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A medio cuarto de legua de la muy antigua villa de Fuentes, en el Reino de Sevilla, se levanta una fuente que desde siglos atrás fue el principal abastecimiento para la «manutenzión del común de estte vesindario». Ésta se surte a partir de un complejo sistema subterráneo de captación y conducción de aguas formado por dos manantiales o “minas”.

Rodeada de restos de distintos pueblos antiguos que habitaron estos lares, ya en 1599 aparece citada en las Actas Capitulares acordándose su reparo, y en 1690 el Cabildo Municipal acuerda hacer la fuente de piedra, para lo que contrata al cantero de Morón Antonio Gil.

A lo largo del siglo XVIII, varios miembros de la saga de alarifes de los Ruiz Florindo intervienen en el conjunto, ya que se continúan diversas reformas debido a la pérdida de suministro y a defectos en las conducciones.

Como en la Fuente de la Reina, otros manantiales y pozos de estas tierras llenas de historia siguen manando agua «buena y clara» desde tiempos remotos; características de un territorio que dieron el nombre a este maravilloso lugar del mundo que es Fuentes, de Andalucía.

domingo, 10 de marzo de 2024

LA ÚLTIMA MADRUGÁ… Y EL PRIMER MARTES SANTO DE LA SEMANA SANTA DE FUENTES DE ANDALUCÍA

LAS COFRADÍAS DEL SEÑOR DE LA HUMILDAD Y DE JESÚS NAZARENO EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX. DE LA FLUCTUACIÓN A LA CONSOLIDACIÓN EN SUS DÍAS DE SALIDA.   

El siglo XIX fue un periodo histórico convulso y complejo, en el que España se vio sometida a una profunda transformación política, social y económica –entre otros factores–; un periodo de ingentes cambios en el que múltiples sucesos influyeron en el devenir de las cofradías, provocando una decadencia general como consecuencia explícita de la transformación del modelo económico y social del Antiguo Régimen en el Estado Liberal con el que se abría la época contemporánea, hasta el punto que ningún otro período histórico ha acumulado tal cantidad de vicisitudes que impactaron tan directamente en las hermandades, tanto en términos generales como en la propia localidad de Fuentes de Andalucía.

Una invasión, guerras, múltiples y mortíferas epidemias, drásticos cambios de regímenes políticos, crisis económicas, desamortizaciones, la clausura definitiva del convento mercedario con el consecuente menoscabo y decadencia del cenobio, hermandades inactivas... son solo algunos de los sucesos decimonónicos que influyeron considerablemente en la sociedad fontaniega y, por ende, en el devenir del panorama cofradiero local.

Cierto es que el distanciamiento de la capital y la envergadura de la población amortiguaron los efectos perjudiciales de determinados acontecimientos, como es el caso de la invasión francesa, durante la cual no se sustrajeron obras de arte en ninguno de los templos de Fuentes de manos de las tropas galas al ocupar el territorio; o al tratarse de cofradías de reducida entidad y estructuras simples, no se vieron sumamente afectadas por los procesos desamortizadores.

La consumación del Antiguo Régimen implicó una secularización de la sociedad de la época y un cierto movimiento anticlerical, que conllevó –en distintos momentos históricos– medidas drásticas como el veto a que las cofradías procesionaran en horario nocturno, la privación de que los penitentes participaran de las estaciones de penitencia con el rostro cubierto o la prohibición absoluta de hechos disciplinantes, que llegó a perpetuarse. Desde el poder liberal se relativizó el fenómeno religioso y todo lo que ello conllevaba, y a pesar de la estima y arraigo de los fenómenos de religiosidad popular en el vecindario, las cofradías fontaniegas se vieron mermadas en la primera mitad del siglo XIX hasta el punto de no realizar las estaciones de penitencia con continuidad, e incluso darse años en los que no hubo ni un solo desfile procesional en las calles de Fuentes durante la Semana Santa, tal como ocurriera con certeza al menos en 1805, 1806, 1822, 1823, 1831, 1833 o 1835. Unos hechos que, aunque venimos analizando en lo que a Fuentes se refiere, fue un fenómeno habitual, incluso en la propia ciudad de Sevilla.

