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A medio cuarto de legua de la muy antigua villa de Fuentes, en el Reino de Sevilla, se levanta una fuente que desde siglos atrás fue el principal abastecimiento para la «manutenzión del común de estte vesindario». Ésta se surte a partir de un complejo sistema subterráneo de captación y conducción de aguas formado por dos manantiales o “minas”.

Rodeada de restos de distintos pueblos antiguos que habitaron estos lares, ya en 1599 aparece citada en las Actas Capitulares acordándose su reparo, y en 1690 el Cabildo Municipal acuerda hacer la fuente de piedra, para lo que contrata al cantero de Morón Antonio Gil.

A lo largo del siglo XVIII, varios miembros de la saga de alarifes de los Ruiz Florindo intervienen en el conjunto, ya que se continúan diversas reformas debido a la pérdida de suministro y a defectos en las conducciones.

Como en la Fuente de la Reina, otros manantiales y pozos de estas tierras llenas de historia siguen manando agua «buena y clara» desde tiempos remotos; características de un territorio que dieron el nombre a este maravilloso lugar del mundo que es Fuentes, de Andalucía.

martes, 28 de octubre de 2014

EL SEÑORÍO DE FUENTES: UNA APROXIMACIÓN A SU HISTORIA



Comunicación presentada por Francis J. González Fernández en las
XI Jornadas de Historia y Patrimonio sobre la provincia de Sevilla
«La nobleza sevillana en el Antiguo Régimen. Siglos XIII-XVIII» 
organizadas por la Asociación Sevillana de Cronistas e Investigadores Locales (ASCIL)

