El hallazgo de nuevos documentos históricos permite, en muchas ocasiones, reformular o ampliar el conocimiento que se tiene sobre una determinada temática objeto de estudio. De este modo, en la edición de 2019 de esta publicación reivindicábamos el ciento cincuenta aniversario de una tradición singular de Fuentes de Andalucía, de notable valor etnológico, inherente a la Fiesta de la Ermita: la rifa del cochino de la Humildad [1]; cuya temática ya abordamos igualmente –aunque de manera menos rigurosa– en la edición de 2005 [2].
Sin embargo, años después, los datos disponibles nos permiten actualizar la cifra de ediciones y, al mismo tiempo, ampliar significativamente el horizonte temporal de esta costumbre. En efecto, no se trata ya de una práctica con 156 ediciones, sino de una tradición que puede documentarse con al menos 175 años de antigüedad.
Un descubrimiento que no solo fortalece el carácter histórico de la propia rifa y de los elementos simbólicos y socioculturales que lo acompañan, sino que contribuye a consolidar esta práctica como una manifestación cultural de hondo arraigo en el contexto de la feria fontaniega cuya relevancia trasciende el acto puntual del sorteo en sí.
La permanencia en el tiempo a lo largo de los últimos 175 años del hecho del sorteo del cerdo vivo y cuanto conlleva socialmente, viene a unirse a la particularidad del origen y evolución de la fiesta en sí, ambos hechos sustancialmente vinculados a la primitiva Cofradía de Nuestra Señora de Consolación –posteriormente conocida como de la Humildad–. Serían los propios cofrades fontaniegos, a su regreso de su anual peregrinación a Utrera cada 8 de septiembre, y en semejanza de cuanto experimentaban en torno al santuario de Consolación durante la romería de la Virgen, los que importarían el formato lúdico, festivo y comercial que allí se desarrollaba, y que en el caso de Fuentes, tendrían lugar en torno al 12 de septiembre, fiesta del Dulce Nombre de María, fecha en la que la cofradía fontaniega rendía culto a su titular letífica [3].
Una fiesta que, a lo largo de su dilatada historia, ha sufrido importantes cambios: en su fecha de celebración, fines, nombre, costumbres, formas, imagen o formato, entre otros muchos aspectos. Sin embargo, hay algo que siempre se ha mantenido: el emplazamiento donde se celebra, en torno a la ermita de San Francisco. De ahí proviene su denominación primitiva, única y singular, ya que tomó el nombre del espacio donde tenía lugar. Este nombre se mantuvo vivo en el uso popular, incluso cuando pasó a llamarse oficialmente Feria de Fuentes de Andalucía, transmitiéndose de forma oral el término «Fiesta de la Ermita» hasta su recuperación institucional en 2024.
A pesar de que a lo largo del siglo XIX sería el ente municipal la entidad que asumiera íntegramente la organización de los festejos tomando el testigo de la cofradía de Consolación, ésta no quedaría totalmente al margen de la misma, manteniendo así mismo las celebraciones litúrgicas propias, entre las que tenía lugar la procesión de la Virgen de Consolación, que partiendo de la ermita e iniciándose por la exornada calle Humildad, recorría las calles fontaniegas.
Los requerimientos económicos de la cofradía de Consolación superaban los de cualquier otra entidad de su clase en Fuentes durante los siglos XVIII y XIX, fundamentalmente por dos motivos. En primer lugar, por su doble condición de cofradía penitencial y letífica, lo que implicaba una duplicidad de gastos para atender los cultos de cuaresma y de Dulce Nombre de María, así como las procesiones del Miércoles Santo y del 12 de septiembre. En segundo lugar, y aún más relevante, por su papel como usufructuarios, custodios y mecenas del templo de San Francisco, lo que conllevaba un notable compromiso económico para el mantenimiento y dignificación del edificio, así como para garantizar el culto durante todo el año. Esta situación obligó a los cofrades de Consolación a recurrir a ingresos extraordinarios, más allá de los donativos o las cuotas de los miembros de la corporación, entre los cuales se encontraban las rifas o sorteos, cuya práctica analizaremos a continuación.
Las rifas o sorteos con fines recaudatorios constituyen una práctica ampliamente extendida en la sociedad contemporánea, cuyo origen se remonta a civilizaciones antiguas. No obstante, su uso como mecanismo para obtener recursos económicos –frecuentemente destinados a fines benéficos o comunitarios, como en el caso que nos ocupa– se consolidó especialmente durante la Edad Media y la Edad Moderna. Su funcionamiento consiste básicamente en la venta de papeletas numeradas consecutivamente a un precio establecido, que participan en un sorteo cuya metodología y fecha están especificadas en el boleto. Una vez extraído el número ganador en la fecha señalada, el poseedor de la papeleta correspondiente adquiere el derecho al premio estipulado.
