Era domingo, y las hojas de los almanaques que colgaban en las puertas de las alacenas fontaniegas marcaban en bermellón el número 9. Pero aquel domingo no era un domingo cualquiera. Era septiembre de 1888, y el Postigo lucía engalanado como cada año al llegar estas fechas, los días de la Fiesta de la Ermita.
Desde «la Cruz», en la
esquina de la calle Lora, hasta los alrededores de la propia ermita de San Francisco,
se sucedían una hilera de puestos, tómbolas, tenderetes y casetillas. Ya olía a
almendras y garbanzos tostaos y los peroles de la buñolería estaban llenos de
aceite. 
Los empleados municipales,
como cada año, habían puesto todo de su parte para la ardua tarea de reparar el
deficiente empedrado de gruesos guijarros de la calle Humildad; y de las
berlingas clavadas al efecto lucían gallardetes, banderas descoloridas y los
farolillos que al caer la tarde eran encendidos. Eran de colores, y con una mecha
en su interior, normalmente se prendían con estearina, una especie de grasa
empleada para este tipo de iluminaciones efímeras, conocidas como «a la veneciana». 
El tablao de la
música, que durante todo el verano había permanecido instalado en la entonces
plaza de la Constitución, frente al ayuntamiento, para los conciertos
domingueros de verano de la banda de música ya no estaba allí. Había sido
alzado donde moría la calle de la Humildad y se diluía la amplia explanada que niños
y mayores nombraban El Portillo, probablemente por haber existido allí una
pequeña puerta que, en épocas de epidemias, y con la vieja villa barreada –cercada–
daba acceso a la población, previo control. 
En ese mismo paraje se
levantaba también la plaza de toros, de palos y tablas, donde en las tardes de
la fiesta, y algún que otro domingo cercano, se lidiaban reses bravas, muy probablemente
de los hierros del fontaniego José María Escalera Fernández de Peñaranda o del
campanero Antonio Dana [1]. 
Pues aquel mismo domingo 9
de septiembre de 1888 –primer día de la Fiesta de la Ermita de ese año–, los
regidores municipales fueron convocados a una sesión plenaria de carácter
extraordinario en las Casas Consistoriales de Fuentes de Andalucía. 
Al parecer, de manera
imprevista y apresurada, en las mismas vísperas de la celebración se había
personado en el pueblo un empresario teatral con la intención de ofrecer varias
funciones durante los días festivos. Para ello, levantó un efímero recinto de
tablas, con un modesto escenario y un peculiar patio de butacas de sillas de
palo y enea, todo ello cercado con un improvisado muro de palos y lonetas. Muy
probablemente lo instalaría sobre los muros laterales de la ermita o del
cementerio de la época, contiguo a dicho templo, el cual, durante décadas,
compartió espacio inmediato con la fiesta. 
Estos espectáculos
ambulantes eran comunes en las fiestas de los pueblos, y solían ofrecer representaciones
variadas, aunque predominaban aquellas de carácter cómico y las comedias de
corte costumbrista.
«[…]
Previa citación y anuncio al público según está prevenido se reunió el
Ayuntamiento Constitucional de ella [Fuentes de Andalucía] […] bajo la
presidencia del Sr. Alcalde Dn. Roque Vasco Armero» [2]. 
Abierta la sesión por el presidente, éste expuso 
«[…]
que dando principio en el día de hoy la Velada de la Ermita, y concedido
permiso para poder establecer un teatro de verano próximo donde aquella se
celebra, le parecía conveniente establecer varias reglas o condiciones para el
buen orden y régimen interior del referido teatro, con el fin de evitar los
disgustos y abusos, que se han notado en años anteriores» [3]. 
Ante tales circunstancias, los concejales presentes,
enterados y
«considerando muy
laudable la proposición del Sr. Presidente, por unanimidad se acordó: que se
haga saber al público por medio de los correspondientes edictos que se fijarán
en los sitios acostumbrados de esta Población, lo siguiente:
1ª Que toda persona que
concurra al referido teatro, lo hará con la correspondiente entrada o permiso
del encargado o representante de la empresa del mismo, y que una vez entrada en
él, guarde la posición debida y ocupe el lugar que le corresponde. 
