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A medio cuarto de legua de la muy antigua villa de Fuentes, en el Reino de Sevilla, se levanta una fuente que desde siglos atrás fue el principal abastecimiento para la «manutenzión del común de estte vesindario». Ésta se surte a partir de un complejo sistema subterráneo de captación y conducción de aguas formado por dos manantiales o “minas”.

Rodeada de restos de distintos pueblos antiguos que habitaron estos lares, ya en 1599 aparece citada en las Actas Capitulares acordándose su reparo, y en 1690 el Cabildo Municipal acuerda hacer la fuente de piedra, para lo que contrata al cantero de Morón Antonio Gil.

A lo largo del siglo XVIII, varios miembros de la saga de alarifes de los Ruiz Florindo intervienen en el conjunto, ya que se continúan diversas reformas debido a la pérdida de suministro y a defectos en las conducciones.

Como en la Fuente de la Reina, otros manantiales y pozos de estas tierras llenas de historia siguen manando agua «buena y clara» desde tiempos remotos; características de un territorio que dieron el nombre a este maravilloso lugar del mundo que es Fuentes, de Andalucía.

domingo, 4 de febrero de 2018

EL SINGULAR CARNAVAL DE FUENTES DE ANDALUCÍA [1]


«¿Qué era entonces el carnaval de Fuentes?
Una fiesta informal de máscaras, coplas y diversión».
David. D. Gilmore


Dentro del ciclo festivo anual de Fuentes de Andalucía, la celebración del Carnaval ocupa una notable posición, contando este con una serie de aspectos singulares que lo dotan de una peculiaridad única y lo diferencian considerablemente de los celebrados en otras localidades de la provincia de Sevilla y de la propia comunidad autónoma andaluza, la mayor parte de ellos de clara influencia gaditana.
Una fiesta que se extiende cada año en el calendario local desde el Jueves Lardero, anterior al Miércoles de Ceniza, hasta el Domingo de Piñata, que viene a coincidir paradójicamente con el primer fin de semana de Cuaresma.




El origen del Carnaval de Fuentes de Andalucía es prácticamente desconocido ante la ausencia de datos históricos escritos, ya que se trataba de una celebración en la que el ente municipal ni organizaba ni se involucraba ni participaba directamente, siendo una fiesta íntimamente relacionada con las clases más populares del pueblo, que antes de la Cuaresma disfrutaban de una ocasión especial para divertirse dando rienda suelta a la imaginación y criticando al poder con sus particulares coplas, algo que acabaría incomodando a las clases dominantes y a la propia Iglesia católica.Las investigaciones llevadas a cabo en las últimas décadas y que han visto la luz en diversas publicaciones [2], demuestran cómo ya a principios del siglo XX el carnaval se celebraba en las calles fontaniegas, habiéndolo hecho casi ininterrumpidamente hasta la actualidad, incluso durante la segunda mitad de la dictadura franquista. De ello, profundizaremos más adelante.Al margen de la particularidad de suma importancia de su trayectoria histórica, el Carnaval de Fuentes de Andalucía posee una serie de aspectos singulares que lo hacen único, y que en la suma de estos y otros menores dan lugar a una fiesta ya no solo cargada de elementos lúdico-festivos, sino digna de estudio por sus valores antropológicos e íntimamente ligada a gran parte de la sociedad fontaniega durante al menos el último siglo.
Estas características particulares, son:
1. El inicio de la fiesta: Jueves Lardero
2. El sabor del Carnaval: El Entornao
3. El lugar de la celebración: La Carrera
4. La protagonista autóctona: La máscara
5. El sonido de la fiesta: La murga

El antropólogo norteamericano David D. Gilmore, que tanto ha estudiado el carnaval fontaniego desde 1973 hasta entrada la década de 1990, denominaba a esta fiesta fontaniega tan sigular «la fiesta del cotilleo». Y es que el carnaval siempre ha sido un buen momento para el pronunciamiento social de la comunidad. Se convertía en una válvula de escape para las represiones acumuladas durante el año por las clases sociales más bajas, tanto en la vida civil de cada día como en lo político.

JUEVES LARDERO
Con la celebración del Jueves Lardero, en la semana anterior al Miércoles de Ceniza, se da el pistoletazo de salida a los días de fiesta y jolgorio en los que se desarrolla el carnaval fontaniego.
Una celebración que viene marcada en el calendario anual inmediatamente antes del inicio de la Cuaresma, tiempo litúrgico de la orbe cristiana destinado a la preparación espiritual de los fieles ante la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, y que desde antaño está impregnado de penitencia, recogimiento u abstinencia.  Así, la celebración del Carnaval (carnem levare = abandonar la carne) se convirtió en una fiesta de despedida de la carne. Se procuraba gozar todo lo posible –cuando los recursos de la familia lo permitieran– de la carne porque después, y durante una cuarentena de días, la Iglesia prohibiría catarla.
En cuanto a la nominación de este como día de fiesta, lardero y lardear provienen de una palabra latina: lardum o laridum, que significaba tocino, grasa de cerdo e incluso, a veces, manteca. De este modo, en el habla del lugar quedaron los términos lardero, lardear, y en los más mayores los vulgarismos ladrero y ladrear [3].
El Jueves Lardero era una fiesta que surgió con un claro carácter pagano y popular, y no pretendía celebrar ningún acontecimiento jubiloso; sino por el contrario, su finalidad era –como se citaba antes– aprovechar la última posibilidad de disfrute que se le presentaba al pueblo antes de un período largo de abstinencia.
Entre la media mañana y el mediodía, las gentes de Fuentes se trasladaban en masas al paraje de la Fuente de la Reina andando, en carros, bicicletas, mulos, burros…, cargados de talegas y canastos con hogazas y pan de rosca, entornaos –dulce peculiar que más adelante citaremos–, palmitos, huevos duros, chorizo, tocino de hoja, lomo en manteca y otras viandas, creando un ambiente de fiesta que permanece en la memoria de los mayores del lugar.




