A medio cuarto de legua de la muy antigua villa de Fuentes, en el Reino de Sevilla, se levanta una fuente que desde siglos atrás fue el principal abastecimiento para la «manutenzión del común de estte vesindario». Ésta se surte a partir de un complejo sistema subterráneo de captación y conducción de aguas formado por dos manantiales o “minas”.
Rodeada de restos de distintos pueblos antiguos que habitaron estos lares, ya en 1599 aparece citada en las Actas Capitulares acordándose su reparo, y en 1690 el Cabildo Municipal acuerda hacer la fuente de piedra, para lo que contrata al cantero de Morón Antonio Gil.
A lo largo del siglo XVIII, varios miembros de la saga de alarifes de los Ruiz Florindo intervienen en el conjunto, ya que se continúan diversas reformas debido a la pérdida de suministro y a defectos en las conducciones.
Como en la Fuente de la Reina, otros manantiales y pozos de estas tierras llenas de historia siguen manando agua «buena y clara» desde tiempos remotos; características de un territorio que dieron el nombre a este maravilloso lugar del mundo que es Fuentes, de Andalucía.
Dentro del
ciclo de conferencias «En tiempo de los Ruiz Florindo», promovido por el Excmo.
Ayuntamiento de Fuentes de Andalucía en el marco del Año Florindo, el 25 de
octubre de 2022, coincidiendo con el III Centenario del nacimiento de Alonso
Ruiz Florindo acontecido el 22 de octubre de 1722, tuve la oportunidad de
participar en tal ciclo hablando sobre la figura y obra de Alonso, el maestro
de obras de mayor proyección y personalidad de la destacada saga familiar.
De forma
cronológica y sucesiva desarrollé una aproximación a los aspectos más
personales de la vida de Alonso Ruiz Florindo, en base a la documentación
conocida relativa a sus obras de mayor envergadura, su vida y su actividad
laboral y mercantil.
El cartel anunciador de la Feria de Fuentes de
Andalucía 2022 sigue claramente las líneas clásicas y propias de la cartelería
costumbrista de fiesta, imperante en España en la primera mitad del siglo XX.
La escena principal la ocupa una imagen pictórica de
corte costumbrista, en la que aparecen tres mujeres ataviadas con la
indumentaria propia de las ferias andaluzas: mantones bordados, mantilla,
peinas y flores en la cabeza, pendientes de aros, usando abanico… Esta se debe
al pintor valenciano Juan José Barreira Polo (1887- 1957), prolífico en este
tipo de obras, muchas de ellas dirigidas a cartelería.
En la cabecera del cartel destaca la palabra FERIA,
para la que se ha utilizado la fuente SVQ Justa Display, del proyecto
justayrvfina.com. Una tipografía basada en la azulejería del nomenclátor de las
calles de Sevilla y muchos de sus pueblos, y sostenida en la base que parieron
los artesanos de La Cartuja de Sevilla en 1845.
La Feria de Fuentes de Andalucía está íntimamente
ligada por su devenir histórico a la Ermita de San Francisco y al barrio del
Postigo. Conforman un binomio inseparable con el aval de siglos de vida. Desde
el siglo XVII la fiesta se viene celebrando en el mismo emplazamiento, tomando
su nombre originario del principal edificio de la zona, de ahí “Fiesta de la
Ermita”. Por ello, tras las mujeres aparecen dos ilustraciones obtenidas a
través de fotografías del citado templo. Se hace de forma degradada, con el fin
de enmarcarlo en el conjunto, y que esté presente pero sin ser relevante en la
escena. A la izquierda, un fragmento de su fachada, destacando una estípite en
ladrillo cocido labrado por la saga de alarifes fontaniegos Ruiz Florindo, y a
la izquierda, los tejados, cúpula, linterna y espadaña del citado edificio
religioso. Sobre ello, aparece sutilmente la firma autógrafa de Alonso Ruiz
Florindo.
