El hallazgo de nuevos
documentos históricos permite, en muchas ocasiones, reformular o ampliar el
conocimiento que se tiene sobre una determinada temática objeto de estudio. De
este modo, en la edición de 2019 de esta publicación reivindicábamos el ciento
cincuenta aniversario de una tradición singular de Fuentes de Andalucía, de
notable valor etnológico, inherente a la Fiesta de la Ermita: la rifa del
cochino de la Humildad [1]; cuya temática ya abordamos igualmente –aunque de
manera menos rigurosa– en la edición de 2005 [2].Sin embargo, años
después, los datos disponibles nos permiten actualizar la cifra de ediciones y,
al mismo tiempo, ampliar significativamente el horizonte temporal de esta
costumbre. En efecto, no se trata ya de una práctica con 156 ediciones, sino de
una tradición que puede documentarse con al menos 175 años de antigüedad.
Un descubrimiento que no
solo fortalece el carácter histórico de la propia rifa y de los elementos
simbólicos y socioculturales que lo acompañan, sino que contribuye a consolidar
esta práctica como una manifestación cultural de hondo arraigo en el contexto
de la feria fontaniega cuya relevancia trasciende el acto puntual del sorteo en
sí.
La permanencia en el
tiempo a lo largo de los últimos 175 años del hecho del sorteo del cerdo vivo y
cuanto conlleva socialmente, viene a unirse a la particularidad del origen y
evolución de la fiesta en sí, ambos hechos sustancialmente vinculados a la
primitiva Cofradía de Nuestra Señora de Consolación –posteriormente conocida
como de la Humildad–. Serían los propios
cofrades fontaniegos, a su regreso de su anual peregrinación a Utrera cada 8 de
septiembre, y en semejanza de cuanto
experimentaban en torno al santuario de Consolación durante la romería de la
Virgen, los que importarían el formato lúdico, festivo y comercial que allí se
desarrollaba, y que en el caso de Fuentes, tendrían lugar en torno al 12 de
septiembre, fiesta del Dulce Nombre de María, fecha en la que la cofradía
fontaniega rendía culto a su titular letífica [3].
Una fiesta que, a lo
largo de su dilatada historia, ha sufrido importantes cambios: en su fecha de
celebración, fines, nombre, costumbres, formas, imagen o formato, entre otros
muchos aspectos. Sin embargo, hay algo que siempre se ha mantenido: el emplazamiento
donde se celebra, en torno a la ermita de San Francisco. De ahí proviene su
denominación primitiva, única y singular, ya que tomó el nombre del espacio
donde tenía lugar. Este nombre se mantuvo vivo en el uso popular, incluso
cuando pasó a llamarse oficialmente Feria de Fuentes de Andalucía,
transmitiéndose de forma oral el término «Fiesta de la Ermita» hasta su
recuperación institucional en 2024.
A pesar
de que a lo largo del siglo XIX sería el ente municipal la entidad que asumiera
íntegramente la organización de los festejos tomando el testigo de la cofradía
de Consolación, ésta no quedaría totalmente al margen de la misma, manteniendo
así mismo las celebraciones litúrgicas propias, entre las que tenía lugar la
procesión de la Virgen de Consolación, que partiendo de la ermita e iniciándose
por la exornada calle Humildad, recorría las calles fontaniegas.
Los requerimientos
económicos de la cofradía de Consolación superaban los de cualquier otra
entidad de su clase en Fuentes durante los siglos XVIII y XIX, fundamentalmente
por dos motivos. En primer lugar, por su doble condición de cofradía
penitencial y letífica, lo que implicaba una duplicidad de gastos para atender
los cultos de cuaresma y de Dulce Nombre de María, así como las procesiones del
Miércoles Santo y del 12 de septiembre. En segundo lugar, y aún más relevante,
por su papel como usufructuarios, custodios y mecenas del templo de San
Francisco, lo que conllevaba un notable compromiso económico para el
mantenimiento y dignificación del edificio, así como para garantizar el culto
durante todo el año. Esta situación obligó a los cofrades de Consolación a
recurrir a ingresos extraordinarios, más allá de los donativos o las cuotas de
los miembros de la corporación, entre los cuales se encontraban las rifas o
sorteos, cuya práctica analizaremos a continuación.
Las rifas o sorteos con fines recaudatorios
constituyen una práctica ampliamente extendida en la sociedad contemporánea,
cuyo origen se remonta a civilizaciones antiguas. No obstante, su uso como
mecanismo para obtener recursos económicos –frecuentemente destinados a fines
benéficos o comunitarios, como en el caso que nos ocupa– se consolidó
especialmente durante la Edad Media y la Edad Moderna. Su funcionamiento
consiste básicamente en la venta de papeletas numeradas consecutivamente a un
precio establecido, que participan en un sorteo cuya metodología y fecha están
especificadas en el boleto. Una vez extraído el número ganador en la fecha
señalada, el poseedor de la papeleta correspondiente adquiere el derecho al
premio estipulado.
