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A medio cuarto de legua de la muy antigua villa de Fuentes, en el Reino de Sevilla, se levanta una fuente que desde siglos atrás fue el principal abastecimiento para la «manutenzión del común de estte vesindario». Ésta se surte a partir de un complejo sistema subterráneo de captación y conducción de aguas formado por dos manantiales o “minas”.

Rodeada de restos de distintos pueblos antiguos que habitaron estos lares, ya en 1599 aparece citada en las Actas Capitulares acordándose su reparo, y en 1690 el Cabildo Municipal acuerda hacer la fuente de piedra, para lo que contrata al cantero de Morón Antonio Gil.

A lo largo del siglo XVIII, varios miembros de la saga de alarifes de los Ruiz Florindo intervienen en el conjunto, ya que se continúan diversas reformas debido a la pérdida de suministro y a defectos en las conducciones.

Como en la Fuente de la Reina, otros manantiales y pozos de estas tierras llenas de historia siguen manando agua «buena y clara» desde tiempos remotos; características de un territorio que dieron el nombre a este maravilloso lugar del mundo que es Fuentes, de Andalucía.

domingo, 10 de marzo de 2024

LA ÚLTIMA MADRUGÁ… Y EL PRIMER MARTES SANTO DE LA SEMANA SANTA DE FUENTES DE ANDALUCÍA

LAS COFRADÍAS DEL SEÑOR DE LA HUMILDAD Y DE JESÚS NAZARENO EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX. DE LA FLUCTUACIÓN A LA CONSOLIDACIÓN EN SUS DÍAS DE SALIDA.   

El siglo XIX fue un periodo histórico convulso y complejo, en el que España se vio sometida a una profunda transformación política, social y económica –entre otros factores–; un periodo de ingentes cambios en el que múltiples sucesos influyeron en el devenir de las cofradías, provocando una decadencia general como consecuencia explícita de la transformación del modelo económico y social del Antiguo Régimen en el Estado Liberal con el que se abría la época contemporánea, hasta el punto que ningún otro período histórico ha acumulado tal cantidad de vicisitudes que impactaron tan directamente en las hermandades, tanto en términos generales como en la propia localidad de Fuentes de Andalucía.

Una invasión, guerras, múltiples y mortíferas epidemias, drásticos cambios de regímenes políticos, crisis económicas, desamortizaciones, la clausura definitiva del convento mercedario con el consecuente menoscabo y decadencia del cenobio, hermandades inactivas... son solo algunos de los sucesos decimonónicos que influyeron considerablemente en la sociedad fontaniega y, por ende, en el devenir del panorama cofradiero local.

Cierto es que el distanciamiento de la capital y la envergadura de la población amortiguaron los efectos perjudiciales de determinados acontecimientos, como es el caso de la invasión francesa, durante la cual no se sustrajeron obras de arte en ninguno de los templos de Fuentes de manos de las tropas galas al ocupar el territorio; o al tratarse de cofradías de reducida entidad y estructuras simples, no se vieron sumamente afectadas por los procesos desamortizadores.

La consumación del Antiguo Régimen implicó una secularización de la sociedad de la época y un cierto movimiento anticlerical, que conllevó –en distintos momentos históricos– medidas drásticas como el veto a que las cofradías procesionaran en horario nocturno, la privación de que los penitentes participaran de las estaciones de penitencia con el rostro cubierto o la prohibición absoluta de hechos disciplinantes, que llegó a perpetuarse. Desde el poder liberal se relativizó el fenómeno religioso y todo lo que ello conllevaba, y a pesar de la estima y arraigo de los fenómenos de religiosidad popular en el vecindario, las cofradías fontaniegas se vieron mermadas en la primera mitad del siglo XIX hasta el punto de no realizar las estaciones de penitencia con continuidad, e incluso darse años en los que no hubo ni un solo desfile procesional en las calles de Fuentes durante la Semana Santa, tal como ocurriera con certeza al menos en 1805, 1806, 1822, 1823, 1831, 1833 o 1835. Unos hechos que, aunque venimos analizando en lo que a Fuentes se refiere, fue un fenómeno habitual, incluso en la propia ciudad de Sevilla.

Tras varios lustros de «semanas santas» nulas o incompletas –en lo que a cofradías en la calle se refiere–, no sería hasta 1841 cuando de nuevo certificamos documentalmente una Semana Santa íntegra con las cofradías de Humildad el Miércoles Santo, Vera Cruz en la tarde de Jueves Santo, Jesús en el amanecer del Viernes Santo y el Santo Entierro en este último día en horario vespertino.

Desde su incierta fundación a finales del siglo XVI o principios del XVII, la cofradía de Jesús –también nombrada «de los Nazarenos»– realizaba su estación de penitencia en la madrugada del Viernes Santo. Así lo certifica fray Pedro de San Cecilio en los Annales de la orden de la Merced, donde cita explícitamente: «Eftá fundada en efta fanta cafa la Cofradia de los Nazarenos, muy deuota, y bien gouernada. Suyo es el Altar que ay en fu Iglefia de Chrifto nueftro Señor con la Cruz a cueftas. Haze fu procefsion el Viernes Santo por la mañana».

Es evidente que las múltiples contrariedades que sufrieron las cofradías fontaniegas en las primeras décadas de la centuria decimonónica afectaron de lleno a la de Jesús Nazareno –y más aún si cabe teniendo presente su estrecha vinculación con la comunidad mercedaria descalza tan hostigada por las desamortizaciones–. Una hermandad que procesionó 1821, y ya no lo volvería a hacer hasta el amanecer del Viernes Santo de 1841. Dos décadas de inactividad corporativa que, incluso cuando en 1842 los párrocos del arzobispado de Sevilla son preguntados sobre la utilidad de las cofradías de cada feligresía con objeto de un nuevo proceso de supresión de éstas, vemos reflejado en el informe concerniente a la cofradía nazarena fontaniega. En él, el presbítero D. Joaquín de Liñán declara con fecha de 6 de abril de 1842, que en enero de 1822

««[…] habiendo recogido por un Comisionado de Crédito de la Ciudad de Carmona todas las alhajas, utensilios, papeles y pertenencias de la Cofradía que existía […] quedó dispersa y desorganizada, sin Regla ni papeles ni organización; y si solo algunos años se han reunido varios devotos, sin formar cuerpo organizado y a sus expensas y con limosnas [… ] han sacado la procesión la mañana del Viernes Santo».

Y aunque en 1838 «los hermanos de Jesús» recuperaran el culto interno, no realizarían estación de penitencia hasta 1841, alcanzado la hermandad un cierto periodo de estabilidad, puesto que el Señor saldría a la calle en el Viernes Santo de manera continuada hasta 1851, con las excepciones puntuales de 1847 y 1850, que la cofradía no salió. Y en el caso del año 47, es muy probable que no lo hiciera a causa de la lluvia, que está documentado que afectó a las hermandades sevillanas de esta jornada.

La información que emana de los Libros de la Colecturía parroquial corrobora el informe antes citado, en el que carentes de cualquier tipo de estructura corporativa, eran los propios devotos de Ntro. Padre Jesús Nazarenos los que a expensas de su peculio fomentaban y sostenían el culto al Señor. Unas celebraciones que eran fuera de la cuaresma, generalmente en el mes de agosto, hasta que en 1843 instituyen un quinario y fiesta principal en el mes de enero, siendo llevado el Señor en ocasiones a la iglesia parroquial,  y que mantendrían durante prácticamente el resto del siglo XIX. 

