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A medio cuarto de legua de la muy antigua villa de Fuentes, en el Reino de Sevilla, se levanta una fuente que desde siglos atrás fue el principal abastecimiento para la «manutenzión del común de estte vesindario». Ésta se surte a partir de un complejo sistema subterráneo de captación y conducción de aguas formado por dos manantiales o “minas”.

Rodeada de restos de distintos pueblos antiguos que habitaron estos lares, ya en 1599 aparece citada en las Actas Capitulares acordándose su reparo, y en 1690 el Cabildo Municipal acuerda hacer la fuente de piedra, para lo que contrata al cantero de Morón Antonio Gil.

A lo largo del siglo XVIII, varios miembros de la saga de alarifes de los Ruiz Florindo intervienen en el conjunto, ya que se continúan diversas reformas debido a la pérdida de suministro y a defectos en las conducciones.

Como en la Fuente de la Reina, otros manantiales y pozos de estas tierras llenas de historia siguen manando agua «buena y clara» desde tiempos remotos; características de un territorio que dieron el nombre a este maravilloso lugar del mundo que es Fuentes, de Andalucía.

lunes, 30 de marzo de 2020

AQUELLA SEMANA SANTA... la de 1930


Y aunque noventa años no son nada en la dilatada historia de nuestras cofradías, volvemos a un tiempo pasado que no por ello fue mejor, aunque si más puro e intenso. Volvemos a un tiempo convulso, en el que se vivía con extrema sencillez, recordando, como hoy, que Jesús había muerto para que nosotros tuviéramos Vida.
Muchas cosas han cambiado, apenas sin poder evitarlo con las “chicotás” que irremediablemente y a “paso agua” va dando la vida en su transcurso.
Han cambiado las formas, han cambiado las estampas, las personas… pero no han cambiado las miradas. La de esos ojos que con fe le piden a su Señor, la de esa madre que pide a María, la Virgen, con la esperanza de ser reconfortada. La mirada del niño que ve pasar la procesión, ya sea hoy, ya fuera hace décadas. La mirada del anciano que duda, al paso del cortejo, si será su última Semana Santa antes de pasar a engrosar la Cofradía del Cielo. La mirada del capataz, que va mandando y es guía de los “ayuas”, hoy hermanos costaleros, o la mirada que se escapa por los ojos de un antifaz en estación de penitencia o la del preste, que entre cuentas de rosario, la fijaba en el manto de Ella, hoy ante Ella misma.
Ya no hay velos cubriendo la cara, pero la mirada de una mujer con fe sigue siendo la misma. Y sigue viva la mirada del que va regalando belleza en el aire a través de un instrumento, sigue viva la mirada llena de lágrimas que añora a la madre que marchó, sigue viva la mirada del agnóstico que ve con ojos incrédulos un cortejo que, aunque penitencial, es anuncio y preludio de resurrección.
La mirada del cristiano sigue ahí, y sigue fijada en la espalda del Señor del Postigo y en la zancada del Nazareno del Convento. Sigue atenta, llena de oración, en la Cruz del Calvario, en el torso del Señor de la Vera Cruz y en las manos sangrantes del Cristo de la Salud. Y no ha cambiado la mirada del que, aún viendo a Cristo yacente, sabe que al día siguiente, será Vida eterna.    
Han cambiando muchas cosas, pero no la mirada del que añora el paso del tiempo para ver abiertas las puertas del templo, y de nuevo, un año más, hoy como ayer, cruzar esa mirada con Su mirada. Si, porque los ojos del Señor nos siguen mirando hoy igual que ayer. Habrá cambiado de exorno, habrá perdido a San Juan en el camino y ver la llegada de Simón o Magdalena, pero Él sigue ahí, siempre seguido de la maternal y protectora mirada dolorosa de María.
Y digo, escribo, que han cambiado muchas cosas, pero siguen las miradas, siguen ahí, porque esas miradas no son más que la Fe. Lo que nos une y hemos de defender.
Es el relato de la Semana Santa de 1930, hace ahora 90 años, la que hoy traemos para deleite de los amantes de la historia de nuestras hermandades. Es la crónica aparecida en el diario ABC del sábado 26 de abril.
Si acostumbramos a decir que una imagen habla por si sola, no lo será menos esta crónica escrita, que nos trasladará a un tiempo irreconocible, pero que existió. Muy distinto, pero ante unas miradas llenas de la misma Fe.
Una Semana Santa de abstinencia y recogimiento, de iglesias repletas de fieles en los cultos que se cuatriplicaban entre la parroquial y las tres comunidades religiosas con las que contaba el pueblo. Así se nos relatan los hechos.

