOR DE LA SALUD, LA DEVOCIÓN A LA QUE DURANTE SIGLOS FUENTES HA IMPLORADO ANTE LAS CALAMIDADES

Los fontaniegos suplican una vez más, al crucificado de Juana de Cristo, salud para su pueblo ante el coronavirus

 

Francis J. González Fernández
Cronista oficial de la villa de Fuentes de Andalucía


Fuentes de Andalucía revive en estos días de octubre de 2020 una tradición centenaria al recurrir –como durante siglos han hecho los fontaniegos en épocas de penurias, plagas y calamidades–, pidiendo clemencia a la devotísima imagen crucificada del Señor de la Salud, que por petición popular ha pasado a presidir, temporalmente y de forma extraordinaria, la capilla mayor de la iglesia parroquial Santa María la Blanca.

La pandemia del coronavirus Covid-19 que desde los primeros meses de 2020 azota al planeta, se ceba en estos días de octubre especialmente con los habitantes de Fuentes, superando el medio centenar de casos positivos activos, y los contagios no merman a pesar de las distintas medidas implantadas.

El Cristo, que según cuenta la tradición encargara la beata mercedaria Juana de Cristo tras hablarle el crucificado de marfil ante el que oraba, presidirá el próximo viernes 23 de octubre un Vía Crucis extraordinario de rogativas en el citado templo cumpliendo todas las medidas de seguridad vigentes, ante la imposibilidad de hacerlo por las calles del pueblo como es costumbre ancestral.

Es usanza antigua y constante del pueblo cristiano impetrar el auxilio divino con motivo de las grandes epidemias o desastres sufridos por medio de rogativas dirigidas a Dios y procesiones votivas con la presencia de imágenes de Jesús, la Virgen María o determinados santos.

En Fuentes, viejas y arraigadas devociones como las del patrón San Sebastián, el Señor de la Humildad o el propio Cristo de la Salud, han protagonizado durante siglos estas expresiones de piedad popular; no solo en momentos de penurias, sino también como acción de gracias por el auxilio recibido, que tuvieron su auge con la explosión del fenómeno de la religiosidad y fervor popular de la época barroca.

La devoción fontaniega al Señor de la Salud nace en el siglo XVII y lleva asociada consigo una curiosa leyenda. De generación en generación se ha transmitido por tradición oral el relato de cómo, por medio de la imagen de un pequeño crucificado de marfil, la persona que –con fama de santidad– ante ella oraba oyó una voz que le dijo: «HAZME GRANDE Y SERÉ LA SALUD DE ESTE PUEBLO».


El crucificado pertenecía a la familia de la Vega y la persona en cuestión era la beata Juana de Cristo. Ella, complaciendo la petición divina, marchó a la vecina localidad de Marchena, de donde era oriunda, y encargó a un carpintero la ejecución de una imagen de Cristo crucificado a tamaño natural, el cual trajo hasta Fuentes en un carro tirado por bestias y ubicó en la naciente iglesia del convento de San José, de los mercedarios descalzos, para que fuera venerada por los fontaniegos, siendo desde ese momento la devoción de muchos hijos del pueblo a la que recurrían en sus necesidades.

Juana era beata, una costumbre extendida en la época en la que ciertas mujeres tomaban el hábito de una determinada orden y emitían votos religiosos sin vivir en comunidad. Nacida en Marchena en 1586, desde su infancia vivió en Fuentes, y con la llegada de los mercedarios en 1607 encontró en ellos el auxilio espiritual que tanto anhelaba, siendo patente su inclinación por la vida religiosa.

Juana se convirtió en un personaje místico de la época, cuya vida no pasaba desapercibida, pues solía protagonizar hechos escandalosos buscando su mortificación y humillación pública.

En 1610 consiguió tomar el hábito de la Merced, y siguió profundizando en su radicalidad evangélica, protagonizando excesos de sacrificio y austeridad y destacados ejercicios de caridad, a los que era dada. Todo ello provocó que pronto se fuera extendiendo su fama de santa y piadosa.

A pesar de la juventud, la salud le fue fallando y una multitud de males le prolongaron una agonía de meses cuando apenas contaba con veintiocho años; murió en olor de santidad el 25 de enero de 1616 y fue enterrada en la iglesia de los mercedarios, en la que ya debía de recibir culto el Señor de la Salud.

Sus restos yacen hoy tras la lápida sepulcral que existe en la capilla de Nuestra Señora de la Soledad, en el mismo templo de San José.