Antigua Universidad de Osuna · 25 de Octubre de 2014



El lugar de Fuentes, equidistante de las importantes ciudades de Sevilla y Córdoba, y a su vez de los no menos destacados núcleos de población de Carmona y Écija, aparece incluido en el alfoz que el 2 de abril de 1255 los primeros pobladores cristianos de la recién conquistada villa de Carmona recibieron por privilegio del rey Alfonso X [1], en el extremo oriental de lo que en la Edad Media era el término de Carmona, a poca distancia del territorio de Écija, al este, y del de Marchena, al sur.
A lo largo del siglo XIV el término carmonense, que era de realengo, fue sufriendo importantes segregaciones por un proceso de señoralización. Caballeros y señores fueron recompensados generosamente por el rey Alfonso XI con tierras y lugares por sus servicios militares a la Corona, menguando drásticamente el extensísimo alfoz de Carmona.
Ciertamente no se conoce cuándo Fuentes fue excluida de la jurisdicción de Carmona, teniendo como primera referencia  que fue propiedad de Rui Pérez Ponce de León, casado con Isabel de la Cerda, que murió sin hijos en 1354. El 12 de junio de 1335, Rui cedió unas casas en Carmona, el lugar de la Argamasilla y el castillo de Fuentes como dote a su sobrina Urraca Alfonso de Portugal, al casar ésta en segundas nupcias con Alvar Pérez de Guzmán, señor de Olvera, que fue alcaide de Tarifa y alguacil mayor de Sevilla y descendiente de los Medina Sidonia [2].
Estas posesiones pasaron a engrosar el patrimonio familiar y formaron la herencia que recibió su hijo Pedro Núñez de Guzmán, casado con Aldonza de Toledo, señora de Orgaz, y de éstos a su hijo Martín Fernández de Guzmán, alguacil mayor de Toledo y señor de Orgaz, que lo vendió el 20 de enero de 1374 a Alonso Fernández de Sevilla y a su esposa Isabel de Belmaña, hija de Guillén de las Casas, tesorero mayor de Andalucía, fijando el precio de venta en la cantidad de 1.600 doblas moriscas «de buen oro». Curiosamente esa cantidad era la que Isabel de Belmaña había recibido como dote al casar con Fernández, y con cuyo importe éste compró el lugar de Fuentes, que se limitaba al castillo y el reducido caserío, sin territorio a su alrededor [3].
«En el Nombre de Dios amen, e de la Virgen Santa María su Madre: Sepan cuantos esta carta vieren como yo Martin Fernández de Guzmán, hijo de D. Pedro Núñez de Guzmán, vecino que soy en la muy noble ciudad de Sevilla, otorgo e conozco q. vendo a voz Alonso Fernández, criado del Rey, veinte e cuatro de esta ciudad de Sevilla q. estades presente e recibides esta compra, e todos estos otorgamientos, e promiciones, e obligaciones que esta Carta son contenidas a voz Isabel de Bezmaña su mujer de dicho Alonso Fernández, vecinos que sodes de esta dicha ciudad de Sevilla ala Collación de Sanz Juan, combien a saber: El mi lugar de Fuentes que es en el Arzobispado de Sevilla, con todos sus vasallos, e con todo su Señorío Real, e con la Justicia Criminal e Civil en nuestro suelo imperio, según que oyó hiceme es debido y otorgado, y on todas sus Rentas, e Tributos e derechos, e con todos mis términos, y con todas sus tierras para pan, e otras tierras cualesquiera que hay son, e con su Torre y Cortijo, y con todos sus prados y pastos, y dehesas e montes, e jaras, e fuentes, e pozos y aguas corrientes y manantes, y estanques e con todos los dichos bienes q.e al dicho lugar de Fuentes pertenecen deben en cualquier manera e por cualquiera razón según q.e hoy dia lo he e lo poseo, e según que mas cumplidamente lo obeerin e lo proseyeron en su vida D. Albar Pérez de Guzmán mi Abuelo y el dicho D. Pedro Núñez de Guzmán mi padre que Dios perdone, cuyo fue el dicho lugar de Fuentes e de quien yo el dicho Martin Fernández lo obe e lo heredé…»[4].
El 19 de junio de 1378, Alonso Fernández y su mujer Isabel de Belmaña, con licencia de Enrique II, fundan un mayorazgo formado por los siguientes bienes: el castillo y lugar de Fuentes y las casas principales del linaje situadas en la collación de San Marcos de Sevilla [5], procediendo de la institución de este mayorazgo la Casa de los Señores de Fuentes.
El heredero sería su primogénito Francisco Fernández, a quien se le impusieron una serie de condiciones que tendrían que cumplir si quería recibir el mayorazgo, entre las que destacan las siguientes: no podría vender, ni cambiar, ni enajenar los bienes, los cuales debería transmitirlo por línea de primogenitura, siempre que fuese varón nacido de legítimo matrimonio y, solo en caso de faltar éstos, podrían suceder las hembras. El heredero además quedaba obligado a tomar el apellido de Fuentes y las armas «que son cinco flores e calderas enrededor», las cuales han sido utilizadas por el Ayuntamiento de la localidad como escudo de la villa hasta principios del siglo XXI.
Como ya se ha mencionado en las imposiciones al heredero, Alonso Fernández cambió su apellido de Sevilla, según el derecho que habían recibido del rey a ser llamados de Fuentes, su nueva y más importante posesión, siendo durante estos años cuando los Fernández establecen una sólida alianza matrimonial con varios miembros del linaje de las Casas que le van a proporcionar importantes dotes.
Alonso Fernández emprendió el repoblamiento por esos años de Fuentes, hasta el punto de que en 1399 alcanzó 100 vecinos francos, entre unos 300 y 600 habitantes. Se ocupó también de obtener cargos y oficios en Sevilla, donde fue nombrado caballero veinticuatro [6] de su consejo, y ejerció de mayordomo de la ciudad durante los años de 1372 y 1376-77, ocupando también, en 1377, el oficio de recaudador de la derrama que Sevilla hizo para comprar pan y armar dos galeras [7].
Los Fuentes se habían integrado plenamente en la oligarquía sevillana, como lo demuestran los cargos que el fundador del señorío ejercía en el Consejo de la ciudad hispalense, lo que le van a permitir casar a su hijo y sucesor, Francisco Fernández, con Catalina Marmolejo, hija de Alonso Fernández Marmolejo, contador de Sevilla y señor de Bornos, poderoso personaje de gran influencia en la ciudad en el último tercio del siglo XIV.
Sin embargo, los sucesores de Francisco Fernández de Fuentes se van a orientar más hacia Écija que hacia Sevilla. Al convertirse el lugar y castillo de Fuentes en centro fundamental de sus posesiones, sus intereses se centrarán casi por completo en la ciudad astigitana, aunque nunca abandonarían del todo su intención de participar en la vida política de la urbe hispalense. Éste fue el caso del III señor,  Pedro de Fuentes, sucesor de Francisco Fernández, que casó con Beatriz Maraver, la cual procedía de rica familia de la nobleza ecijana, y de su hijo Gómez, que al enviudar de su primera esposa, Blanca de Sandoval, contrajo matrimonio en segundas nupcias con María de Zayas, hija del caballero Alfonso de Zayas, regidor de Écija, y de Constanza de Saavedra, unas de las familias más poderosas de la ciudad astigitana en la segunda mitad del siglo XV [8].
Desde la repoblación de Fuentes por parte de los primeros Señores, éstos realizaron amplios esfuerzos para conseguir un ámbito territorial y jurisdiccional para su señorío con la oposición del Concejo de Carmona, ya que ni Alfonso XI, ni tampoco Enrique II, habían dotado de término al lugar que nos ocupa.
En 1416, una sentencia pronunciada contra Francisco Fernández de Fuentes, concluye atestiguando que la aldea que había surgido junto al castillo no había tenido jamás término alguno. Los sucesivos señores de Fuentes, no conformes con el contenido de la sentencia que limitaba su jurisdicción «hasta las paredes del dicho lugar a fuera», trataron a lo largo del siglo XV de ampliar su término sobre el territorio más próximo a la aldea, en concreto, sobre la zona del Algarbejo, perteneciente a Carmona, en la que se llegaron a plantar viñas y sobre las que impusieron un tributo especial, hasta que en 1495, y tras diversos incidentes, pudo Carmona recuperar esas tierras [9].
No obstante, la extensión del término fue incrementándose a través de la ocupación de diversos territorios, teniéndose constancia de ello a través de la diversa documentación existente en el Archivo Municipal de Carmona de pleitos y litigios emitidos por la ocupación de tierras.
En muchos de los casos las apelaciones de Carmona no tuvieron éxito. En 1522 la Audiencia de Granada concedía al señor de Fuentes jurisdicción civil y criminal en un radio de más de cien pasos alrededor de la villa de Fuentes, y autorizaba a sus vasallos a aprovecharse del término de Carmona.
Finalmente, el 23 de julio de 1558, la infanta Juana, en nombre de su hermano el rey Felipe II, vendió a Álvaro de Fuentes media legua [10] alrededor de la villa de Fuentes del término de Carmona, para que en adelante fuese término del lugar de Fuentes, y concediendo a los señores jurisdicción civil y criminal sobre el lugar y sus moradores. Estas tierras, que se enajenaron del territorio de Carmona para formar parte del nuevo término de Fuentes, se hallaban limitadas por «la senda que dicen de los olleros, que va partiendo el dicho camino e amojonando desde el dicho término de Marchena hasta dar en el arrecife que va de Carmona a Écija» y los antiguos linderos entre Carmona, por una parte, y Écija, La Monclova y Marchena, por otra [11].
Desde un principio, el señor y sus vasallos en la aldea actuaron para formar de hecho un término de Fuentes, cada una de las partes impulsadas por sus propios motivos: los señores, por su deseo de extender al máximo su señorío jurisdiccional y aumentar las rentas que percibían, y los vasallos, por la oportunidad de engrosar sus propiedades mediante la roturación y plantación de terrenos baldíos. La fuerza de los hechos se impuso a la legalidad, y los pleitos ganados por Carmona no pudieron impedir que la Corona legitimara lo que ya se había consumado [12].
El 14 de enero de 1603, Felipe II concede a Gómez de Fuentes Guzmán y de los Ríos, señor de la villa y caballero de Santiago, hijo del IX señor de Fuentes, el Marquesado de Fuentes.
La Real Carta de creación del título de marqués de Fuentes, expedida a favor de Gómez de Fuentes y  Guzmán, dice así: «D. Felipe, por la gracia de Dios, Rey de Castilla, de León, de Aragón, de las Dos Sicilias, de Jerusalén, de Portugal, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaén, de los Algarbes, de  Algeciras, de Gibraltar, de las Islas Canarias, de la Indias Orientales y Occidentales y señor de la tierra y mar océano, archiduque de Austria, duque de Borgoña, de Bramante y de Milán, de Flandes y Tirol y Barcelona, señor de Vizcaya y de Molina. Por salud, bien y merced a vos D. Gómez de Fuentes y Guzmán , acatando los muchos y buenos servicios que nos habéis hecho y esperamos nos haréis y por más honrar y sublimar, tenemos por bien y honra, merced y voluntad que ahora  y de aquí adelante os podáis llamar e titular  y os llaméis y tituléis y llamamos e titulamos Marqués de Fuentes y por esta nuestra casa mandamos a los infantes, prelados, duques, marqueses, condes y ricos hombres, priores de las Órdenes, comendadores y subcomendadores, alcaldes de los castillos y casas de nuestros reinos y a los de nuestros consejos, presidente y oidores de nuestras audiencias, alcaldes y alguaciles de nuestra casa y corte y a todos los concejos, corregidores, asistentes, gobernadores y otros y nuestros jueces y justicias, personas de más estado, condición, preeminencia o dignidad que sean nuestros vasallos directos y naturales, así a los que ahora son como a los que en adelante fueren y a cada uno de ellos que os hayan, tengan y llamen Marqués de la Villa de Fuentes y os guarden y hagan guardar todas las gracias, mercedes, franquicias y libertades, preeminencias, ceremonias y otras cosas que por razón de ser marqués debéis usar y gozar y os deben ser guardados, todo bien y cumplidamente sin faltaros cosa alguna y si de ello quisierais nuestra carta de privilegio, mandamos a nuestro canciller, notario y escribanos mayores de los nuestros privilegios y confirmaciones y a los otros oficiales que están a la tabla de nuestros sellos que os la den, libren, pasen y sellen dicha carta, la más firme y bastante que les pidiéredes y  menester hubiéredes.
Dada en Valladolid a catorce de Enero de mil seiscientos y tres años.
Yo el Rey. Yo Juan Ruiz de Velasco, Escribano del Rey nuestro señor, la hice escribir por su mandado. El Conde de Miranda. El Licenciado Núñez de Bohórquez. D. Alonso Agreda. El Licenciado D. Alonso de Benavides. El Licenciado Fernando Carrillo. Martín Oyaal de Vergara» [13].
Estos importantes acontecimientos en el seno de la familia del señor de la villa formaron parte, como en otras tantas ocasiones, de la vida municipal. Así, cuando el Cabildo conoce la concesión por parte de Su Majestad el rey Felipe III del título nobiliario de marqués de Fuentes a Gómez de Fuentes y Guzmán, IXº señor de la villa, proclama, mediante el pregón correspondiente, la alegre noticia al pueblo, para que haga fuegos y acuda a las fiestas de toros y cañas que se celebrarán en su honor. El mismo pregón proclama a los vecinos el feliz casamiento de Gómez de Fuentes y Guzmán, señor de la villa, con Catalina de Sandoval y Saavedra, dama de la reina. «En la villa de Fuentes en 21 días del mes de Enero de 1603 años se juntaron a Cabildo […]. En el cabildo se trató como su Majestad ha hecho merced a su vasallo D. Gómez de Fuentes y Guzmán, señor de esta villa, de título de Marqués y a todos los que después le sucedieran […]. Cumpliendo con lo que por dicha Real provisión se manda desde luego que recibían y recibieron por Marqués de dicha villa de Fuentes al señor de esta villa….  Otro sí, mandaron que se pregone que para esta noche primera todos los vecinos, por la alegría de la dicha merced que Su Majestad ha hecho al dicho señor de esta villa y su feliz casamiento con Doña Casta Enríquez de Sandoval, […], hagan y enciendan fuegos y luminarias en sus casas y que se haga una máscara, con las mejores intenciones y demostraciones del contento, que se pudiere […]. Otros sí, se acordó que para el lunes primero, 27 días de este presente mes se hagan unas fiestas principales de juego de cañas y toros […]».
Así mismo, años más tarde la muerte de Aldonza de los Ríos, viuda que fue de Álvaro de Fuentes y Guzmán, IXº señor de Fuentes, produce que el Cabildo decrete luto local (13-6-1606) o el regocijo que se vive en la villa porque la señora marquesa ha quedado preñada y el Cabildo le manda al marqués sus parabienes (9-12-1607). Del mismo modo se alegra el pueblo por «el alumbramiento de Dª Catalina su señora» e incluso se proclaman fiestas en su honor. O también cuando se produce el casamiento de Francisca de Fuentes y Guzmán, IIª marquesa de Fuentes, con Juan Claros de Guzmán, y se acuerda «que se haga una máscara por el día de San Sebastián y se hagan luminarias en cada casa para mostrar el regocijo de la villa» (12-1-1626) [14].
A través de las distintas generaciones, los sucesivos señores de Fuentes, por razones de relaciones, cargos, servicios y casamientos fueron añadiendo títulos nobiliarios al que no ocupa, dando lugar a una larga serie de marquesados, condados y señoríos, con los que aparecen encabezando los numerosos escritos que se conservan en diversos archivos históricos.
Los señores ocuparon un papel dominante en la vida de la villa, tanto por sus amplias posesiones, como en su autoridad. Bajo su patrocinio se habían realizado importantes obras en la Iglesia Parroquial, desde finales del siglo XVI hasta el XVIII, disponiendo del patronato de la Capilla Mayor y enterramiento en la cripta bajo la misma, así como fundando la Capilla de la Virgen del Rosario. Por escritura otorgada ante el escribano público Juan de Moya por el «cura de la Iglesia mayor de la villa de Fuentes y mayordomo de la Fábrica de ella» Juan Caro, en virtud de licencia del Provisor y Vicario General del Arzobispado de Sevilla, el 9 de junio de 1573 Álvaro de Fuentes y Guzmán, señor de Fuentes, obtuvo licencia para levantar bajo su mecenazgo una capilla dedicada a la advocación mariana del Santo Rosario, con tribuna propia abierta hacia la Capilla Mayor, desde donde la familia del señor asistía a las celebraciones litúrgicas [15].
Años más tarde, en 1598, la señora Aldonza de los Ríos, viuda de Álvaro de Guzmán y Fuentes se propuso fundar un convento de religiosos descalzos, que no vio culminado por su fallecimiento pero que se efectuaría en 1607 con la llegada de los Mercedarios, aportando el Señorío una capellanía de 100 ducados de renta anual instaurada en 1597. Su hijo, Gómez de Fuentes, I marqués de Fuentes, junto a su mujer Catalina de Sandoval, fundarían en 1620 el Monasterio de la Encarnación de las Madres Mercedarias en terrenos cercanos al Palacio y bajo su patrocinio, cuya comunidad sigue dando vida a este histórico cenobio fontaniego en la actualidad.
Los Fuentes también contribuyeron en 1654 con las «limonas de la Excma. Sra. Marquesa y de aquellos vecinos a la fábrica de una hermita mui capaz con la advocación de San Francisco, para que e ella huviese misa los dias de fiesta para los pobres que se quedaban sin ella por falta de vestidos» en el arrabal del Postigo, a su vez sede de la Primitiva Hermandad de Consolación y hoy Cofradía del Señor de la Humildad y, desde 1904, también capilla del Convento de las Hermanas de la Cruz.
Los marqueses poseían en la villa un palacio, el antiguo castillo medieval que dio origen al lugar, que aun habiendo perdido su antiguo carácter militar, conservaba el papel representativo del poder de la casa nobiliar.
En la Iglesia Parroquial tenían asiento destacado en el presbiterio [16], enterramiento como se ha citado antes y como patronos de la misma sus escudos nobiliarios aún aparecen en las pechinas de la cúpula de la capilla mayor y en el propio retablo principal.
Eran los encargados de nombrar los cargos municipales, tales como Corregidor, oficiales concejiles, constituían el Concejo y Regimiento de Fuentes, alguacil mayor, alcalde de la hermandad… y de sus intereses en la villa y término cuidaban directamente los administradores, hombres de confianza de la casa nobiliar y encargados de las rentas y alcabalas propias de los derechos señoriales, que cobraban a los vecinos del lugar.
En el siglo XVIII era muy valiosa la renta anual que los marqueses percibían por la utilización del suelo, con la explotación, arrendamiento y venta de diversas fincas urbanas y rústicas de su propiedad exclusiva, y controlaban, entre otros, el mesón de la plaza y el horno de la calle Lora [17].
El poder ejercido sobre su pueblo, también hacía responsable a los señores del amparo y protección de sus vasallos. A veces era tal la penuria que el pueblo padecía, sobre todo las clases más humildes, que obligaba incluso al señorío de la villa a intervenir para socorrer a sus siervos dando trigo de su propia cosecha. Un ejemplo de ello nos lo da a conocer el acta del 10 de marzo de 1636 en el que se recibe la nueva de que la marquesa de la villa va a dar 300 fanegas de trigo para que se amase pan para los más necesitados [18].
Los dominios de los señores de la villa se fueron extendiendo por toda la geografía andaluza, por lo que apenas residieron en Fuentes y las contadas visitas a la villa suponían un acontecimiento digno de celebración. Como muestra, la visita del marqués en 1698 obligó al cabildo municipal a gastar fuertes cantidades de dinero «en fuegos y fiestas de toros y gastos anexos a ella, como de toreadores de a pie y de a cauallo que se trajeron para la celebración…». Junto a estos espectáculos populares se realizaron obras de acondicionamiento de los lugares más señalados de la villa, empedrándose las puertas del cabildo, la calle del Convento y pintándose y limpiándose la cárcel del municipio [19]. 
Otro momento importante del que se tiene constancia es el de la celebración de la boda entre María Manuela Fernández de Córdoba y  Pimentel, hija primogénita del conde de Torralba, a la vez marqués de Fuentes, y Antonio María Pantoja y Bellvís de Moncada, conde de Torrejón, que tuvo lugar en Fuentes en 1770 [20].
La titularidad del señorío de la villa ha pasado durante sus siglos de historia por diversos linajes familiares, desde los Fuentes Guzmán, que fueron los primeros señores, sucedidos por la familia Claros, Fernández de Córdoba, Cabrera, Martos y Clerc de Lasalle, actuales titulares del marquesado.
Hacia la mitad del XVIII el señorío de Fuentes pertenecía ya a la casa nobiliaria de Torralba, hasta que en la primera mitad del siglo XIX los señoríos jurisdiccionales fueran abolidos por el gobierno español.
El 17 de marzo de 1837 recayó sobre el marqués de Fuentes sentencia ejecutoria del Tribunal Supremo de Justicia, por la que se declaraban incorporados a la Corona de Castilla el lugar de Fuentes, la villa y sus castillos, con el señorío real, rentas, tributos y demás derechos propios de la soberanía. Un proceso que había durado dos décadas pues se conservan autos desde 1807.
Los diversos titulares han compartido en diferentes épocas otros títulos nobiliarios con el del Marqués de Fuentes, tales como Adelantados de Canarias, marqués de Villaseca, de la Rosa y de la Mota de Trejo, conde de Torralba, de Villanueva de Cárdenas, de la Jarosa y de Talhara, señor del Chanciller, Benazurera, Belmonte, Moratalla, Salares, Benescalera, Algarrobo, Alcaucín, Daralcalde, Viveros, El Boyero, Añora del Cojo, Herrera de los Palacios y los Zahurdones, Sanchuelo, Montalvo, Villar Viejo, La Vega, Arenillas, Matachel, Haza de la Banda, Olmos de Cerrato, Santa Cecilia, Pinedillo y Torrecitores.
Fallecido sin sucesión en 1871 Juan Bautista Cabrera Bernuy, marqués de Villaseca y IX marqués de Fuentes,  que fue senador vitalicio y alcalde de Madrid entre 1866-1867,  el título de marqués de Fuentes quedó sin uso o caducado hasta 1930, en que se rehabilitó sin perjuicio de tercero a favor de Alfonso Martos Arizcun.  Reclamado por Francisco Clerc de Lasalle Cabrera décadas más tarde, alegando preferencia genealógica, una sentencia le otorgó en 1964 mejor derecho y en 1966 recibió carta de sucesión. Desde junio de 2014, en que falleció Francisco Clerc de Lasalle, el título está vacante pendiente de reclamación por los hijos del último marqués, que no mantienen ninguna relación ni propiedad en la localidad de Fuentes de Andalucía, origen de su señorío.