Esta práctica está ampliamente generalizada en el tejido social, constituyendo una fuente habitual de ingresos para asociaciones, clubes deportivos, hermandades e incluso para personas particulares que han subsistido mediante la celebración periódica de rifas como forma de beneficencia o autofinanciamiento.
En el caso de la rifa del cochino de Fuentes de Andalucía, su origen responde claramente a la necesidad de obtener recursos para el sostenimiento de la cofradía de Consolación, como se mencionó anteriormente. Esta práctica del sorteo de un animal vivo, propia de una zona eminentemente agrícola y ganadera, ofrecía un premio de indudable valor práctico para la familia agraciada, en el contexto de una economía agraria y marcada por la escasez de recursos; y que probablemente surgió en la primera mitad del siglo XIX, en el marco de la celebración de la Fiesta de la Ermita, aprovechando la gran afluencia de público que se congregaba en dicha festividad, lo que facilitaba la venta de papeletas y garantizaba una mayor recaudación.
Aunque el origen exacto de la rifa no puede determinarse con precisión, los datos documentales más antiguos conocidos hasta la fecha se remontaban a 1869, año en el que se decidió rifar una mula; y es a partir de 1870 cuando se introduciría la figura del cerdo como objeto principal del sorteo.
El 13 de junio de 1869, «Serreunió la hermandad de el Señor de Humildad en el sitio de costumbre ermita de S.n Francisco de Así y seacordo q.e secomprara una bestia mula para rifarla por dichos hermanos q.e se ayara presente para q.e coste [conste] cofirmamos todo los concurrentes en el día de la fecha» [4].
Un acuerdo que fue rubricado por los oficiales Manuel Labella, José Giménez, Francisco García, Antonio Rivero y Juan de Flores, este último en calidad de hermano mayor.
Los óptimos resultados económicos propiciaron la continuidad de esta práctica, y al año siguiente, en el cabildo celebrado el 12 de junio de 1870 «Sereunio la ermanda del S.n de la humirdad en el sitio de costumbre Ermita de S.n Fran.co de Asi se acordo q.e cerifase el cochino y seis fanega de trigo incluso los dos y para q.e coste [conste] lo firmamos…» [5].
Ahora bien, la localización de varios recibos sueltos correspondientes a rifas celebradas en los años 1849 y 1850, hallados en el archivo de la cofradía de la Humildad, permite retrotraer con mayor certeza la antigüedad de esta práctica. Estos documentos, aunque de carácter contable y disperso, constituyen la evidencia más temprana conocida hasta la fecha sobre la existencia de este tradicional e histórico sorteo organizado por la hermandad, y sitúan documentalmente la rifa del cochino de la Humildad al menos dos décadas antes de lo que reflejan los libros de actas y data [6] del siglo XIX.
En este caso, se trata de cuatro recibos manuscritos sobre papel, en formato de media cuartilla y unidos por un alfiler metálico de costura, hallados entre las páginas del Libro de Data [7] de la cofradía correspondiente a la centuria decimonónica y cuyos títulos enumeramos literalmente a continuación:
1. Razon
de la Rifa del Cerdo. Setre 16 de 1850.
2. Razon
de la Rifa del Borrego Mayo 20 de 1850.
3. Razon
de la Rifa del Borrego. Setre 11 de 1849.
4. Razon
del Producto de la Cerda / Rifada el día 15 de Agosto de 1849.
El estudio del contenido de cada documento aporta no solo la cuantía que la cofradía ingresó como beneficio por cada sorteo, sino también datos complementarios de interés, como el número de papeletas vendidas, el coste de éstas, el precio unitario de las mismas o el detalle de gastos deducidos.
Si analizamos el recibo correspondiente a la rifa del cerdo de la Fiesta de la Ermita de 1850, de él se desprende cómo se vendieron 1.000 papeletas al precio de ocho cuartos cada una –lo que equivalía a 32 maravedíes–, ingresando por la venta 941,6 reales. A falta del coste de la impresión de las papeletas que no poseían a la fecha de la emisión del recibo en cuestión, los gastos ascendieron a 108,6 reales, empleados en papel para los boletos del sorteo, la comisión del demandante por su trabajo en la venta de papeletas, el regalo de algunas de éstas o ¼ de fanega de habas para el cerdo.