Tras varios lustros de «semanas santas» nulas o incompletas –en lo que a cofradías en la calle se refiere–, no sería hasta 1841 cuando de nuevo certificamos documentalmente una Semana Santa íntegra con las cofradías de Humildad el Miércoles Santo, Vera Cruz en la tarde de Jueves Santo, Jesús en el amanecer del Viernes Santo y el Santo Entierro en este último día en horario vespertino.

Desde su incierta fundación a finales del siglo XVI o principios del XVII, la cofradía de Jesús –también nombrada «de los Nazarenos»– realizaba su estación de penitencia en la madrugada del Viernes Santo. Así lo certifica fray Pedro de San Cecilio en los Annales de la orden de la Merced, donde cita explícitamente: «Eftá fundada en efta fanta cafa la Cofradia de los Nazarenos, muy deuota, y bien gouernada. Suyo es el Altar que ay en fu Iglefia de Chrifto nueftro Señor con la Cruz a cueftas. Haze fu procefsion el Viernes Santo por la mañana».

Es evidente que las múltiples contrariedades que sufrieron las cofradías fontaniegas en las primeras décadas de la centuria decimonónica afectaron de lleno a la de Jesús Nazareno –y más aún si cabe teniendo presente su estrecha vinculación con la comunidad mercedaria descalza tan hostigada por las desamortizaciones–. Una hermandad que procesionó 1821, y ya no lo volvería a hacer hasta el amanecer del Viernes Santo de 1841. Dos décadas de inactividad corporativa que, incluso cuando en 1842 los párrocos del arzobispado de Sevilla son preguntados sobre la utilidad de las cofradías de cada feligresía con objeto de un nuevo proceso de supresión de éstas, vemos reflejado en el informe concerniente a la cofradía nazarena fontaniega. En él, el presbítero D. Joaquín de Liñán declara con fecha de 6 de abril de 1842, que en enero de 1822

««[…] habiendo recogido por un Comisionado de Crédito de la Ciudad de Carmona todas las alhajas, utensilios, papeles y pertenencias de la Cofradía que existía […] quedó dispersa y desorganizada, sin Regla ni papeles ni organización; y si solo algunos años se han reunido varios devotos, sin formar cuerpo organizado y a sus expensas y con limosnas [… ] han sacado la procesión la mañana del Viernes Santo».

Y aunque en 1838 «los hermanos de Jesús» recuperaran el culto interno, no realizarían estación de penitencia hasta 1841, alcanzado la hermandad un cierto periodo de estabilidad, puesto que el Señor saldría a la calle en el Viernes Santo de manera continuada hasta 1851, con las excepciones puntuales de 1847 y 1850, que la cofradía no salió. Y en el caso del año 47, es muy probable que no lo hiciera a causa de la lluvia, que está documentado que afectó a las hermandades sevillanas de esta jornada.

La información que emana de los Libros de la Colecturía parroquial corrobora el informe antes citado, en el que carentes de cualquier tipo de estructura corporativa, eran los propios devotos de Ntro. Padre Jesús Nazarenos los que a expensas de su peculio fomentaban y sostenían el culto al Señor. Unas celebraciones que eran fuera de la cuaresma, generalmente en el mes de agosto, hasta que en 1843 instituyen un quinario y fiesta principal en el mes de enero, siendo llevado el Señor en ocasiones a la iglesia parroquial,  y que mantendrían durante prácticamente el resto del siglo XIX. 

Esta continuidad en el culto, tanto interno como externo, fue dotando de nuevo a la desorganizada hermandad de cierta estructura corporativa y alivio financiero, hasta el punto que el 24 de abril de 1842 impulsan una rogativa con una «Procesión salida del convento con las efigies del Sor. de la Salud i Ntra. Sra. de Dolores [desde principios del siglo XX bajo la advocación de la Merced] costeada por los hermanos de Jesús», o la celebración promovida el 11 de febrero de 1844 «en el Convento al Sor de la Salud por los hermanos de Jesús (se hizo para pedir al Señor la lluvia)».