 El Castillo de Fuentes, libre de edificaciones, tras unos derribos contiguos a mediados del siglo XX.


Cripta de los señores y marqueses de Fuentes en la Iglesia Parroquial Santa María la Blanca, que no alberga ningún resto de los patronos de la Capilla Mayor y en la que, tras la importante restauración del edificio que se ha llevado a cabo (2011-2014), se pretende instalar un columbario parroquial. 


Rodeado entre edificaciones, el conocido como «Castillo del Hierro» [21] acoge entre sus lienzos de muralla tres viviendas particulares. Una principal, en desuso, que se extiende en gran parte de la superficie y contiene la Torre del Homenaje, y dos habitadas de menores dimensiones. A la fecha, el ayuntamiento de la localidad está en negociaciones para la adquisición de la vivienda mayor con la torre, que pasaría a ser propiedad municipal gran parte del edificio que dio origen a la villa. (Foto de Juan Sebastián Martínez Lora).



 

Varias imágenes de la presentación de la comunicación, cuya exposición estuvo presidida por el profesor Dr. D. Manuel García Fernández, catedrático - director del Departamento de Historia Medieval y Ciencias y Técnicas Historiográficas, de la Facultad de Geografía e Historia, de la Universidad Hispalense.



BIBLIOGRAFIA:
CERRO RAMÍREZ, J.: La villa de Fuentes (1578-1800). Fuentes de Andalucía, 2011,
FRANCO SILVA, A.: «Carmona y los señoríos de su término», en Actas del I Congreso de Historia de Carmona: Edad Media. Archivo Hispalense, 2ª época, Tomo LXXX. Diputación de Sevilla, 1998.
GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, F.J.: Fuentes de Andalucía, una mirada al pasado. Fuentes de Andalucía, 2010, Tomo I.
GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, F.J.: Fuentes de Andalucía, una mirada al pasado. Fuentes de Andalucía, 2013, Tomo II.
GONZÁLEZ JIMÉNEZ, M.: El Concejo de Carmona a fines de la Edad Media (1464-1523). Sevilla, 1976.
GONZÁLEZ JIMÉNEZ, M.: Aportación al estudio de los señoríos andaluces: el caso de Carmona, vol. III. Sevilla, 1973, pág. 42.
GÓNZALEZ JIMÉNEZ, M.: Repartimiento de Carmona; Estudio y Edición. Departamento de Historia Medieval. Universidad de Sevilla. 1981.
LÓPEZ GALLARDO, R.J. y VÁZQUEZ CAMPOS, B.: La Formación del Señorío de Fuentes en el seno del término de Carmona, en Actas del I Congreso de Historia de Carmona: Edad Media. Archivo Hispalense, 2ª época, Tomo LXXX. Diputación de Sevilla, 1998.
LÓPEZ, Tomás: Diccionario Geográfico de Andalucía. Provincia de Sevilla. Edición e Introducción de Cristina Segura Graiño. Edit. Don Quijote. Granada, 1989.
OLLERO LOBATO, F. y QUILES GARCÍA, F.: Fuentes de Andalucía y la arquitectura barroca de los Ruiz Florindo. Sevilla, 1997.
ROJAS GABRIEL, M.: Olvera en la Baja Edad Media. Cádiz, 1987.
SÁNCHEZ SAUS, R.: Caballería y Linaje en la Sevilla medieval. Págs. 82, 184, 185.
SÁNCHEZ SAUS, R.: Linajes Sevillanos Mediavales. Sevilla, 1991, Tomo I. 
VALDEÓN BARUQUE, J.: Notas sobre las mercedes de Enrique II de Castilla, Hispania, XXVIII (1968).