Esta práctica está ampliamente generalizada en el
tejido social, constituyendo una fuente habitual de ingresos para asociaciones,
clubes deportivos, hermandades e incluso para personas particulares que han
subsistido mediante la celebración periódica de rifas como forma de
beneficencia o autofinanciamiento.
En el caso de la rifa del cochino de
Fuentes de Andalucía, su origen responde claramente a la necesidad de obtener
recursos para el sostenimiento de la cofradía de Consolación, como se mencionó
anteriormente. Esta práctica del sorteo de un animal vivo, propia de una zona
eminentemente agrícola y ganadera, ofrecía un premio de indudable valor
práctico para la familia agraciada, en el contexto de una economía agraria y
marcada por la escasez de recursos; y que probablemente surgió en la primera
mitad del siglo XIX, en el marco de la celebración de la Fiesta de la Ermita, aprovechando la
gran afluencia de público que se congregaba en dicha festividad, lo que
facilitaba la venta de papeletas y garantizaba una mayor recaudación.

Aunque el origen exacto de la rifa no
puede determinarse con precisión, los datos documentales más antiguos conocidos
hasta la fecha se remontaban a 1869, año en el que se decidió rifar una mula; y
es a partir de 1870 cuando se introduciría la figura del cerdo como objeto
principal del sorteo.El 13 de junio de 1869, «Serreunió
la hermandad de el Señor de Humildad en el sitio de costumbre ermita de S.n
Francisco de Así y seacordo q.e secomprara una
bestia mula para rifarla por dichos hermanos q.e se ayara presente para
q.e coste [conste] cofirmamos todo los concurrentes en el día de la fecha» [4].
Un acuerdo que fue rubricado por los
oficiales Manuel Labella, José Giménez, Francisco García, Antonio Rivero y Juan
de Flores, este último en calidad de hermano mayor.
Los
óptimos resultados económicos propiciaron la continuidad de esta práctica, y al
año siguiente, en el cabildo celebrado el 12 de junio de 1870 «Sereunio la ermanda del S.n de
la humirdad en el sitio de costumbre Ermita de S.n Fran.co
de Asi se acordo q.e cerifase el cochino y seis fanega de trigo
incluso los dos y para q.e coste [conste] lo firmamos…» [5].
Ahora bien, la localización de varios
recibos sueltos correspondientes a rifas celebradas en los años 1849 y 1850,
hallados en el archivo de la cofradía de la Humildad, permite retrotraer con
mayor certeza la antigüedad de esta práctica. Estos documentos, aunque de
carácter contable y disperso, constituyen la evidencia más temprana conocida
hasta la fecha sobre la existencia de este tradicional e histórico sorteo organizado
por la hermandad, y sitúan documentalmente la rifa del cochino de la Humildad al
menos dos décadas antes de lo que reflejan los libros de actas y data [6] del siglo
XIX.
En este caso, se trata de cuatro
recibos manuscritos sobre papel, en formato de media cuartilla y unidos por un
alfiler metálico de costura, hallados entre las páginas del Libro de Data [7] de la cofradía correspondiente
a la centuria decimonónica y cuyos títulos enumeramos literalmente a continuación:
1. Razon
de la Rifa del Cerdo. Setre 16 de 1850.
2. Razon
de la Rifa del Borrego Mayo 20 de 1850.
3. Razon
de la Rifa del Borrego. Setre 11 de 1849.
4. Razon
del Producto de la Cerda / Rifada el día 15 de Agosto de 1849.
El estudio del contenido de cada
documento aporta no solo la cuantía que la cofradía ingresó como beneficio por
cada sorteo, sino también datos complementarios de interés, como el número de
papeletas vendidas, el coste de éstas, el precio unitario de las mismas o el
detalle de gastos deducidos.Si analizamos el recibo
correspondiente a la rifa del cerdo de la Fiesta de la Ermita de 1850, de él se
desprende cómo se vendieron 1.000 papeletas al precio de ocho cuartos cada una
–lo que equivalía a 32 maravedíes–, ingresando por la venta 941,6 reales. A
falta del coste de la impresión de las papeletas que no poseían a la fecha de
la emisión del recibo en cuestión, los gastos ascendieron a 108,6 reales,
empleados en papel para los boletos del sorteo, la comisión del demandante por
su trabajo en la venta de papeletas, el regalo de algunas de éstas o ¼ de
fanega de habas para el cerdo.
