Francis J. González Fernández
Cronista oficial de Fuentes de Andalucía
El
crecimiento y la conformación de las primeras calles de la villa de Fuentes se
apoyó en los ejes perpendiculares que trazaban los principales caminos de
comunicación con los núcleos poblacionales colindantes. De este modo, en el
trayecto más próximo al castillo del Hierro del Carril de la Lana –que
comunicaba Fuentes con Carmona y Écija– fue surgiendo la calle Mayor, y
perpendicularmente, desde los pies de la originaria iglesia levantada en la
colina superior, se configuró hacia el norte la calle Carrera, en comunicación
con el camino de La Campana y la Vía Augusta. A espaldas de la torre del
castillo, nacía en dirección suroeste el camino de Marchena, y hacia el
noreste, el camino de Palma, que pasaba por las tierras y caserío de La
Monclova.
Unos
trazados de caminos y naciente trama urbana que determinarían del mismo modo
las puertas y arcos que daban acceso a la villa, que ya en el siglo XV se
hallaba barreada o cercada, una práctica frecuente en la época con objeto –sobre
todo– de la prevención de epidemias y males endémicos.
A
esta función se unía el papel de los accesos al caserío fontaniego, que no
tenían carácter de defensa militar, sino de control tributario y, sobre todo, sanitario,
favoreciendo la protección de los habitantes del lugar con el aislamiento de
los mismos, controlando el acceso al núcleo de población por las puertas
estipuladas.
LOS
BARREOS DE LA VILLA
Según
el Diccionario de la Real Academia de la Lengua el término barrear, hoy en
desuso, significa «cerrar, fortificar con
maderos o fajinas un sitio abierto», y en la Edad Media simplemente cercar
o amurallar [1].
Con
esta práctica, y ante males tan contagiosos, los pueblos se intentaban librar
de las epidemias protegiendo a sus habitantes, sometidos forzosamente a un
estricto control.
A
lo largo de los siglos XVI y XVII la peste fue la pandemia crónica que más
afectó ineludiblemente a Fuentes y su comarca, y son diversos los registros
documentales que dan testimonio de ellos, así como de los consiguientes barreos
llevados a cabo por iniciativa del propio cabildo municipal.
El
primer cercado de la villa datado se remonta a 1583. En el cabildo celebrado
por el Concejo, Justicia y Regimiento de la villa el 2 de marzo de este año se
acordó –ante la amenaza de la peste– el barreo del núcleo de Fuentes, dejando
solo abiertas las puertas de Marchena y la del Monte, siguiendo el ejemplo de
otras localidades del entorno geográfico.
«[…] En este Cabildo el dicho señor Alcalde, Cristóbal
Gómez Tortolero propuso que ya que a sus mercedes es notorio como la ciudad de
Écija, villa de Carmona, Marchena, Osuna y otros lugares de esta comarca se han
barreado y van barreando con toda diligencia para guardarse de la peste que se
dice andar en muchas partes de esta Andalucía, de manera que por la misma causa
conviene asimismo que esta dicha villa se guarde y barree porque no haciéndolo
se les impedirá a los vecinos de esta dicha villa la entrada, trato y
comunicación con las demás partes que se guardan y que están declaradas. Una de
las cuales es la ciudad de Sevilla, de donde tanto daño se seguirá a los dichos
vecinos de esta dicha villa si no entrasen y tratasen en ella.
Que sus mercedes provean lo que
convenga y debiéndose barrear de adonde se proveerá el dinero para ello.
[…] Asimismo que solamente queden dos puertas:
la una, la puerta de Marchena, otra a la puerta del Monte que es al fin de la
Carrera. Y que se tenga cuidado de enviar a la dicha ciudad de Écija por razón
de los lugares de que se guarda» [2].
Años después, en el
cabildo celebrado el 9 de junio de 1599 [3] se volvieron a adoptar medidas para
barrear la villa y librarla de la epidemia vigente, y dos años más tardes, el
19 de marzo de 1601 [4], se tomaron nuevas acciones de cercado a consecuencia
de la epidemia. Ante la magnitud de la enfermedad, en el cabildo del 27 de mayo
de 1601 «se trató como respecto de que cada día va en
aumento las enfermedades del hambre que por los lugares comarcanos crece, se
mandó cerrar las puertas de límite y que sólo se sirviese esta villa por la
Puerta del Monte y que en ella guardasen personas responsables y de confianza
que pudiesen despachar entre muros y lo demás que se le ofreciese. […] los vecinos que fuesen señalados por guardas
para la dicha puerta del monte, el uno de ellos ha de tener la llave y a las 3
de la mañana ha de abrir y estar advertido el día sin que ninguno falte salvo a
horas de comer yendo uno y quedando otro» [5].
