Era lunes 23 de febrero, a tres días del Jueves Lardero; tal día como hoy de hace cuarenta años. Las manecillas del reloj marcaban las 18:23 horas, y dos compañías armadas formadas por 288 miembros de la Guardia Civil, comandados por el teniente coronel del mismo cuerpo armado Antonio Tejero Molina, asaltaban, subfusil en mano, el Congreso de los Diputados en Madrid. Al acceder al hemiciclo, el teniente coronel Tejero se situó en el atril de la cámara, disparó tres tiros intimidatorios al aire con su pistola reglamentaria y en un tono claramente amenazante clamó la expresión que después se popularizaría incluso en el ámbito humorístico: «¡Quieto todo el mundo! ¡Al suelo! ¡Se sienten, coño!».
Pepe Martín Ruano, concejal por el PSOE de la primera corporación de la democracia (1979-1983), se encontraba en casa escuchando por la radio en directo la sesión parlamentaria de investidura de Calvo Sotelo como presidente del gobierno. «Eran las seis y pico de la tarde, y ante la incertidumbre me fui a la sede del partido, en la esquina de la calle Cruz Verde con la Carrera». Allí permanecieron reunidos «la gente del partido» hasta bien entrada la madrugada, una vez que el rey habló en TVE y consideraron el descalabro del golpe.
Las calles de Fuentes quedaron desiertas, e incluso las murgas esa noche no ensayaron. «Estuvimos dos o tres días sin ensayar, hasta que la cosa se aclaró», relata José López Escobar «El Nieto», de la murga «Los Cherokys».
Por el contrario, se llegó a rumorear que hubo personas de ideales de derecha que llegaron a personarse en el cuartel de la Guardia Civil, en la calle San Sebastián, para ponerse a disposición de las «fuerzas del orden».
El atardecer trajo consigo un estado de alarma no decretado, que imponía un toque de queda imperado por la arbitrariedad y desvarío de unos pocos. El desasosiego se vio incrementado por la falta de información, ante la toma de TVE y el pavor que imponía escuchar Radio Nacional emitiendo música ambiente.
El discurso del rey desde Zarzuela emitido por televisión a las 1:12 h. de la madrugada frenó definitivamente la insurrección, aun quedando por delante horas de encierro en el Congreso, y una estela de miedo en la ciudadanía difícil de olvidar.
«Aquella noche no dormimos, no pegamos ojo», manifiesta Juan González Tirado –mi padre–. «Tu madre estaba a punto de cumplir, había tenido azúcar durante el embarazo y al día siguiente, bien temprano, teníamos que irnos para Sevilla, porque la ingresaban en García Morato para el parto». «No había un alma por ningún lado. Dejamos a tus hermanos con los abuelos antes de irnos, y les dijimos que ese día no lo llevaran a la escuela», apostilla.
El comienzo del carnaval fontaniego era inminente, y si la fiesta por antonomasia de Fuentes de Andalucía no lo paró ni Franco, mucho menos lo iba a frenar un guardia civil de tebeo y su berlanguiana cuadrilla en aquella intentona de golpe de estado.
Al año siguiente, –en el carnaval de 1982– la murga de «Los Cherokys», inmortalizó este hecho histórico en una de sus coplas, que aún perdura en la memoria colectiva de muchos fontaniegos.
«Con el golpe que dio Tejero, saludamos con mucha gracia,
que se tire to el mundo que tengo ganas de hacer gimnasia.
Y como somos sevillanos, y tenemos tanto salero,
aprovecho que estoy cantando para decirle al Sr. Tejero,
que si quiere pegar más golpe que se coloque en el Paro Obrero.
y yo tengo otra clase de goma, y yo tengo otra clase de goma
pa’ que mi parienta no pueda parir.
y se puso de cardenales como si fuera El Palmar de Troya.
Cuando le recetó el prácticante, la pomada del tío el bigote,
esta pomada cuando tú quieras te la colocas tú en el cipote.
no me asustas todavía porque las balas son de fogueo.
Y cuando le pegó los tiros, comprobamos que en el congreso,
los de la primera fila se fueron tos’ pa’l suelo derecho,
y los que estaban más p’arriba pegaron con el culo en el techo.
Arza y toma…».
Lo único que aquellos guardias civiles y militares no pudieron parar aquellas horas fue el curso natural de la vida. Hubo quien en medio de un intento de golpe de estado llegaba al mundo sin saber que lo hacía en un país que había tirado una moneda al aire. Esa moneda estaba debatiéndose entre la cara democrática o la cruz de un tiempo pasado que hasta ese día parecía, ficticiamente, superado.
Y entre ellos, llegó a este mundo el que escribe, que vio la luz de esta tierra a la amanecida de un 28 de febrero, en la resaca de esta sacudida a los cimientos de una incipiente democracia que gritó contundentemente en las calles «Por la libertad, la democracia y la constitución».
Los de 40 para abajo tenemos que preguntar cómo se vivió ese día, por motivos obvios, pero quien tenía algo más de edad, no olvida qué estaba haciendo en el momento en el que se enteraron del intento del golpe.
Y tú, ¿cómo viviste aquel fatídico 23-F?
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