Tómese en cuenta que en la España de
mediados del siglo XIX, la moneda fraccionaria se organizaba así: 1 real
equivalía a 34 maravedíes, y cada cuarto valía 4 maravedíes, por lo que 1 real
se dividía en unos 8 cuartos, aunque la cifra no era exacta por la variedad de
monedas pequeñas en circulación. Tras la reforma
monetaria de 1847, el real de vellón pasó a dividirse oficialmente en 100
céntimos de real, aunque en la práctica durante décadas siguieron usándose los
términos tradicionales de maravedí y cuarto en el lenguaje cotidiano y en
documentos de contabilidad.
Los beneficios que estos cuatro sorteos
realizados por la hermandad entre 1849 y 1850 reportaron el siguiente beneficio
para la misma:
- Cerdo, septiembre 1850 _ 833
reales, a falta de descontar el coste de impresión de la papeletas. Se
vendieron 1.000 papeletas al precio de 8 cuartos.
- Borrego, mayo
1850 _ 83 reales, llegándose a vender 600 papeletas a 2 cuartos.
- Borrego, septiembre 1849 _ 168
reales. Se vendieron 700 papeletas al precio de 2 cuartos.
- Cerdo, agosto
1849 _ 542,17 reales, vendiéndose 1.273 papeletas a 4 cuartos.
El reciente hallazgo de la documentación expuesta
no solo permite acreditar la notable antigüedad de esta práctica, sino que
también posibilita un análisis más detallado de la misma, así como el estudio
de una serie de elementos propios y singulares que giraban en torno a la rifa
del cochino, sobre los cuales profundizaremos a continuación.
En las cuentas correspondientes al año 1849 aparece
documentada la figura del demandante, un personaje esencial en
la historia de la hermandad de Consolación durante los siglos XVIII y XIX. Su
cometido principal consistía en recorrer diariamente las calles de Fuentes
solicitando limosnas en favor de la cofradía, portando para ello la conocida «bacinilla del Señor de la Humildad».
Esta vía de recaudación venía a complementar otras fuentes de ingresos
habituales de la corporación del Postigo, tales como las cuotas abonadas por
los hermanos o los beneficios derivados de rifas y sorteos, analizados en el
presente estudio.
La Real Academia Española define bacinilla,
en su primera acepción, como «vasija
pequeña para diversos usos». En el ámbito específico de las hermandades y
cofradías, la bacinilla era efectivamente un recipiente –generalmente de metal
o cerámica– de forma cóncava o semejante a un cuenco, destinado a la recogida
de donativos voluntarios. Su utilización se extendía a distintos momentos de la
vida corporativa: cultos, procesiones, cabildos de hermanos o incluso visitas
domiciliarias, en las que el demandante –también mencionado en la documentación
como hermano postulante–
recorría los hogares de Fuentes para recaudar fondos destinados a las
necesidades de la hermandad, percibiendo por esta labor una remuneración
establecida.
El análisis del Libro
de Data de la cofradía permite constatar que éste no solo cobraba un
salario diario, sino que además recibía determinadas compensaciones en especie
o gratificaciones al llegar la Fiesta
de la Ermita, reflejo de su papel dentro de la cofradía. De manera
sistemática, la cuantía de su jornal diario aparece consignada en los asientos
contables, precedida en ocasiones del número de jornadas trabajadas. Por
ejemplo, en 1820 cobraba un jornal de 3 reales diarios: «Por 347 días a 3 r.s su jornal a el hermano postulante
_ 1.014» [8].
Sin embargo, en años posteriores, como en 1826, el jornal se redujo a 2 ½ reales diarios, lo que pone de
manifiesto una cierta variabilidad en la retribución económica del demandante.
Esta oscilación podría explicarse tanto por las fluctuaciones en la situación
financiera interna de la hermandad como por el contexto político y social más
amplio, especialmente teniendo en cuenta que, durante el Trienio Liberal
(1820-1823), la cofradía se vio obligada a interrumpir temporalmente sus salidas
procesionales a raíz de las disposiciones legales restrictivas hacia las
corporaciones religiosas. La realidad política de ese periodo dejó sin pasos en
la calle a los fieles fontaniegos durante las semanas santas de los años 1822,
1823 y 1824. A pesar de ello, los hermanos del barrio del Postigo mantuvieron
el culto interno a sus Titulares.
Junto a esta remuneración monetaria, las cuentas
registran ayudas complementarias destinadas a cubrir las necesidades básicas
del demandante, generalmente calzado. Entre los ejemplos documentados se
encuentran los siguientes apuntes:
- 1803: «De
unos sapatos para el demandante _ 28 reales».
- 1806: «Por
componer los sapatos del demandante _ 12 reales».
- 1814: «Una
manta para el hermano que pide por la calle _ 30 reales».
- 1815: «Un
par de sapatos i un aliño pª el hermano qe. pide p.r la cal _ 35
reales».
- 1820: «Por
dos pares de zaptos y algunos aliños p.a dho. hermo _ 59
reales».