Era típico en este día –durante las décadas de 1950 y 1960– que algún que otro fotógrafo forastero visitara el paraje y retratara a grupos de amigos y familia, y prueba de ello es el abundante material gráfico que de esta festividad obtuvimos para nuestro proyecto editorial «Fuentes de Andalucía, una mirada al pasado» [4], en una época en el que las cámaras fotográficas no estaban muy extendidas en ambientes rurales como el de Fuentes de Andalucía.

En los años setenta del siglo XX, los terrenos de la vereda de la Fuente de la Reina donde se celebraba el Jueves Lardero se convirtieron en un vertedero, y durante algunos años la fiesta se celebró en los pinos, paraje natural de singular belleza en la zona del Arenal, desaparecido a finales del siglo pasado a causa de las diversas canteras de extracción de arena de propiedad privada sobre el que se asentaba el pinar.

Tras varios años de decadencia coincidiendo con el periodo del final del franquismo y la transición, la fiesta pasó por un corto espacio de tiempo al paraje del Alamillo, aunque de forma muy transitoria.

En las últimas décadas, el Jueves Lardero fontaniego ha retomado protagonismo, regresando a la vereda de la Fuente de la Reina, pero en una zona más alta, ocupando también las instalaciones del Parque Rural Municipal «Molino de Viento». Y a pesar de no estar declarado en el calendario día de fiesta local a efectos laborales, sí es cierto que a partir del mediodía la actividad del pueblo cesa prácticamente, desplazándose los vecinos al campo para su disfrute entre familia y amigos.
En la provincia de Sevilla, Fuentes de Andalucía es el único pueblo que celebra el Jueves Lardero, una fiesta que sí se mantiene en otras localidades y zonas rurales de Andalucía y el resto de España, aunque en algunos casos con otra denominación.

EL ENTORNAO
La gastronomía tradicional forma parte de la cultura de los pueblos y determinados sabores nos recuerdan nuestros orígenes, nos une como comunidad y nos trae hermosos recuerdos, evocando valores y estilos de vida, convirtiéndose en un elemento de identidad y autenticidad.
Y si hay dos cosas que tienen en común la práctica totalidad de las fiestas populares, son la música y la comida. Los festejos –más acentuado aún en las zonas rurales–  son la mejor ocasión para recordar sonidos y sabores de siempre. La gastronomía tradicional acerca a varias generaciones y se convierte en el centro de la mayoría de las fiestas populares del mundo, asociando generalmente una determinada fiesta con un sabor concreto.De este modo, el Carnaval de Fuentes de Andalucía está íntimamente ligado a un aroma, el de un dulce típico local y a su vez el producto manufacturado fontaniego por excelencia, y este es el entornao.


Un manjar anaranjado en forma de empanadilla rellena que tiene su germen en el último tercio del siglo XIX, cuya receta procede de la bisabuela gallega y el bisabuelo francés del confitero local –ya jubilado– Rafael Fernández.
Su origen se encuentra en una especie de empanada salada que allá por 1880 derivó en la actual receta familiar. Pero, como no podía ser de otro modo, la fórmula ha ido de mano en mano por la localidad y, cuando llegan cada año las vísperas del Jueves Lardero, son muchos los vecinos que se reúnen para prepararlos en casa, con el objetivo de degustarlos en la copiosa comida que se celebra en el campo o a lo largo de los días de carnaval.Harina de trigo, azúcar, aceite de oliva, pimentón dulce molido –que es el secreto para tan peculiar color anaranjando–, clavo, matalahúva, sal, cáscara de naranja, agua templada y levadura de pan son los ingredientes básicos para la masa, que una vez mezclada y completamente homogénea se «embolicha», es decir, se van haciendo bolas con un peso determinado, que una vez extendidas con un rodillo y conseguida la forma circular, se le añade el relleno, una mezcla de azúcar, ajonjolí y canela. El siguiente paso es doblar por la mitad la masa circular, formando una especie de semicírculo o empanadilla, que tras unir ambos lados con la yema de un dedo, hace que el relleno se mantenga en el interior del entornao. Tras su fermentación y horneado, el producto está listo para su degustación.
A pesar de que su consumo aumenta considerablemente en los días de carnaval, este dulce de olor, sabor y color tan propios, se puede encontrar en la actualidad en cualquier momento del año en las pastelerías y confiterías de la localidad.La vinculación de la fiesta y el dulce queda visiblemente exteriorizada al atardecer del Domingo de Piñata, cuando se celebra el pasacalles del entornao, con una reproducción del dulce en madera y cartón de grandes dimensiones, en el que agrupaciones, máscaras, disfraces y el pueblo en general discurren por la calle principal de Fuentes de Andalucía –la Carrera– hasta el recinto ferial acompañando al entornao, donde este es quemado simbolizando el final de la fiesta.