El resurgir –antes citado– del fenómeno cofradiero de Fuentes de Andalucía en la década 1840, con la permanencia de todas las hermandades llevando a cabo sus respectivas estaciones de penitencia, se vio reforzado en 1849 con una nueva cofradía: la de Nuestra Señora de la Soledad. Este se convertiría en el tercer desfile para el Viernes Santo, coincidiendo en la tarde con el cortejo del Santo Entierro, con la que en 1895 terminaría fusionada.

Es en este contexto local en el que nos situamos a mediados del siglo XIX. En 1851, las cinco cofradías –Humildad (miércoles), Vera Cruz (jueves), Jesús Nazareno (madrugada del viernes), Santo Entierro (viernes tarde) y Soledad (viernes tarde)– pudieron cumplir su cometido de culto externo a sus respectivos titulares durante los días de Semana Santa por las calles de Fuentes, pero para el siguiente año, algo cambiaría. Una eventualidad que fue el comienzo de la desaparición de la mañana del Viernes Santo en la Semana Santa fontaniega, influyendo directamente en la cofradía de la Humildad, y que modificaría el desarrollo histórico de los desfiles procesionales; habida cuenta de que tras la consolidación de la nueva distribución, se alcanzó un orden iconográfico en la representación de la Pasión de Jesús por las calles de Fuentes. Sea como fuere, cierto es que se trató de un proceso pausado y gradual que no quedaría consolidado hasta finales del siglo XIX, en un proceso de casi cinco décadas.

El Domingo de Pasión de 1852, 28 de marzo, la Hermandad de la Humildad celebraba cabildo

«[…] para tratar sobre la salida el Martes Santo; a solicitud de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno, la cual lo hacen fundada en que por la hora en que su dicha cofradía tenía costumbre de salir, que lo hera el Viernes Sto. de madrugada; se habían comitido en los años anteriores varios desacatos; y que no encontraban medios de poderlos evitar, más que el de sacarla, el martes o miércoles Santo según y a la hora qe. todas las demás tienen de costumbre. En esta atención, y después de barias observaciones que hicieron los hermanos se determinó que por este año saliera esta nuestra Hermandad con su cofradía el Martes Santo, y que se le dejase el Miércoles, para la de Jesús Nazareno, atendiendo a la solicitud piadosa que queda manifestada; sin perjuicio de que esta concesión no sirba de regla para lo sucesivo, sino que, para otro año si lo juzgasen combeniente a el mayor servicio de Dios Nuestro Señor, puedan entonces convenir lo mismo; y quedando por consiguiente en plena libertad para hacer que fuese más útil a la mayor gloria de Nuestro Adorabilisimo, y Umildisimo Redentor. Acto continuo se presentó una Comisión de los cofrades de la dicha Hermandad de Jesús Nazareno, y se le hizo saber esta ntra. determinación, en la forma que queda expresada, y se retiró muy satisfecha y agradecida, por el favor que se le hacía, y el espíritu que animava a esta nuestra confraternidad».

De este modo, el 6 de abril de 1852, Martes Santo, hizo su estación de penitencia la Cofradía de la Humildad, para que el día siguiente, Miércoles Santo, pudiera hacerlo la de Jesús Nazareno de manera excepcional, en vista a la problemática que le suponía hacerlo en la madrugada del viernes, puesto que el horario era benévolo a desordenes y hechos irrespetuosos, y que a pesar de haber intentado remediar en los últimos años, la cofradía nazarena no había conseguido reducir en un contexto social y político adverso.