- 1823: «Al
hermano […] un par de sapatos como es costumbre _ 29 reales».
Estos datos, procedentes de la propia contabilidad
de la hermandad [9], ilustran no solo la importancia del hermano demandante
como figura visible de la cofradía en la vida cotidiana del pueblo, sino
también la forma en que la institución se preocupaba de dotarle de los recursos
mínimos necesarios para desempeñar dignamente su cometido.
Como se ha señalado anteriormente, la figura del demandante desempeñó un papel destacado en la Hermandad de la
Humildad a lo largo de los siglos XVIII y XIX. Una muestra clara de esta importancia
se observa durante las obras de construcción de la nueva ermita de San
Francisco, que se prolongaron entre 1751 y 1758.
Es particularmente ilustrativo cómo los cofrades y devotos, portando la
bacinilla del Señor, recorrían todo el pueblo solicitando limosnas para
sufragar los gastos de la obra. Así queda asentado en el Libro de la Obra de la Hermita:
«En la villa de Fuentez, en Catorze
días, del Mes de Octubre, del Año, de mil settezis, y Simqta
y uno, Franco Fernandez Mono Comenzó apedir, para la, Obra de la
Hermita, a Devozion de Gernimo de Aguilar Su Mayordomo de dha hermandad, y de
todo el Pueblo =» [10].
Durante los siete años que duró la construcción se recaudaron un total de 51.881 reales en donativos, cifra que
evidencia la eficacia y relevancia de esta práctica recaudatoria, en la que la figura
del demandante contó excepcionalmente con la colaboración de diversos hermanos
de la cofradía. La meticulosidad del Libro
de la Obra de la Ermita es tal que incluso documenta cómo, el 9 de marzo de
1796, el hermano postulante interrumpió su labor de pedir limosnas para acudir
al Arrecife –camino real que unía Sevilla con Córdoba y Madrid, actual autovía
A-4– a presenciar el paso del rey Carlos IV: «Día 9 no pidió el demandante porque se fue a ver al Rey N. S. Carlo
quarto q.e en dho día pasó p.r el Arresife» [11]. Este detalle ilustra el
carácter diario y continuo de esta actividad recaudatoria. De igual modo, en
los apuntes correspondientes a diciembre de 1820 se consigna expresamente «un día que no pidió pr que estaba malo» [12],
lo que refleja tanto la constancia en la labor del demandante como la
naturalidad con que se registraban incluso las ausencias puntuales debidas a
enfermedad u otras circunstancias personales.
Asimismo, durante esta etapa de colectas destinadas
a sufragar la edificación del nuevo templo de San Francisco, la hermandad no
solo recibió donativos en metálico, sino también en bienes o especies –borregos,
gallinas, trigo, cebada, tortas, entre otros–. Estos productos eran empleados
por la cofradía para organizar rifas y sorteos, práctica que con el tiempo se
consolidaría y que acabaría dando origen a la emblemática rifa del cochino que
nos ocupa.
En una relación de bienes de la hermandad ratificada
en el cabildo celebrado el 4 de marzo de 1798, en el contexto del relevo del
administrador eclesiástico de la ermita, queda patente la posesión de estos
animales, que recibidos en donación eran objeto de rifas para obtener
beneficios, constando:
«– Mas queda un
borrego del año pasado en las ovejas de D.ª Isabel de Lora, que lo dio al Señor
Dn. Bartolomé Ruiz.
– Mas queda un chivo del año pasado en las cabras de Florencia Ruiz, que
el mismo dio al Señor» [13].
En el contexto del presente trabajo, es preciso mencionar brevemente otras formas tradicionales de recaudación practicadas por la Hermandad de la Humildad, concretamente las dos póstulas ordinarias que la cofradía solía realizar a lo largo del año. Una de ellas, celebrada en Semana Santa –y que aún hoy perdura cada mañana de Martes Santo–; y la otra, durante el verano, destinada a la recogida de grano, –generalmente trigo o cebada– donada por los hermanos y devotos.
Así lo reflejan diversos apuntes contables del archivo de la hermandad. Por ejemplo, en abril de 1820 se consigna: «En convidar a los que asistieron a pedir la póstula _ 32 reales» [14], y en septiembre de 1822: «En combidar a los hermanos que acompañaron a pedir la póstula del verano _ 24 reales» [15]. Estas póstulas no solo implicaban la colecta de limosnas en especie, sino también diversas labores asociadas, como el trabajo de limpiar y preparar el grano: en septiembre de 1803 consta un pago «De sarandear el trigo del Señor _ 0006» [16]; en diciembre de 1820, «Por zarandear el trigo de la limosna _ 8» [17]; y en septiembre de 1823, «Al sarandero por limpiar el trigo» [18].