Esta continuidad en el culto, tanto interno como externo, fue dotando de nuevo a la desorganizada hermandad de cierta estructura corporativa y alivio financiero, hasta el punto que el 24 de abril de 1842 impulsan una rogativa con una «Procesión salida del convento con las efigies del Sor. de la Salud i Ntra. Sra. de Dolores [desde principios del siglo XX bajo la advocación de la Merced] costeada por los hermanos de Jesús», o la celebración promovida el 11 de febrero de 1844 «en el Convento al Sor de la Salud por los hermanos de Jesús (se hizo para pedir al Señor la lluvia)».

El resurgir –antes citado– del fenómeno cofradiero de Fuentes de Andalucía en la década 1840, con la permanencia de todas las hermandades llevando a cabo sus respectivas estaciones de penitencia, se vio reforzado en 1849 con una nueva cofradía: la de Nuestra Señora de la Soledad. Este se convertiría en el tercer desfile para el Viernes Santo, coincidiendo en la tarde con el cortejo del Santo Entierro, con la que en 1895 terminaría fusionada.

Es en este contexto local en el que nos situamos a mediados del siglo XIX. En 1851, las cinco cofradías –Humildad (miércoles), Vera Cruz (jueves), Jesús Nazareno (madrugada del viernes), Santo Entierro (viernes tarde) y Soledad (viernes tarde)– pudieron cumplir su cometido de culto externo a sus respectivos titulares durante los días de Semana Santa por las calles de Fuentes, pero para el siguiente año, algo cambiaría. Una eventualidad que fue el comienzo de la desaparición de la mañana del Viernes Santo en la Semana Santa fontaniega, influyendo directamente en la cofradía de la Humildad, y que modificaría el desarrollo histórico de los desfiles procesionales; habida cuenta de que tras la consolidación de la nueva distribución, se alcanzó un orden iconográfico en la representación de la Pasión de Jesús por las calles de Fuentes. Sea como fuere, cierto es que se trató de un proceso pausado y gradual que no quedaría consolidado hasta finales del siglo XIX, en un proceso de casi cinco décadas.

El Domingo de Pasión de 1852, 28 de marzo, la Hermandad de la Humildad celebraba cabildo

«[…] para tratar sobre la salida el Martes Santo; a solicitud de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno, la cual lo hacen fundada en que por la hora en que su dicha cofradía tenía costumbre de salir, que lo hera el Viernes Sto. de madrugada; se habían comitido en los años anteriores varios desacatos; y que no encontraban medios de poderlos evitar, más que el de sacarla, el martes o miércoles Santo según y a la hora qe. todas las demás tienen de costumbre. En esta atención, y después de barias observaciones que hicieron los hermanos se determinó que por este año saliera esta nuestra Hermandad con su cofradía el Martes Santo, y que se le dejase el Miércoles, para la de Jesús Nazareno, atendiendo a la solicitud piadosa que queda manifestada; sin perjuicio de que esta concesión no sirba de regla para lo sucesivo, sino que, para otro año si lo juzgasen combeniente a el mayor servicio de Dios Nuestro Señor, puedan entonces convenir lo mismo; y quedando por consiguiente en plena libertad para hacer que fuese más útil a la mayor gloria de Nuestro Adorabilisimo, y Umildisimo Redentor. Acto continuo se presentó una Comisión de los cofrades de la dicha Hermandad de Jesús Nazareno, y se le hizo saber esta ntra. determinación, en la forma que queda expresada, y se retiró muy satisfecha y agradecida, por el favor que se le hacía, y el espíritu que animava a esta nuestra confraternidad».

De este modo, el 6 de abril de 1852, Martes Santo, hizo su estación de penitencia la Cofradía de la Humildad, para que el día siguiente, Miércoles Santo, pudiera hacerlo la de Jesús Nazareno de manera excepcional, en vista a la problemática que le suponía hacerlo en la madrugada del viernes, puesto que el horario era benévolo a desordenes y hechos irrespetuosos, y que a pesar de haber intentado remediar en los últimos años, la cofradía nazarena no había conseguido reducir en un contexto social y político adverso.

La permuta de días de salida se repitió en 1853 y en 1854, y en el cabildo celebrado por los hermanos de la Humildad el 25 de marzo de 1855,

«[…] se presentó una comisión de la Hermandad de Ntro. Padre Jesús solicitando qe. si se les quería hacer el favor de cederle el día del Miércoles Sto. para qe. ellos en dicho día poder darle culto a su efigie, saliendo nosotros al efecto el martes; y atendiendo a qe. su solicitud tiende al mejor fin y la mayor honra y gloria de Dios, se les fue otorgada su petición, habiendo manifestado la comisión su agradecimiento»

No obstante, en este año ninguna de las dos cofradías llegaron a procesionar. En el cabildo celebrado por la Humildad el Domingo de Ramos, y a pesar de declarar el depositario que había fondos para sacar la cofradía,

«[…] se hizo presente el mal estado de las calles y las circunstancias del tiempo en contra de su salida así como otras razones en pro y después de oído el parecer de todos se procedió a votación resultando de ella, que a excepción de uno todos fueron de parecer de no sacar la Cofradía».

Y en suplencia de la estación pública de penitencia acordaron la celebración en la ermita de una Misa de Pasión el Martes Santo, y mantener el tradicional Sermón de Azotes.

A pesar de la petición concedida, tampoco la de Jesús Nazareno llegó a procesionar en este año. Sí lo hicieron la de Vera Cruz, el jueves, y la Virgen de la Soledad, el viernes, lo cual queda probado por el abono de los derechos parroquiales a la colecturía de Santa María la Blanca.

Este espíritu de concordia y entendimiento entre ambas corporaciones fue menguando, y así ocurrió en 1857, en el que incluso tuvieron que recurrir a un mediador. La negativa de la Humildad ya sería patente, porque los propios hermanos de Jesús en vez de solicitar la permuta a la propia cofradía de la Humildad, recurrieron al vicario eclesiástico, y este a su vez trasladó la solicitud a la hermandad del Postigo. Éstos, reunidos en cabildo el 16 de marzo, dejaron constancia que «este año variaban las circunstancias», pero instaban a que

«[…] comparecieran los representantes o comisión de la Hermandad de Jesús a pedir la dicha gracia, para lo cual combino el dicho nuestro Depositario con el Sor. Vicario qe. con el Hermano muñidor sele mandase un recado al Hermo. mayor de dicha Hermandad de Jesús señalándole la hora a que podrían venir y a la en que estaríamos reunidos, y para la cual se le había señalado la hora de las doce del día. A consecuencia de lo relacionado por el Señor Depositario, todos los Sres.. oficiales tomaron parte en el asunto y después de probado y combenido con la madurez posible, que las circunstancias de hoy son muy diferentes, a las del primero y demás años que se les concedió este ntro. día del miércoles presto qe. no tratan de sacar su cofradía no había ni podía haber desordenes y desacatos, por que se les concedió la gracia, y habiendo llegado a estar completamente  esclarecida esta cuestión: Se Determinó ntra. Salida el Miércoles Sto. según ntra. costumbre de tiempo inmemorial. En esto llegó la una y media dela tarde si haber parecido la comisión de Ntro. Padre Jesús, y se cerró la sesión».

