Con vuestra bendita venia, mi Auxiliadora.
Rvdo. Sr. Titular de la Sede Parroquial
Autoridades
Hermano Mayor y Oficiales de la Junta de Gobierno de la Hermandad
Pregonero, romeros, hermanos, fontaniegos.
Bienhallados seáis todos.
Han pasado trece mayos desde aquella armonía de versos y una docena de pregones de por medio, que como cuentas de Rosario, han ido desgranando tus glorias, María. Y otra vez ante este atril, vengo a poner el toro en suerte al que será hoy tu pregonero.
Tú, bien los conoces, Madre.
Una voz que viene a ofrecerte sus versos a compás y que puede contar sus años como Fuentes numera tus romerías. Era mayo, en un tiempo que llegaba remangando camisas y alargando tardes, en un querer e ir poco a poco robando vida a la noche.
Era mayo, tres de mayo, y aquel día de la Cruz de 1977 veía la luz primera de esta vida el primogénito de Antonio «Cochoba», el hijo de Diego «Cochoba» y Pastora de «Currito León» y de Charo, la niña de «Tobá» y la Manuela «de la sal».
Por ello te he dicho, Madre, que tu pregonero puede contar sus mayos contando tus romerías. Y es que en aquel 1978 él estuvo allí contigo, en el Castillo, bajo la silueta señorial que da un chaparro de tosca piel curtida y sombra encorvada. En aquella dehesa, lamentablemente perdida para tu Romería, él se hallaba mientras el corazón de la que sería su hermana ya latía en el seno de su madre, esa niña que hoy es bella voz hecha persona.
Tú conoces, María, que desde entonces una íntima historia de amor os une. Antes de que la luz de la alegre mañana del último domingo de mayo naciera, ya estaba vuestra pasión prevista, ya estaban las cinco letras, de tu nombre y el suyo, en algún espacio escritas.
Sabes que a los ojos de Dios no hay títulos, medallas ni papeles que valgan, sólo importa el amor. Y por ello yo hoy, Madre, no tengo que contarte que el pregonero se formó en Santa Teresa y en el astigitano Vélez de Guevara ni de su afición a la cacería que casi le cuesta un sentido ni de otros títulos por él validados.
Vengo a hablarte de un niño morenillo, con pelo acaracolado, criado entre hierros y soldaduras, correteando de la calle «El Bolo» a «Los Corrales», que al compás de un martilleo -donde surgió el martinete- se impregnó en su infancia de sevillanas de «Los Romeros».
Un chiquillo que jugó bajo un viejo carro que hoy es el templo de la Virgen en la calle y en un cuarto de costura en el que, entre lunares, bobinas y alfileres se hilvanaron letras de sevillanas para Ti, Auxiliadora de Fuentes.
Madre, y ¿por qué no le preguntas a tu dichoso Hijo por el que hoy será tu pregonero? Él te puede contar cómo cada Miércoles Santo puede escuchar su voz mandando izquierdos y costeros, como su palabra es veteranía costalera. Él te puede hablar cómo contra viento y marea el que hoy será tu trovador lucha para que Fuentes pueda gozar de la Paz y la Esperanza, cómo ha retado a los mismísimos alarifes Ruiz Florindo para que un paso de misterio pueda salir bajo el dintel de este Convento de San José en la tarde de los Hosannas.
Han sido sus pies portadores del Rey de Reyes en la Custodia y son sus manos, cada año, las primeras en tocar esa bendita carreta, de símil azulejería trianera, para sacarte a la calle, Madre de Dios «Sentaíta».
Y por qué no hablarte de las manos del pregonero, María. Con ellas se ha tenido que enfrentar a la soledad de una hoja en blanco en un desierto de cuatro meses. Las mismas manos que cada año propinan vida a una caja o un tamboril, las que marcan compás, ritmo, cadencia, medida y pauta, desde hace lustros, en Misas del Gallo y de Romeros, en casetas de feria que impregna de «Aromas» o en cuartetas por febrero.