ARCHIVO HISTÓRICO DE VIANA. Fondo Viana. Marquesado de Fuentes
ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE FUENTES DE ANDALUCÍA

NOTAS:
[1] GONZÁLEZ JIMÉNEZ, M.: Aportación al estudio de los señoríos andaluces: el caso de Carmona, vol. III. Sevilla, 1973, pág. 42.
[2] ROJAS GABRIEL, M.: Olvera en la Baja Edad Media. Cádiz, 1987, pág.64.
[3] Hasta el año 2010, muy poco se sabía del Señorío de Fuentes, al no tenerse constancia de la localización de su archivo documental, basándose los estudios que hasta el momento se habían realizado en los archivos históricos de otras casas nobiliarias con las que mantuvieron algún tipo de relación, y en otros como los municipales de Carmona, debido a los pleitos con el Consejo de esa villa que en cuestión de términos mantenían los Fuentes.
A raíz de las investigaciones realizadas para nuestro trabajo Fuentes de Andalucía. Una mirada al pasado. Tomo I, tuvimos conocimiento de la conservación y existencia del Archivo del Marquesado de Fuentes, que forma parte desde 1817 del Archivo Histórico del Palacio de los Marqueses de Viana, en Córdoba, puesto a disposición de los investigadores tras la compra de los fondos por parte de la obra social de Cajasur. Un amplio y rico tesoro documental que alberga información de la Casa de los Fuentes comprendida entre el año 1370 y finales del siglo XIX.
[4] (A)RCHIVO (H)ISTÓRICO DE (V)IANA. Leg. 344 Exp. 001. 1374-1378. Compra de la villa de Fuentes por Alonso Fernández e Isabel de Belmaña, matrimonio, por 1.600 doblas moriscas, a Martín Fernández de Guzmán. Toma de posesión y privilegios reales que les fueron concedidos.
[5] VALDEÓN BARUQUE, J.: Notas sobre las mercedes de Enrique II de Castilla, Hispania, XXVIII (1968), pág. 45.
[6] Cargo propio de las corporaciones municipales de algunas ciudades de Andalucía durante el Antiguo Régimen, equivalente al de regidor o concejal y asociado a la nobleza y posición social de quien lo ostentaba.
[7] SÁNCHEZ SAUS, R.: Linajes Sevillanos Medievales. Sevilla, 1991, Tomo I, págs. 103-112. 
[8] SÁNCHEZ SAUS, R.: Caballería y Linaje en la Sevilla medieval, págs. 82, 184, 185.
[9] GONZÁLEZ JIMÉNEZ, M.: El Concejo de Carmona a fines de la Edad Media (1464-1523). Sevilla, 1976, pág. 26.
[10] Medida itineraria, variable según los países o regiones, definida por el camino que regularmente se anda en una hora, y que en el antiguo sistema español equivale a 5.572,7 m.
[11] A.H.V. Leg. 346 Exp. 8. Planos del término de Fuentes de los siglos XVII y XVIII y noticia de la compra de la jurisdicción de dicha villa por Álvaro de Fuentes y Guzmán, el 23 de julio de 1558. Veáse la reproducción de los mismos al final de este trabajo.   
[12] LÓPEZ GALLARDO, R. J. y VÁZQUEZ CAMPOS, B.: La Formación del Señorío de Fuentes en el seno del término de Carmona, en Actas del I Congreso de Historia de Carmona: Edad Media. Archivo Hispalense, 2ª época, Tomo LXXX. Diputación de Sevilla, 1998.
[13] CERRO RAMÍREZ, J.: La villa de Fuentes (1578-1800). Fuentes de Andalucía, 2011, pág. 178-179.  
[14] Ibídem, pág. 129-130.
[15] A.H.V. Leg. 76. Exp. 004. Capellanías. Fuentes. «Capilla de Nuestra Señora del Rosario en la Iglesia Parroquial de Santa María la Blanca».
[16] Esta tribuna es el lugar físico que desde 1842 ha albergado, a modo de altar, la urna e imagen del Cristo Yacente de la Hermandad del Santo Entierro. El 21 de enero del citado año, ante el escribano público Antonio García, compareció Sebastián Carmona el mayor, vecino de Fuentes, que «en unión con otros devotos han construido a sus expensas un sepulcro nuevo para colocar en él el Santísimo cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo, y queriendo darle el debido culto y veneración han determinado colocarlo en un altar en la Iglesia Parroquial de esta villa, y habiendo reconocido ésta no se encuentra otro sitio proporcionado para dicho efecto más que un hueco que está en la pared medianera de la Capilla de Nuestra Señora del Rosario con el Altar Mayor, cuyo sitio es y corresponde su propiedad al Excmo. Sr. Marqués de esta villa, Conde de Villanueva, por lo que determinaron hacer una solicitud a S.E. para que diese su consentimiento y licencia para colocar en dicho hueco el Santo Sepulcro, formándose un altar, y recibida dicha solicitud se accedió por S.E. según aparece de orden que al efecto se ha remitido desde Moratalla, con fecha 27 de abril del año próximo pasado a su administrador en esta villa, D. Fernando Guerrero, pero con la condición de que constare por documento que la propiedad de dicho local es suya, y solo concede el usufruto. En cuya virtud y queriendo poner en práctica la condición con que S.E. ha concedido su permiso y licencia, para la colocación del Santo Sepulcro, en el sitio que viene designado... ...habiéndose conseguido el consentimiento de la Hermandad de Nuestra Señora del Rosario, para que la servidumbre del altar se tenga por su capilla». A.H.V. Leg. 76 Exp. 003. Capellanías. Fuentes. Patronato de la Capilla Mayor de la Iglesia Parroquial de Santa María la Blanca. En las recientes obras de restauración del templo (2011-2014) se ha recuperado acertadamente la tribuna de los Señores de Fuentes.
[17] OLLERO LOBATO, Francisco y QUILES GARCÍA, Fernando: Fuentes de Andalucía y la arquitectura barroca de los Ruiz Florindo. Sevilla, 1997, pág. 17.
[18] CERRO RAMÍREZ, J.: Ob. cit. pág. 127.
[19] (A)RCHIVO (H)ISTÓRICO (M)UNICAL DE (F)UENTES DE (A)NDALUCÍA. Actas Capitulares. 1698-VII-27.
[20] A.H.M.F.A. Actas Capitulares. Libro 9. 1768-1773. Acuerdos de 1770-IX-25 y 1770-XII-22.
[21] Así lo cita en las respuestas al cuestionario que el geógrafo y cartógrafo Tomás López de Vargas envío a las parroquias de España para la elaboración de su Diccionario Geográfico de España. «7º. Aún se conservan las casas de los señores marqueses contiguas e inmediatas a las torres, murallas y citado castillo del Hierro, de cuya antigüedad es hecho notorio pero vulgar, que es anterior a la venida del Redentor al mundo. Lo cierto es, que no puede menos que ser antiquísimo, por su construcción y por sus materiales que lo demuestran». LÓPEZ, Tomás: Diccionario Geográfico de Andalucía. Provincia de Sevilla. Edición e Introducción de Cristina Segura Graiño. Edit. Don Quijote. Granada, 1989.

viernes, 12 de septiembre de 2014

CONSOLATRIX AFFLICTORUM

NUEVOS DATOS SOBRE LA FUNDACIÓN DE LA HERMANDAD DE NUESTRA SEÑORA DE CONSOLACIÓN Y SANTÍSIMO CRISTO DE LA HUMILDAD DE FUENTES DE ANDALUCÍA

El 14 de junio del año 1658, el Provisor y Vicario General del Arzobispado de Sevilla, Diego de Castrillo, aprobó la primera Regla de la Cofradía que bajo el título de Nuestra Señora de Consolación se había erigido en la Ermita de San Francisco de Asís de la villa de Fuentes; un templo que había sido fundado y levantado por los vecinos de la villa, con el amparo de la Marquesa de Fuentes, en el arrabal de «El Postigo del Carbón». Este primitivo edificio religioso, situado en el mismo emplazamiento de la actual Iglesia de San Francisco que fue levantada a mediados del siglo XVIII, había obtenido licencia de la autoridad eclesiástica para poder ser bendecido y celebrar en él el sacrificio de la Santa Misa en septiembre de 1656, tan sólo dos años antes de la aprobación de la Regla de la Hermandad.
Esta fecha de mediados del siglo XVII era la que hasta ahora se venía considerando como fundacional para la Cofradía de Nuestra Señora de Consolación, filial de la de Consolación de Utrera (Sevilla) y germen de la actual Hermandad de la Humildad, y de ese modo en 2008 la corporación del Martes Santo celebró gozosamente el 350º aniversario fundacional.
Pero el reciente hallazgo de nuevos datos nos faculta para poder afirmar, quedando prueba documental de ello, que la fundación de la Hermandad fontaniega de Nuestra Señora de Consolación tuvo lugar, al menos, treinta y seis años antes de la fecha hasta ahora conocida y dada como fundacional.