A lo largo del siglo XVII la popularidad y devoción al crucificado de la Salud se fue extendiendo en la población, hasta el punto de que cada vez que un peligro se cernía sobre Fuentes, los fontaniegos acudían a implorarle sus peticiones, llegando la veneración -aunque mermada- hasta nuestros días. Hemos de mencionar que el culto principal se centró en la nueva efigie, ya que la original de marfil permaneció en poder de la familia de la Vega y posteriormente en las dependencias privadas de los frailes.

La primera referencia documental de una súplica de los fontaniegos al Señor de la Salud ante una necesidad colectiva data de 1699, aun cuando queda probado en el texto que no era la primera vez. En este caso, se invocó al crucificado en busca de remedio de la sequía que aquejaba el campo fontaniego, llegando a auspiciar tal rogativa el propio Cabildo de la villa, siendo corregidor Juan Antonio de Anziola y vicario eclesiástico D. Sebastián de Góngora.

Según consta en el acta capitular de la sesión celebrada en 2 de abril de 1699, «en este cabildo se dijo que en atención a hallarse toda esta villa con mucha aflicción y necesidad que tienen los campos de agua, atendiendo a las grandes misericordias de Dios Ntro. Señor a quién debemos pedir, para que se pidiese esta villa dispuso se hiciese novenario con sermón y procesión general en el Convento de Mercedarios Descalzos de esta villa donde está la imagen del Santísimo Cristo de la Salud, imagen muy devota y a quién en semejantes casos se ha hecho otros novenarios. Y ha merecido esta villa su santa protección. Y para que tuviese efecto y que en la procesión que se hubiese de hacer asistan los Sres. Clérigos de la Parroquia de Santa María la Blanca de esta villa…».

De este modo, a lo largo de los siglos XVIII y XIX, no fueron pocas las ocasiones en las que el pueblo dedicó novenarios, quinarios, procesiones de rogativas o de acción de gracias u otras muestras extraordinarias de piedad popular al Señor de la Salud ante situaciones excepcionales no sujetas a la decisión del hombre.


Otro aspecto que da muestra de la considerable devoción que se le profesaba al crucificado, es el retablo de gran factura que los mercedarios descalzos y señalados devotos levantaron para el Señor en el crucero de la iglesia del convento –en el lado del Evangelio–, coincidiendo con una época de explosión artística excepcional en Fuentes como fue el siglo XVIII.

En 1783, el carpintero fontaniego García Fernández Caño labró, en el nuevo retablo, el camarín principal con bóveda a los pies para el enterramiento de su familia. Este artesano local trabajó muy a menudo con los afamados alarifes Ruiz Florindo, de quien era cuñado de Antonio Ruiz Florindo (1746-1813), que estaba casado con María Fernández Caño.

Las leyes desarmotizadoras provocaron la exclaustración definitiva de la comunidad mercedaria de Fuentes en la década de 1830, con el consiguiente cierre del templo al culto diario, pero la devoción al Señor de la Salud seguía latente en el pueblo.

De este modo, el 8 de agosto de 1879, correspondiendo a tantos beneficios, y «como prueba del gran afecto y veneración que profesaban a este Dios crucificado con el título de la Salud», un grupo de 18 señores, de entre ellos el maestro Manuel Vilches, Antonio Conde, Manuel Bueno, Antonio López, el ya ex-alcalde y más tarde diputado en Cortes Fernando de Llera y Díaz, Antonio Ruiz Pilares y el médico Juan Mazuelos acuerdan formar una cofradía. En el reglamento redactado al efecto, se fija como principal culto un Quinario del 10 al 15 de agosto de cada año, con función matutina y procesión por la tarde el último día, fijándose el recorrido por las calles Carrera, San Francisco, Moral (Santa Ángela de la Cruz), Entendimiento (Compañía), Sol, Mayor (General Armero) y Nueva (San Juan Bosco). También en caso de calamidad, y si el pueblo demandara el amparo del Señor, se uniría a las exigencias de los fieles.