Tómese en cuenta que en la España de mediados del siglo XIX, la moneda fraccionaria se organizaba así: 1 real equivalía a 34 maravedíes, y cada cuarto valía 4 maravedíes, por lo que 1 real se dividía en unos 8 cuartos, aunque la cifra no era exacta por la variedad de monedas pequeñas en circulación. Tras la reforma monetaria de 1847, el real de vellón pasó a dividirse oficialmente en 100 céntimos de real, aunque en la práctica durante décadas siguieron usándose los términos tradicionales de maravedí y cuarto en el lenguaje cotidiano y en documentos de contabilidad.
Los beneficios que estos cuatro sorteos realizados por la hermandad entre 1849 y 1850 reportaron el siguiente beneficio para la misma:
- Cerdo, septiembre 1850 _ 833
reales, a falta de descontar el coste de impresión de la papeletas. Se
vendieron 1.000 papeletas al precio de 8 cuartos.
- Borrego, mayo
1850 _ 83 reales, llegándose a vender 600 papeletas a 2 cuartos.
- Borrego, septiembre 1849 _ 168
reales. Se vendieron 700 papeletas al precio de 2 cuartos.
- Cerdo, agosto
1849 _ 542,17 reales, vendiéndose 1.273 papeletas a 4 cuartos.
El reciente hallazgo de la documentación expuesta no solo permite acreditar la notable antigüedad de esta práctica, sino que también posibilita un análisis más detallado de la misma, así como el estudio de una serie de elementos propios y singulares que giraban en torno a la rifa del cochino, sobre los cuales profundizaremos a continuación.
En las cuentas correspondientes al año 1849 aparece documentada la figura del demandante, un personaje esencial en la historia de la hermandad de Consolación durante los siglos XVIII y XIX. Su cometido principal consistía en recorrer diariamente las calles de Fuentes solicitando limosnas en favor de la cofradía, portando para ello la conocida «bacinilla del Señor de la Humildad». Esta vía de recaudación venía a complementar otras fuentes de ingresos habituales de la corporación del Postigo, tales como las cuotas abonadas por los hermanos o los beneficios derivados de rifas y sorteos, analizados en el presente estudio.
La Real Academia Española define bacinilla, en su primera acepción, como «vasija pequeña para diversos usos». En el ámbito específico de las hermandades y cofradías, la bacinilla era efectivamente un recipiente –generalmente de metal o cerámica– de forma cóncava o semejante a un cuenco, destinado a la recogida de donativos voluntarios. Su utilización se extendía a distintos momentos de la vida corporativa: cultos, procesiones, cabildos de hermanos o incluso visitas domiciliarias, en las que el demandante –también mencionado en la documentación como hermano postulante– recorría los hogares de Fuentes para recaudar fondos destinados a las necesidades de la hermandad, percibiendo por esta labor una remuneración establecida.
El análisis del Libro de Data de la cofradía permite constatar que éste no solo cobraba un salario diario, sino que además recibía determinadas compensaciones en especie o gratificaciones al llegar la Fiesta de la Ermita, reflejo de su papel dentro de la cofradía. De manera sistemática, la cuantía de su jornal diario aparece consignada en los asientos contables, precedida en ocasiones del número de jornadas trabajadas. Por ejemplo, en 1820 cobraba un jornal de 3 reales diarios: «Por 347 días a 3 r.s su jornal a el hermano postulante _ 1.014» [8].
Sin embargo, en años posteriores, como en 1826, el jornal se redujo a 2 ½ reales diarios, lo que pone de manifiesto una cierta variabilidad en la retribución económica del demandante. Esta oscilación podría explicarse tanto por las fluctuaciones en la situación financiera interna de la hermandad como por el contexto político y social más amplio, especialmente teniendo en cuenta que, durante el Trienio Liberal (1820-1823), la cofradía se vio obligada a interrumpir temporalmente sus salidas procesionales a raíz de las disposiciones legales restrictivas hacia las corporaciones religiosas. La realidad política de ese periodo dejó sin pasos en la calle a los fieles fontaniegos durante las semanas santas de los años 1822, 1823 y 1824. A pesar de ello, los hermanos del barrio del Postigo mantuvieron el culto interno a sus Titulares.
Junto a esta remuneración monetaria, las cuentas
registran ayudas complementarias destinadas a cubrir las necesidades básicas
del demandante, generalmente calzado. Entre los ejemplos documentados se
encuentran los siguientes apuntes:
- 1803: «De
unos sapatos para el demandante _ 28 reales».
- 1806: «Por
componer los sapatos del demandante _ 12 reales».
- 1814: «Una
manta para el hermano que pide por la calle _ 30 reales».