FILIAL DE CONSOLACIÓN DE UTRERA
La veneración a Nuestra Señora de Consolación, patrona de Utrera, cuya imagen llegó a la ciudad en 1507, es, posiblemente, uno de los fenómenos religiosos más importantes producidos en la campiña sevillana a lo largo de la historia, convirtiéndose en una devoción que rebasó los límites comarcales para extenderse por otras zonas de Andalucía y fuera de ella.
A finales de los siglos XVI y XVII fueron surgiendo hermandades filiales que se llegaron a contabilizar por decenas, entre ellas la corporación fontaniega y algunas que hasta procedían de Portugal, que cada año peregrinaban al primitivo Santuario de Consolación en la fiesta de la Natividad de la Virgen.
La romería utrerana se celebraba anualmente en la noche del 7 al 8 de septiembre, en la que los frailes mínimos, entonces residentes en el convento colindante al Santuario de Consolación, bajaban a la Virgen del altar mayor y la entregaban en sus andas a la Hermandad matriz. Ésta se la cedía primero a la de Campillo, que tenía tal privilegio por ser la más antigua. La de Campillo la pasaba a la de Osuna y así la iban portando una tras otra filial, llevándola cada una de ellas el tramo que previamente se les había señalado.
La procesión utrerana llegó a ser de inmensa multitud, existiendo cronistas de la época que citan más de treinta mil personas entre los asistentes, lo que la convirtió en una de las manifestaciones más multitudinarias de Andalucía -ganando en popularidad incluso a la del Rocío-.
La proyección de la Virgen alcanzó incluso hasta tierras americanas, de la mano de españoles y misioneros encargados de la evangelización en Hispanoamérica, siendo el conde duque de Olivares uno de sus grandes impulsores enviando numerosas litografías al nuevo continente, y al poco tiempo la Virgen de Consolación ya contaba con santuarios en México, Ecuador, Argentina, Cuba, Perú, Chile, Bolivia, Venezuela…

SOBRE LA FUNDACIÓN
Es el afamado poeta, historiador, abogado y sacerdote utrerano Rodrigo Caro (1573-1647) el que nos aporta el nuevo dato, mencionado al inicio, sobre la antigüedad de la Cofradía fontaniega de Consolación.
En 1622, Caro saca a la luz su libro Santuario de Ntra. Sra. de Consolación y antigüedad de la villa de Utrera, en el que cita por orden de antigüedad, más de una treintena de hermandades filiales que cada año peregrinaban a las plantas de la milagrosa imagen de la Virgen de Consolación de Utrera: Campillos, Osuna, Écija, La Puebla de Cazalla, Paradas, Los Molares, Alcalá de Guadaira, Arahal, Morón, El Coronil, Camas, Gines, Mairena del Alcor, Los Palacios, Castilleja de la Cuesta, Fuentes…
Ocupando el decimosexto lugar: la filial de Fuentes. Un importantísimo e interesante dato que demuestra cómo la Hermandad de Nuestra Señora de Consolación de la villa de Fuentes no fue fundada en 1658, aunque cuente con una Regla en esa fecha aprobada. En 1622, ya existía la misma, pudiendo ser, lógicamente, su nacimiento anterior a esta fecha de la edición del libro de Rodrigo Caro [1].

LA HERMANDAD FONTANIEGA
En el archivo de la Cofradía de la Humildad se conserva afortunadamente una copia íntegra y literal, fechada en 1749, de la anteriormente citada Regla de 1658, y de la que obtenemos interesantes datos del funcionamiento de la Hermandad en la época.
En el capítulo 4º, que hace referencia a las fiestas, cita cómo la corporación tenía «obligación de ir todos los años el día ocho de Septiembre con sus insignias como se ha acostumbrado a la villa de Utrera para asistir a la procesión que en la dicha Villa se hace a Nuestra Señora de Consolación en el Convento de San Francisco de Paula». La representación de la Cofradía tenía que estar compuesta por al menos 20 hermanos designados por el Hermano Mayor y los Alcaldes, y éstos debían asistir vestidos con túnicas blancas, estando «bajo pena de una libra de cera blanca» aquellos miembros «revoltosos y escandalosos» y siendo expulsados si llegaran a reincidir en su mal comportamiento [2].


Esta obligación de acompañar a la procesión utrerana debió de incumplirse en más de una ocasión, lo que llevó al Provisor Juan de Monroy, el 27 de agosto de 1717, «a mandar en virtud de santa obediencia y bajo pena de excomunión que asistieran, con sus insignias y vestidos de blanco, a la mencionada salida procesional de la Virgen de Consolación de Utrera, llevando las andas de la Virgen el tránsito que les está señalado» [3].
Al margen de su peregrinación a Utrera, la cofradía contaba con su propia imagen y celebraba anualmente sus cultos en la Ermita de San Francisco, llevando a cabo una fiesta solemne con vísperas, procesión, Misa y sermón en el octavo día de la Natividad de la Virgen, pasando a celebrarse el domingo siguiente si la fecha no coincidía con día festivo.
Cada 1 de mayo se hacía Cabildo General en la capilla para nombrar al Hermano Mayor, Mayordomo, Escribano, Alcaldes y Muñidor, los cuales tenían la obligación de citar a los hermanos para las fiestas y los entierros y hacer cumplir las obligaciones de la Hermandad.
Paralelamente a los cultos religiosos organizados por la Hermandad en torno a las fiestas de la Natividad de la Virgen y el Dulce Nombre de María, el 8 y 12 de septiembre, surgió con los años una serie de actos lúdicos festivos que dieron lugar a la denominada históricamente «Fiesta de la Ermita», germen de la actual Feria de la localidad, y que desde su origen se sigue celebrando en el mismo emplazamiento, en torno a la Ermita de San Francisco

DE GLORIA Y PENITENCIAL
En 1675, la Cofradía obtiene autorización para bendecir y poder oficiar Misa en una pequeña capilla, de proporciones reducidas y adosada al cuerpo de la Ermita, que la Hermandad y algunos de sus devotos levantan para venerar en ella a su efigie de la Virgen de Consolación, desprendiéndose del informe favorable «que está desente y vien labrada y la dicha hermandad cuida de los adornos nesesarios que la an fabricado para que con mas decencia este la santa imagen».
A pesar de ser una cofradía con un origen letífico, ya en la primera mitad del siglo XVIII se tiene constancia de su doble condición de culto a una imagen mariana de gloria y penitencial, pues así se desprende del primer Libro de Cabildos que se conserva.
En la primera acta que aparece en el libro, fechada en 6 de abril de 1732, consta el acuerdo para que «salga la Cofradía el Miércoles Santo como se tiene costumbre» [4] con el Señor de la Humildad.

LA DECADENCIA EN UTRERA
Volviendo de nuevo a la devoción matriz de Consolación en Utrera, a lo largo del siglo XVIII fueron creciendo los problemas en torno a la multitudinaria romería, que venía a coincidir con la Feria de la ciudad en torno al Santuario de Consolación. El pueblo daba rienda suelta a la alegría y el júbilo durante estos días, cometiendo algunos excesos propios de estos momentos festivos, y a causa de las tropelías y escándalos que se producían, el superior de los Míminos, regentes del Santuario de la Virgen, denunció el hecho ante el Consejo de Castilla, el cuál en 1771, durante el reinado de Carlos III, arbitró una orden que prohibía la romería y procesión. Decayó así la devoción y fueron desapareciendo las hermandades filiales, permaneciendo pocas en el tiempo, entre las que se encuentra la cofradía fontaniega.
A pesar del declive de la cofradía matriz, la corporación fontaniega permaneció vigente en sus dos ramas cultuales, celebrando con arraigo y esplendor tanto las fiestas de septiembre dedicadas a la Virgen de Consolación como el culto al Señor de la Humildad y la estación de penitencia en Semana Santa.
No es que solo sobreviviera al ocaso de la matriz, sino que la Hermandad vivió un siglo de total esplendor viéndose influenciada por la cultura barroca de la época. De este modo, en 1751 se derriba la primitiva Ermita y en 1758 se bendice un nuevo templo barroco levantado bajo la dirección de Alonso Ruiz Florindo, ocupando el Señor de la Humildad la capilla mayor, cuyo retablo se culmina en 1762. En 1788 construyen una nueva sacristía y un nuevo camarín para el Señor, en 1793 se adquiere una nueva imagen de San Juan Evangelista y en 1794 se sustituye la efigie primitiva de la Virgen de Consolación por una nueva talla, cuyo coste ascendió a 312 reales, y 262 reales el Niño Jesús, y que es la que se conserva en la actualidad.
La prosperidad prosiguió y en 1797 la Hermandad introdujo la imagen de una dolorosa en la estación de penitencia, la talla de Nuestra Señora de los Dolores, y encargó la ejecución de dos retablos para el crucero de la Ermita, destinados a sus dos imágenes marianas, además de enseres y otras piezas de orfebrería para las imágenes y el culto.

ÚLTIMOS ACONTECIMIENTOS
Hasta mediados de la centuria decimonónica no sería restituida de nuevo la Hermandad utrerana de la Virgen, pero la devoción a Consolación ya no llegaría a alcanzar la dimensión geográfica de siglos pasados, a pesar de que no cesaron los intentos.
Uno de ellos tuvo lugar en 1884. El jueves 29 de mayo más de cinco mil peregrinos se dieron cita en Utrera en el Santuario de la Virgen de Consolación, concurriendo a la convocatoria realizada por el propio prelado de la Diócesis y la Cofradía. Desde Fuentes partieron más de 180 cofrades, llevando consigo una corona para la Virgen [5], tratándose de una visita esporádica a Utrera, ya que desde la prohibición de la romería en 1771 la cofradía fontaniega ya no asistió más con regularidad ni antes ni después de reorganizarse la hermandad utrerana.
También a finales de siglo XIX, en torno a 1890, la Hermandad deja de celebrar la procesión de la Virgen de Consolación por las calles de Fuentes en

torno al 12 de septiembre, principalmente debido a los gastos que ocasionaba la misma y el jolgorio que durante esos días había en torno a la Iglesia de San Francisco donde, como se citó anteriormente, tenía lugar la popular «Fiesta de la Ermita», ya en estas fechadas organizada por el ente municipal. Con el tiempo, a lo largo del siglo XX también desaparecería el culto interno a la Virgen y la advocación del título de la Hermandad, aun cuando la imagen siguió ocupando su retablo en el crucero de templo hasta 1984, pasando entonces a otro emplazamiento a los pies del edificio.
Durante los cultos extraordinarios celebrados en 2008 por el que se pensaba que era el 350º aniversario fundacional de la corporación, Nuestra Señora de Consolación presidió el altar mayor, ocupando el camarín del Señor de la Humildad, que ya se encontraba sobre su paso procesional.
En la nueva erección canónica y reciente aprobación de Reglas, acontecida en 2011, la corporación ha recuperado la devoción originaria en torno a la que surgió, pasando a denominarse «Primitiva Hermandad de Nuestra Madre y Señora de Consolación y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Señor de la Humildad y Nuestra Señora de los Dolores».
Nuevos retos de investigación se nos abren tras este nuevo hallazgo. Si la Hermandad ya existía en 1622 y la primitiva Ermita obtuvo su licencia para ser bendecida en 1656, ¿la Cofradía fue fundada en otro templo de la localidad y posteriormente pasó al Postigo?, o a pesar de que se solicitara tal permiso en 1656, ¿existiría con anterioridad a esta fecha el templo de San Francisco?

