SOBRE EL NOMBRE DEL BLOG

A medio cuarto de legua de la muy antigua villa de Fuentes, en el Reino de Sevilla, se alza una fuente que, desde hace siglos, fue el principal abastecimiento para la «manutenzión del común de estte vesindario», cuyo caudal se nutre de un ingenioso sistema subterráneo de captación y conducción de aguas. Rodeada de vestigios de los distintos pueblos que habitaron estos lares, la fuente aparece citada ya en 1599 en las Actas Capitulares, donde se acordaba «su reparo». Décadas después, en 1690, el Cabildo Municipal dispuso que fuera labrada en piedra. Durante el siglo XVIII, varios miembros de la saga de alarifes Ruiz Florindo, célebres por su huella en la arquitectura barroca de Andalucía occidental, intervinieron en la fuente y su sistema hidráulico. Al igual que en la Fuente de la Reina, otros manantiales y pozos de estas tierras cargadas de memoria e historia, continúan manando agua «buena y clara» desde tiempos remotos; rasgos de un territorio que dieron el nombre a este singular lugar del mundo que es Fuentes, de Andalucía. Como el agua que fluye de esta fuente, es mi intención que de este blog mane un caudal inagotable de historia y patrimonio fontaniego.

jueves, 16 de octubre de 2025

TRAS LA OBRA, EL HOMBRE: PONIENDO ROSTRO A ALONSO RUIZ FLORINDO. Tres siglos después, la IA nos permite mirar a los ojos al genio del barroco fontaniego.

La figura de Alonso Ruiz Florindo es ampliamente reconocida por la ciudadanía fontaniega, siendo considerado el miembro más sobresaliente y de mayor personalidad de una dilatada saga de maestros de obras y alarifes de la construcción, cuya actividad se extendió en Fuentes de Andalucía a lo largo del siglo XVIII y la primera mitad del XIX. Un prestigio que se cimenta en la fecunda obra que legó, dotada de una fastuosa riqueza ornamental, en la que se hace patente su magistral dominio del ladrillo de barro cocido —cortado y tallado— y de la sublime decoración con yeserías en interiores. La producción de Alonso ejerció una clara influencia en la configuración estilística del barroco tardío en Andalucía occidental, con la creación de un estilo propio y característico, estrechamente vinculado a su linaje.

Nacido en Fuentes en 1722, Alonso se formó en el seno de una familia dedicada al ámbito constructivo. Desde la infancia fue instruido por su padre y su abuelo en las técnicas de la albañilería y en el trabajo del ladrillo, recibiendo además la probable influencia de su suegro, el maestro carpintero Andrés de Carmona. A diferencia de sus ascendientes, Alonso accedió a fuentes escritas que enriquecieron su formación. En su testamento se mencionan diversos libros técnicos, entre ellos un ejemplar en lengua francesa y el célebre tratado de Tosca, lo que evidencia su interés por integrar la práctica artesanal con el conocimiento teórico.

El aprendizaje práctico en su juventud, junto a su progenitor, lo llevó a participar en proyectos de relevancia local, tales como la fachada de la iglesia de San José de los mercedarios descalzos, la capilla de la Aurora o la casa situada en la calle de la Carrera, nº 1, esquina a la calle del Convento, propiedad de la familia Fernández de Peñaranda.

Recreación de la obra de la fachada del convento mercedario descalzo de San José,
erigida durante la adolescencia de Alonso bajo la dirección de su padre. 


En 1743, con veinte años, contrajo matrimonio con María Rosa de Carmona, instalándose en una vivienda de su propiedad situada en la calle Huerta, esquina a Guijarrosa (actual calle Estrella). Ello pone de manifiesto tanto su independencia económica como su progresiva emancipación profesional respecto a su padre, aunque no sería hasta 1750 cuando accediera formalmente al examen gremial que le otorgaba plena capacidad como maestro de obras, y en cuyo hecho centraremos nuestra atención en este artículo. 

Alarife y maestro de obras: dos categorías distintas
El uso de los términos maestro y alarife, en lo concerniente a la familia Ruiz Florindo, no siempre se han venido usando con rigurosidad, incluso en la propia calle que la familia tiene dedicada en el centro histórico fontaniego aparece de manera errónea, en la forma «Maestros Alarifes Ruiz Florindo».

La documentación histórica muestra que el término alarife, de origen árabe (al-‘arif, «el que reconoce»), se utilizaba para designar al perito público encargado de supervisar y dictaminar sobre determinadas obras. Covarrubias, en su obra Tesoro de la lengua castellana (1611), lo definía como «sabio en las obras mecánicas, juez de albañilería», mientras que el Diccionario de Autoridades (1726) lo entendía como «maestro aprobado para reconocer, apreciar o dirigir las obras que pertenecen a la Arquitectura».

En cambio, el maestro de obras era el responsable técnico de la ejecución material de los edificios, con capacidad para organizar a los oficiales, dirigir el proceso constructivo y contratar con instituciones o particulares.

De esta distinción se deduce que la expresión «maestro alarife» resulta inadecuada, en tanto combina dos categorías conceptualmente diferenciadas: por un lado, el alarife, entendido como cargo de naturaleza pública y función pericial; y, por otro, el maestro de obras, vinculado a la ejecución material y a la dirección práctica de la construcción. En el ámbito local, correspondía al cabildo municipal fontaniego la designación de los alarifes —ya fueran de albañilería o de carpintería—, eligiendo para dicho oficio a un maestro previamente reconocido por su capacitación y experiencia.
 