- 1815: «Un
par de sapatos i un aliño pª el hermano qe. pide p.r la cal _ 35
reales».
- 1820: «Por
dos pares de zaptos y algunos aliños p.a dho. hermo _ 59
reales».
- 1823: «Al
hermano […] un par de sapatos como es costumbre _ 29 reales».
Estos datos, procedentes de la propia contabilidad
de la hermandad [9], ilustran no solo la importancia del hermano demandante
como figura visible de la cofradía en la vida cotidiana del pueblo, sino
también la forma en que la institución se preocupaba de dotarle de los recursos
mínimos necesarios para desempeñar dignamente su cometido.
Como se ha señalado anteriormente, la figura del demandante desempeñó un papel destacado en la Hermandad de la Humildad a lo largo de los siglos XVIII y XIX. Una muestra clara de esta importancia se observa durante las obras de construcción de la nueva ermita de San Francisco, que se prolongaron entre 1751 y 1758.
Es particularmente ilustrativo cómo los cofrades y devotos, portando la bacinilla del Señor, recorrían todo el pueblo solicitando limosnas para sufragar los gastos de la obra. Así queda asentado en el Libro de la Obra de la Hermita:
«En la villa de Fuentez, en Catorze días, del Mes de Octubre, del Año, de mil settezis, y Simqta y uno, Franco Fernandez Mono Comenzó apedir, para la, Obra de la Hermita, a Devozion de Gernimo de Aguilar Su Mayordomo de dha hermandad, y de todo el Pueblo =» [10].
Durante los siete años que duró la construcción se recaudaron un total de 51.881 reales en donativos, cifra que evidencia la eficacia y relevancia de esta práctica recaudatoria, en la que la figura del demandante contó excepcionalmente con la colaboración de diversos hermanos de la cofradía. La meticulosidad del Libro de la Obra de la Ermita es tal que incluso documenta cómo, el 9 de marzo de 1796, el hermano postulante interrumpió su labor de pedir limosnas para acudir al Arrecife –camino real que unía Sevilla con Córdoba y Madrid, actual autovía A-4– a presenciar el paso del rey Carlos IV: «Día 9 no pidió el demandante porque se fue a ver al Rey N. S. Carlo quarto q.e en dho día pasó p.r el Arresife» [11]. Este detalle ilustra el carácter diario y continuo de esta actividad recaudatoria. De igual modo, en los apuntes correspondientes a diciembre de 1820 se consigna expresamente «un día que no pidió pr que estaba malo» [12], lo que refleja tanto la constancia en la labor del demandante como la naturalidad con que se registraban incluso las ausencias puntuales debidas a enfermedad u otras circunstancias personales.
En una relación de bienes de la hermandad ratificada en el cabildo celebrado el 4 de marzo de 1798, en el contexto del relevo del administrador eclesiástico de la ermita, queda patente la posesión de estos animales, que recibidos en donación eran objeto de rifas para obtener beneficios, constando:
«– Mas queda un
borrego del año pasado en las ovejas de D.ª Isabel de Lora, que lo dio al Señor
Dn. Bartolomé Ruiz.
– Mas queda un chivo del año pasado en las cabras de Florencia Ruiz, que
el mismo dio al Señor» [13].
En el contexto del presente trabajo, es preciso mencionar brevemente otras formas tradicionales de recaudación practicadas por la Hermandad de la Humildad, concretamente las dos póstulas ordinarias que la cofradía solía realizar a lo largo del año. Una de ellas, celebrada en Semana Santa –y que aún hoy perdura cada mañana de Martes Santo–; y la otra, durante el verano, destinada a la recogida de grano, –generalmente trigo o cebada– donada por los hermanos y devotos.
Así lo reflejan diversos apuntes contables del archivo de la hermandad. Por ejemplo, en abril de 1820 se consigna: «En convidar a los que asistieron a pedir la póstula _ 32 reales» [14], y en septiembre de 1822: «En combidar a los hermanos que acompañaron a pedir la póstula del verano _ 24 reales» [15]. Estas póstulas no solo implicaban la colecta de limosnas en especie, sino también diversas labores asociadas, como el trabajo de limpiar y preparar el grano: en septiembre de 1803 consta un pago «De sarandear el trigo del Señor _ 0006» [16]; en diciembre de 1820, «Por zarandear el trigo de la limosna _ 8» [17]; y en septiembre de 1823, «Al sarandero por limpiar el trigo» [18].