A pesar de la coyuntura existente y la resolución adoptada, no es solo que ninguna de las dos cofradías implicadas realizara su estación de penitencia, sino que en la Semana Santa de 1857 no salió ninguna de las cincos hermandades vigentes; y en el caso particular de la de la Humildad, celebró el Miércoles Santo en la ermita de San Francisco tanto el tradicional Sermón de Azotes como el de las Tres Horas de Agonía, acompañado de un organista y un sochantre.

Sin duda, el dictamen de los oficiales de la Hermandad de la Humildad de aquel cabildo del 16 de marzo de 1857 fue firme y determinante en lo sucesivo, y la cofradía siguió llevando a cabo su estación de penitencia o culto interno –en los años que decidía no salir– en la jornada del Miércoles Santo; a la vez que la Cofradía de Jesús Nazareno recaía de nuevo en periodo inestable y decadente, que aunque mantuvieron puntualmente –sin ninguna excepción– el quinario y la fiesta principal al Señor a mediados del mes de enero, serían muchos los años que no realizaron estación de penitencia, y sin un día fijo consecutivo.

En 1858 lo haría el Jueves Santo, y ya no saldría de nuevo hasta este mismo día de 1864. En 1866 volvió a salir el Viernes Santo, el 1869 el jueves, y de nuevo se mantuvo un intervalo considerable sin salir hasta 1878 –también el viernes–, que logró estabilizarse durante unos años en este día en 1879, 1880 y 1881 en su jornada originaria. Al año siguiente, 1882, salió de nuevo el miércoles después de tres décadas, siendo un punto de inflexión en la historia de ambas cofradías, pues a partir de este año la Hermandad de Jesús intensifica su posición para mantener su salida en la jornada del Miércoles Santo.

Si en 1882 ocuparían en solitario el miércoles porque la Hermandad de la Humildad no llegó a salir, tanto en 1884 como 1885, compartieron la jornada, saliendo ambas cofradías el mismo día, y es ya en 1886 y 1887, cuando la Hermandad de la Humildad optó de nuevo por el martes, dejando la tarde del Miércoles Santo a la de Jesús Nazareno, aunque de manera puntual, porque de nuevo en 1888 la Cofradía de Jesús volvió a salir el Viernes Santo.

Lamentablemente, a partir de 1889 los libros de colecturía caen en desuso, y por tanto no se tiene constancia documental del abono de los derechos parroquial por procesión que abonaban las cofradías y que nos dan muestra y testimonio fidedigno de la realización de la estación de penitencia de las mismas.

Sea como fuere, y como culmen a un proceso de décadas en el que la Hermandad de Jesús Nazareno reclamaba una jornada de tarde para su salida –en vista a la problemática que le suponía procesionar en la madrugada del Viernes Santo–, la cofradía del convento terminó en el tiempo reemplazando a la de la ermita en el Miércoles Santo, con el consiguiente traslado y adelanto de la procesión de la Hermandad de la Humildad al Martes Santo, un hecho que supuso el orden cronológico iconográfico que hoy identifica a la Semana Santa fontaniega y que quedaría consolidado a finales del contradictorio siglo XIX.    

De ello, da muestra el acuerdo del cabildo de oficiales de la Hermandad de la Humildad acontecido el 29 de agosto de 1897, en el que los presentes acordaron una serie de cuestiones reglamentarias para la corporación «como base y obligaciones», y como segundo asunto determinan que

“2º Que la principal obligación de esta Hermandad consiste es dar el debido culto y veneración a Ntro. Señor con el título de la Humildad y Paciencia, celebrando todos los años un devoto quinario en la Cuaresma más o menos solemne según los fondos lo permitan, y si fuese posible, sacar la Cofradía el martes santo con asistcia de todos los hermanos, vestidos con túnicas moradas y los vivos encarnados, y sermón de Azotes».

 

Francis J. González Fernández
Cronista oficial de la villa de Fuentes de Andalucía

 

FUENTES DOCUMENTALES Y BIBLIOGRAFÍCAS

JIMÉNEZ SANPEDRO, Rafael. La Semana Santa de Sevilla en el siglo XIX. Sevilla: Abec editores, 2013.

SAN CECILIO, Fray Pedro de (O. de MD.). Annales del Orden de Descalzos de N. S. de la Merced Redempción de Cautivos Christianos. Barcelona, 1669. Tomo I.

ARCHIVO GENERAL DEL ARZOBISPADO DE SEVILLA.
Sección Justicia, serie Hermandades, legajo 94. Informe Parroquial de Fuentes de Andalucía año 1842.

ARCHIVO HERMANDAD DE LA HUMILDAD DE FUENTES DE ANDALUCÍA.
Libro de los cabildos de la Hermandad de Nuestra Señora de Consolación cita en la Ermita de Nuestro Padre San Franco de esta villa de Fuentes de 1732-1903.
Libro de data. Años 1803-1882

ARCHIVO PARROQUIAL SANTA MARÍA LA BLANCA DE FUENTES DE ANDALUCÍA.
Serie Libro de Entierros y Colecturía.


viernes, 22 de diciembre de 2023

SE ARMÓ EL BELÉN

En estos días de diciembre de 2023, antesala inminente de una nueva Navidad, se cumplen ochocientos años de aquella escenificación del nacimiento de Jesús que –según cuenta la tradición– recreó San Francisco de Asís en una cueva del pueblecito italiano de Greccio. Allí, ante la representación viviente de la natividad de Cristo, Francisco celebró la Eucaristía en presencia de los habitantes del lugar, a los que habían convocado al toque de la campana de la ermita de la aldea.   

Un hecho con el que el «pobrecito de Asís» buscaba la evangelización de los vecinos de la región, mayormente analfabetos, destacando la humildad con la que nació el Hijo de Dios, y con el que se convertiría en el impulsor de la histórica práctica del montaje y exposición de los portalitos de Belén.
Desde entonces, el llamado portal de Belén, nacimiento, pesebre, misterio o sencillamente «el belén» –en alusión al nombre de la localidad palestina en dónde se asegura nació Jesús de Nazaret– se han convertido, dentro de la tradición cristiana, en un elemento navideño imprescindible en muchos lugares del mundo, que de la originaria representación viviente evolucionó a la realización de las figuras con diferentes materiales.

Pero no sería hasta mediados del siglo XIX cuando la costumbre se extendería, allende de los muros de las iglesias y los palacios, a muchos hogares españoles. Fue entonces cuando empezaron a fabricarse las figuritas en serie y el hábito progresó hasta convertir al belén en un concepto, e incluso al belenismo en un arte, lejos de «americanadas cursis» y otras modas, en ocasiones horteras, que hoy nos inundan y nada tienen que ver con la tradición navideña occidental y la costumbre andaluza –en base a nuestros valores antropológicos– de conmemorar el nacimiento de Jesús de Nazaret.

En Fuentes, las Pascuas –que era como se conocía a la Navidad en otros tiempos–, se extendían como era propio desde la Nochebuena hasta el día de los Reyes, aunque no era más que una celebración meramente familiar que difería bastante con los modos y formas de hoy día, tanto que para muchos no era ni Navidad porque no tenían ni que llevarse a la boca.

En todo caso, era una fiesta de sabores en frías jornadas al calor de la copa de cisco: La cena de Nochebuena en familia, algún que otro villancico al son del pandero y el almirez, pestiños, buñuelos, el aguinaldo, chocolate con tortas, mantecaos o la copita de aguardiente, si la cartera daba para ello. Lo de las campanadas es una moda reciente, y la Nochevieja era prácticamente un día más.
Y con la venida de los Reyes Magos, la fiesta llegaba a su fin.