La permuta de días de salida se repitió en 1853 y en 1854, y en el cabildo celebrado por los hermanos de la Humildad el 25 de marzo de 1855,

«[…] se presentó una comisión de la Hermandad de Ntro. Padre Jesús solicitando qe. si se les quería hacer el favor de cederle el día del Miércoles Sto. para qe. ellos en dicho día poder darle culto a su efigie, saliendo nosotros al efecto el martes; y atendiendo a qe. su solicitud tiende al mejor fin y la mayor honra y gloria de Dios, se les fue otorgada su petición, habiendo manifestado la comisión su agradecimiento»

No obstante, en este año ninguna de las dos cofradías llegaron a procesionar. En el cabildo celebrado por la Humildad el Domingo de Ramos, y a pesar de declarar el depositario que había fondos para sacar la cofradía,

«[…] se hizo presente el mal estado de las calles y las circunstancias del tiempo en contra de su salida así como otras razones en pro y después de oído el parecer de todos se procedió a votación resultando de ella, que a excepción de uno todos fueron de parecer de no sacar la Cofradía».

Y en suplencia de la estación pública de penitencia acordaron la celebración en la ermita de una Misa de Pasión el Martes Santo, y mantener el tradicional Sermón de Azotes.

A pesar de la petición concedida, tampoco la de Jesús Nazareno llegó a procesionar en este año. Sí lo hicieron la de Vera Cruz, el jueves, y la Virgen de la Soledad, el viernes, lo cual queda probado por el abono de los derechos parroquiales a la colecturía de Santa María la Blanca.

Este espíritu de concordia y entendimiento entre ambas corporaciones fue menguando, y así ocurrió en 1857, en el que incluso tuvieron que recurrir a un mediador. La negativa de la Humildad ya sería patente, porque los propios hermanos de Jesús en vez de solicitar la permuta a la propia cofradía de la Humildad, recurrieron al vicario eclesiástico, y este a su vez trasladó la solicitud a la hermandad del Postigo. Éstos, reunidos en cabildo el 16 de marzo, dejaron constancia que «este año variaban las circunstancias», pero instaban a que

«[…] comparecieran los representantes o comisión de la Hermandad de Jesús a pedir la dicha gracia, para lo cual combino el dicho nuestro Depositario con el Sor. Vicario qe. con el Hermano muñidor sele mandase un recado al Hermo. mayor de dicha Hermandad de Jesús señalándole la hora a que podrían venir y a la en que estaríamos reunidos, y para la cual se le había señalado la hora de las doce del día. A consecuencia de lo relacionado por el Señor Depositario, todos los Sres.. oficiales tomaron parte en el asunto y después de probado y combenido con la madurez posible, que las circunstancias de hoy son muy diferentes, a las del primero y demás años que se les concedió este ntro. día del miércoles presto qe. no tratan de sacar su cofradía no había ni podía haber desordenes y desacatos, por que se les concedió la gracia, y habiendo llegado a estar completamente  esclarecida esta cuestión: Se Determinó ntra. Salida el Miércoles Sto. según ntra. costumbre de tiempo inmemorial. En esto llegó la una y media dela tarde si haber parecido la comisión de Ntro. Padre Jesús, y se cerró la sesión».

A pesar de la coyuntura existente y la resolución adoptada, no es solo que ninguna de las dos cofradías implicadas realizara su estación de penitencia, sino que en la Semana Santa de 1857 no salió ninguna de las cincos hermandades vigentes; y en el caso particular de la de la Humildad, celebró el Miércoles Santo en la ermita de San Francisco tanto el tradicional Sermón de Azotes como el de las Tres Horas de Agonía, acompañado de un organista y un sochantre.

Sin duda, el dictamen de los oficiales de la Hermandad de la Humildad de aquel cabildo del 16 de marzo de 1857 fue firme y determinante en lo sucesivo, y la cofradía siguió llevando a cabo su estación de penitencia o culto interno –en los años que decidía no salir– en la jornada del Miércoles Santo; a la vez que la Cofradía de Jesús Nazareno recaía de nuevo en periodo inestable y decadente, que aunque mantuvieron puntualmente –sin ninguna excepción– el quinario y la fiesta principal al Señor a mediados del mes de enero, serían muchos los años que no realizaron estación de penitencia, y sin un día fijo consecutivo.