Asimismo, se documentan otras fuentes complementarias de recursos, como el «pegujal del Señor»: una pequeña porción de tierra que un propietario agrícola cedía a la hermandad para que la cultivase y se destinaran sus beneficios al sostenimiento del culto. Así, en marzo de 1854 se anota: «Por 8 peonadas de escarda en el pehujar del Señor _ 29» [19], y en octubre de ese mismo año: «Por la siega de pehujar del Señor» [20]. Estas prácticas evidencian el carácter multifacético de las estrategias recaudatorias de la cofradía, que combinaban donativos en metálico, productos en especie y el aprovechamiento agrícola para sostener tanto la vida devocional y el culto, como el templo de San Francisco y la labor asistencial de la hermandad, principalmente el entierro de los hermanos.
A pesar de que a raíz de este trabajo se toma como referencia la fecha de 1850 como punto de partida de las rifas del cerdo celebradas en el marco de las Fiestas de la Ermita –con el preámbulo de 1849–, esta práctica no era desconocida en la vida de la hermandad con anterioridad a dichas fechas. Un ejemplo de ello ya lo señalamos previamente, cuando referenciamos los sorteos de borregos, gallinas o tortas que se realizaron con elementos donados a la hermandad durante los años de la obra de la ermita a mitad del siglo XVIII.
Diversas anotaciones recogidas en los libros permiten documentar de manera precisa la continuidad y diversidad de estas prácticas. Entre ellas, cabe mencionar, por ejemplo:
- Año 1819: «En combidar a el que ayudó a la rifa de un Borr.o [Borrego]_ 4»; y «En habas para que comiera el dho. carnero rifado _ 10».
- Abril de 1823: «En la rifa para papel y el jornal _ 4».
- Abril
de 1849: «…gratificación a dos
pastores que llevaron dos borregos p.ra el S.r [para
el Señor] _ 3» [21].
- Junio de 1851: «Por la impresión de ½ resma de papel p.a las papeletas de rifa _ 56 reales».
- Junio de 1853: «Por costo de una novilla que está en el piara del hermº. Mayor, S.r Antonio Flores _ 220 reales».
- Marzo de 1854: «Por un pedazo de verde para la novilla del Sor».
- Abril de 1863: «Por traer la becerra de la feria _ 10».
- Mayo de 1863: «Gasto de la becerra _ 540».
- Septiembre de 1863: «Gasto de la rifa y la becerra _ 244».
- Junio de 1864: «Para papeletas para la rifa del cuadro _ 42».
- Junio
de 1894: «Por la hechura de barias
papeletas para la rifa del cuadro _ 8» [22].
De especial interés resulta el testimonio recogido del acta del cabildo celebrado el 29 de agosto de 1897. En él se acuerda:
«…que se repartiesen desde luego entre los hns. [hermanos] las papeletas de la rifa del cerdo, que se celebrase la funcion solemne el dia 12 primero de la velada con ejercicios cantados pr [para] la noche en todas tres tardes en honor de Ntra. Sra. de Consolacion…» [23].
De este modo, desde finales del siglo XIX quedó consolidado de manera estable el cerdo como premio central de la rifa, desapareciendo prácticamente la inclusión de otros animales que, como se ha documentado, sí figuraban ocasionalmente en décadas anteriores.
A lo largo de buena parte del siglo XX, la práctica habitual de la hermandad consistía en la compra anticipada del cerdo, meses antes de la feria, para su posterior engorde. La persona encargada de su cuidado percibía un pago mensual, que a principios de siglo era de cuatro reales, lo que implicaba una inversión continua en el cuidado y alimentación del animal. Por ejemplo, en 1905 se registraron gastos por valor de 400 reales destinados a la adquisición del cerdo para la rifa de ese año; y en los meses siguientes, se documentaron diversos desembolsos tales como 30 reales por media fanega de maíz (en dos ocasiones), 4 reales en pastos, 68 reales por dos fanegas de cebada o 65 reales en conceptos de «afrecho, molienda y porte» [24].El número de papeletas
para la rifa aumentó progresivamente con el paso de los años. En 1905 se
imprimieron 4.000 papeletas, con un coste total de 48 reales. Para la Fiesta de
la Ermita de 1924, la hermandad obtuvo ingresos por 1.500 pesetas tras la venta
de 6.000 papeletas, cuyo precio unitario era de 25 céntimos de peseta. En 1930,
la cantidad ascendió a 7.000 unidades; en 1948, a 11.000 papeletas vendidas a
0,50 pesetas cada una; y en 1953 se alcanzó la cifra de 12.000 papeletas. En
1959, el precio de la papeleta aumentó de 0,50 a una peseta. En 1963 se
vendieron 15.000 papeletas a una peseta, en 1964 el precio se duplicó hasta dos
pesetas y, en 1975, alcanzó las cinco pesetas por papeleta [25].