Los niños eran felices, cuando se podía, con un caballito de cartón o una muñeca de trapo, mientras que otros se conformaban con aquellos típicos canastitos de papelillos con algún que otro caramelo. Era una época en la que no se pedía, sino que se recibía con alegría lo poco que llegaba. Y no es hasta la década de 1950 cuando en Fuentes el Ayuntamiento comienza a organizar, en la tarde del 5 de enero, la venida y posteriormente cabalgata de Reyes Magos.

Y como otro elemento inexcusable el belén del Postigo, de las Hermanas de la Cruz, que podríamos considerar como el primigenio de los grandes belenes de las navidades fontaniegas del siglo XX, al que ya en la década de los 80 y 90 se sumarían el de la parroquia, el de la Hermandad de Vera Cruz o los muchos y buenos de decenas de hogares de las familias de Fuentes. Belenes domésticos repletos de ovejitas, pastores, lavanderas y un puñado de figuritas de oficios varios con los imprescindibles reyes magos y el niño Jesús, María, José, el buey y la mula; todo ello sobre un desierto de aserrín, poblado de casitas de cartón, «mocos» de la vía del tren a modo de rocas y el papel «albal» haciendo las veces de río.

Las hijas de sor Ángela de la Cruz, que se establecieron en el Postigo en 1904, fueron pioneras en Fuentes con sus belenes, como San Francisco lo fue en Greccio. Qué casualidad que lo fueron en la ermita que atiende a la advocación del santo de Asís. Y además, durante décadas, lo hicieron por partida doble. Por un lado, con la representación viviente del misterio de la Navidad que las niñas del colegio en el convento establecido representaban; y por otro, con el propio belén que instalaban y siguen armando en la capilla, no falto de monumentalidad.
 
Muestra inequívoca de aquellos orígenes nos la ofrece la interesantísima fotografía que reproducimos, fechada en 1912, y tomada en el altar mayor de la ermita de San Francisco. El retablo mayor aparece totalmente cubierto por un paisaje en lienzo de grandes dimensiones, y en distintas escalas se entremezclan hasta cinco niñas vestidas de pastoras, entre otras figuras del belén, y arriba, en la parte más alta, las efigies de san José, la Virgen María y el Niño de Dios. Entre los personajes secundarios se aprecian muñecas y muñecos de distinta factura ataviados con ropa alusiva, ovejas y, en la parte derecha, una burra de cartón que aún conservan en el convento. Todo ello, en un monumental risco de corcho y ramajes. Incluso en la parte baja central se observa un sagrario.
 
En esta fotografía, fechable en torno a 1960, se aprecia el belén de las hermanas al fondo en el transcurso de una celebración eucarística de Navidad, presidida por el entonces párroco D. Antonio Cabezas Moya (1930-2016). En torno al sacerdote, los monaguillos, dos niñas representando ángeles y, en primer plano, otra chiquilla ataviada de pastora.
 
Representación viviente del misterio del nacimiento de Jesús, en la década de 1970, con un amplio número de pastoras. De nuevo, al fondo, el belén de la ermita.

Ochocientos años después del hecho de Greccio, los belenes siguen representando la ilusión, el talento, la originalidad, el interés y la paciencia del que lo pone con objetivo claro y evidente de no solo mantener una tradición, que también, sino de rememorar el entorno, el paisaje y el propio misterio del nacimiento de Jesús de Nazaret para disfrute propio y de cuantos acudan a su contemplación.

Por ello, coincidiendo con la histórica efemérides reivindico de manera modesta –pero a sabiendas de la oportunidad que me ofrece esta tribuna– la tradición y lo que supone armar el belén, y cuanto se ha de vivir en torno al misterio que este representa.

Reivindico la Navidad con su ser y sus valores cristianos –Sin Cristo, no hay Navidad–, lejos del desenfreno de derroche y consumismo que nos invade desde noviembre. Pensemos que la Navidad es efímera, como los belenes, y que solo dura una noche y cuanto se alarga el día siguiente, aunque en la liturgia se extienda a su octava.

Y en esa reivindicación quiero mirar a lo que nos une. Quedémonos con el abrazo sincero, con lo positivo, con lo que suma, con lo que enriquece, con lo que nos aporta, con lo que nos hace crecer como personas; que es mucho más que los mensajes pesimistas que en ocasiones nos bombardean y nos aterrorizan. Para eso, ya tenemos la cruda realidad del día a día. Y no es mirar para otro lado, es ver nuestra existencia creyendo en el prójimo, con fe, con esperanza y con amor. Tal como escribió San Pablo a los corintios, «el amor no pasa nunca».

Los belenes nos llevan a esa patria de la infancia, a ese territorio de un país de alegrías perpetuas, a una Navidad auténtica sin abalorios y con mucha verdad. La verdad del Niño de María y su mensaje, con la sencillez que ocurrió en Belén de Judea hace más de dos mil años; y con la humildad que Francisco de Asís lo presentó en aquella cueva italiana hace ahora ocho siglos.

Pues impregnado de este mensaje, me sirvo de este altavoz para desear a cuantos estas líneas lean mi felicitación ante la imperiosa Natividad del Señor. Que la conmemoración que festejamos en estos días, al ablandarnos el corazón, nos impregne de alegría, de paz y de cordura, que falta nos hace ante tanta insensatez. Sólo eso, que no es poco.

Esa es mi ansia para esta Navidad.

Francis J. González Fernández
Cronista oficial de la villa de Fuentes de Andalucía
 


miércoles, 13 de diciembre de 2023

EL MIRADOR DE DON CIPRIANO, EN LA AVENIDA DE LA PALMERA DE SEVILLA

En Tennessee (EEUU) hay una réplica a escala real del mismísimo Partenón de Atenas. Una plaza de Cenicero (La Rioja) tiene una Estatua de la Libertad y paseando por el centro de Badajoz hasta podemos llegar a toparnos con la inigualable Giralda. Y así, no pocas «torres eiffeles» o «casas blancas» se reparten por el mundo. Unos son un clon exacto, otros no llegan ni a primos hermanos.

En las últimas décadas, esta costumbre de «copiar» lugares emblemáticos de otras ciudades del mundo –conocida como «duplitectura», uniendo los términos duplicidad y arquitectura– es una constante en China, donde es frecuente encontrarlas en varias de sus provincias. En Dailán, por ejemplo, se puede disfrutar de los canales de Venecia sin salir de las fronteras del gigante asiático. Un hecho que no forma parte de parques temáticos o infraestructuras de exposiciones universales, sino que se trata de comunidades completamente funcionales donde las familias chinas viven y crían a sus hijos.

No deja de ser una práctica controvertida. Algunos la consideran una forma de plagio y de falta de originalidad, mientras que otros la ven como una forma de expresión cultural y de intercambio de ideas, basada en la inspiración e influencia de distintas corrientes o estilos artísticos o arquitectónicos que no es una tendencia reciente.  

De este modo, la huella de la arquitectura dieciochesca de la campiña sevillana quedó claramente patente en las edificaciones de la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929. Un hecho que se dio de la mano del arquitecto Juan Talavera Heredia (Sevilla, 1880-1960), viéndose claramente en su obra el influjo de la arquitectura barroca astigina, a la que llegaría por su madre, natural de Écija. Este hecho le llevó, del mismo modo, a conocer «in situ» las singulares fachadas y toda la producción fontaniega de la estirpe de los Ruiz Florindo.

