Francis J.
González Fernández
Cronista oficial de la villa de Fuentes de Andalucía
Un nuevo presidente pidiendo apoyos a las puertas de
su investidura, España en crisis económica y la población fontaniega
arrastrando las consecuencias de la recesión, que se agravaba con un invierno
seco y sus repercusiones en la economía básicamente agrícola de la campiña de
Sevilla. Pero a pesar de las penurias, en las alacenas de Fuentes olía a
febrero, y en los lebrillos se sobaba esa masa anaranjada que aquí se preña de
azúcar, canela y ajonjolí. A pesar de la estrechez, y aun cuando la fiesta no
atravesaba sus mejores tiempos, la llegada del carnaval era cuestión de días, y
las ganas se respiraban por las calles del pueblo.
Era lunes 23 de febrero, a tres días del Jueves
Lardero; tal día como hoy de hace cuarenta años. Las manecillas del reloj
marcaban las 18:23 horas, y dos compañías armadas formadas por 288 miembros de
la Guardia Civil, comandados por el teniente coronel del mismo cuerpo armado
Antonio Tejero Molina, asaltaban, subfusil en mano, el Congreso de los
Diputados en Madrid. Al acceder al hemiciclo, el teniente coronel Tejero se
situó en el atril de la cámara, disparó tres tiros intimidatorios al aire con
su pistola reglamentaria y en un tono claramente amenazante clamó la expresión
que después se popularizaría incluso en el ámbito humorístico: «¡Quieto todo el mundo! ¡Al suelo! ¡Se
sienten, coño!».
No solo los diputados que llenaban el Congreso durante
la investidura de Calvo Sotelo pararon de inmediato, también pareció hacerlo España
entera, que frenó en seco su actividad y se echó al suelo de la incertidumbre.
El tiempo se detuvo, y la noticia no tardó en expandirse al resto del país.
Nadie sabía qué iba a ser de esa España que acababa de salir de una dictadura
de casi cuarenta años, y cuya naciente democracia parlamentaria era aun
desmesuradamente frágil. Entre la pólvora y el humo de aquellos primeros
disparos al aire se podía oler aromas de un pasado demasiado cercano.
Pepe Martín Ruano, concejal por el PSOE de la primera
corporación de la democracia (1979-1983), se encontraba en casa escuchando por
la radio en directo la sesión parlamentaria de investidura de Calvo Sotelo como
presidente del gobierno. «Eran las seis y
pico de la tarde, y ante la incertidumbre me fui a la sede del partido, en la esquina
de la calle Cruz Verde con la Carrera». Allí permanecieron reunidos «la gente del partido» hasta bien entrada
la madrugada, una vez que el rey habló en TVE y consideraron el descalabro del
golpe.
Las calles de Fuentes quedaron desiertas, e incluso
las murgas esa noche no ensayaron. «Estuvimos
dos o tres días sin ensayar, hasta que la cosa se aclaró», relata José
López Escobar «El Nieto», de la murga «Los Cherokys».
Fuentes vivía el golpe de estado más o menos como en
el resto del país: entre el miedo y la estupefacción. Fernando Milla, policía
municipal en la época, narra que en Fuentes no ocurrió nada digno de mención,
más allá de que algunos políticos de izquierda estuvieron «quitados del medio», ante el miedo de lo que pudiera ocurrir.
Por el contrario, se llegó a rumorear que hubo
personas de ideales de derecha que llegaron a personarse en el cuartel de la
Guardia Civil, en la calle San Sebastián, para ponerse a disposición de las «fuerzas del orden».
El atardecer trajo consigo un estado de alarma no
decretado, que imponía un toque de queda imperado por la arbitrariedad y
desvarío de unos pocos. El desasosiego se vio incrementado por la falta de
información, ante la toma de TVE y el pavor que imponía escuchar Radio Nacional
emitiendo música ambiente.