En pleno Año Florindo, la figura de estos alarifes era
imprescindible en la cartelería que nos ocupa. Alonso, de cuyo nacimiento se
cumple en 2022 su tercer centenario, mostró plenamente sus cualidades
artísticas en la obra de la Ermita de San Francisco (1751- 1758), edificio
donde manifestó su capacidad creativa para el adorno basado en el uso del
ladrillo tallado y de la ornamentación de yeserías, con el uso de un amplio
abanico de elementos ornamentales procedentes de la tradición arquitectónica.
Las tres mujeres se presentan tras una reja, que está
cubierta por un mantón bordado y un capote torero de paseo. Sobre este espacio,
aparece en líneas el emblema del Señorío –posteriormente marquesado– de
Fuentes, y a la sazón escudo de la población hasta fechas recientes. Tal
ilustración procede de la página 1 de la revista de Feria de 1955.
En este mismo espacio, y sostenido por la mano derecha
de la mujer que aparece sentada en primer plano, se ha introducido el detalle
de una papeleta de la “rifa del cochino” de la Hermandad de la Humildad de
1898, basada en un original de la época. Esta tradición, que data de 1869, se
mantiene en la actualidad, por lo que se convierte en un hecho idiosincrático y
muy particular de la fiesta en sí.
En los extremos inferiores de la escena pictórica, se
mantienen la firma del autor de la misma y de la empresa encargada de su
reproducción: Imprenta y Litografía Ortega, marca histórica valenciana
(1871-2008), referente nacional de las artes gráficas en los siglos XIX y XX.
El espacio inferior del cartel está dedicado a los
textos relativos al anuncio de la celebración de la feria, con los días de
fiestas, el lugar de celebración, la oferta prevista y el ente organizador;
todo ello plasmado con tipografía clásica propicia y habitual en la cartelería
de base. Así mismo constan el escudo oficial de Fuentes de Andalucía, el
anagrama del Año Florindo y un conjunto de orlas en líneas, todo ello en la
combinación de dos únicos colores, en sintonía cromática con el cartel en su
conjunto.
En el centro del texto “Primitiva Fiesta de la Ermita
que desde antaño festeja esta población”, en clara alusión al sentido histórico
de la fiesta, aparece la reproducción de una imagen mariana. Se trata de la
Virgen de Consolación, titular letífica primitiva de la Hermandad de la
Humildad, y origen de las fiestas, surgidas en su honor y derivadas al hecho
actual. Tal reproducción procede de la cruz de plata –fechada en 1666– del asta
del estandarte de la citada cofradía.
En su conjunto el cartel difiere de los formatos
habituales. Su composición vertical, y de formato estrecho, se ciñe a las
dimensiones tradicionales de esta tipología de cartelería.
El
pronunciamiento del teniente coronel Riego que restableció la monarquía
constitucional en la España de 1820, iniciándose con ello el denominado Trienio
Liberal, tuvo consecuencias directas en las cofradías, pues ante las restricciones
que les fueron impuestas éstas declinaron realizar sus estaciones de
penitencia. Las estrictas reglamentaciones se
prologaron durante los años sucesivos, dando lugar a un largo quinquenio sin
cofradías en las calles de Sevilla. Una ausencia que se extendió más allá del
regreso del absolutismo, no recuperándose la normalidad hasta la Semana Santa
de 1826.
En ellas se impedía a las hermandades el uso de capirotes,
antifaces y túnicas, les prohibía estar en la calle después del toque de
oraciones y mandaba a las de madrugada que no salieran hasta el amanecer, todo
ello en bien del «interés público y la
conservación del orden». Ante ello, las corporaciones declinaron efectuar
sus estaciones de penitencia por «las
extrañas condiciones que imponía la autoridad civil con alardes arbitrarios y
las hostilidades a las nuevas ideas», argumentando que lo dispuesto iba en
contra de sus tradiciones.
Pero que no lo hicieran en la capital, no implica que en otros puntos
de la geografía provincial las cofradías no realizaran sus pertinentes
estaciones de penitencia, en cumplimiento de su regla de dar culto público a
sus Titulares, siempre que las condiciones económicas de las corporaciones, las
circunstancias atmosféricas u otra serie de aspectos mayores lo permitieran.
