La figura de Alonso Ruiz Florindo es ampliamente
reconocida por la ciudadanía fontaniega, siendo considerado el miembro más
sobresaliente y de mayor personalidad de una dilatada saga de maestros de obras
y alarifes de la construcción, cuya actividad se extendió en Fuentes de
Andalucía a lo largo del siglo XVIII y la primera mitad del XIX. Un prestigio que
se cimenta en la fecunda obra que legó, dotada de una fastuosa riqueza
ornamental, en la que se hace patente su magistral dominio del ladrillo de
barro cocido —cortado y tallado— y de la sublime decoración con yeserías en
interiores. La producción de Alonso ejerció una clara influencia en la
configuración estilística del barroco tardío en Andalucía occidental, con la
creación de un estilo propio y característico, estrechamente vinculado a su
linaje.
El aprendizaje práctico en su juventud, junto a su
progenitor, lo llevó a participar en proyectos de relevancia local, tales como
la fachada de la iglesia de San José de los mercedarios descalzos, la capilla
de la Aurora o la casa situada en la calle de la Carrera, nº 1, esquina a la
calle del Convento, propiedad de la familia Fernández de Peñaranda.
erigida durante la adolescencia de Alonso bajo la dirección de su padre.
Alarife y maestro de obras: dos categorías
distintas
El uso de los términos maestro y alarife, en lo
concerniente a la familia Ruiz Florindo, no siempre se han venido usando con
rigurosidad, incluso en la propia calle que la familia tiene dedicada en el
centro histórico fontaniego aparece de manera errónea, en la forma «Maestros
Alarifes Ruiz Florindo».
La documentación histórica muestra que el término alarife, de origen árabe (al-‘arif, «el que reconoce»), se utilizaba para designar al perito público encargado de supervisar y dictaminar sobre determinadas obras. Covarrubias, en su obra Tesoro de la lengua castellana (1611), lo definía como «sabio en las obras mecánicas, juez de albañilería», mientras que el Diccionario de Autoridades (1726) lo entendía como «maestro aprobado para reconocer, apreciar o dirigir las obras que pertenecen a la Arquitectura».
En cambio, el maestro de obras era el responsable técnico de la ejecución material de los edificios, con capacidad para organizar a los oficiales, dirigir el proceso constructivo y contratar con instituciones o particulares.
De esta distinción se deduce que la expresión «maestro
alarife» resulta inadecuada, en tanto combina dos categorías conceptualmente
diferenciadas: por un lado, el alarife, entendido como cargo de naturaleza
pública y función pericial; y, por otro, el maestro de obras, vinculado a la
ejecución material y a la dirección práctica de la construcción. En el ámbito
local, correspondía al cabildo municipal fontaniego la designación de los
alarifes —ya fueran de albañilería o de carpintería—, eligiendo para dicho
oficio a un maestro previamente reconocido por su capacitación y experiencia.
En el siglo XVIII, los albañiles de la villa Fuentes
carecían de un gremio propio, lo que obligaba a quienes aspiraban a obtener el
título de maestro de obras a desplazarse a Sevilla. Allí, el tribunal del
oficio, evaluaba a los candidatos y autorizaba el ejercicio de la profesión
dentro del marco jurisdiccional del reino. Esta circunstancia diferenciaba a
Fuentes de localidades de mayor rango, como Écija o Carmona, que sí contaban
con una estructura gremial establecida.
En la fecha que nos ocupa —mediados del siglo XVIII—,
en Fuentes ejercían siete maestros albañiles y cuatro oficiales, todos ellos
insertos en un sistema de transmisión del oficio basado fundamentalmente en el
ámbito familiar. La familia Ruiz Florindo constituye un ejemplo significativo
de este modelo: Juan Ruiz Florindo instruyó a sus hijos Alonso, Cristóbal y
Juan; posteriormente, Alonso formó a su hermano Antonio y a sus propios hijos,
Alonso el menor y Lorenzo, entre otros, perpetuando así una tradición artesanal
que garantizaba la continuidad de la saga. Este tipo de formación, centrada en
la práctica directa y en la experiencia acumulada en las obras, respondía a un
modelo de aprendizaje eminentemente presencial y directo.

Alonso Ruiz Florindo, en el centro, ante el tribunal que lo examinó
para la obtención de la maestría de obras.
La superación de esta prueba otorgó a Alonso la plena
capacidad para firmar proyectos y dirigir obras, lo que marcó el inicio de una
trayectoria de notable proyección que lo consolidó como el maestro de obras más
relevante de Fuentes de Andalucía, extendiendo posteriormente su actividad a
otras zonas y localidades del entorno geográfico. Su carrera profesional se vio
acompañada de un proceso de consolidación económica, favorecido por una
creciente participación en negocios mercantiles e inmobiliarios, muchos de
ellos vinculados a las iniciativas previamente emprendidas por su padre.
El acta del examen gremial de Alonso Ruiz Florindo,
conservada en el Archivo Municipal de Sevilla, ofrece un valioso testimonio
sobre el proceso de legitimación profesional de los maestros de obras en la
segunda mitad del siglo XVIII. La ceremonia tuvo lugar en la capilla de San
Andrés, sede del gremio de albañilería, en presencia de dos veedores alarifes y
dos examinadores del oficio. En su declaración, Alonso se identificó como
natural y vecino de Fuentes, hijo del maestro de albañilería Juan Ruiz Florindo,
del que testifica haber aprendido el oficio, y de Marina del Corral, y de
estado casado. Así mismo hace constar que es reside en Fuentes por encontrarse
trabajando en la dicha villa.
La descripción física incluida en el acta resulta especialmente valiosa, ya que nos acerca de forma directa a la imagen personal de Alonso Ruiz Florindo en el momento de su examen, cuando contaba con veintisiete años. Este tipo de detalles son poco frecuentes en la documentación gremial y permiten humanizar a figuras que, en la mayoría de los casos, conocemos únicamente a través de sus obras. A partir de estas referencias, hoy sería posible recurrir a medios actuales, como la recreación mediante inteligencia artificial, para intentar una aproximación visual a su posible aspecto físico. Aunque tales representaciones no dejan de ser hipotéticas, constituyen una herramienta sugerente para acercar la historia al presente y facilitar la divulgación del legado de personajes como Alonso.
A los rasgos físicos anteriormente citados debe
añadirse también la referencia contenida en el acta: «el qual es como de hedad de veinte y dos a veinte y quatro años».
Este dato resulta especialmente significativo, pues indica que Alonso
aparentaba ser más joven de lo que en realidad era, dado que en la fecha del
examen estaba a dos meses de cumplir veintiocho años.
Sea como fuere, y aunque no podamos ir más allá de la hipótesis,
esta descripción física —reforzada con la posibilidad de recreaciones actuales
mediante inteligencia artificial— nos permite, al menos de manera aproximada,
esbozar una imagen personal de Alonso Ruiz Florindo, otorgando mayor cercanía y
humanidad a una figura que conocemos esencialmente por su obra y por los
testimonios escritos.
en 1750, a los 27 años, obtenida mediante un modelo de inteligencia artificial.
represente a Alonso Ruiz Florindo.
Francis J. González Fernández
Cronista oficial de la villa de Fuentes de Andalucía
Ref. bibliográfica: GÓNZALEZ FERNÁNDEZ, Francis J. Tras la obra, el hombre: poniendo rostro a Alonso Ruiz Florindo. En Fuentes Cultural. Revista de información cultural, turística y de ocio de Fuentes de Andalucía. Fuentes de Andalucía (Sevilla): Excmo. Ayuntamiento de Fuentes de Andalucía, 2025, núm. 8, págs. 23-27.