Unas manos que son el pan de su sustento y en las que con una alianza selló el amor de su existencia al unirse a Isabel, su fiel y leal compañera.
Un antes y un después marcó Dios en la existencia del pregonero, Madre. Tuvo al alcance el don más codiciado cuando el amor es pleno: los hijos. Y recalaron uno tras otro, arribando en puerto feliz, los tesoros de la casa; primero Diego, luego Isabel.
Tú bien lo sabes, María. Allí está él, cuando sus manos son requeridas para, con buen hacer y sabio magisterio heredado de sus mayores, dar forma al metal y convertirlo en pollero, altar de cultos, andas o parihuela.
¿Y su voz? La misma que hoy dará vida a la palabra es cadencia acompasada en el sonar de una sevillana y, hace cinco cuaresmas, abrió plaza en el Pregón de la Semana Santa fontaniega presentando a su amigo, compadre y cuñao’ en sus menesteres retóricos.
No son pocos, Madre mía, los matices de la vida del pregonero que poco a poco te voy presentando. Querencias y pasiones que dan cuerpo a una persona, un semejante de fe al que desde niño enseñaron a quererte, pedir y agradecerte y hoy tiene la regalía de clamar tus Glorias, María.
Una proclama que cumple una treintena de voces, unidas bajo el mismo sentir a la Virgen de don Bosco. Un amor que al pregonero le es curtido y veterano.
A pesar de nuestra juventud, han pasado ya los años, pregonero. Y a la Virgen no hace falta que mi voz le cuente aquellos mayos que dimos cuerpo al Grupo Joven de la Hermandad de María Auxiliadora. Ya no éramos unos niños, en aquellas atardecidas de mil colores desafiábamos a ser hombres. Y con esa rebeldía que caracteriza a la mocedad, allí estuvimos aquel 1997. Era la primera y única vez que a lo largo de la historia de la Romería la lluvia impedía la misma. Pero la tarde se hizo rayo de luz, y entre tronar de cohetes y soniquete de sevillanas la Virgen recorrió las calles en un alarde de camino trocando albero por adoquines.
Pregonero, dale armonía al verso, otorga cuerpo a la palabra y vida misma a la escritura, para anunciar con tu personal cadencia que «cuando llega el mes de Mayo y florece el girasol», «una mañana de mayo» «corta el silencio un cohete» y «a las ocho la mañana ya está tocando el tambor», al tiempo que «las campanas del Convento repican con alegría».
Acércanos a aquel tiempo añorado de decenas de carrozas en el que un romero alardeaba: «desde Fuentes al Castillo yo voy andando, lo mismo a los carlistos que a los chaparros», y pregúntale a la flamenca «¿al pasar el Alamillo María qué me ha pasao’?». En ese «Quema» fontaniego, hoy perdido.
Y por ello «mira la cara de pena de María Auxiliadora», a cuya nostalgia se une «el arroyo el Alamillo que está triste y desconsolao». Que no era quebranto, era la melancolía, y otra primavera más «el 24 de mayo empezamos los romeros» a preparar los avíos’ y con añoranza entonar: «Auxiliadora Morena, hoy estrenas tu carroza» por nuevas sendas, «camino de la fuente».
Cuéntanoslo, pregonero, que «para ser un bueno romero hay que echarse a caminar», y cómo las manos del que te engendró repiten el mismo ritual cada año.
Y en éste, más que nunca, «quisiera ser agüita clara de la Fuente de la Reina» cuando tu padre haga romero al fruto de mis desvelos.
Grita, pregonero, «¡qué en el camino de vuelta hacen falta más romeros!», inspírate en las «mil poesías que, gorrilla en mano, en su pastelería soñó Rafael» y renueva tu juramento, alto y claro ante la Madre de Dios, de que tus «lágrimas de niño nunca fueron comprás’».
Los argumentos me sobran, pregonero, estorbo soy ya para tu tiempo.