De este modo, en 1820 hicieron su estación de penitencia en Fuentes
de Andalucía las cofradías del Señor de la Humildad (Miércoles Santo), Vera
Cruz (Jueves Santo) y Santo Entierro (Viernes Santo), y en 1821 fueron dos las cofradías que pudieron procesionar. El
19 de abril, Miércoles Santo, lo hizo la de la Humildad y el Jueves Santo, la
de Jesús Nazareno, desde el convento de los frailes mercedarios descalzos.Y es a partir de 1822 cuando se produce un
trienio en el que las cofradías fontaniegas no llevan a cabo sus públicas
estaciones de penitencia, sumándose de este modo a la larga ausencia de la
capital hispalense. Tal es así, que no lo hicieron en 1822, 1823 ni 1824 [1].
Fue únicamente la cofradía de la
Humildad la que consiguió mantenerse activa ininterrumpidamente durante estas
primeras convulsas décadas del siglo XIX. Desde 1825 a 1830 –ambos inclusive–
es la única hermandad que logra poner su cofradía en la calle durante la Semana
Santa fontaniega. Ya en la década de 1830 se localizan datos esporádicos de
actividad en las cofradías de Jesús Nazareno y del Santo Entierro, y no es
hasta 1841 cuando de nuevo certificamos documentalmente una Semana Santa
completa con las cofradías de Humildad el Miércoles Santo, Vera Cruz en la
tarde de Jueves Santo, Jesús en la madrugada del Viernes Santo y el Santo
Entierro en este último día en horario vespertino.
Retrocediendo al inicio, en el que
citábamos cómo a pesar de las restricciones y la ausencia de cofradías en la
capital, en Fuentes las cofradías salieron en 1820 y 1821, no ocurriría ya lo
mismo en 1822, cuando el culto fue estrictamente interno.
A pesar de ello, el Señor de la
Humildad sí procesionó –aunque la Virgen de los Dolores no lo hiciera–. No fue
en Semana Santa, sino en los días de Cuaresma, y lo hizo en dos ocasiones en un
transcurso de nueve días. Así queda asentado en los libros de colecturía de la
parroquia Santa María la Blanca, en cuyas páginas quedan detallados los gastos
que las procesiones y cultos al Señor ocasionaron.
El 17 de marzo
de 1822 se «trajo el Señor de la Humildad
a la Yglesia para hacerle un Novenario de Misas» [2] con la asistencia de
todo el clero, «en procesión de
rogativas» desde la ermita de san Francisco. La iniciativa clamaba la
gracia de la lluvia ante la calamitosa situación de sequía que azotaba al campo
fontaniego.
En adelante, y
durante nueve días, el Señor de la Humildad presidió en el templo mayor de
Santa María la Blanca un «novenario de
misereres», concluyendo el domingo 24 de marzo con función solemne y
sermón. Concluidos los cultos, el lunes 25 la devota efigie del Señor de la
Humildad regresó a su barrio del Postigo del Carbón en procesión de rogativas,
tal como a la ida.
Fue un 25 de
marzo, como hoy, pero dos siglos atrás.
Francis J. González Fernández
Cronista oficial de la villa de Fuentes de Andalucía
NOTA: La imagen que ilustra este
artículo es una recreación que no corresponde a la realidad.
[1] Para profundizar en el hecho, véase: GÓNZALEZ FERNÁNDEZ, Francis J. Cuando Sevilla se quedó sin cofradías, pero en Fuentes de Andalucía salieron los pasos a la calle. 1820 / 1821. En Revista de la Semana Santa de Fuentes de Andalucía 2020. Fuentes de Andalucía (Sevilla): Hermandad y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Jesús de la Santa Vera Cruz y María Santísima del Mayor Dolor, 2020, núm. 25, págs. 20-22.
[2] Archivo Parroquial Santa María la Blanca de Fuentes de Andalucía. Libro 14 de Entierros. Folio no paginado.