Proyecto original del Pabellón del arquitecto Juan Talavera Heredia.

La arquitectura regionalista sevillana supo sintetizar una herencia cultural que abarcaba desde el arte islámico hasta el barroco del siglo XVIII pasando por el mudéjar, y la Exposición Iberoamericana de 1929 jugó un papel decisivo al revalorizar esta identidad sevillana y su arquitectura propia, reutilizando no solo modelos del pasado, sino sus técnicas y sus materiales constructivos enriqueciendo el patrimonio de la ciudad.

En 1925, Talavera recibió el encargo de proyectar el Pabellón de Agricultura. Para ello el arquitecto diseñó una vivienda señorial de ámbito rural con una fachada principal neobarroca, con una gran portada con columnas salomónicas, entre dos torres-miradores gemelos situados a ambos lados.

Se trataba del primero de los dos proyectos que el arquitecto realizó para el Pabellón de Agricultura de la Exposición, que con el tiempo pasaría a ser denominado Pabellón de Aceite y Agricultura según las directrices de la organización, y generalizándose en la forma Pabellón del Aceite.

La cancelación del propósito inicial y su unificación con el del Aceite, provocó que Talavera tuviera que rediseñar el proyecto, transformándolo en una hacienda de olivar e introduciendo de este modo en la ciudad la arquitectura blanca de un gran caserío de campo, enraizado en los esquemas constructivos rurales de la campiña sevillana.

Un hecho que nos privó de poder disfrutar hoy día, en la notable avenida de la Palmera de Sevilla, del mismísimo mirador de la casona señorial de los Fernández de Peñaranda de la calle Carrera –la casa de don Cripriano–, y no uno, sino por partida doble. Se nos despojó de admirar una reproducción exacta de una de las obras clave del maestro Juan Ruiz Florindo (1699-1753) en la capital hispalense, y su repercusión durante el desarrollo de la Exposición Iberoamericana.

Superposición de los elementos arquitectónicos de las casas fontaniegas
sobre el proyecto original del Pabellón del Aceite.

En ese primer proyecto fallido, cuya documentación se conserva y se reproduce aquí, Juan Talavera compilaba elementos de la arquitectura señorial tanto de Écija como de Fuentes de Andalucía. La portada del pabellón estaba claramente inspiradas en las homónimas de los palacios de Peñaflor y de Benamejí, de Écija, franqueada por las dos torres, diseñadas a semejanza del mirador fontaniego citado. Una similitud extrema que se aprecia en la ornamentación de los vanos, las pilastras almohadilladas, los pedestales bulbosos, así como los pinjantes que penden de estos o en los pináculos que coronan el tejado a cuatro aguas.

De igual modo, la decoración de las ventanas se asemejan claramente a las que presentan tanto la propia fachada de la casa de la calle Carrera como la también construida por Alonso Ruiz Florindo para los Fernández de Llera en la hoy rotulada como calle Fernando de Llera.

Lo que pudo ser, y no fue, como tantas cosas. O como aquellas que fueron, y se perdieron. Pero eso ya es otro cantar.

Sea como fuere, cierto es que lo que debió ser un notable edificio de la Sevilla del 29 se quedó en una carpeta, en un estante, de algún archivo, con la firma del arquitecto Juan Talavera Heredia.

Francis J. González Fernández
Cronista oficial de la villa de Fuentes de Andalucía
 
BIBLIOGRAFÍA:

GRACIANI GARCÍA, A. (2023). Écija en la Exposición General Española de 1929. En: MARTÍN 
PRADAS, Antonio (dir.). Actas de las XV Jornadas de Protección del Patrimonio Histórico de Écija: Écija creadora, exportadora e importadora de influencias. Écija: Asociación de Amigos de Écija, 2023, págs. 115-132.

https://exposicioniberoamericanadesevilla1929.blogspot.com/2010/04/34-pabellon-del-aceite-y-
agricultura.html [Consulta en línea 9 de diciembre de 2023].

Servicio General de Fototeca y Laboratorio de Arte, Universidad de Sevilla. Registro 3-700.


martes, 3 de octubre de 2023

CUANDO COMPRARON FUENTES

EN EL 650 ANIVERSARIO DE LA COMPRA DEL LUGAR POR ALONSO FERNÁNDEZ E ISABEL DE BELMAÑA, FUNDADORES DEL SEÑORÍO DE FUENTES. 1374-2024.

El próximo 20 de enero se vendrán a cumplir seiscientos cincuenta años de un hecho determinante en el devenir histórico de la villa de Fuentes, el cuál desencadenaría en la fundación del mayorazgo de los Fuentes en 1378 y la instauración del señorío.

Lo que simplemente puede parecer una operación inmobiliaria de la época, implicaba el poder jurisdiccional de los señores sobre el lugar y sus moradores, convertidos en vasallos. Comenzaba pues, con el hecho que relatamos, una trayectoria repleta de luces y sombras, pero que sea como fuere, es nuestra historia, la de los fontaniegos del ayer, del hoy y del mañana. Una autoridad que ejerció su supremacía e influencia no solo en los aspectos políticos o económicos, sino territoriales, sociales, culturales, festivos, urbanísticos, religiosos… e incluso demográficos, con la obstinación por el aumento de la población, que repercutía positivamente en los intereses del señorío; y los continuos esfuerzos para lograr un ámbito territorial propio, ampliando el término con continuos litigios y pleitos en base a las tierras más próximas al naciente núcleo poblacional.

Martín Fernández de Gúzman, alguacil mayor de Toledo y señor de Orgaz, era en 1374 el titular por sucesión del lugar de Fuentes. Sería éste quien por escritura otorgada a 20 de enero del citado año, vendiera tal propiedad a Alonso Fernández de Sevilla y a su esposa Isabel de Belmaña o de las Casas. Alonso era un destacado miembro de la oligarquía sevillana, partidario de Enrique de Trastámara en el conflicto bélico que lo enfrentó a su hermanastro Pedro I de Castilla durante la primera guerra civil castellana (1351-1369), que culminó con el asesinato de Pedro I y el ascenso al trono de Castilla de Enrique II. Esta victoria resultó determinante para Alonso Fernández, pues repercutió directamente en su poder social y económico, llegando a obtener importantes mercedes del nuevo monarca. El citado Alonso estuvo implicado en tareas fiscales y recaudatorias y a la fecha de la compra de Fuentes ejercía como caballero veinticuatro de la ciudad de Sevilla, un cargo propio de las corporaciones municipales de algunas ciudades de España,​ durante el Antiguo Régimen, equivalente al de regidor o concejal y que estaba asociado a la nobleza y posición social de quien lo ostentaba. Su mujer, Isabel de Belmaña, procedía de otro destacado linaje de la nobleza de la época. Era hija de Isabel de Creus y de Guillén II de las Casas, Tesorero Mayor de Andalucía, y otro destacadísimo enriquista.

Para la compra del territorio, ambas partes tasaron la operación en 1.600 doblas moriscas «de buen oro». Curiosamente esa cantidad era la que Isabel de Belmaña había recibido como dote al casar con Fernández, y con cuyo importe éstos compraron el territorio, que a pesar del papel irrelevante de la mujer en la sociedad de la época, queda probado en repetidas ocasiones que la compra la efectúa el matrimonio.