Décadas más tarde, en el
cabildo acontecido el 3 de junio de 1637 [6], se encomendó a los regidores
Pascual García Pilares y Francisco Martín de Góngora que se personaran en los
lugares de la comarca con presencia de epidemia de peste, para conocer de
primera mano la situación a la hora de adoptar las medidas pertinentes en la
villa de Fuentes. De tal magnitud era la epidemia que días más tarde, en cabildo
convocado para el 23 de junio, los presentes determinaron barrear la villa para
guardarla de la peste.
Pero las epidemias no
cesaban, y en 1649 amenazó de nuevo estos lares de la campiña sevillana. En
cabildo del 6 de enero se acordó acometer el barreo de la villa «para evitar contagio de enfermedades» [7],
de la misma forma que lo estaban haciendo otros núcleos cercanos.
Ante el temporal de
invierno, que había dañado considerablemente las cercas, en abril de 1649 se
acordó el reparo de las cercas y portillos que servían para proteger la villa.
Durante el periodo de tiempo que la epidemia estuvo vigente, el acceso a la
población era controlado por cuatro aguaciles, a los que, en cumplimiento de lo
dictado en el cabildo de 12 de julio de 1649 [8], se le otorgaron 40 reales a
cada uno por su diligencia en la vigilancia de las puertas y otros actos
relativos a evitar el contagio de la peste.
La epidemia no remitía, y
un nuevo brote se expandió por la zona, por lo que en enero de 1650 se toma la
decisión de cerrar la Puerta del Monte y que sólo quede abierta la de Marchena,
con los guardas pertinentes [9]. De tal magnitud fue la epidemia que el cabildo
prosiguió tomando medidas en los meses siguientes, como consta en las actas de
los cabildos de 24 de abril y 1 de mayo.
Casi un siglo después del
primer barreo documentado de 1583, en el verano de 1679 se llevó de nuevo a
cabo esta práctica en la villa de Fuentes, según unas notas aparecidas al final
del libro de colecturía de la Iglesia Parroquial que da comienzo en el año 1711
[10]: «Cuando se hallavan los Pueblos
sincumbezinos con la calamidad de la peste […].se Barreo esta villa teniendo en cada puerta un diputado con sus
guardas para que no entrase ningun transitante». Parece ser que el 27 de
agosto de 1679, habiendo sido «Dios
servido de precabidad de tal conatgio», Fuentes y sus vecinos «le votaron fiesta a Ntra. Sra. y a su
Patron Sn. Sebª. [San Sebastián]».
LAS ÚLTIMAS PUERTAS DE LA
VILLA
Al
núcleo histórico de la villa de Fuentes se accedía por medio de cinco puertas,
portillos, arcos o postigos, que en su origen desempeñaron el papel de controles
fiscales y sanitarios, como se ha citado con anterioridad.
La
puerta o arco de Marchena se ubicaba en la zona inferior de la Barrera de
Palacio (Plaza de España), en las proximidades de la torre del castillo de los
Señores y franco sur de la plaza, de donde partían dos caminos distintos hacia
la villa ducal, el alto y el bajo; mientras que la puerta del Monte, situada en
la parte baja y extrema de la calle Carrera, comunicaba con los caminos del
norte, así como con la Fuente de la Reina, principal manantial de
abastecimiento de agua potable para la población fontaniega.
En
los extremos de la calle Mayor se situaban las puertas de Carmona –también
nombrada de Sevilla–, junto a donde se fundaría el monasterio de las
Mercedarias Descalzas, y la puerta o arco de Écija, en el extremo oriental de
la calle, por encima de donde hoy se sitúa la calle Roque Vasco.
Por
último, en el ángulo noreste de la villa, se situaba el Postigo del Carbón, por
cuyo camino se iba hacía La Monclova y Palma del Río. Un acceso de menor
entidad y el último en levantarse.