Asimismo, se documentan otras fuentes complementarias de recursos, como el «pegujal del Señor»: una pequeña porción de tierra que un propietario agrícola cedía a la hermandad para que la cultivase y se destinaran sus beneficios al sostenimiento del culto. Así, en marzo de 1854 se anota: «Por 8 peonadas de escarda en el pehujar del Señor _ 29» [19], y en octubre de ese mismo año: «Por la siega de pehujar del Señor» [20]. Estas prácticas evidencian el carácter multifacético de las estrategias recaudatorias de la cofradía, que combinaban donativos en metálico, productos en especie y el aprovechamiento agrícola para sostener tanto la vida devocional y el culto, como el templo de San Francisco y la labor asistencial de la hermandad, principalmente el entierro de los hermanos.
A pesar de que a raíz de este trabajo se toma como referencia la fecha de 1850 como punto de partida de las rifas del cerdo celebradas en el marco de las Fiestas de la Ermita –con el preámbulo de 1849–, esta práctica no era desconocida en la vida de la hermandad con anterioridad a dichas fechas. Un ejemplo de ello ya lo señalamos previamente, cuando referenciamos los sorteos de borregos, gallinas o tortas que se realizaron con elementos donados a la hermandad durante los años de la obra de la ermita a mitad del siglo XVIII.
Diversas anotaciones recogidas en los libros permiten documentar de manera precisa la continuidad y diversidad de estas prácticas. Entre ellas, cabe mencionar, por ejemplo:
- Año
1819: «En combidar a el que ayudó a
la rifa de un Borr.o [Borrego]_ 4»; y «En habas para
que comiera el dho. carnero rifado _ 10».
- Abril
de 1823: «En la rifa para papel y el
jornal _ 4».
- Abril
de 1849: «…gratificación a dos
pastores que llevaron dos borregos p.ra el S.r [para
el Señor] _ 3» [21].
Así mismo, a partir de la fecha de 1850, se registran nuevas menciones relacionadas con estos hechos:
- Junio
de 1851: «Por la impresión de ½
resma de papel p.a las papeletas de rifa _ 56 reales».
- Junio
de 1853: «Por costo de una novilla
que está en el piara del hermº. Mayor, S.r Antonio Flores _ 220 reales».
- Marzo
de 1854: «Por un pedazo de verde
para la novilla del Sor».
- Abril
de 1863: «Por traer la becerra de la
feria _ 10».
- Mayo de
1863: «Gasto de la becerra _ 540».
- Septiembre
de 1863: «Gasto de la rifa y la
becerra _ 244».
- Junio
de 1864: «Para papeletas para la
rifa del cuadro _ 42».
- Junio
de 1894: «Por la hechura de barias
papeletas para la rifa del cuadro _ 8» [22].
De especial interés resulta el testimonio recogido del acta del cabildo
celebrado el 29 de agosto de 1897. En él se acuerda:
«…que se
repartiesen desde luego entre los hns. [hermanos] las papeletas de la rifa del cerdo, que se celebrase la funcion
solemne el dia 12 primero de la velada con ejercicios cantados pr [para] la noche en todas tres tardes en honor de
Ntra. Sra. de Consolacion…» [23].
De este modo, desde finales del siglo XIX quedó
consolidado de manera estable el cerdo como premio central de la rifa,
desapareciendo prácticamente la inclusión de otros animales que, como se ha
documentado, sí figuraban ocasionalmente en décadas anteriores.
A lo largo de buena parte
del siglo XX, la práctica habitual de la hermandad consistía en la compra anticipada
del cerdo, meses antes de la feria, para su posterior engorde. La persona
encargada de su cuidado percibía un pago mensual, que a principios de siglo era
de cuatro reales, lo que implicaba una inversión continua en el cuidado y
alimentación del animal. Por ejemplo, en 1905 se registraron gastos por valor
de 400 reales destinados a la adquisición del cerdo para la rifa de ese año; y en
los meses siguientes, se documentaron diversos desembolsos tales como 30 reales
por media fanega de maíz (en dos ocasiones), 4 reales en pastos, 68 reales por
dos fanegas de cebada o 65 reales en conceptos de «afrecho, molienda y porte» [24].El número de papeletas
para la rifa aumentó progresivamente con el paso de los años. En 1905 se
imprimieron 4.000 papeletas, con un coste total de 48 reales. Para la Fiesta de
la Ermita de 1924, la hermandad obtuvo ingresos por 1.500 pesetas tras la venta
de 6.000 papeletas, cuyo precio unitario era de 25 céntimos de peseta. En 1930,
la cantidad ascendió a 7.000 unidades; en 1948, a 11.000 papeletas vendidas a
0,50 pesetas cada una; y en 1953 se alcanzó la cifra de 12.000 papeletas. En
1959, el precio de la papeleta aumentó de 0,50 a una peseta. En 1963 se
vendieron 15.000 papeletas a una peseta, en 1964 el precio se duplicó hasta dos
pesetas y, en 1975, alcanzó las cinco pesetas por papeleta [25].