Así se recoge en la documentación:

«En el Nombre de Dios amen, e de la Virgen Santa María su Madre: Sepan cuantos esta carta vieren como yo Martin Fernández de Guzmán, hijo de D. Pedro Núñez de Guzmán, vecino que soy en la muy noble ciudad de Sevilla, otorgo e conozco q. vendo a vos Alonso Fernández, criado del Rey, veinte e cuatro de esta ciudad de Sevilla q. estades presente e recibides esta compra, e todos estos otorgamientos, e promiciones, e obligaciones que esta Carta son contenidas a vos Isabel de Bezmaña su mujer de dicho Alonso Fernández, vecinos que sodes de esta dicha ciudad de Sevilla ala Collación de Sanz Juan, combien a saber: El mi lugar de Fuentes que es en el Arzobispado de Sevilla, con todos sus vasallos, e con todo su Señorío Real, e con la Justicia Criminal e Civil en nuestro suelo imperio, según que oyó hiceme es debido y otorgado, y on todas sus Rentas, e Tributos e derechos, e con todos mis términos, y con todas sus tierras para pan, e otras tierras cualesquiera que hay son, e con su Torre y Cortijo [se refiere a la torre del Homenaje y recinto amurallado del Castillo del Hierro], y con todos sus prados y pastos, y dehesas e montes, e jaras, e fuentes, e pozos y aguas corrientes y manantes, y estanques e con todos los dichos bienes q.e al dicho lugar de Fuentes pertenecen deben en cualquier manera e por cualquiera razón según q.e hoy dia lo he e lo poseo, e según que mas cumplidamente lo obeerin e lo proseyeron en su vida D. Albar Pérez de Guzmán mi Abuelo y el dicho D. Pedro Núñez de Guzmán mi padre que Dios perdone, cuyo fue el dicho lugar de Fuentes e de quien yo el dicho Martin Fernández lo obe e lo heredé…».

Sin profundizar en el contenido del acuerdo, es preciso destacar cómo la venta no se limitaba exclusivamente a la propiedad rústica y el inmueble existente, sino que incluía –propio del régimen feudal del Antiguo Régimen– a los propios vecinos del lugar y la administración de la justicia y regimiento en el territorio, entre otros.

A escasas semanas, el 5 de febrero de 1374, los nuevos propietarios del lugar tomaron posesión del mismo, tal como queda relatado en la documentación atesorada en el Archivo de Viana, donde se custodian los fondos documentales del marquesado de Fuentes.

El acta de la entrega de los bienes expresa:

«Ese día sobre dicho, a hora de misas dichas, en presencia de mi, Lópe Alonso, escribano público de Sevilla y de los otros testigos que ahí fueron presentes, estando en Fuentes, lugar que es en el arzobispado de Sevilla y parte con término de Carmona y con término de Marchena y con término de la Monclova, ante la puerta de la torre [una puerta que se conserva, cegada] e cortijo del dicho lugar de Fuentes, la cual dicha torre está cubierta de una bóveda sin peltre e sin almenas, y el cortijo de enrededor cercado de tapias de argamasa a lugares de altura de cuatro tapias, e a lugares de tres tapias (…), estando presentes ajuntados en su Consejo los hombres buenos y vecinos y moradores del dicho lugar de Fuentes, (…) [que] el dicho Martín Fernández lo hubo y heredó, y después acá el dicho les vendió el dicho lugar e bienes por 1.600 doblas moriscas de buen oro espeso (…)».

Un hecho que terminó con la entrega de «la llave de la dicha torre (…)».

El 19 de junio de 1378 Alonso e Isabel obtuvieron la pertinente licencia del rey Enrique II para la fundación de un mayorazgo, un sistema de reparto de bienes que beneficiaba al mayor de los hijos, de forma que el grueso del patrimonio de una familia no se diseminaba, sino que solo podía aumentar. El bien principal era la torre y caserío de Fuentes, y entre las condiciones estipuladas, el heredero quedaba obligado a tomar las armas «que son cinco flores e calderas enrededor» y el apellido de Fuentes. Quedaba de este modo formalmente instituida la casa nobiliar de los Señores de Fuentes, que en 1603 engrandecerían con el título de marquesado concedido por Felipe II al décimo señor. 

Esta relación de casi cinco siglos expiraría en 1837, cuando recayó sobre el marqués de Fuentes sentencia ejecutoria del Tribunal Supremo de Justicia, por la que se declaraban incorporados a la Corona de Castilla el lugar de Fuentes, la villa y su castillo, con el señorío real, rentas, tributos y demás derechos propios de la soberanía. 

Francis J. González Fernández
Cronista oficial de la villa de Fuentes de Andalucía


miércoles, 2 de noviembre de 2022

ALONSO RUIZ FLORINDO, EL «SORDO DE FUENTES»

Dentro del ciclo de conferencias «En tiempo de los Ruiz Florindo», promovido por el Excmo. Ayuntamiento de Fuentes de Andalucía en el marco del Año Florindo, el 25 de octubre de 2022, coincidiendo con el III Centenario del nacimiento de Alonso Ruiz Florindo acontecido el 22 de octubre de 1722, tuve la oportunidad de participar en tal ciclo hablando sobre la figura y obra de Alonso, el maestro de obras de mayor proyección y personalidad de la destacada saga familiar.

De forma cronológica y sucesiva desarrollé una aproximación a los aspectos más personales de la vida de Alonso Ruiz Florindo, en base a la documentación conocida relativa a sus obras de mayor envergadura, su vida y su actividad laboral y mercantil.









domingo, 24 de julio de 2022

UN CARTEL RANCIO, PARA UNA FERIA HISTÓRICA Y CON HISTORIA.

El cartel anunciador de la Feria de Fuentes de Andalucía 2022 sigue claramente las líneas clásicas y propias de la cartelería costumbrista de fiesta, imperante en España en la primera mitad del siglo XX.

La escena principal la ocupa una imagen pictórica de corte costumbrista, en la que aparecen tres mujeres ataviadas con la indumentaria propia de las ferias andaluzas: mantones bordados, mantilla, peinas y flores en la cabeza, pendientes de aros, usando abanico… Esta se debe al pintor valenciano Juan José Barreira Polo (1887- 1957), prolífico en este tipo de obras, muchas de ellas dirigidas a cartelería.

En la cabecera del cartel destaca la palabra FERIA, para la que se ha utilizado la fuente SVQ Justa Display, del proyecto justayrvfina.com. Una tipografía basada en la azulejería del nomenclátor de las calles de Sevilla y muchos de sus pueblos, y sostenida en la base que parieron los artesanos de La Cartuja de Sevilla en 1845.

La Feria de Fuentes de Andalucía está íntimamente ligada por su devenir histórico a la Ermita de San Francisco y al barrio del Postigo. Conforman un binomio inseparable con el aval de siglos de vida. Desde el siglo XVII la fiesta se viene celebrando en el mismo emplazamiento, tomando su nombre originario del principal edificio de la zona, de ahí “Fiesta de la Ermita”. Por ello, tras las mujeres aparecen dos ilustraciones obtenidas a través de fotografías del citado templo. Se hace de forma degradada, con el fin de enmarcarlo en el conjunto, y que esté presente pero sin ser relevante en la escena. A la izquierda, un fragmento de su fachada, destacando una estípite en ladrillo cocido labrado por la saga de alarifes fontaniegos Ruiz Florindo, y a la izquierda, los tejados, cúpula, linterna y espadaña del citado edificio religioso. Sobre ello, aparece sutilmente la firma autógrafa de Alonso Ruiz Florindo.