FUENTES DE ANDALUCÍA
Después de celebrado con toda solemnidad el anual septenario que los servitas de los Dolores tributan a la Santísima Virgen, predicando en todo él el cura propio de esta villa, D. José Ojeda, tuvieron lugar durante la Semana Mayor, en nuestra iglesia parroquial, los Oficios propios de estos días, con la solemnidad, como pueden hacerse en una basílica. A los del Domingo de Ramos, Jueves y Viernes Santos, asistió, como de costumbre, una buena representación del Ayuntamiento, presidida por el Señor alcalde, D. Juan Alejandre, acercándose el Jueves a la Sagrada Misa toda la Corporación, que asistió a tan solemnes cultos. El grandioso Monumento parroquial, digno de admiración por ser un símil de nuestra Catedral Hispalense, vióse todo el día del Jueves, y la mañana del Viernes, muy visitado por los fieles. También celebraron oficios las RR. Mercedarias Descalzas, de esta villa; cuyo Monumento, dirigido por su capellán, D. Manuel Fernández López, y exornado por la señorita doña Rosario Rivero, ha llamado la atención por la finura y delicadeza de su ornato. Asimismo, en la iglesia de las Hermanas de la Santa Cruz, cuyo celo por el esplendor de los cultos es harto conocido y por primera vez este año, en la iglesia de las Escuelas Salesianas, que también lució un artístico y rico Monumento.
—El Martes Santo, con una noche espléndida, hizo su acostumbrada estación la cofradía de Ntro. Padre Jesús de la Humildad, escultura de gran mérito artístico, “cuyo paso”, adornado por exquisito gusto por sus camareras, las señoritas de González, es siempre objeto de la veneración de estos vecinos. “Paso” de San Juan y el de la Virgen Dolorosa, bajo palio. Clero parroquial, autoridades y Banda de música.
Miércoles Santo. —Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima de los Dolores. Esta antigua y fervorosa Hermandad hizo su recorrido en medio de la admiración general. Consta de dos “pasos”. Abría marcha la Banda de cornetas y tambores de los Salesianos, de Osuna; “paso” del Señor, escultura de gran mérito, luciendo cuatro hermosos faroles de época, alumbrados con luces eléctricas, debiéndose la restauración del “paso”, así como su exorno, al entusiasmo creciente de su incansable hermano mayor, D. Manuel Navarro González, y camarera, doña Rosario Pérez de Carrillo. Seguían los cofrades, cuya directiva estrenaban este año capas moradas y escudos. “Paso” de la Virgen, con el Evangelista, adornado con gusto por su camarera, la señorita Amparo Alejandre. Preste y comisión del Ayuntamiento, presidiendo, y, por último, la Banda Municipal de Lora, que interpretó las mejores marchas de su repertorio.
Jueves Santo. —Nuestro Padre Jesús de la Vera-Cruz, “paso” de San Juan y el de la Santísima Virgen, bajo palio, cuyo manto, bordado en oro, llama la atención anualmente, por su riqueza y mérito artístico. Presidencia parroquial, autoridades, presididas por el señor Alcalde, y Banda.
Viernes Santo. —Cofradía del Santo Entierro, compuesto de tres “pasos”; artística urna de Cristo Yacente, “paso” de San Juan y el de la Soledad, bajo rico palio, cuyo ornato, debido a sus camareras, las señoritas de Novales, llamó, como siempre, la atención, por su delicadeza, al par que suntuosidad y finura.
Durante el paso de todas las cofradías se cantaron sentidas e innumerables “saetas”, algunas de verdadero mérito, por su estilo. El tiempo, espléndido; la animación, grandísima, y las Hermandades, demostrando cada una su creciente celo por sus respectivas imágenes. —Corresponsal.