NOTAS:
[1] CARO, Rodrigo: Santuario de Ntra. Sra. de Consolación y antigüedad de la villa de Utrera. Osuna, 1622. Reedición Excmo. Ayuntamiento de Utrera, 2005.
[2] (A)rchivo de la (H)ermandad de la (H)humildad de (F)uentes de (A)ndalucía. Copía íntegra y literal de la Regla de la Hermandad de Nuestra Señora de Consolación. Año 1749.
[3] (A)rchivo (G)eneral del (A)rzobispado de (S)evilla. Sección Justicia. Serie Hermandades. Leg. 144. Obligación de asistir a la procesión utrerana. Año 1717.
[4] A.H.H.F.A. Libro de Cabildos, 1732-1903.
[5] Biblioteca Nacional de España. Biblioteca Virtual de prensa histórica. Diario católico EL SIGLO FUTURO. Lunes 2 de junio de 1884.



ES D NUESTRA SEÑORA D CONSOLACIÓN / HIÇOSE /
SIENDO MAYORDOMO FRANCO MUNOS D AQUILAN / A D 1666
Cruz de plata labrada que coronaba la bandera con la que la Hermandad fontaniega de Consolación acudía cada año en peregrinación a Utrera.
Se trata de la posesión de mayor antigüedad que posee la Hermandad de la Humildad, incluso anterior a las actuales imágenes.
En el canto de la cruz se puede leer: «Es de Nuestra Señora de Consolación. Hízose siendo mayordomo Francisco Muñoz de Aguilar. Año de 1666», apareciendo en el centro una representación de la Virgen, que es la que aparece reproducida junto al título de este trabajo.
Acertadamente restaurada, corona la insignia mariana que con el escudo primitivo de la Hermandad cada Martes Santo procesiona en el tramo de nazarenos que separa los pasos del Señor de la Humildad y la Virgen de los Dolores.

miércoles, 20 de agosto de 2014

Y OTRA VEZ LLEGÓ LA FERIA...



A Teresa, que vivirá sus primeras tardes de albero
y noches de luces con farolillos por cielo.


Lejos quedan aquellas «Fiestas de la Ermita» de antaño, de tratantes y ganado, de luminarias, fantoches y fuegos de artificio. Aquellas ferias, para muchos de mucho mirar y poco gastar, en las que el silencio de la mañana lo rompía un soniquete en «diana floreada» que se perdía por las calles y rebuznos y relinches resonaban por las cercanías del Postigo. 
Aquellas ferias donde las viandas venían de la despensa de casa, de croquetas, filetitos empanados, jamón del blanco, picos, choricito y –si el año era bueno– hasta gambas; de sillas de palo en atardecer septembrino y de gigantes y cabezudos, expectación de todos y pánico de algunos.
Ferias de güitoma y carrusel de caballitos, de noria, cunitas, látigo y coches-locos; de bombillas de colores y un trocito de coco o de turrón, de fotos en el caballito de cartón, tardes de toros, «tablao de la música»… y un sinfín de indescriptibles sensaciones, hoy irrepetibles.
Cada uno cuenta la feria como le va, pero para muchos, cuando esa palabra sinónimo de diversión y alegría sale a la palestra en su intelecto, no visualiza la feria de este año, ni del anterior, ni del otro; se queda con una feria que, aunque no puede fijar su fecha, sí puede recordar sus olores, colores y diversiones. Brotan a la memoria en verdadera tromba esos recuerdos que en cada una de ellas se apoderó de nosotros de manera que sigue viva y rebosante.
Hablar de la feria, hoy, no es hablar de la feria del ayer. Aún cuando su emplazamiento  no ha cambiado en el tiempo y se mantienen una serie de elementos comunes en la fiesta, la feria reciente, ni sus hábitos y sus costumbres, es la feria de antes. Ni mejor ni peor, simplemente es otra feria, fruto del desarrollo del tiempo y los cambios en la sociedad, de los ritmos de vida, aunque no por ello se ha de trabajar para mantener la idiosincrasia de una fiesta que es historia más que centenaria de un pueblo.  
Centurias de vida la avalan, con su origen en aquellas primitivas celebraciones en torno a la Ermita de San Francisco con motivo de las fiestas con las que la Cofradía de Consolación honraba a su Titular, elevada en 1890 por el ente municipal a la categoría de Feria con «compraventa de ganado y cambio de  caballerías»,  hasta que en 1948 pasa oficialmente de «Fiestas de la Ermita» a «Feria y Fiestas de Fuentes de Andalucía» revitalizándose el mercado de ganados.
Para un fontaniego, hablar de la feria resulta fácil, siempre hay mil historias que contar, anécdotas que recordar con una sonrisa en la boca. Es la feria y sus sensaciones, una fiesta que se reinventa cada año.
Ferias de hoy, y de ayer. Ferias de la infancia, en las que casi dormitando, llegabas a casa, supongo que disfrutando lo vivido o soñando con el día siguiente. Ferias de la adolescencia, de salir por primera vez solo con los amigos para ir a los coches locos, de los primeros besos, las primeras copas… y más tarde, la feria con el primer hijo o de los primeros nietos. 
Y es que la feria es eso: vivir sensaciones nuevas… y revivir las pasadas. Porque lejos
de lo que es una tradición de siglos, lejos de sus cientos de luces, lejos de las miles de personas que se dan cita para pasarlo bien, la Feria es algo más… algo difícil de explicar que se sustancia en pulsaciones más rápidas, sonrisa más abierta y, a veces, una lágrima fácil… Sensaciones al fin y al cabo.
La Feria de Fuentes la hacemos sus gentes. Es única e irrepetible, está viva y nos hace sentir el latido de las emociones humanas. Cada uno la diseña y la vive a su manera, en la libertad de sus más diversas opciones. La de la mañana –que cambiaste por sueño en tu adolescencia y retomas cuando llegan a tu vida los hijos–, la del mediodía, la de la tarde, la de noche, la de las claras del día, la de casetas de amigos, la del que se acaba de ir y la del dile que he venido. Así es la Feria, plural y diferente aunque todos la vivamos bajo el mismo cielo de bombillas y farolillos, aunque los zapatos se embadurnen con el mismo albero.
Es alegría y papelillos, diversión, churros, reencuentro, música y cacharritos. Una copita, albero, baile, caballos, jamón, risas, pescaíto, sevillana, cucaña y rifa del cochino. Es Postigo y arco, mediodía de calor, claritas del día, volantes y llanto de un niño, tronar de fin, luz de comienzo y mano en el talle. «¡Una vez más, papá!» ,enea, manzanilla, tómbola, astado de fuego y pesca de patos, el turronero en la resaca, burros en pista, el que se pone pezao’ y miraditas. Es flor de papel, gitana guapa, lonas de rayas y chiquillería endomingada. Es… es la Feria. Es mi Feria.
Y otra vez llegó. ¡Es Feria, fontaniegos! ¡Al Postigo! ¡A disfrutar! 

viernes, 4 de julio de 2014

EXPOSICIÓN: IN SECULA SECULORUM. La imaginería del retablo de la Capilla Mayor de la Iglesia Parroquial Santa María la Blanca de Fuentes de Andalucía

El retablo mayor de la Iglesia Parroquial Santa María la Blanca de Fuentes de Andalucía (Sevilla) debe sus trazas al artista José de la Barrera Adalid, siendo la obra más temprana que se conoce del mismo, y fue dorado y policromado por los hermanos Miguel y Juan Francisco Sánchez Uceda, este último discípulo de Valdés Leal.
De claro estilo barroco salomónico y realizado en madera tallada y policromada, toda su imaginería está atribuida por sus características al círculo de Pedro Roldán, a excepción de San Pedro que procede de otro retablo del templo y fue instalado en el mayor tras la reforma que sufrió la capilla en el postconcilio y la Virgen de la Nieves, Titular del templo, obra de Jerónimo Hernández y única de las imágenes que no ha sido intervenida.
El retablo fue costeado por la Casa de los Marqueses de Fuentes, apareciendo por ello los escudos nobiliarios de la familia en el mismo, y se comenzó a construir en 1694, ejecutándose en tres fases y abonándose por él un total de 21.190 reales. Hacia 1710, el retablo no estaba policromado aún. El 13 de Diciembre de 1727 se contrató la policromía con el dorador sevillano Juan Francisco Sánchez que junto a su hermano Miguel la finalizó en 1728.


En cuanto a sus características, se trata de un retablo de banco con sagrario y puertas, con tres calles, dos cuerpos y ático. Cuatro columnas salomónicas articulan el retablo las cuales tienen el tercio inferior cilíndrico estriado y con guirnaldas de flores mientras que en el resto presentan cuatro espiras adornadas con pámpanos y vides. En la calle central se dispone un camarín con la Titular del templo y sobre ella un ángel entre tarjas carnosas. Sobre este camarín existe una hornacina con la imagen de San Pedro en la cátedra. En las calles laterales se encuentran las esculturas de San Sebastián, San Pablo, San Joaquín y Santa Ana sobre peanas y coronadas por adornos de flameros. Una movida cornisa las separa del ático donde se encuentra un Calvario entre los escudos de los donantes sobre un fondo almohadillado. En los extremos del ático se hallan ángeles pasionarios. El retablo está policromado en diversos colores siendo la talla menuda.
La exposición IN SECULA SECULORUM es el resultado del proceso de limpieza y consolidación al que está siendo sometido el retablo y su imaginería, en virtud a un acuerdo de colaboración entre la Universidad Hispalense y el Arzobispado de Sevilla, financiado por el Ayuntamiento de Fuentes de Andalucía y la Parroquia Santa María la Blanca, por medio de la Comisión para la restauración del templo.
Once alumnos de 3º y 4º de grado de Restauración de la Universidad Hispalense en prácticas formativas extracurriculares, tutorizados por los restauradores Antonio Gamero Osuna y Agustín Martín de Soto, son los artífices de la recuperación del esplendor de este magno retablo y toda su imaginería.