El examen de maestro de obras en Sevilla (1750)
En el siglo XVIII, los albañiles de la villa Fuentes carecían de un gremio propio, lo que obligaba a quienes aspiraban a obtener el título de maestro de obras a desplazarse a Sevilla. Allí, el tribunal del oficio, evaluaba a los candidatos y autorizaba el ejercicio de la profesión dentro del marco jurisdiccional del reino. Esta circunstancia diferenciaba a Fuentes de localidades de mayor rango, como Écija o Carmona, que sí contaban con una estructura gremial establecida.

En la fecha que nos ocupa —mediados del siglo XVIII—, en Fuentes ejercían siete maestros albañiles y cuatro oficiales, todos ellos insertos en un sistema de transmisión del oficio basado fundamentalmente en el ámbito familiar. La familia Ruiz Florindo constituye un ejemplo significativo de este modelo: Juan Ruiz Florindo instruyó a sus hijos Alonso, Cristóbal y Juan; posteriormente, Alonso formó a su hermano Antonio y a sus propios hijos, Alonso el menor y Lorenzo, entre otros, perpetuando así una tradición artesanal que garantizaba la continuidad de la saga. Este tipo de formación, centrada en la práctica directa y en la experiencia acumulada en las obras, respondía a un modelo de aprendizaje eminentemente presencial y directo.


Alonso Ruiz Florindo, en el centro, ante el tribunal que lo examinó
para la obtención de la maestría de obras. 


En este contexto, el 16 de agosto de 1750, y con veintisiete años de edad, Alonso Ruiz Florindo se presentó en Sevilla para someterse al examen gremial que lo habilitaría legalmente como maestro de obras. La prueba exigía acreditar tanto conocimientos teóricos como prácticos, a través de la resolución de problemas de trazado, la elaboración de diseños y la demostración de destrezas técnicas vinculadas al quehacer constructivo.

La superación de esta prueba otorgó a Alonso la plena capacidad para firmar proyectos y dirigir obras, lo que marcó el inicio de una trayectoria de notable proyección que lo consolidó como el maestro de obras más relevante de Fuentes de Andalucía, extendiendo posteriormente su actividad a otras zonas y localidades del entorno geográfico. Su carrera profesional se vio acompañada de un proceso de consolidación económica, favorecido por una creciente participación en negocios mercantiles e inmobiliarios, muchos de ellos vinculados a las iniciativas previamente emprendidas por su padre.
 
¿Y cómo era físicamente Alonso?
El acta del examen gremial de Alonso Ruiz Florindo, conservada en el Archivo Municipal de Sevilla, ofrece un valioso testimonio sobre el proceso de legitimación profesional de los maestros de obras en la segunda mitad del siglo XVIII. La ceremonia tuvo lugar en la capilla de San Andrés, sede del gremio de albañilería, en presencia de dos veedores alarifes y dos examinadores del oficio. En su declaración, Alonso se identificó como natural y vecino de Fuentes, hijo del maestro de albañilería Juan Ruiz Florindo, del que testifica haber aprendido el oficio, y de Marina del Corral, y de estado casado. Así mismo hace constar que es reside en Fuentes por encontrarse trabajando en la dicha villa.

El documento proporciona, además, una descripción física inusualmente detallada: «de buen cuerpo, blanco de rostro, pelo rubio corto y demuestra ser torpe de oído», lo que constituye un rasgo excepcional en este tipo de actas. Tras ser interrogado sobre cuestiones propias del oficio y demostrar con regla y compás su dominio del trazado geométrico y constructivo, se le examinó en las distintas ramas de la albañilería —«tosca, limpia y cañerías»—, resultando aprobado y recibiendo «poder y facultad para ejercer en esta ciudad como en las demás y villas y lugares de estos reinos y señoríos».  

La descripción física incluida en el acta resulta especialmente valiosa, ya que nos acerca de forma directa a la imagen personal de Alonso Ruiz Florindo en el momento de su examen, cuando contaba con veintisiete años. Este tipo de detalles son poco frecuentes en la documentación gremial y permiten humanizar a figuras que, en la mayoría de los casos, conocemos únicamente a través de sus obras. A partir de estas referencias, hoy sería posible recurrir a medios actuales, como la recreación mediante inteligencia artificial, para intentar una aproximación visual a su posible aspecto físico. Aunque tales representaciones no dejan de ser hipotéticas, constituyen una herramienta sugerente para acercar la historia al presente y facilitar la divulgación del legado de personajes como Alonso.

A los rasgos físicos anteriormente citados debe añadirse también la referencia contenida en el acta: «el qual es como de hedad de veinte y dos a veinte y quatro años». Este dato resulta especialmente significativo, pues indica que Alonso aparentaba ser más joven de lo que en realidad era, dado que en la fecha del examen estaba a dos meses de cumplir veintiocho años.

Sea como fuere, y aunque no podamos ir más allá de la hipótesis, esta descripción física —reforzada con la posibilidad de recreaciones actuales mediante inteligencia artificial— nos permite, al menos de manera aproximada, esbozar una imagen personal de Alonso Ruiz Florindo, otorgando mayor cercanía y humanidad a una figura que conocemos esencialmente por su obra y por los testimonios escritos.


Arriba, propuesta de recreación del aspecto físico de Alonso Ruiz Florindo,
en 1750, a los 27 años, obtenida mediante un modelo de inteligencia artificial.
Abajo, imagen hiperrealista generada con inteligencia artificial que
represente a Alonso Ruiz Florindo. 

Francis J. González Fernández
Cronista oficial de la villa de Fuentes de Andalucía


Ref. bibliográfica: GÓNZALEZ FERNÁNDEZ, Francis J. Tras la obra, el hombre: poniendo rostro a Alonso Ruiz Florindo. En Fuentes Cultural. Revista de información cultural, turística y de ocio de Fuentes de Andalucía. Fuentes de Andalucía (Sevilla): Excmo. Ayuntamiento de Fuentes de Andalucía, 2025, núm. 8, págs. 23-27.