Por escaparates y muros de comercios y bares, por las redes
sociales o en los tablones de anuncios de las iglesias y casas de hermandad
luce desde hace unos días el cartel de “El Sahumerio 2022”, que anuncia –según
esta tertulia cofrade fontaniega– la inminente llegada de una anhelada Semana
Santa.
El cartel lo ilustra una vanguardista obra del polifacético artista
Miguel Caiceo, que ha dado una especial relevancia a la arquitectura de los
Ruiz Florindo; un guiño de la tertulia para sumarse a la conmemoración del Año
Florindo, que a lo largo del presente impulsará el ente municipal fontaniego.
El centro de la arriesgada obra pictórica mixta lo ocupa la
portentosa imagen del Señor de la Humildad, titular de la cofradía homónima con
sede en la Ermita del Postigo. La fotografía muestra la talla completa del
Cristo, con el juego de potencias y corona de espinas de plata del siglo XVIII,
sin caña, en un perfil buscado para poder apreciar el rostro. La soga al
cuello, en varias vueltas, cuyos extremos caen por su lado izquierdo, tras la
pierna en la que apoya el característico brazo en el que Jesús de la Humildad sostiene
absorto su cabeza. Y como último detalle, una tela adamascada recubre la peña
sobre la que Cristo toma asiento. Tras Él, un arrugado paño hace de telón de
fondo.
La misma se trata de una fotografía inédita, realizada en los
primeros años del siglo XX por Juan Nepomuceno Díaz Custodio, y muy
probablemente la instantánea más remota de las que a la fecha se conocen del
Señor de la Humildad.
¿Y quién fue esta persona? Pues si al salir de “las monjas”
usted enfila la calle Mayor, en la fachada de la casona que se sitúa a su
izquierda podrá leer en un azulejo: Fábrica
de electricidad, fundada en 1904 por Juan N. Díaz Custodio. Pues a este
ecijano, nacido en 1875, debemos la preciada foto.
Licenciado en Derecho, que nunca ejerció, compaginó sus
estudios superiores con los de Física, convirtiéndose en un destacado especialista
en energía eléctrica. Fotógrafo aficionado, desde principios de siglo atesoró
numerosos premios de certámenes fotográficos nacionales e internacionales. Instaló
fábricas de electricidad en varios pueblos andaluces, entre ellos Fuentes, y
experimentó en la aviación y en la radio.
Reconocido internacionalmente por sus retratos, Díaz Custodio dominó
de forma inusual la técnica del contraluz, lo que para cualquier fotógrafo era
un reto, consiguiendo dar bellísimos detalles en las sombras, siendo reconocido
como el mejor retratista de la escuela sevillana.
Un hombre pionero en muchos campos, un erudito adelantado a su
tiempo, que se postró ante la portentosa efigie del Señor de la Humildad para
inmortalizarlo tal y como lo podemos observar y venerar en esta preciosa
fotografía con más de un siglo de existencia.
Posiblemente sería en la sacristía de la Ermita, colocando al
Señor sobre una pequeña mesita, tal como se observa en la fotografía original.
Y no fue la única estampa inmortalizada, pues en el valiosísimo archivo de Díaz
Custodio se conserva una segunda placa estereoscópica de un primer plano del
Señor, a modo de retrato, en el que el Cristo se muestra sin potencias y con la
soga o cordón hacía su lado izquierdo.
Don Juan, que era la forma en la que sus contemporáneos lo
nombraban, era bisnieto de la fontaniega Pilar Armero Almazán –nacida en
Fuentes en 1781– y nieto de Juan Nepomuceno Díaz Armero, a la sazón primo
hermano y posteriormente cuñado de Francisco Armero Fernández de Peñaranda, el general
Armero.
Coincidiendo con la instalación de la fábrica de electricidad
de Fuentes, Juan N. Díaz trasladó su residencia a Fuentes durante un tiempo,
acompañado de su mujer Lola Gálvez Lagrera, y una hermana de esta, Pastora.