Poco he de añadir a este texto. Llama la atención la suntuosa redacción, así como los tres pasos con los que contaban respectivamente las Hermandades de la Humildad, Vera Cruz y Santo Entierro, y  la imagen de San Juan que acompañaba bajo palio a la Dolorosa de la Hermandad de Jesús Nazareno. De todo ello ya dimos testimonio en nuestro libro “Fuentes Penitente”, haciendo mención que desgraciadamente solo se conserva la efigie del santo de la Hermandad del Postigo, aunque está retirada del culto, así como en la Hermandad de la Vera Cruz conservan parte de sus ropas.   
En el caso del Santo Entierro se tiene constancia de que no poseía imagen propia, procesionó  por primera vez en 1889 y provenía en años alternos “de la Ermita o de las Monjas”, es decir, cedidas por las Hermandades de la Humildad y Vera Cruz.
Paradójicamente la figura de San Juan Evangelista ha desaparecido de las cuatro hermandades “históricas” de Fuentes y desde 2009, en una imagen de nueva hechura, forma parte del misterio de la Entrada en Jerusalén de la novicia Hermandad del Domingo de Ramos. 
Esta es la Semana Santa del ayer, que como hoy, sigue siendo Evangelio en la calle, donde el Dios hecho hombre que padece y muere, nace en nosotros al tercer día; un Jesús triunfante y glorioso que viene a iluminar la vida con su Pascua.
Y en ese espíritu, unamos nuestra voluntad porque, lo único verdaderamente importante es Él, es Dios.

Francis J. González Fernández
Cronista oficial de Fuentes de Andalucía

Ref. bibliográfica: GÓNZALEZ FERNÁNDEZ, Francis J. Aquella Semana Santa... la de 1930. En Revista de la Semana Santa de Fuentes de Andalucía 2010. Fuentes de Andalucía (Sevilla): Hermandad y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Jesús de la Santa Vera Cruz y María Santísima del Mayor Dolor, 2010, núm. 16, págs. 40-41.

sábado, 21 de marzo de 2020

LOS BARREOS DE LA VILLA DE FUENTES PARA PREVENIR LAS EPIDEMIAS EN EL SIGLO XVII


Estos días de confinamiento mucho se habla ineludiblemente del coronavirus, pero a lo largo de la historia otras pandemias marcaron la vida de la población mundial. Las infecciones y las epidemias ya eran la principal causa de mortalidad cuando el homo sapiens vivía en las cavernas hace decenas de miles de años. Y ahora que resurge de nuevo ese temor ancestral al contagio, en una sociedad que creía haber alejado esas amenazas gracias al avance del conocimiento, podemos remontarnos al pasado y narrar las medidas que los pueblos ponían en marcha para su protección.


A lo largo de la historia ciudades y pueblos han contado con murallas y cercas, unas tenían fines defensivos y otras servían para control fiscal y sanitario. De este modo, y gracias a diversas citas localizadas en los archivos municipal y parroquial, podemos traer a colación diversos barreos que a finales del siglo XVI y durante la centuria del XVII se hicieron en la villa de Fuentes, situada a escasas leguas de los notables núcleos poblacionales de Carmona y Écija, en el viejo reino de Sevilla.
Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua el término barrear, hoy en desuso, significa «cerrar, fortificar con maderos o fajinas un sitio abierto», y en la Edad Media simplemente cercar o amurallar [1].
Con esta práctica, y ante males tan contagiosos, los pueblos se intentaban librar de las epidemias protegiendo a sus habitantes con el aislamiento de los mismos, controlando el acceso a los núcleos de población y cerrando todas sus puertas, salvo una o dos por las que se tenían que acceder forzosamente bajo estricto control. También, debido al alto componente religioso de la época, las poblaciones se acogían a la protección de un determinado santo, y que en el caso particular de Fuentes, fue San Sebastián.