Durante las décadas de
1940 y 1950, la tradicional rifa del cochino sufrió una alteración excepcional
en el contexto histórico de la escasez y penurias de la posguerra. En esos
años, el animal fue sustituido por un premio económico en metálico,
inicialmente de 500 pesetas, que en 1947 aumentó a 1.000 pesetas, opción que
resultó más atractiva para los fontaniegos de la época.
Sin embargo, en 1959 se recuperó la presencia del cerdo en la rifa, con la venta de 12.000 papeletas. El afortunado ganador fue Antonio Soldado Laredo, quien, tras recibir el animal, «regaló al Señor» 50 pesetas en donativo; una práctica habitual entre los agraciados. Por ejemplo, en 1930 la premiada fue Rosario León, quien entregó cinco pesetas en donativo a la hermandad. Asimismo, se documentan otros ganadores en distintas fechas: en 1943, Estrella Lora; en 1944, Gertrudis Jiménez Fernández; en 1945, Antonio Navarro; en 1947, José Hidalgo; en 1948, Manuel Jiménez Cano; en 1950, Ignacio Castaño; en 1951, Sebastián Márquez; o en 1954, Manuel Labella Ruiz [26].
De este modo, desde 1959, con las únicas excepciones de 1963 y 1964 –años en los que el premio fue sustituido por una becerra–, se ha mantenido la rifa de un cerdo vivo, tradición que perdura hasta la actualidad (2025).

Todo preparado para el momento de extraer el número premiado de los tradicionales bombos de sorteo, cuyo sistema se mantiene. [Serie de fotografías antiguas cedidas por Adela Herce Muñoz, procedente del archivo familiar de su padre, «Manolo Millán»].

Los hermanos de la Humildad en la puerta de la Ermita la noche del sorteo. En el centro, el hermano mayor Manuel Herce «Manolo Millán». A la derecha, agachado, sujetando la cuerda a la pata del cochino, José Flores «Pepe el Bizco».

Rifa del cochino en la Fiesta de la Ermita de 1959. En primer plano sentado sobre la mesa, Miguel Cantero. Sentado, José González «Perrojato». En pie, con corbata, junto al bombo, el hermano mayor Manuel Herce «Manolo Millán».
Un personaje estrechamente vinculado a la tradicional rifa del cochino durante las décadas centrales del siglo XX fue José Flores Moreno, conocido como Pepe «el Bizco». Éste mantenía una estrecha relación con la Hermandad, y bajo comisión se encargaba cada año de vender centenares, e incluso miles, de papeletas en las semanas previas al sorteo. Cada mañana, acompañado del cochino sujeto por una cuerda atada a una pata, Pepe recorría las calles de Fuentes, deteniéndose en esquinas, tabernas o en «La Plaza» del mercado. El paso del animal marcaba el ritmo del recorrido y, si en alguna esquina el cochino encontraba un charco, allí mismo se detenía a revolcarse hasta que, motivado por el maíz que Pepe le iba echando a puñados, conseguía llevarlo por el camino deseado.
Durante los días de la Fiesta de la Ermita, al caer la tarde, Pepe se personaba con su inseparable cochino a las puertas de la ermita, donde en compañía del hermano mayor Manuel Herce –Manolo Millán– y otros hermanos de la cofradía, año tras año se repetía la misma estampa: una mesa petitoria, varias sillas, la campana de mano para atraer la atención de los feriantes y los tacos de papeletas que pretendía vender en el mayor número posible.
Este oficio, sin embargo, no comenzó con Pepe «el Bizco». Ya con anterioridad existía la figura del vendedor de papeletas. Así, por ejemplo, en 1905 este personaje recibió 36 reales de comisión –equivalentes al 15 % del valor de cada boleto– tras vender 600 de las 4.000 papeletas emitidas. En 1943, ya con Pepe desempeñando el cargo, llegó a percibir 215 pesetas por la venta de 4.300 papeletas de las 5.000 puestas en circulación, con un coste unitario de 0,50 pesetas [27].
La vinculación de Pepe con la Hermandad de la Humildad trascendía la venta de papeletas. Entre otras funciones, ejercía de cobrador de los recibos de los hermanos y se encargaba del reparto domiciliario de las túnicas –propiedad de la cofradía– así como de su posterior recogida.