Fue el 1 de enero de 1905 cuando quedaría inaugurado el primer
servicio de alumbrado eléctrico público fontaniego, que había sido adjudicado
en subasta pública en agosto de 1904 a Juan N. Díaz Custodio y José Piñero
Fraile por un periodo de veinte años, únicos postores que concurrieron a la
convocatoria. Y no era este el único hecho relevante que Fuentes gozaba en
estos meses, rodeado de un panorama de penuria, hambre y una pertinaz sequía
que provocó un desconsolador paro obrero. El 23 de septiembre de 1904, mientras
los operarios de don Juan tendían el cableado eléctrico por las calles de
Fuentes, en el barrio del Postigo las Hermanas de la Cruz inauguraban su
convento, asentándose en el antiguo arrabal dieciochesco, aledaño a los viejos
muros de la Ermita de San Francisco, la casa del Señor de la Humildad.
Pronto entablaron cariño y apego los Díaz Gálvez con las
primeras hermanas que llegaron a Fuentes, en especial Pastora. Ello les llevó a
conocer personalmente a sor –santa– Ángela de la Cruz en sus estancias en
Fuentes y colaborar en el sostenimiento del nuevo cenobio fontaniego, y sería a
través de las propias hermanas de la Cruz como Juan N. Díaz llegaría hasta el
Señor de la Humildad, e inmortalizarlo. Muy probablemente, sería la primera
cámara fotográfica de la historia que entrara entre aquellos paredones, y de tal
forma quedaría prendado Díaz Custodio, que terminó formando parte de la nómina
de hermanos de la Humildad, así como posteriormente algunos de sus hijos, los
Díaz Gálvez.
Tal fue el reconocimiento y admiración del matrimonio Díaz
Gálvez por la magnífica labor que las hermanas de la Cruz desarrollaban, que no
cesaron en su empeño hasta conseguir que las hijas de sor Ángela abrieran casa
en su Écija natal.
Francis
J. González Fernández
NOTA: Mi gratitud a la familia de Juan N. Díaz Custorio, herederos de su legado, y a Julio Arturo Cerdá, custodio de la valiosísima colección fotográfica.
FUENTES Y
BIBLIOGRAFÍA:
ARCHIVO
PARROQUIAL. Acta de bautismo de María del Pilar Armero Almazán. 13 de octubre
de 1781.
CERRO RAMÍREZ,
Jesús. I Centenario del alumbrado eléctrico en Fuentes de Andalucía. Revista de Feria de Fuentes de Andalucía
2005. 2005, IIª época, p. 43-45.
FREIRE GÁLVEZ,
Ramón. D. Juan N. Díaz Custodio: Écija,
de siglo a siglo. Écija: Gráficas Sol, 1994.
MORENO DE LOS RÍOS
DÍAZ, Ramón y CERDÁ PUGNAIRE, Julio. Juan
N. Díaz Custodio: el genio de la luz (1893-1912). Écija: Asociación Amigos de
Écija, 2016.
El destacado Palacio de
la Señoría (Palazzo Vecchio) de
Florencia, mandado construir bajo el patronazgo del duque Cosme I de Medici, acoge
entre sus valiosas dependencias un habitáculo conocido como la Sala de los
Mapas Geográficos
La Stanza delle Mappe geografiche (Sala de los Mapas geográficos), o
del Guardaroba (guardarropa) era
donde los Medici conservaban sus preciadas pertenencias. La estancia se remonta
al arquitecto y pintor Giorgio Vasari, y los muebles y el techo son de Dionigi
Nigetti. Las puertas de los armarios están decoradas con 53 mapas pintados al
óleo por el fraile dominico —cosmógrafo y matemático— Ignazio Danti (1563-1575) y por Stefano
Bonsignori (1575-1584). Son de gran interés histórico y dan una idea de los
conocimientos geográficos del siglo XVI. En el centro de la sala se expone el
famoso globo Mapamundi, obra de Buonsignori e Ignazio Danti, que cuando se construyó
en 1581 era el más grande en el mundo, hoy deteriorado por sucesivas
restauraciones.