A lo largo de los siglos XVI y XVII la peste fue la pandemia crónica que más afectó ineludiblemente a Fuentes y su comarca, y son diversos los registros documentales que dan testimonio de ellos, así como de los consiguientes barreos llevados a cabo por iniciativa del propio cabildo municipal.
El profesor Cerro Ramírez, en su libro «La villa de Fuentes. 1578-1800» cita cómo en las décadas finales del siglo XVI y durante el siglo XVII «Fuentes, al ser una pequeña población con escaso número de habitantes […] y estar aislado de otros núcleos de población importante, se fue librando de las sucesivas pandemias. La forma más común para evitar el contagio era declarar la villa en cuarentena y aislarla de la presencia de posibles portadores de la enfermedad, procedentes de lugares que estuvieran infectados por tan terrible mal» [2].
El primer cercado de la villa del que se tiene conocimiento se remonta a 1583. En el cabildo celebrado por el Concejo, Justicia y Regimiento de la villa el 2 de marzo de este año se acordó –ante la amenaza de la peste– el barreo del núcleo de Fuentes, dejando solo abiertas las puertas de Marchena –en la parte baja de la Barrera de Palacio, hoy plaza de España– y la del Monte –al final de la calle Carrera–, siguiendo el ejemplo de otras localidades del entorno geográfico.
«[…] En este Cabildo el dicho señor Alcalde, Cristóbal Gómez Tortolero propuso que ya que a sus mercedes es notorio como la ciudad de Écija, villa de Carmona, Marchena, Osuna y otros lugares de esta comarca se han barreado y van barreando con toda diligencia para guardarse de la peste que se dice andar en muchas partes de esta Andalucía, de manera que por la misma causa conviene asimismo que esta dicha villa se guarde y barree porque no haciéndolo se les impedirá a los vecinos de esta dicha villa la entrada, trato y comunicación con las demás partes que se guardan y que están declaradas. Una de las cuales es la ciudad de Sevilla, de donde tanto daño se seguirá a los dichos vecinos de esta dicha villa si no entrasen y tratasen en ella.
Que sus mercedes provean lo que convenga y debiéndose barrear de adonde se proveerá el dinero para ello.
[…] Asimismo que solamente queden dos puertas: la una, la puerta de Marchena, otra a la puerta del Monte que es al fin de la Carrera. Y que se tenga cuidad de enviar a la dicha ciudad de Écija por razón de los lugares de que se guarda» [3].
Hemos de tener en cuenta que durante centurias Fuentes se encontraba en la línea de paso para comunicar Sevilla con Córdoba. Si durante quince siglos la Vía Augusta había sido la principal vía de comunicación, que viene a coincidir con el actual trazado de autovía del Sur (A-4), es en la primera mitad del siglo XVI cuando, por primera vez, aparece documentalmente un nuevo trazado que influiría considerablemente en el desarrollo y auge de la naciente villa de Fuentes y que sería conocido como Carril o Ruta de la Lana. La significativa localización geográfica como punto de paso en una importante vía de comunicación, provocó que Fuentes recibiera importantes personalidades históricas de la época y se convirtiera en lugar de paso obligado, que por el contrario no era nada beneficioso en épocas de epidemias. 
Fernando Colón, hijo del descubridor, realizó en torno a 1517 un conjunto de noticias geográficas que darían lugar a su obra «Descripción y Cosmografía de España». En ella aparecían dos caminos para unir Sevilla y Córdoba con Toledo, Madrid y Alcalá de Henares, en el centro de la Península, recogiendo dos trazados para desplazarse entre Córdoba y Sevillla: uno por la margen derecha del Guadalquivir, y otro por Guadalcázar, Écija, Fuentes, Carmona y Sevilla, atravesando la villa fontaniega a través de la entonces calle Mayor. 
Es también en la centuria del XVI cuando aparecen los primeros repertorios de caminos, posiblemente las primeras publicaciones europeas con carácter utilitario, a modo de guías de viaje, que aportaban valiosa información sobre los caminos existentes y su estado de conservación.
De este modo surgen los trabajos de Pero Juan Villuga en 1546 y Alonso Meneses en 1576. Ambos recogen el camino para ir de Sevilla a Córdoba que pasaba por Fuentes y que ya citara Colón, añadiendo los lugares geográficos de la Venta del Alvar, entre Carmona y Fuentes, y la Venta del Palmar, entre Fuentes y Écija.  