La presencia del cochino
por las calles de Fuentes no concluyó con la vejez de Pepe «el Bizco», ya que
fue relevado por su hijo, José Luis Flores –sacristán de Santa María la Blanca
durante la etapa de D. Manuel de Azcárate como párroco–, aunque finalmente la
tradición terminó por desaparecer.
No obstante, durante
algunos años más perduró la costumbre de colocar el cochino cada noche ante la
puerta de la ermita. Allí permanecieron los hermanos de la Humildad hasta la
Feria de 1982, trasladándose posteriormente a la llamada «puerta del campo», en
la parte trasera de la residencia de las Hermanas de la Cruz, donde la
tradición continúa hoy, frente a la fachada principal de la Caseta Municipal.
Es cierto que en las últimas décadas se ha ido perdiendo el atractivo que antaño generaba la presencia del cerdo vivo. La remodelación de la huerta de la ermita, llevada a cabo como parte de las obras de ampliación de la residencia de ancianas de las Hermanas de la Cruz, emprendidas ya iniciado el siglo XXI, supuso la desaparición de los corrales existentes y, por tanto, la falta de un espacio idóneo donde alojar al cochino durante los días de feria, una vez que la Hermandad retiraba la mesa de venta de papeletas.
Quizá estas circunstancias precipitaron una decisión que, de otro modo, habría llegado más tarde. En la actualidad, estas rifas se enfrentan a desafíos relacionados con la normativa sanitaria y el creciente interés por el bienestar animal, lo que ha llevado, en algunos casos, a modificar la práctica tradicional. Así sucede en el caso fontaniego, donde actualmente el premio pasa directamente de la granja a manos del ganador, evitando la exposición pública del animal.
No obstante, pese a estos cambios, la Hermandad de la Humildad ha logrado mantener viva esta costumbre centenaria. Cada noche de feria, los hermanos continúan instalándose en el lugar habitual, haciendo sonar la campana para atraer la atención de los feriantes y vendiendo papeletas con el mismo empeño de siempre. Como cada año, el último día de la Fiesta de la Ermita se celebra el sorteo de forma pública, siguiendo el rito tradicional: todas las matrices de las papeletas vendidas se introducen en el viejo barril que, a modo de bombo, reúne todas las oportunidades. De su interior, una mano inocente extrae el número agraciado que otorga al poseedor la propiedad del cochino de la feria.
Sin lugar a dudas, el momento del sorteo constituía, y continúa siendo, el punto álgido de la celebración de la rifa del cochino y de todo lo que esta práctica conlleva. Para garantizar la seguridad del acto, era costumbre solicitar la presencia de la autoridad competente, a la que además se gratificaba económicamente. Un ejemplo ilustrativo se encuentra en las cuentas correspondientes a la rifa de 1926, donde figuran 10 pesetas destinadas a la «Gratificación a los municipales por su ayuda en la noche de la rifa» [28], un apunte que se repite con frecuencia con posterioridad.
Asimismo, en 1930 se incorporó también una remuneración al niño encargado de extraer la papeleta premiada. Durante las décadas de 1940 y 1950, esta función fue desempeñada por niñas del internado de las Hermanas de la Cruz.
Otro gasto recurrente, hasta la llegada del alumbrado público al callejero fontaniego en la segunda mitad del siglo XX, era la contratación de un punto de luz. Este suministro permitía instalar una bombilla en la puerta de la ermita para iluminar la mesa del cochino durante la venta de papeletas y el sorteo. Por ejemplo, en 1953 se abonaron a Manuel Flores Rubio 50 pesetas por tales servicios.
La rifa del cochino, tradición emblemática de la Fiesta de la Ermita en Fuentes, representa mucho más que un simple sorteo; es un vínculo vivo con la historia, la cultura y la identidad fontaniega. Con al menos 175 años de historia, esta costumbre ha sabido mantenerse vigente gracias al esfuerzo constante de la Hermandad de la Humildad, a la participación de feriantes y visitantes y a la generosidad de los hermanos que regalan el cerdo a la cofradía, como vienen ocurriendo en las últimas décadas.
Aunque las formas han cambiado –como la supresión de la exhibición pública del animal –, el espíritu de la tradición perdura. La venta de papeletas, el sorteo público y la implicación comunitaria siguen siendo los pilares que sostienen esta práctica centenaria. Así, la rifa del cochino no solo preserva un legado, sino que también engloba aspectos destacados como el sentido de pertenencia y la transmisión intergeneracional de las costumbres, poniendo en valor la importancia de mantener vivas raíces y tradiciones autóctonas.
El Postigo, la Ermita, la Feria, la Humildad, el cochino, sus papeletas… una serie de elementos inseparables que son origen y tradición cada año en esta tricentenaria fiesta; en la que una de sus señas de identidad celebra este año un destacado aniversario, tras el hallazgo de los nuevos datos expuestos en el presente trabajo.