En pleno Año Florindo, la figura de estos alarifes era imprescindible en la cartelería que nos ocupa. Alonso, de cuyo nacimiento se cumple en 2022 su tercer centenario, mostró plenamente sus cualidades artísticas en la obra de la Ermita de San Francisco (1751- 1758), edificio donde manifestó su capacidad creativa para el adorno basado en el uso del ladrillo tallado y de la ornamentación de yeserías, con el uso de un amplio abanico de elementos ornamentales procedentes de la tradición arquitectónica.

Las tres mujeres se presentan tras una reja, que está cubierta por un mantón bordado y un capote torero de paseo. Sobre este espacio, aparece en líneas el emblema del Señorío –posteriormente marquesado– de Fuentes, y a la sazón escudo de la población hasta fechas recientes. Tal ilustración procede de la página 1 de la revista de Feria de 1955.

En este mismo espacio, y sostenido por la mano derecha de la mujer que aparece sentada en primer plano, se ha introducido el detalle de una papeleta de la “rifa del cochino” de la Hermandad de la Humildad de 1898, basada en un original de la época. Esta tradición, que data de 1869, se mantiene en la actualidad, por lo que se convierte en un hecho idiosincrático y muy particular de la fiesta en sí.

En los extremos inferiores de la escena pictórica, se mantienen la firma del autor de la misma y de la empresa encargada de su reproducción: Imprenta y Litografía Ortega, marca histórica valenciana (1871-2008), referente nacional de las artes gráficas en los siglos XIX y XX.

El espacio inferior del cartel está dedicado a los textos relativos al anuncio de la celebración de la feria, con los días de fiestas, el lugar de celebración, la oferta prevista y el ente organizador; todo ello plasmado con tipografía clásica propicia y habitual en la cartelería de base. Así mismo constan el escudo oficial de Fuentes de Andalucía, el anagrama del Año Florindo y un conjunto de orlas en líneas, todo ello en la combinación de dos únicos colores, en sintonía cromática con el cartel en su conjunto.

En el centro del texto “Primitiva Fiesta de la Ermita que desde antaño festeja esta población”, en clara alusión al sentido histórico de la fiesta, aparece la reproducción de una imagen mariana. Se trata de la Virgen de Consolación, titular letífica primitiva de la Hermandad de la Humildad, y origen de las fiestas, surgidas en su honor y derivadas al hecho actual. Tal reproducción procede de la cruz de plata –fechada en 1666– del asta del estandarte de la citada cofradía.

En su conjunto el cartel difiere de los formatos habituales. Su composición vertical, y de formato estrecho, se ciñe a las dimensiones tradicionales de esta tipología de cartelería.

viernes, 25 de marzo de 2022

PROHIBIDAS LAS COFRADÍAS, EL SEÑOR DE LA HUMILDAD SALIÓ EN 1822


El pronunciamiento del teniente coronel Riego que restableció la monarquía constitucional en la España de 1820, iniciándose con ello el denominado Trienio Liberal, tuvo consecuencias directas en las cofradías, pues ante las restricciones que les fueron impuestas éstas declinaron realizar sus estaciones de penitencia. Las estrictas reglamentaciones se prologaron durante los años sucesivos, dando lugar a un largo quinquenio sin cofradías en las calles de Sevilla. Una ausencia que se extendió más allá del regreso del absolutismo, no recuperándose la normalidad hasta la Semana Santa de 1826.

En ellas se impedía a las hermandades el uso de capirotes, antifaces y túnicas, les prohibía estar en la calle después del toque de oraciones y mandaba a las de madrugada que no salieran hasta el amanecer, todo ello en bien del «interés público y la conservación del orden». Ante ello, las corporaciones declinaron efectuar sus estaciones de penitencia por «las extrañas condiciones que imponía la autoridad civil con alardes arbitrarios y las hostilidades a las nuevas ideas», argumentando que lo dispuesto iba en contra de sus tradiciones.

Pero que no lo hicieran en la capital, no implica que en otros puntos de la geografía provincial las cofradías no realizaran sus pertinentes estaciones de penitencia, en cumplimiento de su regla de dar culto público a sus Titulares, siempre que las condiciones económicas de las corporaciones, las circunstancias atmosféricas u otra serie de aspectos mayores lo permitieran.

De este modo, en 1820 hicieron su estación de penitencia en Fuentes de Andalucía las cofradías del Señor de la Humildad (Miércoles Santo), Vera Cruz (Jueves Santo) y Santo Entierro (Viernes Santo), y en 1821 fueron dos las cofradías que pudieron procesionar. El 19 de abril, Miércoles Santo, lo hizo la de la Humildad y el Jueves Santo, la de Jesús Nazareno, desde el convento de los frailes mercedarios descalzos. Y es a partir de 1822 cuando se produce un trienio en el que las cofradías fontaniegas no llevan a cabo sus públicas estaciones de penitencia, sumándose de este modo a la larga ausencia de la capital hispalense. Tal es así, que no lo hicieron en 1822, 1823 ni 1824 [1].

Fue únicamente la cofradía de la Humildad la que consiguió mantenerse activa ininterrumpidamente durante estas primeras convulsas décadas del siglo XIX. Desde 1825 a 1830 –ambos inclusive– es la única hermandad que logra poner su cofradía en la calle durante la Semana Santa fontaniega. Ya en la década de 1830 se localizan datos esporádicos de actividad en las cofradías de Jesús Nazareno y del Santo Entierro, y no es hasta 1841 cuando de nuevo certificamos documentalmente una Semana Santa completa con las cofradías de Humildad el Miércoles Santo, Vera Cruz en la tarde de Jueves Santo, Jesús en la madrugada del Viernes Santo y el Santo Entierro en este último día en horario vespertino.

Retrocediendo al inicio, en el que citábamos cómo a pesar de las restricciones y la ausencia de cofradías en la capital, en Fuentes las cofradías salieron en 1820 y 1821, no ocurriría ya lo mismo en 1822, cuando el culto fue estrictamente interno.

A pesar de ello, el Señor de la Humildad sí procesionó –aunque la Virgen de los Dolores no lo hiciera–. No fue en Semana Santa, sino en los días de Cuaresma, y lo hizo en dos ocasiones en un transcurso de nueve días. Así queda asentado en los libros de colecturía de la parroquia Santa María la Blanca, en cuyas páginas quedan detallados los gastos que las procesiones y cultos al Señor ocasionaron.

El 17 de marzo de 1822 se «trajo el Señor de la Humildad a la Yglesia para hacerle un Novenario de Misas» [2] con la asistencia de todo el clero, «en procesión de rogativas» desde la ermita de san Francisco. La iniciativa clamaba la gracia de la lluvia ante la calamitosa situación de sequía que azotaba al campo fontaniego.

En adelante, y durante nueve días, el Señor de la Humildad presidió en el templo mayor de Santa María la Blanca un «novenario de misereres», concluyendo el domingo 24 de marzo con función solemne y sermón. Concluidos los cultos, el lunes 25 la devota efigie del Señor de la Humildad regresó a su barrio del Postigo del Carbón en procesión de rogativas, tal como a la ida.

Fue un 25 de marzo, como hoy, pero dos siglos atrás.

Francis J. González Fernández 
Cronista oficial de la villa de Fuentes de Andalucía 


 

NOTA: La imagen que ilustra este artículo es una recreación que no corresponde a la realidad.