Uno de los mapas que
dotan a la estancia en cuestión de su inmenso valor, es el titulado "LA
SPAGNA" (1563). En la zona meridional, rotula —en casos con errores
tipográficos de la época— las ciudades y villas más importante y destacadas del
Reino de Sevilla, y aquellas que aunque de menor entidad eran ya a la fecha de
considerada relevancia por su ubicación. Y este es el caso de la villa de
Fuentes. Ahí aparece, cercana a Écija, próxima a la Venta del Palmar.
Si durante quince
siglos la Vía Augusta había sido la principal vía de comunicación que
atravesaba la campiña sevillana, es en la primera mitad del siglo XVI cuando,
por primera vez, aparece documentalmente un nuevo trazado que influiría
considerablemente en el desarrollo y auge de la naciente villa de Fuentes y que
sería conocido como Carril o Ruta de la
Lana. Una significativa localización geográfica como punto de paso en una
importante vía de comunicación, que provocó que Fuentes recibiera importantes
personalidades históricas de la época y apareciera situada en los principales
mapas de la época.
Fernando Colón, hijo
del descubridor, realizó en torno a 1517 un conjunto de noticias geográficas
que darían lugar a su obra «Descripción y
Cosmografía de España». En ella aparecían dos caminos para unir Sevilla y
Córdoba con Toledo, Madrid y Alcalá de Henares, en el centro de la Península,
recogiendo dos trazados para desplazarse entre Córdoba y Sevillla: uno por la
margen derecha del Guadalquivir, y otro por Guadalcázar, Écija, Fuentes,
Carmona y Sevilla, atravesando la villa fontaniega a través de la entonces
calle Mayor.
Así lo cita
expresamente Fernando Colón: «Sevilla es
ciudad de treinta mil vecynos e fasta alcala de henares ay ochenta e tres
leguas e van por carmona seys leguas e por huentes quatro leguas e por ecija
cinco leguas e por cordoba e por ademuz e por almodovar del rio e por caracuel
e por cibdad real e por malagon e por mançaneque e por mora e por guerta e por
Ocaña e por chinchon e por arganda».
Es también en la
centuria del XVI cuando aparecen los primeros repertorios de caminos,
posiblemente las primeras publicaciones europeas con carácter utilitario, a
modo de guías de viaje, que aportaban valiosa información sobre los caminos
existentes y su estado de conservación.
De este modo surgen los
trabajos de Pero Juan Villuga en 1546 y Alonso Meneses en 1576. Ambos recogen
el camino para ir de Sevilla a Córdoba que pasaba por Fuentes y que ya citara
Colón, añadiendo los lugares geográficos de la Venta del Alvar, entre Carmona y
Fuentes, y la Venta del Palmar, entre Fuentes y Écija.
Estos itinerarios se
consideraban los más rápidos para los desplazamientos y eran los que
probablemente se encontraban en mejores condiciones.
En 1727, Pedro Pontón
sigue localizando a Fuentes como lugar de paso obligado en el camino de Madrid
a Sevilla.
El siglo XVIII supuso
un cambio sustancial en lo que a los caminos se refiere. La Corona asumió que
era tarea suya facilitar unas comunicaciones eficaces y para ello abordó la
construcción de una red de «caminos reales» destinados a conectar Madrid (la
Corte) con la periferia de la Península, y que en muchos casos tomaron nuevos
trazados, dejando al margen de su recorrido ciudades importantes, tales como el
caso de Toledo.
El Camino de Andalucía
era de vital importancia para el conjunto del país. Por él discurría el tráfico
de mercancías que se embarcaba en Cádiz con destino a América, así como las que
venían de las colonias con destino a la Corte de Madrid.
Fue en el último cuarto
de siglo, coincidiendo con la creación de las Nuevas Poblaciones de Andalucía y
Sierra Morena y la apertura del paso por Despeñaperros, cuando se trazó el
tramo del Camino Real de Andalucía que discurre en las cercanías de Fuentes. Un
itinerario que unía Madrid con Sevilla y Cádiz y por cuya actuación, Fuentes
quedó a escasas leguas del nuevo Camino Real, que venía a coincidir con el
trazado a la primitiva Vía Augusta romana, provocando la pérdida de relevancia
que durante al menos dos siglos había tenido el Carril de la Lana, que
atravesaba la propia población.
