Se han cumplido en este convulso año 2020 doscientos años del pronunciamiento del
teniente coronel Rafael del Riego contra el rey Fernando VII a consecuencia de
su gobierno absolutista y despótico; un hecho que aconteció el 1 de enero de
1820 en la localidad sevillana de Las Cabezas de San Juan.
El alzamiento dio paso a un periodo de tres años en
los que el monarca tuvo que aceptar la Constitución de Cádiz de 1812 y permitir
una monarquía constitucional en España, el denominado Trienio Liberal
(1820-1823).
Dos meses y medio después del suceso de Las Cabezas de
San Juan, se juró en Sevilla la Constitución y, «como al restablecerse el nuevo régimen eran muchos los descontentos de
él, y no pocos los instigadores de influencia suficiente, fue preciso a las
nuevas autoridades que tomaron el mando de la provincia adoptar algunas medidas
en evitación de sucesos desagradables, próximos
siempre a ocurrir en aquellos turbulentos días en que los odios y rencores
políticos estaban tan enconados» [1].
Ante tal realidad y siendo inminente la llegada de la
Semana Santa, el general Moreno y Daóiz, «jefe
superior político» dictó una normativa sobre la forma en la que las
cofradías debían procesionar. En ella impedía a las hermandades el uso de
capirotes, antifaces y túnicas, les
prohibía estar en la calle después del toque de oraciones y mandaba a las de
madrugada que no salieran hasta el amanecer, todo ello en bien del «interés público y la conservación del orden».
Ante ello, las corporaciones que tenían previsto salir en los días siguientes
declinaron el hacerlo por «las extrañas
condiciones que imponía la autoridad civil con alardes arbitrarios y las hostilidades
a las nuevas ideas», argumentando que lo dispuesto iba en contra de sus
tradiciones.
Las estrictas reglamentaciones se prologaron durante
los años sucesivos, dando lugar a un largo quinquenio sin cofradías en las
calles de Sevilla. Una ausencia que se extendió más allá del regreso del
absolutismo, no recuperándose la normalidad hasta la Semana Santa de 1826.
Pero que no lo hicieran en la capital, no implica que
en otros puntos de la geografía provincial las cofradías no realizaran sus
pertinentes estaciones de penitencia, en cumplimiento de su regla de dar culto
público a sus Titulares, siempre que las condiciones económicas de las
corporaciones, las circunstancias atmosféricas u otra serie de aspectos mayores
lo permitieran.
De este modo, los apuntes correspondientes en los Libros de Colecturía y Entierros del
Archivo Parroquial Santa María la Blanca, dan prueba documental que en Fuentes
de Andalucía hubo cofradías en las calles en los días de Semana Santa durante
determinados años del periodo histórico que nos ocupa.
El 24 de marzo de 1820 era Viernes de Dolores, y
mientras el país andaba convulso con el acatamiento, de nuevo, de la Constitución
de 1812, en la villa de Fuentes la vida transcurría con relativa normalidad. En
la iglesia parroquial, culminaba en esta jornada con fiesta solemne el
Septenario de la Virgen de los Dolores de los Servitas, «con misa, manifiesto y responso» [2], en las vísperas de una nueva
Semana Santa.
La primera de las cofradías que realizó su estación de
penitencia en este año que nos ocupa fue la del Señor de la Humildad y Nuestra
Señora de los Dolores, desde la ermita de San Francisco, en el arrabal del Postigo del Carbón. Y lo hizo, como era
propio, en la tarde del Miércoles Santo, abonando por su salida a la Colecturía
de la Parroquia 35 reales y tres cuartos [3].
Al día siguiente, Jueves Santo, 30 de marzo, hizo su
estación de penitencia la muy antigua cofradía de la Vera Cruz, que tuvo que
abonar por ello a la Colecturía 23 reales y un cuarto [4]; y el Viernes Santo
lo haría la última de las tres corporaciones que pusiera sus andas en la calle
en 1820, la del Santo Entierro, y que según consta llevó «el Santo Sepulcro al Hospital» de la Caridad, aportando a la
Colecturía 25 reales y 16 velas [5].