LA CARRERA
El carnaval fontaniego se identifica incuestionablemente con la calle Carrera, una de las arterias principales de la localidad y donde se llevan a cabo los principales actos programados para la fiesta.Desde el emplazamiento de la Puerta del Monte hasta la plaza Santa María la Blanca, donde se sitúa la Iglesia Parroquial y punto más elevado del núcleo urbano, las máscaras pasean encubiertas en sus trapos y deformados cuerpos entre la gran masa de personas que se dan cita a lo largo y ancho de la calle Carrera.


Una vía que se convierte en las tardes de domingo, lunes y martes de Carnaval, y domingo de Piñata en un amplio escenario al aire libre donde se mezclan las voces en falsete de las máscaras con las coplas de las murgas y resto de agrupaciones carnavalescas.Por lo general el carnaval tradicional fontaniego de calle tiene una duración de escasas horas en las tardes los días citados anteriormente, concentrando una masiva afluencia de público que acude al reclamo de las máscaras y las murgas entre las 17:00 h. y las 21:00 h. aproximadamente.La calle Carrera, que durante este periodo luce una iluminación artística alusiva a la fiesta, viene acogiendo durante la última década distintos puntos de información y promoción instalados por el ente municipal, en el que se obsequia a los viandantes con aguardiente de anís de la fábrica tradicional local de Ricardo Gómez (Rigo) y entornaos. 


LA MÁSCARA
La segunda acepción del diccionario de la Real Academia de la Lengua Española referente a Máscara la define como «traje singular o extravagante con que alguien se disfraza». Una descripción que se aproxima a las máscaras de Fuentes de Andalucía pero no las identifica en su totalidad.



La máscara del carnaval fontaniego persigue por un lado que no sea reconocida la persona que la encarna y por otro, la burla irónica hacia quien dirige sus acciones. Para ello, la máscara pone voz de falsete acompañada de gestos artificiales modifica su forma de andar y deforma su cuerpo con una serie de elementos utilizados para disfrazarse que componen una estética de aspecto grotesco y deforme, muy peculiar y original, convirtiéndose en un tipo totalmente autóctono.Entre las máscaras del carnaval de Fuentes de Andalucía se pueden distinguir varios tipos:

1) La máscara estrafalaria: se caracteriza por llevar encima todo tipo de artilugios inservibles y ropa ridícula y extravagante de manera que va de la forma más estrafalaria posible, siendo la más común.
2) La máscara de la colcha: se denomina así porque utiliza como elemento principal de la indumentaria la ropa de cama, cubriéndose completamente.
3) La máscara de mercadillo: ese tipo de máscara se dedica a vender en la calle cacharros, objetos inservibles o cualquier elemento susceptible de venta, en la mayoría de los casos en tono de humor.
4) El mascarón: es una máscara grande, de tamaño mayor, generalmente encarnada por un varón adulto y que lleva un palo o bastón para llamar la atención con sus golpes. En muchas ocasiones el mascarón es motivo de llanto por el miedo que causa a los niños más pequeños.
5) Grupo de máscaras: el requisito imprescindible es que sean más de tres personas para componer el grupo pudiendo lucir cualquier tipo de los indicados anteriormente.Todo el que en Fuentes se viste de máscara tiene mucho cuidado en taparse la cara de modo que su identidad quede oculta al público.
Este es el objetivo del disfraz: el ocultamiento, más que la belleza o la originalidad, aunque estas no se ignoran. Con la identidad oculta a la vista del público, el disfrazado se siente liberado de las prohibiciones normativas, de modo que se aparta de las normas de civilidad y control. Momentáneamente desatado y protegido por la convención de la inviolabilidad de la máscara, el disfrazado se siente con licencia para airear su ironía, su burla y su guasa contra los objetivos apropiados.
Así pues, el discurrir de las máscaras por la calle Carrera se anima repentinamente sin un formato organizado, con los celebrantes deambulando en busca de víctimas, mientras otros viandantes aparecen como meros espectadores para mirar, disfrutar y, en algunos casos, para sufrir siendo presas de las máscaras. Todo el mundo puede sumarse y el público se mezcla animadamente con las máscaras.Alguna que otra vez, la intromisión de la máscara con sus palabras en la vida personal del paseante, puede llegar a causar algún altercado, generalmente verbal, aunque ocurre en el menor de los casos.
Con el rostro tapado y la voz distorsionada, las máscaras tienen además sumo cuidado con alterar su manera normal de caminar y cualquier otra particularidad personal con el fin de permanecer anónimos.
Aun cuando lo general es que sean gentes jóvenes, fontaniegos de todas las edades se visten de máscaras. La gente decide pronto lo que se va a poner y prepara su atuendo de mascareo en privado, manteniendo sus planes en secreto para todo el mundo, en ocasiones hasta para su propia familia o amigos más cercanos.
Un patrón común en las máscaras fontaniegas es el del travestismo masculino. Los hombres parecen disfrutar disfrazándose de mujeres, potenciando una provocadora feminidad. Se ponen sujetadores que rellenan de trapos o frutas, imitan gestos femeninos y se colocan almohadas como llamativos traseros y medias para cubrir sus piernas, que descaradamente muestran al levantar las faldas.  Las máscaras, liberadas por la pérdida de la vergüenza, toman un comportamiento desinhibido en dos direcciones bien definidas. Una tiene que ver con la licencia sexual y la otra con la agresividad violenta, por lo general verbal.
Calle arriba y calle abajo, la multitud murmura y jalea con aprobación, mientas que las máscaras ridiculizan las flaquezas menores de los espectadores, que ellas mismas convierten de sujetos pasivos a activos de la fiesta.
Una de las expresiones más corrientes y a la vez características de las máscaras del carnaval fontaniego es la interrogante ¿me conoces o no me conoces?, a lo que la misma máscara responde: ¡Qué tooooorpe!, una excusa para, a partir de ahí, iniciar el diálogo con el espectador con una retahíla de preguntas o afirmaciones, más o menos atrevidas, que hace que la persona asaltada se siente confundida, abrumada y preguntándose quien o quienes serán.