Los caminos fueron
mejorando a lo largo de los siglos XIX y sobre todo el XX, convirtiéndose en
carreteras de firme, hasta la construcción de la Autovía de Andalucía, llevada
a cabo entre 1984 y 1992, que igualmente unía Madrid con Sevilla y ésta con
Cádiz.
Ficha cartográfica:
DANTI, Egnazio. 1563. Mapa della Spagna.
Sin escala. La Stanza delle Mappe
geografiche. Palazo Vecchio. Florencia. (Referencia facilitada por el Aula
Miguel Cala Sánchez de la Universidad de Sevilla).
José Navarro Carrero
«Zacarías», bajo el nombre artístico de «Niño de Fuentes de Andalucía», ha sido
el cantaor flamenco más completo y de mayor relevancia que ha dado esta tierra,
y que de no haber sido por una serie de circunstancias, principalmente el
estallido de la Guerra Civil que le alcanzó en el despuntar de su carrera,
cortando el desarrollo artístico de la misma, hubiera llegado a ser una máxima
figura de renombre nacional.
Zacarías nació el 4 de
mayo de 1915 en el número 53 de la calle de la Rosa (Estrella), hijo del
matrimonio formado por Diego Navarro y Mercedes Carrero.
Desde la infancia empezó a
cantar y conocer los palos del flamenco. Su padre tenía una taberna en «El Postigo»,
la primera en Fuentes que contó con gramófono y que llamaban en el tiempo «máquina
cantaora». Todas las placas de pizarra (discos) que tenían eran de cante flamenco,
de donde aprendió mucho «Zacarías». Aún siendo un chaval marchó a Sevilla,
donde subió por primera vez a las tablas de colmaos y cafés cantantes de la
época, empezando a convivir con grandes figuras del cante flamenco como Manuel
Torre «Niño de Jerez», Manuel Vallejo, Pastora y Tomás Pavón, Pepe Marchena…
Pero la valía de su voz y sus
capacidades para el cante hondo le hacen pegar el salto a Madrid, buscando
fortuna y gloria, donde marcha en los primeros años de la República al amparo
de un conocido, José Candadi, gran aficionado que trabajaba en la capital como
camarero.
Comienza aquí la época dorada
del cantaor José Navarro «Zacarías» que ya se anuncia en los carteles como
«Niño de Fuentes de Andalucía», conviviendo en la pensión que se aloja con «El
Niño León» y Juanito Valderrama, al que más de una vez, no teniendo trabajo
éste último, tuvo que pagar José los cafés y las partidas de billar.
Es el año 1934, y José va
ganando popularidad, consiguiendo contratos para actuar en los grandes
escenarios del Madrid de la época, tales como «Villa Rosa», «Los Gabrieles», «Capitol»,
«Casa Juan» … y acudiendo a las fiestas de grandes personajes, entre los que se
encontraba el Conde de Colombí, con el que fraguó amistad.
«Zacarías» empieza a destacar
y su nombre, junto al de su pueblo natal, ya es conocido en todos los ambientes
flamencos en el Madrid republicano de estos años.
Con representante propio, llegó
a grabar –según los testimonios recogidos– seis discos con «La Voz de su Amo», «El
Gramófono» y «El Regal», dos de las casas discográficas más importantes del
momento, acompañado a la guitarra de importantes personajes de la talla de «Habichuela
el viejo» y «Manolo de Badajoz». Algunos de los cantes grabados en los discos
de pizarra citados, han sido recuperados recientemente y publicado en youtube en
los últimos días por Pedro Moral.
ACCEDA AL VÍDEO PARA ESCUCHAR A ZACARÍAS EN LA DÉCADA DE 1930.
Los años comprendidos entre
1934 y 1936 fueron los más esplendorosos y de mayor apogeo de la carrera
artística del «Niño de Fuentes de Andalucía», llegando a actuar y protagonizar
espectáculos en teatros de gran renombre como el «Monumental» y el «Pavón». En
éste último fue a verle el «Niño de Marchena» en todo el zenit de su carrera
definiendo a «Zacarías» como gran artista y dueño de una gran voz.