2ª Queda prohibido el
gritar o dar voces, ni a los actores ni a los espectadores, si no guardar el
silencio que es consiguiente en estos actos. 
3ª Queda prohibida
absolutamente el que se vendan ni introduzcan bebidas espirituosas en el
referido teatro.
4ª Que en atención a que
las sillas o asientos que tiene la empresa o compañía carecen de numeración, se
entenderá que las que están tendidas o dobladas es prueba que están ocupadas
sin permitir que persona alguna la levante y use sin el correspondiente permiso
de a quien corresponden. 
5ª Que se evite en lo
posible la aglomeración de personas en las entradas y salidas, sino es que
estas se verifiquen con el mayor orden, sin dar lugar a que se cometan
atropellos. 
6ª Que se cuide mucho el
que en los puestos de bebidas que se establecen estos días de velada no haya
escándalo ni abusos inmorales que desprestigien el buen nombre de la
sociedad. 
7ª Que se encargue a los
dependientes, serenos, y Municipales de este municipio, guarden y hagan quedar
todo lo expuesto y además que el Sr. Presidente le de la publicidad debida y
castigue de arreglo a la ley las infracciones que se cometan» [4].
Y sin más asuntos que tratar, se dio por concluida la
sesión. No es de extrañar que del salón de plenos se fueran para la Feria, Carrera
alante, hasta El Postigo. 
El deber de la autoridad local de velar por la
seguridad y buen desarrollo de los festejos ha sido una constante a lo largo de
la historia de la fiesta. Un ejemplo de ello lo encontramos en 1836, cuando el ayuntamiento
fontaniego, en sesión plenaria, acordó
«[…]
que en atención a estar próxima la Velada llamada de la Hermita, se
establezca ésta en el mismo paraje que se acostumbra estableciendo las tiendas
y puestos en la calle Cruz, lo que arreglarán los diputados de fiestas
poniéndose un auto de buen gobierno por el Alcalde primero Constitucional en el
mencionado punto para que sin impedir el regocijo público se conserve el orden
y la tranquilidad bajo las penas penitenciarias que imponga por defectos
menores, y que se encargue a los comandantes de la Milicia Nacional Local de
ambas armas bajo su más estrecha responsabilidad la conservación del buen orden
de dicha velada estableciendo las correspondientes guardias la infantería y
patrullando de noche y día los de caballería pie a tierra» [5].
Sea como fuere, en aquel 1888 los fontaniegos disfrutaron
de entretenimiento teatral durante la Fiesta de la Ermita, debidamente regulado
y bajo el control de la autoridad municipal; aunque aquel 1888 no fue un buen
año. 
A pesar de que España vivía bajo un cierto barniz de prosperidad y europeísmo durante la regencia de la reina María Cristina, la campaña de aquel año resultó especialmente difícil para la inmensa masa de jornaleros y braceros de los campos de Andalucía. Mientras tanto, en Madrid, Cánovas y Sagasta se alternaban en el poder, liderando a conservadores y liberales en el conocido turno pacífico. Había paz, pero aquel año llovió mucho.