Cartel Anunciador de la Exposición. 


San Pedro apóstol nos recibe al inicio de la muestra. 


Vista general de la sala y disposición de las obras.


Las imágenes del ático, al fondo, y de las calles laterales del retablo. De izquierda a derecha: San Sebastián mártir, Santa Ana, Virgen del Calvario, Cristo de la Aguas, San Juan Evangelista, San Joaquín y San Pablo.


Momentos de la conferencia inaugural de la exposición, donde los restaurados responsable del proyecto, Agustín Martín de Soto y Antonio Gamero Osuna explicaron todo el proceso al que han sido sometida la imaginería del retablo.




Agustín Martín de Soto, el alcalde de Fuentes de Andalucía D. Miguel Fernández León, el párroco de Santa María la Blanca de Fuentes de Andalucía D. José Antonio Martínez Jiménez y Antonio Gamero Osuna, inaugurando la exposición.


El alcalde y el párroco, junto a los tutores del proyecto y el grupo de alumnos del Grado de Restauración de la Universidad de Sevilla integrantes del proyecto y artífices de las intervenciones. 


El masivo público asistente disfruta de la exposición. 



La imagen de Santa Ana flanqueada por Agustín Martín, tutor de proyecto; D. Miguel Fernández, alcalde de Fuentes de Andalucía; José Antonio Fílter, presidente de la Asociación Sevillana de Cronistas e Investigadores Locales (ASCIL) y cronista oficial de Cañada Rosal; Alberto Fílter, hermano mayor de la Hermandad de San Joaquín y Ana de Cañada Rosal; Antonio Gamero, tutor del proyecto; D. José Antonio Martínez, párroco de Santa María la Blanca de Fuentes de Andalucía; y Francis J. González. 

lunes, 17 de marzo de 2014

LAS CRIPTAS DE SANTA MARÍA LA BLANCA

(Trabajo realizado conjuntamente con mi amigo Antonio Gamero Osuna, responsable del equipo de restauración de la Iglesia de Santa María la Blanca). 

Desde que en diciembre de 2011 comenzaran las tan esperadas obras de restauración de la Iglesia Parroquial Santa María la Blanca de Fuentes de Andalucía, no pocas han sido las curiosidades y los llamativos hallazgos, generalmente relacionados con el estado original de ciertas partes del templo, teniendo en cuenta que el actual edificio es resultado de las reformas y ampliaciones acontecidas a lo largo de varios siglos.
Por hacer mención a algunos de estos descubrimientos, podíamos citar la cara más colorida que nos ocultaban la torre y las fachadas del templo, el enigma del azulejo de San Florián, las diversas pinturas decorativas y murales en distintas partes interiores del edificio, la escalera de acceso originario a la torre desde la sacristía, el relleno de la bóveda situada entre las capillas de Lourdes y la Virgen del Rosario con restos cerámicos (decenas de pequeñas tinajas y otros tipos de vasijas), las ventanas mudéjares de la primera fase del templo, la columna y el capitel romano de estilo corintio en la esquina de la calle Fernando de Llera junto al Patio del Sol, la inscripción sobre el terremoto de Lisboa y la firma autógrafa de Alonso Ruiz Florindo en la clave del arco de la capilla mayor, exvotos marianos tras el retablo de la cripta del altar mayor… Todo ello sin dejar al margen otros hallazgos que se esperaban, puesto que se tenía constancia documental de los mismos, tales como la hornacina San Juan Nepomuceno junto al retablo de Ánimas, la tribuna de los Marqueses o los respiraderos de las distintas criptas de enterramientos, todo ello recuperado.
Pero por su morbosidad, el tema que más comentarios ha llegado a suscitar ha sido el de los enterramientos y criptas del templo, llegándose a difundir multitud de exageradas versiones apoyadas en unas fotografías difundidas inadecuadamente por las redes sociales, y que en el presente trabajo vamos a exponer con el correspondiente apoyo documental, gráfico y del equipo facultativo de la propia obra.

ENTERRAMIENTOS EN LA HISTORIA
Los primeros cristianos siguieron con la costumbre de la civilización romana de enterrar a sus muertos en las afueras de las ciudades, pero poco a poco se fue permitiendo que los difuntos pudieran ser enterrados en los alrededores de las iglesias donde descansaban los cuerpos de los mártires o sus reliquias.
En el siglo VIII ya se había generalizado en Europa el enterramiento ad sanctos («junto a los santos»). Hubo que poner un poco de orden y se dictaron normas para las sepulturas dentro de las iglesias y en los alrededores de éstas, a cuyo lugar se llamó cementerio (en griego, dormitorio, lugar del sueño).
A lo largo de la Edad Media, los muertos fueron invadiendo el suelo de las iglesias y capillas, empezando por los clérigos y personajes importantes, junto a sus familias, que disponían de criptas subterráneas de enterramientos, y terminando por cualquiera que pudiese pagar un rincón más o menos cercano al altar. Ese proceso continuó y fue reglamentándose durante los siglos XVI a XVIII, siendo el cementerio lugar de enterramiento para pobres y niños.
Las hermandades y cofradías tenían un papel esencial en el momento del fallecimiento de sus hermanos, siendo uno de sus principales fines la asistencia con el estandarte, acompañamiento y, en muchos casos, enterramientos de los mismos. Caso que se daba también en las cofradías fontaniegas.
En 1786, Carlos III dispuso la creación de cementerios fuera de los núcleos de población por motivos de higiene y salud pública. Durante algunos años más, a pesar de las leyes sucesivas que recordaban su prohibición, algunos muertos siguieron enterrándose en el interior de las iglesias o sus alrededores.
En el caso particular de Fuentes de Andalucía, y según se desprende de los libros de defunción del Archivo Parroquial, los enterramientos se realizaban, por lo general, en la Iglesia Parroquial Santa María la Blanca y la Iglesia de San Sebastián del Hospital de la Caridad, así como en el entorno de estos dos templos y en el interior de la Iglesia de San José del Convento de los Mercedarios. La cripta del Monasterio de la Encarnación, situada bajo su capilla mayor, estaba reservada, como lugar de clausura, para las religiosas mercedarias, y en la Ermita de San Francisco no se tiene constancia de enterramientos hasta que en el siglo XIX naciera contiguo a la misma el primer cementerio con el que contó Fuentes de Andalucía.
Desde la centuria del XVI, al menos, las iglesias eran cementerios comunes, en el sentido amplio de que cualquier cristiano podía enterrarse en ellas. Los suelos de las iglesias estaban perfectamente acotados y señalados para permitir el mayor número de sepulturas, cuyo precio variaba de más a menos según se alejara del altar mayor.
Ciñéndonos al templo de Santa María la Blanca, al margen de las múltiples sepulturas comunes existentes a lo largo y ancho del mismo, la iglesia cuenta con cinco criptas de enterramientos, que a continuación describiremos brevemente.


CRIPTA DE LOS MARQUESES DE FUENTES (Capilla mayor)
Situada bajo la parte alta de la capilla mayor, es la única decorada artísticamente y la más antigua de las existentes, ya que data de la construcción inicial del actual templo, a finales del siglo XVI.
La cripta era propiedad de la Casa de los Señores de Fuentes, principales bienhechores del edificio, y en la propia bóveda de la misma aparece el escudo familiar, con las calderas y flores de lis.


Con una dimensión de 6,50 m. x 3,40 m., se accede a la misma por el pasillo que conecta la iglesia con la sacristía, encontrándose tapiado el acceso originario que conducía directamente a la propia capilla mayor, y cuenta en su contorno con 6 hornacinas o nichos múltiples para varios cuerpos en cada uno de ellos.
Del mismo modo, es la única de las criptas que contaba con banco de altar, sagrario y retablo propio, aunque éste último ha sido retirado de la misma ya que se encontraba mal emplazado y no correspondía con el estado original del espacio.
Hasta el inicio de las obras de restauración no se conocían enterramientos de restos ni cadáveres en la misma, pero durante el rastreo de pintura mural, se observó que el muro de la hornacina central del lado izquierdo, situada bajo la escalinata del altar mayor, sonaba hueco. Tras hacer una pequeña incisión, el equipo técnico se percató que tras esta hornacina existía una cámara contigua de la que no existía información. En este habitáculo reducido existía un enterramiento, que se encontraba expoliado y cuyos restos, a la fecha, están en proceso de análisis por el equipo de arqueología.