Durante las décadas de
1940 y 1950, la tradicional rifa del cochino sufrió una alteración excepcional
en el contexto histórico de la escasez y penurias de la posguerra. En esos
años, el animal fue sustituido por un premio económico en metálico,
inicialmente de 500 pesetas, que en 1947 aumentó a 1.000 pesetas, opción que
resultó más atractiva para los fontaniegos de la época.

Ejemplares originales de papeletas de los años 1898, 1921 y
1943.
Sin embargo, en 1959 se
recuperó la presencia del cerdo en la rifa, con la venta de 12.000 papeletas.
El afortunado ganador fue Antonio Soldado Laredo, quien, tras recibir el
animal, «regaló al Señor» 50 pesetas en donativo; una práctica habitual
entre los agraciados. Por ejemplo, en 1930 la premiada fue Rosario León, quien
entregó cinco pesetas en donativo a la hermandad. Asimismo, se documentan otros
ganadores en distintas fechas: en 1943, Estrella Lora; en 1944, Gertrudis
Jiménez Fernández; en 1945, Antonio Navarro; en 1947, José Hidalgo; en 1948,
Manuel Jiménez Cano; en 1950, Ignacio Castaño; en 1951, Sebastián Márquez; o en
1954, Manuel Labella Ruiz [26].
De este modo, desde 1959,
con las únicas excepciones de 1963 y 1964 –años en los que el premio fue
sustituido por una becerra–, se ha mantenido la rifa de un cerdo vivo,
tradición que perdura hasta la actualidad (2025).

Todo preparado para el momento de extraer el número premiado
de los tradicionales bombos de sorteo, cuyo sistema se mantiene. [Serie de
fotografías antiguas cedidas por Adela Herce Muñoz, procedente del archivo
familiar de su padre, «Manolo Millán»].

Los hermanos de la Humildad en la puerta de la Ermita la
noche del sorteo. En el centro, el hermano mayor Manuel Herce «Manolo Millán».
A la derecha, agachado, sujetando la cuerda a la pata del cochino, José Flores
«Pepe el Bizco».

Rifa del cochino en la Fiesta de la Ermita de 1959. En
primer plano sentado sobre la mesa, Miguel Cantero. Sentado, José González
«Perrojato». En pie, con corbata, junto al bombo, el hermano mayor Manuel Herce
«Manolo Millán».Un personaje
estrechamente vinculado a la tradicional rifa del cochino durante las décadas
centrales del siglo XX fue José Flores Moreno, conocido como Pepe «el Bizco».
Éste mantenía una estrecha relación con la Hermandad, y bajo comisión se
encargaba cada año de vender centenares, e incluso miles, de papeletas en las
semanas previas al sorteo. Cada mañana, acompañado del cochino sujeto por una
cuerda atada a una pata, Pepe recorría las calles de Fuentes, deteniéndose en
esquinas, tabernas o en «La Plaza» del mercado. El paso del animal marcaba el
ritmo del recorrido y, si en alguna esquina el cochino encontraba un charco,
allí mismo se detenía a revolcarse hasta que, motivado por el maíz que Pepe le
iba echando a puñados, conseguía llevarlo por el camino deseado.
Durante los días de la Fiesta
de la Ermita, al caer la tarde, Pepe se personaba con su inseparable cochino a
las puertas de la ermita, donde en compañía del hermano mayor Manuel Herce
–Manolo Millán– y otros hermanos de la cofradía, año tras año se repetía la
misma estampa: una mesa petitoria, varias sillas, la campana de mano para
atraer la atención de los feriantes y los tacos de papeletas que pretendía
vender en el mayor número posible.
Este oficio, sin embargo,
no comenzó con Pepe «el Bizco». Ya con anterioridad existía la figura del
vendedor de papeletas. Así, por ejemplo, en 1905 este personaje recibió 36
reales de comisión –equivalentes al 15 % del valor de cada boleto– tras vender
600 de las 4.000 papeletas emitidas. En 1943, ya con Pepe desempeñando el
cargo, llegó a percibir 215 pesetas por la venta de 4.300 papeletas de las
5.000 puestas en circulación, con un coste unitario de 0,50 pesetas [27].
La vinculación de Pepe
con la Hermandad de la Humildad trascendía la venta de papeletas. Entre otras
funciones, ejercía de cobrador de los recibos de los hermanos y se encargaba
del reparto domiciliario de las túnicas –propiedad de la cofradía– así como de
su posterior recogida.