En
la segunda mitad del siglo XVIII aún se tiene constancia documental de la
existencia física del Arco de Marchena, construido en ladrillo y encalado, siendo
los arcos de Carmona y Écija demolidos en la segunda mitad del siglo XIX, y
convirtiéndose de este modo en los dos últimos que desgraciadamente
desaparecieron y fueron eliminados del entramado urbano.
En la
sesión plenaria celebrada el 10 de marzo de 1877, el alcalde manifestó «que el arco llamado de las Monjas que se
encuentra a la entrada de la calle Mayor por la parte de la Alameda, según
varias personas le han hablado, y que a la simple vista se observa, se
encuentra en un estado ruinoso, principalmente su clave, y hay temores de que
se desprenda y pueda suceder desgracia» [11].
El
ayuntamiento enterado encargó su reconocimiento a los peritos de albañilería
Diego García Sánchez y Francisco Ruiz Tesoro.
Una
semana después, en la posterior sesión del cabildo que tuvo lugar el día 17, se
dio lectura al informe redactado por los peritos antes citados:
«[…] si bien es cierto que la clave de dicho
arco está parte de ella ruinosa, no se considera esté en estado de hundimiento,
todo es, que necesita hacerle la precisa reparación, pero que esta ha de ser
algo costosa. El ayuntamiento después de oído a la Comisión de Ornato Público y
considerando lo inútil que es la conservación de dicho arco, pues no reporta
ventaja alguna a la población y sí gastos que necesariamente hay que hacer en
repararlo, por unanimidad acordó: la demolición de toda parte que lo constituye
[…]» [12].
Esta
zona de la calle Mayor, aún en las primeras décadas del siglo XXI, es conocida
de forma popular entre los vecinos más mayores como «el arco».
La misma
suerte corrió el arco o puerta de Écija. En el pleno municipal convocado para
el 13 de abril de 1878, el alcalde manifestó «que varios vecinos se han acercado
haciéndole presente el mal estado en que se encuentra el arco que de muy
antiguo existe en la calle Mayor de esta población, pues se haya desplomado y
abierta su clave, de manera que amenaza ruina. El ayuntamiento en su vista y
considerando las desgracias que puedan ocurrir si llega a hundirse dicho arco,
no tan solamente a las personas que por junto a él transitan si no es también a
los edificios inmediatos, por unanimidad acordó se le haga saber al perito de
albañilería Francisco Ruiz Tesoro pase inmediatamente a reconocerlo, y si lo
encuentra en el estado de ruina que se dice proceda a su hundimiento con las
precauciones necesarias, y sus materiales se vendan en pública subasta» [13].
Lamentablemente,
el arco de Écija fue demolido, y con su desaparición se exterminó de la trama
urbana fontaniega este tipo de estructuras arquitectónicas que con el
desarrollo urbanístico acontecido en el siglo XVIII habían perdido sus
funciones. Circunstancia que no lo exime de la irreparable pérdida que supuso
para el patrimonio histórico local.
NOTAS:
1]
NAVARRO LORA, José María. Del barreo de la villa de Fuentes. En Aires Nuevos:
Periódico de información local. Fuentes de Andalucía (Sevilla): Asamblea local
de Nueva Izquierda-Verde Andaluza (NIVA), julio 2001, I época, núm. 4, pág. 7.
2]
(A)RCHIVO HISTÓRICO (M)UNICIPAL DE (F)UENTES DE ANDALUCÍA. Actas Capitulares.
Libro 1. Cabildo 2-III-1583.
3]
A.M.F. Actas Capitulares. Libro 3. Cabildo 9-VI-1599.
4]
Ibídem. Cabildo 19-III-1601.
5]
Ibídem. Cabildo 17-IV-1601.
6]
Ibídem. Libro 4. Cabildo 3-VI-1637.
7] Ibídem.
Libro 5. Cabildo 6-I-1649.
8]
Ibídem. Cabildo 12-VI-1649.
9]
Ibídem. Cabildo 11-I-1650.
10]
(A)RCHIVO (P)ARROQUIAL SANTA MARÍA LA BLANCA DE (F)UENTES DE ANDALUCÍA. Libro 5
de Colecturía y Entierros de 1711. Fol. 27.
11] A.H.M.
Actas Capitulares. Legajo 1, libro 2, folio 73. Cabildo 10-III-1877.
12]
Ibídem. Folio 78. Cabildo 17-III-1877.
13]
Ibídem. Legajo 1, libro 3, folio 85 v. Cabildo 13-IV-1878.
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