Estos itinerarios se consideraban los más rápidos para los desplazamientos y eran los que probablemente se encontraban en mejores condiciones, pero a la vez, por la actividad en el paso de diligencias, caminantes y viajeros, convertían a los núcleos de paso en lugares más propicios para la expansión de epidemias y otras enfermedades contagiosas.
En 1727, Pedro Pontón sigue localizando a Fuentes como lugar de paso obligado en el camino de Madrid a Sevilla [4].
Retomando la cuestión que nos ocupa, en el cabildo celebrado el 9 de junio de 1599 [5] se volvieron a adoptar medidas para barrear la villa y librarla de la epidemia vigente, y dos años más tardes, el 19 de marzo de 1601 [6], se tomaron nuevas acciones de cercado a consecuencia de la epidemia. Ante la magnitud de la enfermedad, en el Cabildo del 27 de mayo de 1601 «se trató como respecto de que cada día va en aumento las enfermedades del hambre que por los lugares comarcanos crece, se mandó cerrar las puertas de límite y que sólo se sirviese esta villa por la Puerta del Monte y que en ella guardasen personas responsables y de confianza que pudiesen despachar entre muros y lo demás que se le ofreciese». […] «los vecinos que fuesen señalados por guardas para la dicha puerta del monte, el uno de ellos ha de tener la llave y a las 3 de la mañana ha de abrir y estar advertido el día sin que ninguno falte salvo a horas de comer yendo uno y quedando otro» [7].
Décadas más tarde, en el cabildo acontecido el 3 de junio de 1637 [8], se encomendó a los regidores Pascual García Pilares y Francisco Martín de Góngora que se personaran en los lugares de la comarca con presencia de epidemia de peste, para conocer de primera mano la situación a la hora de adoptar las medidas pertinentes en la villa de Fuentes. De tal magnitud era la epidemia que días más tarde, en cabildo convocado para el 23 de junio, los presentes determinaron barrear la villa para guardarla de la peste.
Pero las epidemias no cesaban, y en 1649 amenazó de nuevo estos lares de la campiña sevillana. En cabildo del 6 de enero se acordó acometer el barreo de la villa «para evitar contagio de enfermedades» [9], de la misma forma que lo estaban haciendo otros núcleos cercanos.
Ante el temporal de invierno, que había dañado considerablemente las cercas, en abril se acordó el reparo de las cercas y portillos que servían para proteger la villa. Durante el periodo de tiempo que la epidemia estuvo vigente, el acceso a la población era controlado por cuatro aguaciles, a los que, en cumplimiento de lo dictado en el cabildo de 12 de julio de 1649 [10], se le otorgaron 40 reales a cada uno por su diligencia en la vigilancia de las puertas y otros actos relativos a evitar el contagio de la peste.
La epidemia no remitía, y un nuevo brote se expandió por la zona, por lo que en enero de 1650 se toma la decisión de cerrar la Puerta del Monte y que sólo quede abierta la de Marchena, con los guardas pertinentes [11]. De tal magnitud fue la epidemia que el cabildo prosiguió tomando medidas en los meses siguientes, como consta en las actas de los cabildos de 24 de abril y 1 de mayo.
Casi un siglo después del primer barreo documentado de 1583, en el verano de 1679 se llevó de nuevo a cabo esta práctica en la villa de Fuentes, según unas notas aparecidas al final del libro de colecturía de la Iglesia Parroquial que da comienzo en el año 1711 [12].
«Cuando se hallavan los Pueblos sincumbezinos con la calamidad de la peste...» […] «...se Barreo esta villa teniendo en cada puerta un diputado con sus guardas para que no entrase ningun transitante». Parece ser que el 27 de agosto de 1679, habiendo sido «Dios servido de precabidad de tal conatgio», Fuentes y sus vecinos «le votaron fiesta a Ntra. Sra. y a su Patron Sn. Sebª. [San Sebastián]». Seguidamente la inscripción cita, en referencia a la fiesta del patrón, «la que se selebra la ultima Dominica de Sep. [septiembre] con visp. [víspera] tercia procesión sermón y missa, con la Mayor Solemnidad que cabe». Esto último nos confirma la inexistencia de peste en Fuentes en esta época, ya que el pueblo celebró fiestas de acción de gracias en honor del patrón por la liberación de tal mal.
Finaliza el documento diciendo: «Todo consta del Cabildo que se celebró ante Juan Cid de Villanueba... ...siendo corregidor el Licdo. Dn. Miquel Pachi de Cardona, Aguacil Mayor Alonso López Pilares y regidores Juan Caro Barrera, el Capitán Nuñez Valeros y Luis Sánchez Arjona y otro. Fdo.: Bart. [Bartolomé] de Sarria»
   