Pero cuando mejor
le iban las cosas, cuando todo hacía indicar que sería pronto una primera
figura del cante flamenco, la guerra paró su prometedora carrera artística. El
golpe de estado del general Franco le cogió trabajando, pero le cambió
totalmente la vida y regresa a Fuentes ante las circunstancias en la que vive
el país.
Culminada la
guerra, empieza de nuevo a hacer lo que él mejor sabía: cantar. Comienza a
vivir de nuevo de su voz, pero las cosas han cambiado. Entra a formar parte de
compañías artísticas de las principales figuras, primero en la del maestro Pepe
Marchena, más tarde con la Niña de la Puebla, donde compartía escenario con
otro cantaor fontaniego como era Pepito Aguilar «Jeringo», y por último en la
Compañía de la Niña de la Huerta.
Ya en la década
de 1950, «Zacarías» hace algunas temporadas en la floreciente Costa del Sol y a
partir de aquí solo participaría en algunos festivales flamencos en pueblos de
la comarca y en reuniones y fiestas de amigos y familiares.
En las últimas
décadas, junto a la figura de «Zacarías» era indiscutible la presencia de su
tocaor, Manuel López Hidalgo «Mané de Carmen Hidalgo» con el que se
compenetraba maravillosamente.
Durante muchos
años, el «Niño de Fuentes de Andalucía» no faltó cantando saetas a las
cofradías fontaniegas, con una saeta que los entendidos califican como única,
naciendo y muriendo el estilo con él. Una saeta simple y corta de duración,
intensa y profunda en su ejecución que puede llegar a catalogarse como «saeta
de Zacarías».
José Manuel
Hidalgo «Condito», amigo inseparable del maestro Zacarías durante los últimos veinticinco
años de vida del cantaor afirma que «…Zacarías
estaba dotado de una gran voz, para mí una de las mejores y más flamencas que
yo he conocido, “jonda” y profunda, y a la vez bonita y melodiosa cuando la
ocasión lo requería; tuvo la suerte de que, a pesar de algunos excesos suyos,
sobre todo con el tabaco, Dios se la conservó hasta el final de sus días».
El 11 de abril de
1996, a los 80 años de edad, fallecía en la huerta familiar, donde vivía, José
Navarro Carrero «Zacarías», el «Niño de
Fuentes de Andalucía».
Con él se fueron sus tarantas
y tarantos, su malagueña y todos los cantes de Levante, sus soleares, su
seguiriya, sus alegrías y sus fandangos, sus milongas como “Canto a mi pueblo”,
sus guajiras, sus colombianas, sus alegrías,… y sus saetas.
ACCEDA AL VÍDEO, EN UN FESTIVAL HOMENAJE A PEPE MARCHENA.
Se fue un artista grande. Esa
era su profesión y así lo reflejaba su Documento Nacional de Identidad, «Profesión: Artista».Se perdió el duende de una voz en la historia
del flamenco dejando su cante no solo en los seis discos que grabó durante su
estancia en Madrid, sino en el recuerdo de los buenos aficionados que supieron dar
mérito y poner en valor la gran voz del maestro «Zacarías». Una figura con una
carrera artística camino de la fama que las circunstancias de la época cortaron,
provocando que no llegara el triunfo esperado.
Un fontaniego que llevó el
nombre de su pueblo por toda España como nominación artística: «Niño de Fuentes
de Andalucía».
Referencia bibliográfica: GONZÁLEZ
FERNÁNDEZ, Francis J. Fuentes de
Andalucía, una mirada al pasado. Tomo I. Fuentes de Andalucía: Ayuntamiento
de Fuentes de Andalucía, 2010, pp. 275-278.
Vídeo promocional del libro Fuentes de Andalucía, una mirada al pasado. Tomo I. A partir del minuto 6:54 Zacarías canta una milonga a su pueblo.