[1] Para profundizar en el hecho, véase: GÓNZALEZ FERNÁNDEZ, Francis J. Cuando Sevilla se quedó sin cofradías, pero en Fuentes de Andalucía salieron los pasos a la calle. 1820 / 1821. En Revista de la Semana Santa de Fuentes de Andalucía 2020. Fuentes de Andalucía (Sevilla): Hermandad y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Jesús de la Santa Vera Cruz y María Santísima del Mayor Dolor, 2020, núm. 25, págs. 20-22.

[2] Archivo Parroquial Santa María la Blanca de Fuentes de Andalucía. Libro 14 de Entierros. Folio no paginado.


lunes, 21 de marzo de 2022

LA FOTO DEL CARTEL DEL SAHUMERIO, DE DON JUAN “EL DE LA LUZ”

Por escaparates y muros de comercios y bares, por las redes sociales o en los tablones de anuncios de las iglesias y casas de hermandad luce desde hace unos días el cartel de “El Sahumerio 2022”, que anuncia –según esta tertulia cofrade fontaniega– la inminente llegada de una anhelada Semana Santa.

El cartel lo ilustra una vanguardista obra del polifacético artista Miguel Caiceo, que ha dado una especial relevancia a la arquitectura de los Ruiz Florindo; un guiño de la tertulia para sumarse a la conmemoración del Año Florindo, que a lo largo del presente impulsará el ente municipal fontaniego.

El centro de la arriesgada obra pictórica mixta lo ocupa la portentosa imagen del Señor de la Humildad, titular de la cofradía homónima con sede en la Ermita del Postigo. La fotografía muestra la talla completa del Cristo, con el juego de potencias y corona de espinas de plata del siglo XVIII, sin caña, en un perfil buscado para poder apreciar el rostro. La soga al cuello, en varias vueltas, cuyos extremos caen por su lado izquierdo, tras la pierna en la que apoya el característico brazo en el que Jesús de la Humildad sostiene absorto su cabeza. Y como último detalle, una tela adamascada recubre la peña sobre la que Cristo toma asiento. Tras Él, un arrugado paño hace de telón de fondo.

La misma se trata de una fotografía inédita, realizada en los primeros años del siglo XX por Juan Nepomuceno Díaz Custodio, y muy probablemente la instantánea más remota de las que a la fecha se conocen del Señor de la Humildad.  

¿Y quién fue esta persona? Pues si al salir de “las monjas” usted enfila la calle Mayor, en la fachada de la casona que se sitúa a su izquierda podrá leer en un azulejo: Fábrica de electricidad, fundada en 1904 por Juan N. Díaz Custodio. Pues a este ecijano, nacido en 1875, debemos la preciada foto.

Licenciado en Derecho, que nunca ejerció, compaginó sus estudios superiores con los de Física, convirtiéndose en un destacado especialista en energía eléctrica. Fotógrafo aficionado, desde principios de siglo atesoró numerosos premios de certámenes fotográficos nacionales e internacionales. Instaló fábricas de electricidad en varios pueblos andaluces, entre ellos Fuentes, y experimentó en la aviación y en la radio.

Reconocido internacionalmente por sus retratos, Díaz Custodio dominó de forma inusual la técnica del contraluz, lo que para cualquier fotógrafo era un reto, consiguiendo dar bellísimos detalles en las sombras, siendo reconocido como el mejor retratista de la escuela sevillana.

Un hombre pionero en muchos campos, un erudito adelantado a su tiempo, que se postró ante la portentosa efigie del Señor de la Humildad para inmortalizarlo tal y como lo podemos observar y venerar en esta preciosa fotografía con más de un siglo de existencia.

Posiblemente sería en la sacristía de la Ermita, colocando al Señor sobre una pequeña mesita, tal como se observa en la fotografía original. Y no fue la única estampa inmortalizada, pues en el valiosísimo archivo de Díaz Custodio se conserva una segunda placa estereoscópica de un primer plano del Señor, a modo de retrato, en el que el Cristo se muestra sin potencias y con la soga o cordón hacía su lado izquierdo.

Don Juan, que era la forma en la que sus contemporáneos lo nombraban, era bisnieto de la fontaniega Pilar Armero Almazán –nacida en Fuentes en 1781– y nieto de Juan Nepomuceno Díaz Armero, a la sazón primo hermano y posteriormente cuñado de Francisco Armero Fernández de Peñaranda, el general Armero.

Coincidiendo con la instalación de la fábrica de electricidad de Fuentes, Juan N. Díaz trasladó su residencia a Fuentes durante un tiempo, acompañado de su mujer Lola Gálvez Lagrera, y una hermana de esta, Pastora.

Fue el 1 de enero de 1905 cuando quedaría inaugurado el primer servicio de alumbrado eléctrico público fontaniego, que había sido adjudicado en subasta pública en agosto de 1904 a Juan N. Díaz Custodio y José Piñero Fraile por un periodo de veinte años, únicos postores que concurrieron a la convocatoria. Y no era este el único hecho relevante que Fuentes gozaba en estos meses, rodeado de un panorama de penuria, hambre y una pertinaz sequía que provocó un desconsolador paro obrero. El 23 de septiembre de 1904, mientras los operarios de don Juan tendían el cableado eléctrico por las calles de Fuentes, en el barrio del Postigo las Hermanas de la Cruz inauguraban su convento, asentándose en el antiguo arrabal dieciochesco, aledaño a los viejos muros de la Ermita de San Francisco, la casa del Señor de la Humildad.

Pronto entablaron cariño y apego los Díaz Gálvez con las primeras hermanas que llegaron a Fuentes, en especial Pastora. Ello les llevó a conocer personalmente a sor –santa– Ángela de la Cruz en sus estancias en Fuentes y colaborar en el sostenimiento del nuevo cenobio fontaniego, y sería a través de las propias hermanas de la Cruz como Juan N. Díaz llegaría hasta el Señor de la Humildad, e inmortalizarlo. Muy probablemente, sería la primera cámara fotográfica de la historia que entrara entre aquellos paredones, y de tal forma quedaría prendado Díaz Custodio, que terminó formando parte de la nómina de hermanos de la Humildad, así como posteriormente algunos de sus hijos, los Díaz Gálvez.

Tal fue el reconocimiento y admiración del matrimonio Díaz Gálvez por la magnífica labor que las hermanas de la Cruz desarrollaban, que no cesaron en su empeño hasta conseguir que las hijas de sor Ángela abrieran casa en su Écija natal.

Francis J. González Fernández

  

NOTA: Mi gratitud a la familia de Juan N. Díaz Custorio, herederos de su legado, y a Julio Arturo Cerdá, custodio de la valiosísima colección fotográfica.

FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA:

ARCHIVO PARROQUIAL. Acta de bautismo de María del Pilar Armero Almazán. 13 de octubre de 1781.

CERRO RAMÍREZ, Jesús. I Centenario del alumbrado eléctrico en Fuentes de Andalucía. Revista de Feria de Fuentes de Andalucía 2005. 2005, IIª época, p. 43-45.

FREIRE GÁLVEZ, Ramón. D. Juan N. Díaz Custodio: Écija, de siglo a siglo. Écija: Gráficas Sol, 1994.

MORENO DE LOS RÍOS DÍAZ, Ramón y CERDÁ PUGNAIRE, Julio. Juan N. Díaz Custodio: el genio de la luz (1893-1912). Écija: Asociación Amigos de Écija, 2016.