LA MURGA

Si la Real Academia Española de la Lengua define a la murga como «grupo de músicos callejeros que interpretan canciones satíricas en los carnavales», a ello hemos de añadir que van disfrazados y por lo general la murga fontaniega acompaña sus coplas de bombo, platillo y caja (tambor o redoblante), e introduce las canciones con el tradicional pito de caña.

Dentro del carnaval tradicional fontaniego, la murga es la excepción a la informalidad de la fiesta. Compuesta por un número indeterminado de personas con ingenio, generalmente entre 6/7 a 14/15 miembros, la persona que la dirige recibe la nominación de «maestro», siendo frecuente que sea el autor de las letras, conocido como el poeta o letrista.

El maestro, batuta en mano, baila en el centro del círculo que forman los murguistas mientras suena la música que introduce la canción, dando un peculiar salto en el momento que marca el instante en el que la agrupación debe empezar a cantar.




Utilizan músicas conocidas, para la que componen sus letras, que se convierten en un análisis crítico y humorístico de lo acontecido en el pueblo durante el último año, así como en otras épocas se caracterizaban por tratar anécdotas picantes, con segunda intención y guasa, en las que narraban temas sexuales sin llegar a pronunciarlos literalmente.
Otra temática habitual en este tipo de agrupaciones autóctonas, aunque hay que tener en cuenta la época histórica, es la crítica social y política.
El repertorio no suele ser muy extenso, con coplas a una sola voz, cantando la primera a modo de saludo o presentación. El popurrí se compone de varias coplas enlazadas que en muchos casos ridiculiza a los propios componentes de la agrupación, que históricamente se componía exclusivamente de hombres, aunque en las últimas décadas se han dado casos de agrupaciones mixtas o femeninas.
En las dos primeras décadas del siglo XX fueron muy populares las murgas de los maestros «Coscurro», el «Cheque», Manolo en de la «Mohína», Félix el de «Juan de la Cruz», Juan de la «Quilina» o Juan «el de la Harina», entre otros. Ya durante la IIª República van apareciendo maestros que influirán en el carnaval de postguerra como «Sajones», Marcelino Lora y Jesulillo el de «Rebeca», que en el año 1932 lleva como componente de su murga al joven Juan de Dios Muñoz «Juanillo el Gato» tocando el redoblante, quién con el tiempo llegará a ser el personaje más popular del carnaval fontaniego y uno de los más prolíficos [5].
Una variante de la murga fontaniega durante gran parte del siglo XX fueron las estudiantinas, que se caracterizaban por los ligeros conocimientos musicales de algunos de sus componentes y la integración en la agrupación de guitarras, bandurrias, panderetas, triángulo… junto a sus voces.
Tanto las murgas como las estudiantinas hacían imprimir las coplas en hojas sueltas que vendían a los espectadores, así como también pasaban el sombrero después de cada actuación para cubrir gastos o repartir entre los componentes, destinando una parte al poeta-letrista en los casos que este no formara parte de la agrupación. En la actualidad es común que editen un libreto de coplas, que entregan gratuitamente y financian con publicidad comercial.
Es curioso cómo los mayores del lugar, a pesar del paso de los años, son capaces de tararear coplas –las más sonadas y populares– de murgas de hace décadas, lo que da crédito de la relevancia de la fiesta en las clases más populares de la sociedad fontaniega.