El discurso del rey desde Zarzuela emitido por
televisión a las 1:12 h. de la madrugada frenó definitivamente la insurrección,
aun quedando por delante horas de encierro en el Congreso, y una estela de
miedo en la ciudadanía difícil de olvidar.
«Aquella
noche no dormimos, no pegamos ojo», manifiesta Juan González
Tirado –mi padre–. «Tu madre estaba a
punto de cumplir, había tenido azúcar durante el embarazo y al día siguiente,
bien temprano, teníamos que irnos para Sevilla, porque la ingresaban en García
Morato para el parto». «No había un
alma por ningún lado. Dejamos a tus hermanos con los abuelos antes de irnos, y
les dijimos que ese día no lo llevaran a la escuela», apostilla.
Tras la confusión, el desconcierto y el miedo, y tras
18 horas de encierro –al mediodía del martes 24 de febrero– Tejero se entrega y
abandona el Congreso junto a los guardias civiles implicados en el asalto.
El comienzo del carnaval fontaniego era inminente, y
si la fiesta por antonomasia de Fuentes de Andalucía no lo paró ni Franco,
mucho menos lo iba a frenar un guardia civil de tebeo y su berlanguiana cuadrilla en aquella intentona de golpe de estado.
Tres días después del fallido asalto, los fontaniegos
se fueron a lardear, y como declara Justo Ruiz García –delegado de Festejos a
la fecha– «la programación de la fiesta
se desarrolló como estaba previsto y Fuentes tuvo Carnaval» en 1981, aún
con el miedo en el cuerpo.
Al año siguiente, –en el carnaval de 1982– la murga de
«Los Cherokys», inmortalizó este hecho histórico en una de sus coplas, que aún
perdura en la memoria colectiva de muchos fontaniegos.
«Con el golpe que dio Tejero, saludamos
con mucha gracia,
que se tire to el mundo que tengo ganas de
hacer gimnasia.
Y como somos sevillanos, y tenemos tanto
salero,
aprovecho que estoy cantando para decirle
al Sr. Tejero,
que si quiere pegar más golpe que se
coloque en el Paro Obrero.
Arza y toma pastillas de goma que me ha
dicho el Moro que son pa dormir,
y yo tengo otra clase de goma, y yo tengo
otra clase de goma
pa’ que mi parienta no pueda parir.
Dice que se cayó Suárez, y se dio contra
una farola,
y se puso de cardenales como si fuera El
Palmar de Troya.
Cuando le recetó el prácticante, la pomada
del tío el bigote,
esta pomada cuando tú quieras te la colocas
tú en el cipote.
Arza y toma…
Dice que Fraga le decía, déjate ya de
cachondeo
no me asustas todavía porque las balas son
de fogueo.
Y cuando le pegó los tiros, comprobamos
que en el congreso,
los de la primera fila se fueron tos’ pa’l
suelo derecho,
y los que estaban más p’arriba pegaron con
el culo en el techo.
Arza y toma…».
Lo único que aquellos guardias civiles y militares no
pudieron parar aquellas horas fue el curso natural de la vida. Hubo quien en
medio de un intento de golpe de estado llegaba al mundo sin saber que lo hacía
en un país que había tirado una moneda al aire. Esa moneda estaba debatiéndose
entre la cara democrática o la cruz de un tiempo pasado que hasta ese día
parecía, ficticiamente, superado.
Y entre ellos, llegó a este mundo el que escribe, que
vio la luz de esta tierra a la amanecida de un 28 de febrero, en la resaca de
esta sacudida a los cimientos de una incipiente democracia que gritó contundentemente
en las calles «Por la libertad, la
democracia y la constitución».
Los de 40 para abajo tenemos que preguntar cómo se
vivió ese día, por motivos obvios, pero quien tenía algo más de edad, no olvida
qué estaba haciendo en el momento en el que se enteraron del intento del golpe.
Y tú, ¿cómo viviste aquel fatídico 23-F?