En un primer examen se ha estudiado la indumentaria del cadáver con ayuda de profesionales del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico. El atuendo del mismo era muy lujoso, en el que abundaban los hilos de oro y plata, apareciendo en forma de filigrana entrelazados y enriquecidos en algunos casos con hilos de hojilla de oro. Según las fuentes consultadas, esta indumentaria es de origen militar tanto por la decoración como por los numerosos botones forrados que han aparecido. Podría ser una casaca militar de la época de Carlos III, con un estilo afrancesado. Otro rasgo que nos posiciona para afirmar que se trata de un militar es que aparecen restos de unas botas y una espuela chapada en oro y decorada a cincel. La lujosa casaca y la espuela de oro nos aproximan a un alto cargo militar.
Otro detalle que no podemos dejar escapar es un trozo pequeño de textil que formaba parte del tejido, muy similar a un escudo mercedario, y de ser así, lo relacionaría directamente con la casa de los Guzmanes, a la que pertenecía los Señores de Fuentes.
También hemos de mencionar que al cuerpo hallado le fue realizada la autopsia en su momento, ya que posee el cráneo seccionado a la altura de la frente, indicándonos una muerte en extrañas circunstancias.
Sin duda, por su lugar de enterramiento, la indumentaria, y el hecho de tener realizado un examen a su fallecimiento –algo no común en siglos pasados, salvo en personas de alto rango– nos aporta que se trata de un personaje de clase alta, posiblemente algún miembro de la familia de los Marqueses de Fuentes.
Hasta la publicación de este artículo no hemos localizado ningún dato documental en los libros de defunción que se conservan.
En esta cripta, que hasta la clausura del templo era la única de fácil acceso, se prevé la instalación de columbario parroquial, en el que poder depositar las urnas con las cenizas de las personas que a su fallecimiento sean incineradas y así lo deseen, una vez que esté reabierto el templo y la economía parroquial permita la adecuación del espacio.

CRIPTA DE LA HERMANDAD DE SAN PEDRO (Capilla del Rosario)
Situada a los pies de la primera nave del Evangelio y bajo de la Capilla de la Virgen del Rosario, era propiedad de la «Cofradía de Nuestro P. y Sr. Sn. Pedro», que ya existía en 1640 y estaba compuesta en su mayoría por clérigos, por ello es también nombrada en determinado documentos como «la bóveda de los señores sacerdotes».


De este lugar de enterramiento se tenían noticias por diversas fuentes documentales, pero al estar totalmente segado su acceso y «ensolado», se desconocía su existencia y permanencia en el tiempo.
Fue al levantar la solería contemporánea, en esta última fase de la obra (2013), cuando apareció, a los pies de las gradas de acceso a la capilla del Rosario, la escalera de la cripta, cuyo dintel de entrada se encontraba tapiado y el hueco de escalones totalmente relleno de escombros.
Remitiéndonos a las fuentes escritas, aportamos que en 1725, la Hermandad de San Pedro hizo escritura a su favor «del entierro y bóveda» de la capilla del Rosario, desembolsando una determinada cantidad de dinero por los gastos ocasionados por una reja, un bastidor, en las peonadas de los obreros, limpiar la cripta, ocho azulejos para numerar los nichos existentes y 2.000 ladrillos [1].


Al año siguiente, la Hermandad desembolsó 192 reales por una lápida para la bóveda, 3 peonadas y el maestro para ponerla [2], la cual no se conserva.
La cripta, encalada, posee una dimensión aproximada de 3 m. x 4 m., albergando frente a la escalera de acceso nueve nichos, siete de ellos ocupados y ocho identificados con un azulejo que marca el número de la tumba –cuya compra de los mismos mencionamos antes– y un pequeño osario.
Sin fecha cierta, a finales del siglo XVIII o principios del XIX la cripta fue segada y convertida en un osario, de ahí la multitud de restos óseos que han aparecido dentro de la misma ocupándola casi en su totalidad, los cuáles han sido extraídos, depositados en cajas y bolsas y estudiados por los arqueólogos, una vez separados de la tierra con la que se mezclaban.


La hipótesis de la procedencia de estos restos nos la aporta el hecho de que se encontraban revueltos con abundante tierra. Por ello, han de proceder de las sepulturas del suelo de la propia iglesia, extraídos durante algún tipo de obra de colocación de solería de la misma y depositados en esta cripta a través de su ventana respiradero.
En referencia a los enterramientos, se tiene constancia de la sepultura el 9 de agosto de 1742 de Pedro de Ostos, así como de las de Antonio del Corral y Diego de Escalera en 1778 [3].

CRIPTA DE LA CAPILLA DE LA CONCEPCIÓN (Capilla de Lourdes)
Situada junto al acceso de la cripta de la Hermandad de San Pedro, en la lápida de entrada a la misma consta: «Esta sepultura y capilla son (ilegible)...de Lugo y de Doña María Pereira su mujer que la fundaron para ellos y para sus hijos y sucesores».
Compuesta de dos habitáculos comunicados entre sí, con una dimensión aproximada de 2 m. x 3,5 m. cada uno de ellos, es la única que está en ladrillo, sin encalar.


El segundo habitáculo tenía hueco propio de acceso a la iglesia, que aparece segado e inutilizado al comunicarse ambas entre sí.
No posee ningún nicho ni hornacina, solo un escalón en todo su contorno, que era el pudridero de la cripta, donde se depositaban los cadáveres.
Alberga en su interior tres pequeñas cajas de madera con los restos de los presbíteros Rafael González Flores, Sebastián Caro y Manuel González López.
Esta es la única cripta a la que no se le ha recuperado la ventana respiradero.

CRIPTA DE LOS GONZÁLEZ DEL CORRAL (Capilla del Sagrario)
En la segunda mitad del siglo XVIII, Alonso Ruiz Florindo dirigió las obras de ampliación de la Iglesia Parroquial, construyendo dos nuevas naves, una a cada lado del templo. Durante estas obras se levanta la Capilla del Sagrario, situada en la segunda nave del Evangelio, y donde se localiza la cripta que nos ocupa, cuya capilla y bóveda de enterramiento fue comprada por el sacerdote Pablo Domingo González del Corral por 7.780 reales y 16 maravedíes [4]. Así consta en la lápida de acceso a la misma: «Esta capilla y entierro la hiso Dn. Pablo Domingo del Corral Presvo., para si, sus herederos y los descendientes de sus padres. Año de 1780».


Con una extensión de 3 m. x 4 m., alberga en su interior los restos de Pablo Domingo del Corral (1782), José María González del Corral León (1864), María de los Dolores González del Corral Mola (1872), Carmen Baena de Vida y González del Corral (1873), José Luis Baena de Vida y González del Corral (1876), María del Carmen González del Corral León (1904), Antonio González del Corral León (1904), Victoria Mola González del Corral (1909), Francisco de Mola Falcón (1912), Francisco Mola González del Corral (1946), Amparo Mola González del Corral (1967), Rafael Aguilar Mola y otros miembros de la familia.
En la mayoría de los casos, y en cumplimiento de las leyes, los cadáveres fueron enterrados en el cementerio a su fallecimiento, y pasado el tiempo reglamentario, sus restos fueron trasladados a esta cripta en la Iglesia Parroquial.

CRIPTA DE LOS FERNÁDEZ DE PEÑARANDA (Segunda nave de la Epístola)
Siendo la de mayor dimensión, ocupando algo más de 10 m. x 4 m., se localiza bajo la segunda nave de la Epístola, nacida de la mano de los Ruiz Florindo en la segunda mitad del siglo XVIII.
En la losa de acceso consta: «Fué restaurada esta bóveda y solada esta capilla propiedad de los Sres. de Torres de Mantilla el año de 1906 a expensas de D.ª M.ª de los Angeles y D.ª Ana M.ª de Sevilla y Fernández de Peñaranda descendientes de dicha Casa por su abuela materna D.ª Elvira de Torres de Mantilla mujer de D. Lope Fernández de Peñaranda».


En la cripta reposan los restos de Ignacia Medina, en caja metálica sin fechar, y con sus correspondientes lápidas los del caballero maestrante José María Fernández de Peñaranda Sevilla (1845), Francisco Fernández de Peñaranda Aguilar (18..), María Concepción Fernández de Peñaranda Aguilar (1856), Francisco Fernández de Peñaranda Aguilar (1858), Manuel de Sevilla Montero (1862), Ana Joaquina Fernández de Peñaranda Aguilar (1869), Manuel María Fernández de Peñaranda (1876), Rafael Vasco Vasco (1880), José María Fernández de Peñaranda Aguilar (1890), María Dolores Armero Fernández de Peñaranda (1892), Mª Dolores Fernández de Peñaranda y Aguilar (1897), José María de Llera y Díaz (1901), José María de la Escalera Fernández de Peñaranda (1901), María Dolores Vasco Armero (1914), María de los Ángeles Sevilla Fernández de Peñaranda (1916), la niña María Cortés de la Escalera (1922) y Ana María Sevilla Fernández de Peñaranda (1931).

Como era de esperar, en prácticamente la totalidad de la planta del templo se han hallado restos óseos formando osarios, localizando sólo tres inhumaciones en conexión anatómica, es decir, el cuerpo completo. Uno en un lateral de la Capilla del Sagrario, entre el retablo del cuadro de la «Visión de Santo Domingo de Guzmán» y el muro que separa la primera y segunda nave del Evangelio –correspondiente a una mujer ya que se conservaban los dos pendientes–, y dos bajo la tarima del retablo de Ánimas.


Del mismo modo se han localizado diversas sepulturas de material de construcción en el centro de la nave central, correspondientes a la época primitiva del templo, que han perdurado en el tiempo y sobrevivido a los distintos cambios de solería ya que sobre ese espacio se levantó el coro, eliminado en la década de 1960.



NOTAS:
[1] (A)rchivo (P)arroquial (S)anta (M)aría la (B)lanca de (F)uentes de (A)ndalucía. Libro de Data de la Hermandad de San Pedro. 1708. Folio 13.  
[2] Ibídem. Folio 13 v.
[3] A.P.S.M.B.F.A. Libro de Data de la Hermandad del Santísimo Sacramento. 1745-1861. Folio 96. Mandato de visita nº 18. Agosto 1778.
[4] A.P.S.M.B.F.A. Cuaderno de arcas de depósito de la Iglesia Parroquial de Fuentes. 1778. Folio 2.