UNA APROXIMACIÓN A SU HISTORIA Y PROHIBICIONES
Los datos más remotos localizados del carnaval fontaniego se remontan a la década de 1920, recopilados por testimonios orales por José Moreno Romero como trabajo de campo para su publicación Fuentes de Andalucía. Crónicas del siglo XX [6], cuya primera edición vio la luz en 1999.
Tal como ocurre en la actualidad, las fiestas comenzaban con el Jueves Lardero, jornada en la que desde media mañana familias enteras iban a comer a la Fuente de la Reina, a las afueras de Fuentes de Andalucía, a excepción de las familias burguesas y los «señoritos», en definitiva la clase media alta de la sociedad fontaniega, que se ausentaba por completo de la fiesta, y en muchos casos hasta abandonaban el pueblo en estos días.
A pesar de la censura y restricciones de los regímenes políticos de las primeras décadas del siglo XX, la participación del pueblo era mayoritaria, desarrollándose durante los domingos, lunes y martes de Carnaval, previos al Miércoles de Ceniza, y el domingo siguiente, llamado de Piñata.
Las máscaras estaban en la calle desde la mañana hasta las doce de la noche, siendo permitidas en ocasiones hasta las dos de la madrugada pero a cara descubierta, comenzando el paseo de máscaras por la calle Carrera a partir de las cuatro de la tarde. Así mismo, las sedes de asociaciones culturales o casinos acogían bailes y concursos de disfraces, tales como los de la Sociedad Filarmónica «La Fila» o la sede del C.F. Fuentes, conocida como «La Pelota». La entrada a estos bailes estaba restringida a los socios y mujeres invitadas.Desde la mañana del Domingo de Carnaval, las murgas recorrían el pueblo, actuando en los bares, la plaza y en las casas de familiares de los murguistas, haciéndolo durante la tarde por la Carrera. Los lunes y martes de Carnaval lo hacía a partir de mediodía.
Durante la dictadura de Primo de Ribera (1923-1930), a pesar de la censura impuesta por el régimen, Fuentes celebró su Carnaval y el pueblo participaba y disfrutaba de su fiesta más popular.
La proclamación de la IIª República Española en abril de 1931, trajo consigo que la fiesta del Carnaval gozara de total libertad, haciéndose presente en las letras de las murgas y estudiantinas de la época, cuyos letristas no dudaron en llegar a ridiculizar las creencias religiosas y abordar asuntos en las coplas que antes eran impensables de tratar.
A pesar de ello, el día 6 de febrero de 1932, vísperas del carnaval, el gobernador civil Vicente Sol, ordena a todos los alcaldes de la provincia: «que privan terminantemente que las murgas y comparsas que salgan durante las próximas fiestas del Carnaval usen en sus coplas términos alusivos a ninguna persona, palabras groseras ni injurias, así como que en los disfraces no se imiten uniformes de los Institutos armados ni hábitos religiosos […]».
Los carnavales fontaniegos del periodo republicano fueron muy concurridos en un clima de libertad empañado por la realidad social de la época, tales como la situación de paro y el boicot de los patronos a la República en 1932, cuyo estado se acrecentó aún más en 1933, en el que abundaron las letras de las murgas llamadas «sociales», que mostraban el descontento que se vivía en aquella época.
En 1934 hubo un nuevo intento de prohibir el carnaval, enmarcado dentro de las políticas impulsadas en los primeros meses del bienio reformador de derechas. El nuevo gobernador civil, Álvaro Díaz de Quiñónez, dictó un bando el cual expresaba: «en evitación de extralimitaciones o abusos que pudieran cometerse a pretexto de celebración de la fiestas de carnaval», y a lo largo de seis puntos pretendía terminar con la celebración del carnaval en Sevilla y su provincia, aunque la orden no fue respetada en muchos lugares, incluido Fuentes de Andalucía.
Fue el carnaval de 1936 el que vino a cerrar una etapa importante de la fiesta más tradicional fontaniega, la cual tardaría años en volver a retomar su esplendor, pero que a pesar de la censura y estrictas prohibiciones, lograría resurgir sin perder su esencia, lo que lo marcaría con un sello inimitable convirtiéndolo en uno de los carnavales más singulares y arraigados del territorio andaluz.El 5 de febrero de 1937, en plena Guerra Civil Española (1936-1939), el Boletín Oficial del Estado insertaba una orden circular firmada dos días antes en Valladolid por el gobernador general, Luis Valdés, y dirigida a todos los gobernadores civiles de la llamada zona nacional, que venía a prohibir la celebración del Carnaval: «En atención a las circunstancias excepcionales que atraviesa el país, momentos que aconsejan un retraimiento en la exteriorización de las alegrías internas, que se compaginan mal con la vida de sacrificios que debemos llevar, atentos solamente a que nada falte a nuestros hermanos que velando por el honor y la salvación de España luchan en el frente con tanto heroísmo como abnegación y entusiasmo, este Gobierno General, ha resuelto suspender en absoluto las fiestas de Carnaval.Y a estos efectos encarezco a V. E. tome las disposiciones oportunas para su más exacto cumplimiento, evitando pueda celebrarse ninguna clase de estas fiestas en días tan señalados en los que nuestro pensamiento debe de estar de corazón al lado de los que sufren los rigores de la guerra y de los que ofrendan su vida en defensa de nuestra santa causa de redención».
Instaurada en todo el país la dictadura del General Franco tras la consumación de la guerra, el BOE publicaba una orden del Ministerio de la Gobernación, dada el 12 de enero de 1940, que resolvía «mantener la prohibición absoluta de la celebración de las fiestas del Carnaval», y recordaba que habían sido suspendidas en años anteriores, por lo que «no existían razones que aconsejasen rectificar dicha decisión». Con esa base, se mantuvo la «prohibición absoluta de la celebración de tales fiestas» y se recordó «a todas las autoridades dependientes» del citado Ministerio el cumplimiento taxativo de la susodicha orden [7].
Con este contexto histórico, político y social, hasta mediados de la década de 1950 el Carnaval de Fuentes de Andalucía no pudo celebrarse, aunque hay testimonios de aseguran que hubo ocasiones en las que se llevaron a cabo pequeñas celebraciones en casas privadas al llegar el mes de febrero, en las que se cantaban coplas carnavalescas.