En 1821 fueron dos las cofradías que pudieron
procesionar. El 19 de abril, Miércoles Santo, lo hizo la de la Humildad y el
Jueves Santo, la de Jesús Nazareno, desde el convento de los padres mercedarios
descalzos.
Y es a partir de este –1821– cuando se produce un
trienio en el que las cofradías fontaniegas no llevan a cabo sus públicas
estaciones de penitencia, sumándose de este modo a la larga ausencia de la
capital hispalense. Los libros de Colecturía no muestran apuntes relativos a
las procesiones de las semanas santas de 1822, 1823 y 1824; omisión de desfiles
que podría estar causada por diversos motivos, no solo políticos. De este modo,
no se pueden descartar los fenómenos meteorológicos, puesto que hay crónicas de
la época que relatan cómo –por ejemplo– la de 1822 fue una Semana Santa muy
lluviosa y muy fría.
Tanto en términos generales como propiamente locales, el
convulso siglo XIX dejó sus secuelas en el mundo de las cofradías, y del mismo
modo, en las corporaciones fontaniegas. No hay un periodo de tiempo donde hayan
sucedido tantas vicisitudes históricas que hayan afectado tan directamente a
las cofradías. Desde epidemias, una invasión, guerras, leyes desamortizadoras,
la marcha de los mercedarios descalzos y el cierre y deterioro del convento,
desorganizaciones… hasta otros aspectos como el nacimiento de la cofradía de la
Soledad y su posterior fusión con la del Santo Entierro, la reordenación en los
días de salida perdiéndose la madrugada fontaniega, la recuperación de la
iglesia de San José y la fundación de la hermandad del Señor de la Salud, el
esplendor de la hermandad servita, las obras de ampliación de la ermita de San
Francisco, la propagación de la devoción al Señor de la Piedad y Misericordia y
construcción de su ermita en el Calvario, el cambio de sede de la cofradía de
la Vera Cruz…
A principios del siglo que nos ocupa, –concretamente en
1803– salieron y por tanto estaban activas las cofradías de la Humildad, Vera
Cruz, Jesús Nazareno y Santo Entierro, que realizaban por costumbre sus
estaciones de penitencia, respectivamente, el Miércoles Santo, Jueves Santo,
madrugada del Viernes Santo y tarde del Viernes Santo [6].
Fue únicamente la de la Humildad la que consiguió
mantenerse activa ininterrumpidamente durante estas primeras convulsas décadas
del siglo XIX. Tanto es así, que desde 1825 a 1830 –ambos inclusive– es la
única hermandad que logra poner su cofradía en la calle durante la Semana Santa
fontaniega.
Ya en la década de 1830 se localizan datos esporádicos
de actividad en las cofradías de Jesús Nazareno y del Santo Entierro, y no es
hasta 1841 cuando de nuevo certificamos documentalmente una Semana Santa
completa con las cofradías de Humildad el Miércoles Santo, Vera Cruz en la
tarde de Jueves Santo, Jesús en la madrugada del Viernes Santo y el Santo
Entierro en este último día en horario vespertino.
Francis J.
González Fernández
Cronista oficial de Fuentes de Andalucía
Ref.
bibliográfica: GÓNZALEZ FERNÁNDEZ, Francis J. En Revista de la Semana Santa de Fuentes de Andalucía 2020. Fuentes de
Andalucía (Sevilla): Hermandad y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Jesús de la
Santa Vera Cruz y María Santísima del Mayor Dolor, 2020, núm. 25, págs. 20-22.
NOTAS:
[5] Ibídem.
[6] A.P.F. Libro 12 de Colecturía y
Entierros. Fol. 39v.
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