Ello provocó una situación calamitosa, que quedó
patente en la sesión plenaria celebrada por el Ayuntamiento de Fuentes de
Andalucía el 30 de abril de 1888. En ella, 
«[…]
se hizo presente, que a consecuencia de
haberse presentado de nuevo los temporales con lluvias excesivas, los
trabajadores o jornaleros de campo, se le han presentado varios en Comisión,
demandando socorro, pues no podían continuar del modo que estaban, sin tener
absolutamente para alimentarse ni a sus hijos, y por consiguiente, lo ponía en
conocimiento del municipio para que en su vista, acordarse lo que se
considerara de justicia. El mismo enterado y convencido de la verdad de lo
expuesto, pues no hay quien ocupe a tan numerosa clase proletaria, para
ningunas de las operaciones agrícolas, por no poderse salir a los campos, que
se encuentran inundados, por unanimidad acordó: que se abran por segunda vez
los trabajos de composición de ruedos costeados por los fondos municipales,
dándoles trabajo a los más necesitados y señalándoles de jornal setenta y cinco
céntimos de peseta diarios a cada uno […] e invítese también por segunda vez a los dueños de carro para si
quieren contribuir a remediar en parte la calamidad, faciliten aquells con su
caballerías, para arrimar tierra, grava y piedras, al punto donde lo necesite,
pero todo bajo el concepto de servicio voluntario, y sin retribución alguna […]» [6].
Las cosechas no fueron buenas, pero el ocaso del
verano trajo consigo, en Fuentes, esos días feriados que permitían olvidar las
penas, al menos por unos días. Y las calles del barrio del Postigo volvieron a
llenarse del bullicio propio de estas fechas. Las posadas de Cristóbal Álvarez, Francisco Carmona, José Fernández y Sixto Requena [7] estarían
al completo, pues la llegada del ferrocarril, años atrás, no solo había
supuesto una mejora de las comunicaciones comerciales para Fuentes, sino
también un notable aumento de visitantes a los días de las fiestas, como en
este caso, en los trenes que llegaban desde Marchena, La Luisiana o Écija. 
Eran los tiempos de Fernando de Llera y su hermano José María, o del maestro Vilches, entre otros tantos fontaniegos preclaros que dejaron su nombre y su legado en la historia de Fuentes y sus gentes, que en aquel 1888 contaba con 6.924 habitantes [8]. Y pese a las dificultades económicas y sociales de la época, en los días de la Fiesta de la Ermita, los fontaniegos encontraban en la celebración, el encuentro y la tradición un espacio para reafirmar su identidad y huir, aunque de manera efímera, de la áspera realidad que, a diferencia del escenario, no era teatro.
Francis J. González Fernández
Cronista oficial de la villa de Fuentes de Andalucía
NOTAS:
1] Información obtenida de un cartel de festejos taurinos celebrados en Fuentes en septiembre de 1896. Reproducido en: GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, Francis J. Tardes de Toros: Festejos taurinos en Fuentes de Andalucía desde el siglo XVI. Revista de Feria de Fuentes de Andalucía 2015. Fuentes de Andalucía (Sevilla): Delegación de Fiestas Populares del Ayuntamiento de Fuentes de Andalucía, 2015, IIª época, págs. 41-47.
2] ARCHIVO
HISTÓRICO MUNICIPAL DE FUENTES DE ANDALUCÍA (AMF). Sección Gobierno. Legajo 3. Actas
Capitulares 1885-1890, f. 12v. Sesión 9 de septiembre de 1888.
3] Ibíd.,
fols. 12v-13r.
4] Ibíd.
5] AMF.
Sección Gobierno. Libro de Actas Capitulares nº 16, 1829-1836, s.f. Sesión 6 de
septiembre de 1836.
6] AMF.
Sección Gobierno. Legajo 3. Actas Capitulares 1885-1890, f. 64r-64v. Sesión 30 de
abril de 1888.
7] Anuario
del Comercio, de la Industria, de la Magistratura y de la Administración. Madrid, Establecimiento
Tipográfico de los Sucesores de Rivadeneyra, 1888, p. 1651.
8] Ibíd.
Ref. bibliográfica: GÓNZALEZ FERNÁNDEZ, Francis
J. Orden y espectáculo: Reglamentación municipal para el teatro en la Fiesta de la Ermita de 1888. En Revista de Feria de Fuentes de Andalucía Fiesta de la Ermita 2025. Fuentes
de Andalucía (Sevilla): Excmo. Ayuntamiento de Fuentes de Andalucía, 2025, núm. 25, págs. 74-78.  


 
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