Sería el año 1955 el que marcaría un hito en este periodo de prohibiciones, rubricando el inicio del resurgir del carnaval fontaniego. A principios de año, cuatro conocidos maestros de murgas se reunieron y, desafiando al régimen, deciden sacar adelante una agrupación, comenzando a ensayar coplas de forma clandestina sin tener la seguridad de que pudieran llegar a salir a las calles en febrero.
Bajo la nominación de «Viudas a lo loco», y con un repertorio de coplas no muy comprometidas recopiladas de murgas de éxito de antes de la guerra, la agrupación estuvo formada por «Sajones» de maestro, Antonio Villarino con el redoblante, «Juanillo el Gato» al bombo y Marcelino con pito de caña, acompañados de los murguistas Alonso Lisboa, «Chicaíngo» y Joseíllo Retamero, también con pitos.
Narra José Moreno Romero que unos días antes del carnaval dos de ellos consiguieron reunirse con el recién nombrado alcalde José Herrera Blanco, para obtener autorización y entregar las letras de las coplas para su aprobación. Al día siguiente el cuaderno le fue devuelto con algunas enmiendas autorizando la salida con una serie de condiciones, tales como que el maestro de la murga debía llevar consigo el cuaderno original que le había sido aprobado, para ser inspeccionado por la autoridad que lo solicitase, y el horario permitido: la salida a partir de las doce del mediodía, y por la tarde, a las cinco, tenían obligación de cantar en el Círculo de la Amistad (Casino de los Señoritos), debiendo retirarse a las seis de la tarde [8].
Por deferencia, esta murga decidió hacer su primera actuación ante la casa del alcalde, el primer día de carnaval, del que recibieron una propina al pasar la gorra. Con los años, este gesto se convirtió en costumbre para todas las murgas.
Al año siguiente comenzaron a salir algunas máscaras a la calle, por el extrarradio de la población, haciendo tímidas incursiones hacia la Carrera.
El año 1957 se puede considerar como el de la consolidación de esta nueva etapa del Carnaval de Fuentes de Andalucía. Murguistas como «Sajones», Marcelino, Alonso Lisboa y Juanillo «El Gato»  sacan murgas por separado –autorizadas por el alcalde–, aumentándose ese año el horario hasta las siete de la tarde en la calle y debiendo presentar las copas a la autoridad local con 15 días de antelación. Las máscaras se autorizan también, pero debían ir con la cara descubierta, aunque esta prohibición no impidió que los fontaniegos se cubrieran el rostro, encarnando de este modo a la máscara propia del lugar. Este hecho provocaba en muchos casos la persecución por parte de los municipales a quienes incumplían las normas establecidas, convirtiéndose en un motivo más de estímulo y diversión.
El hecho de la celebración de la fiesta en un contexto político y social como el que vivía España en esos momentos, provocó que el Carnaval de Fuentes de Andalucía se convirtiera en foco de atención de toda la provincia de Sevilla, al tratarse de un caso excepcional que sobrepasaba incluso los límites regionales.
Cada año incrementa el número de máscaras que ya sí se concentran en la Carrera y son numerosas las murgas y estudiantinas que participan –incluso foráneas–, aumentando considerablemente el ambiente y recibiendo visitantes de los pueblos colindantes.
La participación se había extendiendo y, exceptuando los terratenientes y algunos allegados de la clase media, el resto de la población disfrutaba y gozaba de la fiesta.


