Francis J. González
Fernández
Cronista oficial de la villa de Fuentes
de Andalucía
La Orden de los Siervos de María, también conocidos como servitas, es una orden religiosa católica de vida apostólica y de derecho pontificio, fundada en 1233 en Florencia (Italia) por siete hombres –conocidos por la literatura cristiana como los siete santos fundadores–, de orígenes nobles y burgueses.
La Orden pronto
conoció una gran expansión y se convirtió, sin duda, en una de las más
importantes de la Iglesia no sólo por el número y ciencia de sus frailes, sino
también por la importancia de su rama de monjas contemplativas, que siguieron
el espíritu de Santa Juliana de Falconieri, hermana de uno de los siete
fundadores.
A ambas ramas se
sumaron las numerosas congregaciones de religiosas de vida activa, sus institutos
seculares y, sobre todo, por la enorme relevancia de su Orden Tercera de
Seglares. Muchas de estas últimas, han derivado en los últimos siglos en
cofradías de penitencia, conformando el amplio árbol de la familia servita.
Con el aval de
siglos de historia y expansión del carisma servita, sería un presbítero de la
Orden de Clérigos Menores –el padre Manuel Gil– quién llevaría a cabo la
fundación, en los albores del siglo XIX, de la congregación servita en Fuentes
de Andalucía. Tal hecho aconteció el 23 de noviembre de 1806 en la Iglesia Parroquial
Santa María la Blanca, en una ceremonia a la que concurrieron “un crecido número de personas de ambos
sexos”, el clero de la villa y una representación del ayuntamiento, como
poder civil; dando de todo ello fe en testimonio de la verdad el escribano
público Gerónimo Ruiz Ibañez.
La fundación había
sido aprobada con fecha 4 de julio de 1806 por el Provincial de la Orden
Servita de la provincia de España, quién había conferido al citado padre Gil
facultades para tal fin, y ratificada con licencia del Ordinario –el arzobispo
de Sevilla– el 7 de agosto del mismo año.
Su principal
objetivo y fin, según consta en sus reglas fundacionales, era “renovar la memoria de los Dolores de María
Santísima y los de Jesucristo Nuestro Señor”, pudiendo formar parte de la
misma todos los hombres y mujeres de conducta cristiana.
El gobierno de la
Congregación corría a cargo de una serie de oficiales, cada uno de ellos con
unas competencias determinadas, todos bajo la dirección del Corrector, que
tenía que ser un presbítero, el cuál era la cabeza de corporación y a quiénes
tenían que obedecer. El primer corrector de los servitas fontaniego fue el cura
D. Mateo de los Reyes y Montenegro.
Este era el
encargado de la bendición de los escapularios y coronas, admitir los santos
hábitos y profesión, y ordenar y dirigir las festividades, así como velar por
el cumplimiento de las reglas. La Junta estaba compuesta por un subcorrector,
un prior, dos diputados eclesiásticos y dos seculares, un maestro de novicios,
dos enfermeros, un limosnero, un depositario, un secretario, una priora, una
maestra de novicias y dos enfermeras.
Erigida la
congregación, esta encargó al ubriqueño José Fernández Guerrero “vecino de Cádiz y escultor de mérito de la
Academia de San Fernando” la efigie de la imagen titular de la misma, una
dolorosa de candelero, con las manos entrelazadas y mirada implorante, con una
dulce expresión de resignado dolor y mesurado dramatismo. El coste de la misma ascendió
a 1.000 reales de vellón y fue sufragado por los fontaniegos –siervos de la
nueva congregación– Antonio María Escalera y su hija María Dolores.
José Fernández
Guerrero (1748 - 1826) se formó artísticamente en la Academia San Fernando de
Madrid, de donde se trasladó a Cádiz, ciudad en la que desarrolló su profesión.
Entre las escasas obras de temática religiosa que se conocen de Fernández
Guerrero están la Divina Pastora que se venera en la Iglesia de los Capuchinos
de Sevilla; las imágenes de San Miguel Arcángel y el Santo Ángel de la Guarda
del ático del retablo mayor de la iglesia gaditana de San Juan de Dios; Nuestra
Señora de la Soledad de Jerez de la Frontera; o la Virgen del Mayor Dolor de la
sacristía de la capilla dedicada al beato Diego José en Cádiz.
La imagen de
Nuestra Señora de los Dolores de Fuentes de Andalucía guarda una asombrosa
similitud con la efigie de la Virgen de las Angustias de la archicofradía del
Ecce Homo de Cádiz, no documentada a la fecha, pero si atribuida con bastante
acierto a Fernández Guerrero.
La nueva dolorosa fontaniega fue expuesta al culto en un retablo de nueva factura que fue instalado a los pies de la nave de la segunda nave de la epístola de Santa María la Blanca. El mismo importó 3.000 reales, y fue realizado por el sevillano Francisco Calvete, según diseño de Juan Agustín Cean Bermúdez, director del Archivo de Indias.
La principal fiesta de la congregación era celebrada el viernes después de la dominica de pasión –Viernes de Dolores–, precedida de un septenario a la Virgen. Convocaban también función en la dominica tercera del mes de septiembre, así como en el día de los siete bienaventurados fundadores de la Orden de Siervos de María Santísima, el 11 de febrero. Anualmente, en la festividad de San Felipe Benicio, la hermandad tenía que celebrar cabildo general, y la junta de oficiales tenía la obligación de reunirse como mínimo una vez al mes, teniendo un periodo de mandato de tres años.
Los hermanos, que
anualmente sufragaban una cuota de 2 reales –al menos en la época fundacional–,
tenían la obligación de llevar siempre sobre su cuerpo el escapulario bendito
de la Orden, y cumplir todo cuanto fuera dictado por el padre corrector.
Estrechamente vinculada a las sagas familiares de los Fernández de Peñaranda y de la Escalera, la hermandad obtuvo en un breve espacio de tiempo un valiosísimo ajuar de ropas y joyas para su titular, de la que se conservan entre otras una corona y puñal de orfebrería, ambos en plata sobredora, una media luna de plata repujada, una saya de terciopelo rojo bordada en oro y un manto de camarín negro bordado en oro.
La desaparición
como tal de la congregación servita fontaniega se produjo a finales del siglo
XIX, aunque el culto a la Virgen de los Dolores y la celebración del septenario
se mantuvo hasta mediados de la segunda mitad del siglo XX.
A finales de la
década de 1970, se constituyó en la propio templo parroquial una nueva cofradía
de Semana Santa, que realizó durante escasos años su estación de penitencia en
la tarde noche del Lunes Santo. Esta hermandad, cuya permanencia en el tiempo
fue muy corta, tomó como titulares las imágenes de un Jesús Nazareno bajo el
título de Gran Poder y como efigie mariana, la de la Virgen de los Dolores de
la extinta corporación servita.
Aún sin hermandad
propia en la actualidad, la imagen de Nuestra Señora de los Dolores ha
permanecido en su emplazamiento original y recibe culto en la Iglesia
Parroquial de Santa María la Blanca de Fuentes de Andalucía, cuyo capilla mayor
ha pasado a presidir durante la semana de pasión de 2021, culminando con una
Solemne Función en el Viernes de Dolores.
[A la izquierda, altar extraordinario para el Septenario de la Virgen de los Dolores a finales del siglo XIX. A la derecha, imagen correspondiente al Viernes de Dolores de 2021].
FOTOGRAFÍAS: Fuentes Cofrade, Cofradía Ecce Homo de Cádiz y fototeca particular del autor.
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