Y culmino como ya lo hice
años atrás: A la feria, fontaniegos, al Postigo, a la Fiesta de la Ermita a
disfrutar, y que compren muchas papeletas para que les toque el cochino.
NOTAS:
1] A lo largo del presente trabajo se hará referencia indistintamente a la cofradía de Consolación o a la cofradía de Humildad, denominaciones que responden, respectivamente, a la advocación primitiva y a la nomenclatura actual de una misma corporación.
2] Véanse: La rifa más antigua. En Revista de Feria de Fuentes de Andalucía 2005. Fuentes de Andalucía (Sevilla): Delegación de Festejos del Ayuntamiento de Fuentes de Andalucía, 2005, IIª época, págs. 12-13; y Siglo y medio de la rifa del cochino. 1869-2019. En Revista de Feria de Fuentes de Andalucía 2019. Fuentes de Andalucía (Sevilla): Delegación de Fiestas Populares del Ayuntamiento de Fuentes de Andalucía, 2019, IIª época, págs. 54-57.
3] Para conocer más, véase GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, Francis J. «La cofradía filial de Nuestra Señora de Consolación de la villa de Fuentes de Andalucía (Sevilla)» en Campa Carmona, Ramón de la, coord. Actas Congreso Internacional Mariano Consolatrix Afflictorum. Historia, espiritualidad, devoción, arte. Sevilla: Real, Antigua e Ilustre Hermandad del Santísimo Cristo de la Vera Cruz, María Santísima de la Soledad y Nuestra Señora de Consolación, Patrona de Carrión de los Céspedes, 2022, págs. 657-683.
4] Archivo de la Hermandad de Humildad de Fuentes de Andalucía (AHHF). Libro delos Cavildos dela Hermandad de Nuestra Señora de Conzolacion zita Enla Hermita de Nuestro Padre San Franco de esta villa de Fuentes. Año de 1732, fols. 72r -72v.
5] Ibíd., f. 75r.
6] Libro de data: Libro contable utilizado para registrar los pagos o egresos efectuados por una institución o entidad. Complementa al libro de ingresos o caja, y contiene anotaciones sobre conceptos de gasto, beneficiarios y cantidades abonadas.
7] AHHF. Libro de Data en el qual se apuntan los Gastos que se hacen respective a la Hermita del S.r S.n Fran.co de Asis de esta v.a de Fuentes. 1803-1882.
8] Ibíd., f. 31v.
9] Ibíd., f. 9v., 14r., 22r., 25v.; páginas sin foliar a partir de 1820.
10] Archivo de la Catedral de Sevilla (ACS), Sección varios, Serie Priorato de Ermitas, Libro 93, Libro de la Hermandad de Ntra. Señora de Consolación. Obra de la Hermita, y cuentas de la Hermandad, siendo Mayordomo Gerónimo de Aguilar, 1753-1803, f. 8r.
11] Ibíd., f. 43r.
12] AHHF. Libro de Data…, s.f.
13] AGAS, Sección Administración General, Lib. 15851, Libro para los gastos de la Hermandad de Nuestra Madre y Señora de Consolación. Años 1768-1803, s.f.
14] AHHF. Libro de Data… f. 31v.
15] Ibíd., s.f.
16] Ibíd., f. 10r.
17] Ibíd., s.f.
18] Ibíd.
19] Ibíd.
20] Ibíd.
21] Ibíd., f. 31r., s.f.
22] Ibíd., s.f.
23] AHHF. Libro delos Cavildos…, f. 86r.
24] AHHF. Libro de Cuentas de la Hermandad de Ntro. Señor de la Humildad, 1897-1975, s.f. El término afrecho hace referencia al residuo o salvado que queda tras moler y cernir los cereales, especialmente el trigo, utilizado como alimento para ganado.
25] Ibíd., s.f.
26] Ibíd.
27] Ibíd.
28] Ibíd.
Ref. bibliográfica: GÓNZALEZ FERNÁNDEZ, Francis J.«…De la Rifa del Cerdo. Septiembre de 1850». Nuevos datos sobre la rifa del cochino de la Humildad en la Fiesta de la Ermita y otras formas recaudatorias de la Cofradía de Consolación. En Revista de Feria de Fuentes de Andalucía Fiesta de la Ermita 2025. Fuentes de Andalucía (Sevilla): Excmo. Ayuntamiento de Fuentes de Andalucía, 2025, núm. 25, págs. 56-71.