El profesor norteamericano David D. Gilmore, afirma que «el carnaval restablece los límites del grupo. Esto es una consecuencia inevitable del comportamiento ritual en la comunidad moral. En tanto que es fiesta  popular, el carnaval lo celebran exclusivamente los pobres. Los adinerados terratenientes no pertenecen del todo al pueblo en este sentido de participación; abjuran de sus valores tradicionales e ignoran o evitan las fiestas. La mayoría de los que se disfrazan son trabajadores o agricultores a pequeña escala. Consideran el carnaval como nuestra fiesta» [9]. Un éxodo de la élite que tenía un importante efecto estimulante sobre la autoconciencia del grupo.
Ante el patente auge y popularidad de la fiesta, pronto comenzaron a surgir voces en contra del carnaval de los adeptos al régimen, pero a pesar de ello y de que cada año se recibía un telegrama del Gobernador Civil recordando la prohibición, el alcalde José Herrera Blanco defendía que permitiéndolo, con los debidos controles, contribuía a bajar la presión social y ganarse las simpatías del pueblo.
El poder sociopolítico local no cesaba en su empeño, y ante la imposibilidad de terminar definitivamente con el carnaval, tendió a controlarlo a través de una serie de reglamentaciones, ofreciendo al mismo alternativas de diversión que condujeran al pueblo hacia unos lugares concretos y así supervisarlo más efectivamente, aun a sabiendas que todo ello iba en contra de las idiosincrasia del carnaval de Fuentes.
En 1967 el alcalde Herrera pide su parecer al Pleno Municipal. En la moción presentada, el primer edil hacía referencia a las «fiestas típicas», que guardaban similitud con las «antiguas fiestas del carnaval».«Sres. Concejales: Viene reproduciéndose desde años después de nuestra guerra de liberación, el conocido hecho de una festividad de honda raigambre en la Villa. Desde tiempo inmemorial y como continuación de nuestro típico Jueves Lardero (o jueves anterior al Domingo de Quincuagésima de nuestra liturgia católica) en que el pueblo entero se desplaza a los campos de la fuente de la Reina desde temprana hora para almorzar en grupos de familias y amigos, como continuación digo, de este jueves, al siguiente domingo se mantienen los esparcimientos con grupos de comparsas, disfraces, murgas, etc., en los que el vecindario participa vistiendo sus mejores galas y concurriendo en verdadera multitud a la calle principal del pueblo. Desde las 12 de la mañana hasta la caída de la tarde, y desde luego antes de la caída del sol, el jolgorio, la alegría de la multitud participando, unos pasivamente y otros con disfraces, las murgas con sus coplas, etc., nos hacen recordar las fiestas típicas gaditanas en las que si éstas con notables por su esplendor, las nuestras no lo son menos por su popularidad y tipicidad, su gracia chispeante, y sobre todo, por constituir un verdadero esparcimiento y solaz del vecindario.Es tal vez un remedo, si se quiera ver así, de las antiguas fiestas de Carnaval, pero notoriamente distinto por cuanto se desenvuelven en buen orden y hasta –aunque paradójico parece– con absoluta disciplina, concluyendo todo antes de que se oculte el sol.Sin embargo, por la coincidencia de fechas de estas fiestas con las antiguas de Carnaval, de una parte; y de otra, su propia similitud por aquello de los disfraces que algunos utilizan paseando, lleva a esta Alcaldía a consultar las disposiciones legales que con relación al Carnaval han sido dictadas […].
[…] pero cerca de treinta años después, cuando la nación disfruta de una bien ganada y segura paz, justo será también conceder al pueblo legítimas y sanas libertades […].[…] hemos de pensar en permitir a ese pueblo maduro unos esparcimientos de raigambre y reconocerle una capacidad, una madurez, para entender y hacer honrado uno de un estado de libertad en sus divertimientos, con sus expansiones del ánimo, de sus alegrías en natural manera.
Hasta aquí todos los años vienen patentizando sus deseos mediante  esa aglomeración por calles principales de la villa, con disfraces o sin ellos, como a todos nos consta; ciertamente que no cabe otra forma de pedir más gráfica que la que viene observándose año tras año. Creo pues, llegado el momento de permitir al pueblo conscientemente estas expansiones, sin miedo a la Autoridad, al Orden Público, y bajo la debida vigilancia, eso siempre, en evitación de cualquier desmán siempre posible en cualquier mal ciudadano. No pretendo con ello volver a las fiestas carnavalescas de tiempos pretéritos y corrompidos, sino solamente lo que el pueblo de verdad quiere: paseos, disfraces, chirigotas, murgas y comparsas hasta la puesta de sol; sin bailes de sociedad, sin trasnochamientos, sin extremos en fin que puedan degenerar en carnavaladas. Al efecto, durante las horas de paseo, o sea, desde las doce hasta las siete de la tarde, debiera acotarse desde el inicio de la calle José Antonio [Carrera] hasta la confluencia de la calle San Miguel prohibiendo la circulación rodada. Pero estos son pormenores en los que habrían de entrarse luego que sea conocida vuestra opinión y si a ello hubiera lugar […]» [10].
Tras las deliberaciones pertinentes, y como era de esperar, el pleno se adhirió mayoritariamente a la moción con el único voto negativo de uno de los ediles.
Se trata pues, esta, de la primera referencia en la que el ente municipal participa por vez primera en la organización del carnaval, poniéndose en marcha nuevas iniciativas tales como desfiles de carrozas y concursos de murgas, algo anómalo en el carnaval fontaniego que, sin lugar a dudas, iba a contribuir a su decadencia y pérdida de idiosincrasia.
A pesar de ello, esta reglamentación y la serie de nuevos eventos que estaban contribuyendo a la despersonalización de este carnaval, no provocaron la pérdida de lo autóctono, pues aunque en menor medida, la Carrera supervivía con escasas murgas y pocas máscaras.


La llegada de la democracia trajo consigo nuevos intentos de revitalización del carnaval, asentándose nuevas costumbres como los bailes de disfraces, y superviviendo la esencia del carnaval fontaniego, que a lo largo de las últimas décadas ha sufrido distintos y diversos altibajos, sin dejar de ser una de las fiestas principales de la localidad.
Ya en el siglo XXI el carnaval fontaniego ha recobrado su sabor tradicional de antaño, conviviendo con nuevas tendencias y atractivos lúdicos. De este modo se celebran bailes y concursos de disfraces y desfiles escolares o certámenes de agrupaciones locales y foráneas donde tienen cabida murgas, chirigotas y comparsas, pero no por ello pierden importancia las tardes de paseo por la Carrera entre máscaras y murgas.
Como reconocimiento a su relevancia, arraigada tradición y particularidades, entre otros argumentos, en febrero de 2008 el Carnaval de Fuentes de Andalucía fue declarado por el Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía «Fiesta de Interés Turístico de Andalucía».
Afirma el profesor Rodríguez Becerra que las fiestas son «una clara expresión de la identidad de un pueblo por encima de las complejas funciones y significados, ya sean políticos, económicos, sociales, simbólicos. El grado de articulación de una sociedad está directamente relacionado con sus fiestas […]. Las fiestas son monumentos vivos en los que se integran y subliman todos los elementos, factores y aspectos que constituyen o definen a un pueblo o ciudad. Las fiestas son el mejor exponente de cada pueblo y ciudad. Esta afirmación parece excesiva y quedaría más equilibrada si dijéramos que la fiesta es un texto en el que pueden leerse los aspectos más relevantes de la cultura de una sociedad» [11].
El carnaval forma parte de la vida de Fuentes de Andalucía, de su historia, de su día a día. Una fiesta dinámica que evoluciona con el paso del tiempo sin perder su esencia y sus particularidades que junto a su trascendencia histórica la convierten aún más en única, dotándola en su conjunto de un sello inimitable.
El singular carnaval fontaniego es patrimonio del pueblo, y «lo que Fuentes quiera que sea, el carnaval será».