La presencia del cochino
por las calles de Fuentes no concluyó con la vejez de Pepe «el Bizco», ya que
fue relevado por su hijo, José Luis Flores –sacristán de Santa María la Blanca
durante la etapa de D. Manuel de Azcárate como párroco–, aunque finalmente la
tradición terminó por desaparecer.
No obstante, durante
algunos años más perduró la costumbre de colocar el cochino cada noche ante la
puerta de la ermita. Allí permanecieron los hermanos de la Humildad hasta la
Feria de 1982, trasladándose posteriormente a la llamada «puerta del campo», en
la parte trasera de la residencia de las Hermanas de la Cruz, donde la
tradición continúa hoy, frente a la fachada principal de la Caseta Municipal.
Es cierto que en las
últimas décadas se ha ido perdiendo el atractivo que antaño generaba la
presencia del cerdo vivo. La remodelación de la huerta de la ermita, llevada a
cabo como parte de las obras de ampliación de la residencia de ancianas de las
Hermanas de la Cruz, emprendidas ya iniciado el siglo XXI, supuso la
desaparición de los corrales existentes y, por tanto, la falta de un espacio
idóneo donde alojar al cochino durante los días de feria, una vez que la
Hermandad retiraba la mesa de venta de papeletas.
Quizá estas
circunstancias precipitaron una decisión que, de otro modo, habría llegado más
tarde. En la actualidad, estas rifas se enfrentan a desafíos relacionados con
la normativa sanitaria y el creciente interés por el bienestar animal, lo que
ha llevado, en algunos casos, a modificar la práctica tradicional. Así sucede
en el caso fontaniego, donde actualmente el premio pasa directamente de la
granja a manos del ganador, evitando la exposición pública del animal.





No obstante, pese a estos
cambios, la Hermandad de la Humildad ha logrado mantener viva esta costumbre
centenaria. Cada noche de feria, los hermanos continúan instalándose en el
lugar habitual, haciendo sonar la campana para atraer la atención de los
feriantes y vendiendo papeletas con el mismo empeño de siempre. Como cada año,
el último día de la Fiesta de la Ermita se celebra el sorteo de forma pública,
siguiendo el rito tradicional: todas las matrices de las papeletas vendidas se
introducen en el viejo barril que, a modo de bombo, reúne todas las
oportunidades. De su interior, una mano inocente extrae el número agraciado que
otorga al poseedor la propiedad del cochino de la feria.Sin lugar a dudas, el
momento del sorteo constituía, y continúa siendo, el punto álgido de la
celebración de la rifa del cochino y de todo lo que esta práctica conlleva.
Para garantizar la seguridad del acto, era costumbre solicitar la presencia de
la autoridad competente, a la que además se gratificaba económicamente. Un
ejemplo ilustrativo se encuentra en las cuentas correspondientes a la rifa de
1926, donde figuran 10 pesetas destinadas a la «Gratificación a los
municipales por su ayuda en la noche de la rifa» [28], un apunte que se
repite con frecuencia con posterioridad.
Asimismo, en 1930 se
incorporó también una remuneración al niño encargado de extraer la papeleta
premiada. Durante las décadas de 1940 y 1950, esta función fue desempeñada por
niñas del internado de las Hermanas de la Cruz.
Otro gasto recurrente,
hasta la llegada del alumbrado público al callejero fontaniego en la segunda
mitad del siglo XX, era la contratación de un punto de luz. Este suministro
permitía instalar una bombilla en la puerta de la ermita para iluminar la mesa
del cochino durante la venta de papeletas y el sorteo. Por ejemplo, en 1953 se
abonaron a Manuel Flores Rubio 50 pesetas por tales servicios.
La rifa del cochino,
tradición emblemática de la Fiesta de la Ermita en Fuentes, representa mucho
más que un simple sorteo; es un vínculo vivo con la historia, la cultura y la
identidad fontaniega. Con al menos 175 años de historia, esta costumbre ha
sabido mantenerse vigente gracias al esfuerzo constante de la Hermandad de la
Humildad, a la participación de feriantes y visitantes y a la generosidad de
los hermanos que regalan el cerdo a la cofradía, como vienen ocurriendo en las
últimas décadas.
Aunque las formas han
cambiado –como la supresión de la exhibición pública del animal –,
el espíritu de la tradición perdura. La venta de papeletas, el sorteo público y
la implicación comunitaria siguen siendo los pilares que sostienen esta
práctica centenaria. Así, la rifa del cochino no solo preserva un legado, sino
que también engloba aspectos destacados como el sentido de pertenencia y la
transmisión intergeneracional de las costumbres, poniendo en valor la
importancia de mantener vivas raíces y tradiciones autóctonas.
El Postigo, la Ermita, la
Feria, la Humildad, el cochino, sus papeletas… una serie de elementos
inseparables que son origen y tradición cada año en esta tricentenaria fiesta;
en la que una de sus señas de identidad celebra este año un destacado aniversario,
tras el hallazgo de los nuevos datos expuestos en el presente trabajo.