En 1858 lo haría el Jueves Santo, y ya no saldría de nuevo hasta este mismo día de 1864. En 1866 volvió a salir el Viernes Santo, el 1869 el jueves, y de nuevo se mantuvo un intervalo considerable sin salir hasta 1878 –también el viernes–, que logró estabilizarse durante unos años en este día en 1879, 1880 y 1881 en su jornada originaria. Al año siguiente, 1882, salió de nuevo el miércoles después de tres décadas, siendo un punto de inflexión en la historia de ambas cofradías, pues a partir de este año la Hermandad de Jesús intensifica su posición para mantener su salida en la jornada del Miércoles Santo.

Si en 1882 ocuparían en solitario el miércoles porque la Hermandad de la Humildad no llegó a salir, tanto en 1884 como 1885, compartieron la jornada, saliendo ambas cofradías el mismo día, y es ya en 1886 y 1887, cuando la Hermandad de la Humildad optó de nuevo por el martes, dejando la tarde del Miércoles Santo a la de Jesús Nazareno, aunque de manera puntual, porque de nuevo en 1888 la Cofradía de Jesús volvió a salir el Viernes Santo.

Lamentablemente, a partir de 1889 los libros de colecturía caen en desuso, y por tanto no se tiene constancia documental del abono de los derechos parroquial por procesión que abonaban las cofradías y que nos dan muestra y testimonio fidedigno de la realización de la estación de penitencia de las mismas.

Sea como fuere, y como culmen a un proceso de décadas en el que la Hermandad de Jesús Nazareno reclamaba una jornada de tarde para su salida –en vista a la problemática que le suponía procesionar en la madrugada del Viernes Santo–, la cofradía del convento terminó en el tiempo reemplazando a la de la ermita en el Miércoles Santo, con el consiguiente traslado y adelanto de la procesión de la Hermandad de la Humildad al Martes Santo, un hecho que supuso el orden cronológico iconográfico que hoy identifica a la Semana Santa fontaniega y que quedaría consolidado a finales del contradictorio siglo XIX.    

De ello, da muestra el acuerdo del cabildo de oficiales de la Hermandad de la Humildad acontecido el 29 de agosto de 1897, en el que los presentes acordaron una serie de cuestiones reglamentarias para la corporación «como base y obligaciones», y como segundo asunto determinan que

“2º Que la principal obligación de esta Hermandad consiste es dar el debido culto y veneración a Ntro. Señor con el título de la Humildad y Paciencia, celebrando todos los años un devoto quinario en la Cuaresma más o menos solemne según los fondos lo permitan, y si fuese posible, sacar la Cofradía el martes santo con asistcia de todos los hermanos, vestidos con túnicas moradas y los vivos encarnados, y sermón de Azotes».

 

Francis J. González Fernández
Cronista oficial de la villa de Fuentes de Andalucía

 

FUENTES DOCUMENTALES Y BIBLIOGRAFÍCAS

JIMÉNEZ SANPEDRO, Rafael. La Semana Santa de Sevilla en el siglo XIX. Sevilla: Abec editores, 2013.

SAN CECILIO, Fray Pedro de (O. de MD.). Annales del Orden de Descalzos de N. S. de la Merced Redempción de Cautivos Christianos. Barcelona, 1669. Tomo I.

ARCHIVO GENERAL DEL ARZOBISPADO DE SEVILLA.
Sección Justicia, serie Hermandades, legajo 94. Informe Parroquial de Fuentes de Andalucía año 1842.

ARCHIVO HERMANDAD DE LA HUMILDAD DE FUENTES DE ANDALUCÍA.
Libro de los cabildos de la Hermandad de Nuestra Señora de Consolación cita en la Ermita de Nuestro Padre San Franco de esta villa de Fuentes de 1732-1903.
Libro de data. Años 1803-1882

ARCHIVO PARROQUIAL SANTA MARÍA LA BLANCA DE FUENTES DE ANDALUCÍA.
Serie Libro de Entierros y Colecturía.


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