Francis J. González Fernández

NOTAS:

1] Comunicación presentada a las XIV Jornadas de Historia y Patrimonio sobre de la provincia de Sevilla: «Ferias, fiestas y romerías en la provincia de Sevilla: el ciclo festivo local». La Puebla de Cazalla, 28 de Octubre de 2017, organizadas por la Asociación Provincial Sevillana de Cronistas e Investigadores Locales y el Ayuntamiento de La Puebla de Cazalla.

2] Caben destacar los diversos estudios de los antropólogos David D. Gilmore (profesor de la Universidad Estatal de Nueva York en Stony Brook) y Salvador Rodríguez Becerra (Catedrático de Antropología Social de la Universidad de Sevilla), así como la investigación del fontaniego José Moreno Romero, con un interesante trabajo de campo como base para su publicación Fuentes de Andalucía. Crónicas del siglo XX.

3] NAVARRO LORA, José María. Los orígenes del Jueves Lardero. En CARNAVAL 2008. Fuentes de Andalucía. Fuentes de Andalucía (Sevilla): Delegación de Festejos del Ayuntamiento de Fuentes de Andalucía, 2008, p. 22-28.

4] GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, Francisco Javier. Fuentes de Andalucía, una mirada al pasado: Tomo I. Fuentes de Andalucía (Sevilla): Ayuntamiento de Fuentes de Andalucía, 2010. 309 págs., il. b/n.

5] MORENO ROMERO, José. Fuentes de Andalucía: Crónicas del siglo XX. Fuentes de Andalucía (Sevilla): El Autor, 1999, p. 133.

6] MORENO ROMERO, José. Fuentes… en Op. cit., 383 págs., il. b/n.

7] http://www.boe.es/datos/pdfs/BOE/1940/013/A00277-00277.pdf


8] MORENO ROMERO, José. Fuentes… en Op. cit., p. 320.

9] GILMORE David D. Agresividad y Comunidad: Paradojas de la cultura andaluza. Traducción de 
Juan Santana Lario. Granada: Biblioteca de Etnología. Diputación Provincial de Granada, 1995, p. 213. [Traducido del inglés. Título original: Aggression and Comunity: Paradoxes of Andalusian culture].

10] ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE FUENTES DE ANDALUCÍA. Gobierno. Libro Actas Capitulares 1967. Pleno 1967-I-24.

11] RODRÍGUEZ BECERRA, Salvador. Las fiestas en Andalucía. Perspectivas históricas y antropológicas. En CARRIAZO RUBIO, Juan Luis y RAMOS ALFONSO, Ramón. Actas de las XII Jornadas sobre historia de Marchena: Las fiestas en la historia de Marchena. Marchena: Ayuntamiento de Marchena, 2008, p. 22-23.


BIBLIOGRAFÍA:

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FERNÁNDEZ CARO, José Juan. El Carnaval de Fuentes. Una aproximación personal. En Revista de Feria de Fuentes de Andalucía 1992. Fuentes de Andalucía (Sevilla): Delegación de Festejos del Ayuntamiento de Fuentes de Andalucía, 1992, IIª época, sin pag. [ext. 5 págs.]; 21x29,7 cm.: il. b/n

GILMORE David D. Agresividad y Comunidad: Paradojas de la cultura andaluza. Traducción de Juan Santana Lario. Granada: Biblioteca de Etnología. Diputación Provincial de Granada, 1995. 332 págs.; 12,5x20 cm. [Traducido del inglés. Título original: Aggression and Comunity: Paradoxes of Andalusian culture].

GILMORE David D. Carnival & Culture: Sex, symbol & status in Spain. New York: Yale University Press. New Haven & London, 1998. 244 págs.; 16x24 cm.: il. b/n.

GILMORE, David D. The People of the Plain: Class and Community in Lower Andalusia. New York: Columbia University Press, 1980. 247 págs.

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NAVARRO LORA, José María. Los orígenes del Jueves Lardero. En Aires Nuevos: Periódico de información local. Fuentes de Andalucía (Sevilla): Asamblea local de Nueva Izquierda-Verde Andaluza (NIVA), marzo 2003, Iª época, núm. 12, pág. 7; 30x45 cm.: il. b/n.

NAVARRO LORA, José María. Sobre el Carnaval de Fuentes. En Revista de Feria de Fuentes de Andalucía 1997. Fuentes de Andalucía (Sevilla): Delegación de Festejos del Ayuntamiento de Fuentes de Andalucía, 1997, IIª época, sin pag. [ext. 2 págs.]; 21x29,7 cm.: il. b/n.

RODRÍGUEZ BECERRA, Salvador. Las fiestas en Andalucía. Perspectivas históricas y antropológicas. En CARRIAZO RUBIO, Juan Luis y RAMOS ALFONSO, Ramón. Actas de las XII Jornadas sobre historia de Marchena: Las fiestas en la historia de Marchena. Marchena: Ayuntamiento de Marchena, 2008, p. 11-26.