Y culmino como ya lo hice
años atrás: A la feria, fontaniegos, al Postigo, a la Fiesta de la Ermita a
disfrutar, y que compren muchas papeletas para que les toque el cochino.
Francis J. González Fernández
Cronista oficial de la villa de Fuentes de Andalucía
NOTAS:
1] A lo largo del presente trabajo se hará referencia
indistintamente a la cofradía de Consolación o a la cofradía de Humildad,
denominaciones que responden, respectivamente, a la advocación primitiva y a la
nomenclatura actual de una misma corporación.
2]
Véanse: La rifa más antigua. En Revista
de Feria de Fuentes de Andalucía 2005. Fuentes de Andalucía (Sevilla):
Delegación de Festejos del Ayuntamiento de Fuentes de Andalucía, 2005, IIª
época, págs. 12-13; y Siglo y medio de la rifa del cochino. 1869-2019. En Revista de Feria de Fuentes de Andalucía
2019. Fuentes de Andalucía (Sevilla): Delegación de Fiestas Populares del
Ayuntamiento de Fuentes de Andalucía, 2019, IIª época, págs. 54-57.
3]
Para conocer más, véase GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, Francis J. «La cofradía filial de
Nuestra Señora de Consolación de la villa de Fuentes de Andalucía (Sevilla)» en
Campa Carmona, Ramón de la, coord. Actas
Congreso Internacional Mariano Consolatrix Afflictorum. Historia,
espiritualidad, devoción, arte. Sevilla: Real, Antigua e Ilustre Hermandad
del Santísimo Cristo de la Vera Cruz, María Santísima de la Soledad y Nuestra
Señora de Consolación, Patrona de Carrión de los Céspedes, 2022, págs. 657-683.
4]
Archivo de la Hermandad de Humildad de Fuentes de Andalucía (AHHF). Libro delos Cavildos dela Hermandad de
Nuestra Señora de Conzolacion zita Enla Hermita de Nuestro Padre San Franco
de esta villa de Fuentes. Año de 1732,
fols. 72r -72v.
5]
Ibíd., f. 75r.
6] Libro de data: Libro contable utilizado para
registrar los pagos o egresos efectuados por una institución o entidad.
Complementa al libro de ingresos o caja, y contiene anotaciones sobre conceptos
de gasto, beneficiarios y cantidades abonadas.
7]
AHHF. Libro de Data en el qual se apuntan
los Gastos que se hacen respective a la Hermita del S.r S.n
Fran.co de Asis de esta v.a de Fuentes. 1803-1882.
8]
Ibíd., f. 31v.
9] Ibíd., f. 9v., 14r., 22r., 25v.; páginas sin foliar
a partir de 1820.
10]
Archivo de la Catedral de Sevilla (ACS), Sección varios, Serie Priorato de
Ermitas, Libro 93, Libro de la Hermandad
de Ntra. Señora de Consolación. Obra de la Hermita, y cuentas de la Hermandad,
siendo Mayordomo Gerónimo de Aguilar, 1753-1803, f. 8r.
11]
Ibíd., f. 43r.
12] AHHF. Libro
de Data…, s.f.
13]
AGAS, Sección Administración
General, Lib. 15851, Libro para los
gastos de la Hermandad de Nuestra Madre y Señora de Consolación. Años 1768-1803,
s.f.
14] AHHF. Libro
de Data… f. 31v.
15]
Ibíd., s.f.
16] Ibíd., f. 10r.
17] Ibíd., s.f.
18] Ibíd.
19] Ibíd.
20] Ibíd.
21]
Ibíd., f. 31r., s.f.
22] Ibíd., s.f.
23] AHHF. Libro
delos Cavildos…, f. 86r.
24]
AHHF. Libro de Cuentas de la Hermandad de
Ntro. Señor de la Humildad, 1897-1975, s.f. El término afrecho
hace referencia al residuo o salvado que queda tras moler y cernir los
cereales, especialmente el trigo, utilizado como alimento para ganado.
25] Ibíd., s.f.
26]
Ibíd.
27]
Ibíd.
28]
Ibíd.
Ref. bibliográfica: GÓNZALEZ FERNÁNDEZ, Francis J.«…De la Rifa del Cerdo. Septiembre de 1850». Nuevos datos sobre la rifa del cochino de la Humildad en la Fiesta de la Ermita y otras formas recaudatorias de la Cofradía de Consolación. En Revista de Feria de Fuentes de Andalucía Fiesta de la Ermita 2025. Fuentes de Andalucía (Sevilla): Excmo. Ayuntamiento de Fuentes de Andalucía, 2025, núm. 25, págs. 56-71.