Francis J. González Fernández
Cronista oficial de Fuentes de Andalucía


NOTAS:
1] NAVARRO LORA, José María. Del barreo de la villa de Fuentes. En Aires Nuevos: Periódico de información local. Fuentes de Andalucía (Sevilla): Asamblea local de Nueva Izquierda-Verde Andaluza (NIVA), julio 2001, I época, núm. 4, pág. 7.
2] CERRO RAMÍREZ, Jesús. La villa de Fuentes (1578-1800). Fuentes de Andalucía (Sevilla): Ayuntamiento de Fuentes de Andalucía, 2011, p. 105.
3] (A)RCHIVO HISTÓRICO (M)UNICIPAL DE (F)UENTES DE ANDALUCÍA. Actas Capitulares. Libro 1. Cabildo 2-III-1583.
4] GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, Francis J. Fuentes de Andalucía, una mirada al pasado: Tomo II. Fuentes de Andalucía (Sevilla): Ayuntamiento de Fuentes de Andalucía, 2013, p. 19-20.
5] A.M.F. Actas Capitulares. Libro 3. Cabildo 9-VI-1599.
6] Ibídem. Cabildo 19-III-1601.
7] Ibídem. Cabildo 17-IV-1601.
8] Ibídem. Libro 4. Cabildo 3-VI-1637.
9] Ibídem. Libro 5. Cabildo 6-I-1649.
10] Ibídem. Cabildo 12-VI-1649.
11] Ibídem. Cabildo 11-I-1650.
12] (A)RCHIVO (P)ARROQUIAL SANTA MARÍA LA BLANCA DE (F)UENTES DE ANDALUCÍA. Libro X de Colecturía y Entierros de 1711. Fol. X. (Referencia incompleta que será actualizada al término del estado de alarma y podamos personarnos en el Archivo Parroquial).

sábado, 14 de marzo de 2020

CUANDO SEVILLA SE QUEDÓ SIN COFRADÍAS, PERO EN FUENTES DE ANDALUCÍA SALIERON LOS PASOS A LA CALLE. 1820 / 1821.