Una década más tarde, en noviembre de 1890, se redacta un nuevo reglamento, el cual es aprobado por el arzobispo de Sevilla Benito Sanz y Fores con rango de Reglas, el 10 de enero de 1891, siéndole incorporada a la cofradía una titular mariana, Nuestra Señora de las Mercedes, de la que se desconocen más datos. Según se reflejaba en la documentación, el principal fin de la Cofradía era el de «cuidar de la reparación, ornato y conservación de la Iglesia del Ex-Convento de Mercedarios, sufragar todos los gastos para sostener en ella el culto público y promover la devoción» a sus titulares. Se fijaba celebrar todos los domingos y festivos una misa en el templo, y en cuanto a cultos extraordinarios celebrar cada año un quinario al Señor con función principal en la mañana del último día, y una novena solemne a Nuestra Señora de las Mercedes terminando el 24 de septiembre con función principal matutina. Como novedad, en esta fecha queda suprimida la procesión anual, por lo que «respetando la costumbre de antiguo establecida, no permitirá la hermandad que sea sacada en procesión la efigie de Nuestro Padre y Señor de la Salud, sino en el caso necesario de sufrir la población alguna pública calamidad».

Para ello, primero era el pueblo de Fuentes, a través de un número representativo de vecinos, el que tenía que recurrir al amparo del Señor de la Salud. En segundo lugar, contar con el beneplácito de las autoridades civiles y eclesiásticas, en este caso, el Ayuntamiento por medio del alcalde y la corporación, y la Parroquia encabezada por el cura párroco.

El trabajo desarrollado por la nueva hermandad propició que la devoción estuviera en auge, hasta el punto de que el Cristo procesiona durante varios años consecutivos, por causas desconocidas, como ocurriera en 1915 y 1916, este último formando parte del cortejo representaciones con simpecados de todas las hermandades de Fuentes, en una época en la que presidía la corporación religiosa Gerardo de Novales y Maltrana.


Lejos de epidemias y otros males habituales en centurias pasadas, a lo largo del siglo XX varias fueron las ocasiones en las que se recurrió al Señor pidiendo el auxilio de la lluvia para los campos fontaniegos. Según testimonios de testigos presenciales, más de una procesión en rogativa pidiendo agua terminó mojada, como una desarrollada en la década de 1950 en la que portando el Señor sobre sus hombros el propio hermano mayor, Manuel Jiménez Ortega “Manolito el de la tienda”, tuvo que cubrir con su gabardina la imagen del Cristo de la Salud para resguardarla de la lluvia durante el regreso del cortejo al templo.
  

Tras el fallecimiento de Manuel Jiménez Ortega en 1959, bisnieto del antes nombrado García Fernández Caño, fue Antonio de Novales y Mantilla de los Ríos quien se hizo cargo de mantener el culto activo al Señor.

Durante la década de los sesenta y los setenta del siglo XX, la imagen del Cristo procesionó en Vía Crucis de forma continuada en las madrugadas o tardes de los Viernes Santo, sólo con hombres de paisano portando ellos mismos las andas y no teniendo un recorrido fijo.

Desde las últimas décadas, el culto público anual se limita a un Vía Crucis que se celebra cada año en la mañana del Viernes Santo en la sede parroquial con el crucificado ante la capilla mayor; aunque es de destacar la devoción que los fontaniegos profesan a esta imagen, recibiendo diariamente la visita de sus fieles.

La curiosa, y a la vez, fervorosa leyenda del Señor de la Salud da sentido a la duplicidad de que ambos crucificados –el pequeño de marfil y el que mandara hacer la beata Juana– se encuentren expuestos al culto en la actualidad en la iglesia parroquial Santa María la Blanca. 


La última vez que la imagen fue sacada de manera extraordinaria, fue en rogativa por la sequía que afectaba a estos lares: era 29 de enero de 2005.  

Y en pleno siglo XXI, cuando las últimas generaciones jamás imaginaríamos la crisis sanitaria que sacude al orbe mundial, y por petición popular, el pueblo de Fuentes recurre, como en tantas ocasiones ya hicieron nuestros antepasados, a la misericordia divina del Señor de la Salud, manteniendo viva y vigente esta ancestral tradición fontaniega. 

De este modo, el Cristo de la Salud preside insólitamente desde el 19 de octubre de 2020 la capilla mayor de la iglesia parroquial Santa María la Blanca, y el viernes 23 de octubre, a las 19:30 h., se rezará un Vía Crucis Extraordinario de rogativa ante el Señor, pidiendo por la salud de los enfermos y contagiados, por el alma de los difuntos y por el cese de esta triste calamidad. Ante la imposibilidad de realizar la rogativa por las calles de Fuentes, como es costumbre de siglos, el culto se desarrollará en el templo, con el Cristo inamovible y cumpliendo estrictamente las normas de aforo y seguridad sanitaria vigentes.