Se han cumplido en este convulso año 2020 doscientos años del pronunciamiento del teniente coronel Rafael del Riego contra el rey Fernando VII a consecuencia de su gobierno absolutista y despótico; un hecho que aconteció el 1 de enero de 1820 en la localidad sevillana de Las Cabezas de San Juan.
El alzamiento dio paso a un periodo de tres años en los que el monarca tuvo que aceptar la Constitución de Cádiz de 1812 y permitir una monarquía constitucional en España, el denominado Trienio Liberal (1820-1823).
Dos meses y medio después del suceso de Las Cabezas de San Juan, se juró en Sevilla la Constitución y, «como al restablecerse el nuevo régimen eran muchos los descontentos de él, y no pocos los instigadores de influencia suficiente, fue preciso a las nuevas autoridades que tomaron el mando de la provincia adoptar algunas medidas en evitación de sucesos desagradables, próximos siempre a ocurrir en aquellos turbulentos días en que los odios y rencores políticos estaban tan enconados» [1].
Ante tal realidad y siendo inminente la llegada de la Semana Santa, el general Moreno y Daóiz, «jefe superior político» dictó una normativa sobre la forma en la que las cofradías debían procesionar. En ella impedía a las hermandades el uso de capirotes, antifaces y túnicas, les prohibía estar en la calle después del toque de oraciones y mandaba a las de madrugada que no salieran hasta el amanecer, todo ello en bien del «interés público y la conservación del orden». Ante ello, las corporaciones que tenían previsto salir en los días siguientes declinaron el hacerlo por «las extrañas condiciones que imponía la autoridad civil con alardes arbitrarios y las hostilidades a las nuevas ideas», argumentando que lo dispuesto iba en contra de sus tradiciones.
Las estrictas reglamentaciones se prologaron durante los años sucesivos, dando lugar a un largo quinquenio sin cofradías en las calles de Sevilla. Una ausencia que se extendió más allá del regreso del absolutismo, no recuperándose la normalidad hasta la Semana Santa de 1826.
Pero que no lo hicieran en la capital, no implica que en otros puntos de la geografía provincial las cofradías no realizaran sus pertinentes estaciones de penitencia, en cumplimiento de su regla de dar culto público a sus Titulares, siempre que las condiciones económicas de las corporaciones, las circunstancias atmosféricas u otra serie de aspectos mayores lo permitieran.


De este modo, los apuntes correspondientes en los Libros de Colecturía y Entierros del Archivo Parroquial Santa María la Blanca, dan prueba documental que en Fuentes de Andalucía hubo cofradías en las calles en los días de Semana Santa durante determinados años del periodo histórico que nos ocupa.
El 24 de marzo de 1820 era Viernes de Dolores, y mientras el país andaba convulso con el acatamiento, de nuevo, de la Constitución de 1812, en la villa de Fuentes la vida transcurría con relativa normalidad. En la iglesia parroquial, culminaba en esta jornada con fiesta solemne el Septenario de la Virgen de los Dolores de los Servitas, «con misa, manifiesto y responso» [2], en las vísperas de una nueva Semana Santa.
La primera de las cofradías que realizó su estación de penitencia en este año que nos ocupa fue la del Señor de la Humildad y Nuestra Señora de los Dolores, desde la ermita de San Francisco, en el arrabal del Postigo del Carbón. Y lo hizo, como era propio, en la tarde del Miércoles Santo, abonando por su salida a la Colecturía de la Parroquia 35 reales y tres cuartos [3].
Al día siguiente, Jueves Santo, 30 de marzo, hizo su estación de penitencia la muy antigua cofradía de la Vera Cruz, que tuvo que abonar por ello a la Colecturía 23 reales y un cuarto [4]; y el Viernes Santo lo haría la última de las tres corporaciones que pusiera sus andas en la calle en 1820, la del Santo Entierro, y que según consta llevó «el Santo Sepulcro al Hospital» de la Caridad, aportando a la Colecturía 25 reales y 16 velas [5].
En 1821 fueron dos las cofradías que pudieron procesionar. El 19 de abril, Miércoles Santo, lo hizo la de la Humildad y el Jueves Santo, la de Jesús Nazareno, desde el convento de los padres mercedarios descalzos.
Y es a partir de este –1821– cuando se produce un trienio en el que las cofradías fontaniegas no llevan a cabo sus públicas estaciones de penitencia, sumándose de este modo a la larga ausencia de la capital hispalense. Los libros de Colecturía no muestran apuntes relativos a las procesiones de las semanas santas de 1822, 1823 y 1824; omisión de desfiles que podría estar causada por diversos motivos, no solo políticos. De este modo, no se pueden descartar los fenómenos meteorológicos, puesto que hay crónicas de la época que relatan cómo –por ejemplo– la de 1822 fue una Semana Santa muy lluviosa y muy fría.
Tanto en términos generales como propiamente locales, el convulso siglo XIX dejó sus secuelas en el mundo de las cofradías, y del mismo modo, en las corporaciones fontaniegas. No hay un periodo de tiempo donde hayan sucedido tantas vicisitudes históricas que hayan afectado tan directamente a las cofradías. Desde epidemias, una invasión, guerras, leyes desamortizadoras, la marcha de los mercedarios descalzos y el cierre y deterioro del convento, desorganizaciones… hasta otros aspectos como el nacimiento de la cofradía de la Soledad y su posterior fusión con la del Santo Entierro, la reordenación en los días de salida perdiéndose la madrugada fontaniega, la recuperación de la iglesia de San José y la fundación de la hermandad del Señor de la Salud, el esplendor de la hermandad servita, las obras de ampliación de la ermita de San Francisco, la propagación de la devoción al Señor de la Piedad y Misericordia y construcción de su ermita en el Calvario, el cambio de sede de la cofradía de la Vera Cruz…
A principios del siglo que nos ocupa, –concretamente en 1803– salieron y por tanto estaban activas las cofradías de la Humildad, Vera Cruz, Jesús Nazareno y Santo Entierro, que realizaban por costumbre sus estaciones de penitencia, respectivamente, el Miércoles Santo, Jueves Santo, madrugada del Viernes Santo y tarde del Viernes Santo [6].
Fue únicamente la de la Humildad la que consiguió mantenerse activa ininterrumpidamente durante estas primeras convulsas décadas del siglo XIX. Tanto es así, que desde 1825 a 1830 –ambos inclusive– es la única hermandad que logra poner su cofradía en la calle durante la Semana Santa fontaniega.  
Ya en la década de 1830 se localizan datos esporádicos de actividad en las cofradías de Jesús Nazareno y del Santo Entierro, y no es hasta 1841 cuando de nuevo certificamos documentalmente una Semana Santa completa con las cofradías de Humildad el Miércoles Santo, Vera Cruz en la tarde de Jueves Santo, Jesús en la madrugada del Viernes Santo y el Santo Entierro en este último día en horario vespertino.

Francis J. González Fernández
Cronista oficial de Fuentes de Andalucía

Ref. bibliográfica: GÓNZALEZ FERNÁNDEZ, Francis J. En Revista de la Semana Santa de Fuentes de Andalucía 2020. Fuentes de Andalucía (Sevilla): Hermandad y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Jesús de la Santa Vera Cruz y María Santísima del Mayor Dolor, 2020, núm. 25, págs. 20-22. 


NOTAS:
[1] CHAVES, Manuel. La Semana Santa y las cofradías de Sevilla de 1820 a 1823. Sevilla, Imprenta de E. Rasco, 1985, p. 1. 
[2] (A)RCHIVO (P)ARROQUIAL SANTA MARÍA LA BLANCA DE (F)UENTES DE ANDALUCÍA. Libro 14 de Colecturía y Entierros. Fol. 13.
[3] Ibídem. Fol. 13v.
[4] Ibídem.
[5] Ibídem.
[6] A.P.F. Libro 12 de Colecturía y Entierros. Fol. 39v.