SOBRE EL NOMBRE DEL BLOG

A medio cuarto de legua de la muy antigua villa de Fuentes, en el Reino de Sevilla, se levanta una fuente que desde siglos atrás fue el principal abastecimiento para la «manutenzión del común de estte vesindario». Ésta se surte a partir de un complejo sistema subterráneo de captación y conducción de aguas formado por dos manantiales o “minas”.

Rodeada de restos de distintos pueblos antiguos que habitaron estos lares, ya en 1599 aparece citada en las Actas Capitulares acordándose su reparo, y en 1690 el Cabildo Municipal acuerda hacer la fuente de piedra, para lo que contrata al cantero de Morón Antonio Gil.

A lo largo del siglo XVIII, varios miembros de la saga de alarifes de los Ruiz Florindo intervienen en el conjunto, ya que se continúan diversas reformas debido a la pérdida de suministro y a defectos en las conducciones.

Como en la Fuente de la Reina, otros manantiales y pozos de estas tierras llenas de historia siguen manando agua «buena y clara» desde tiempos remotos; características de un territorio que dieron el nombre a este maravilloso lugar del mundo que es Fuentes, de Andalucía.

miércoles, 7 de agosto de 2013

TERRAEMOTUS FACTUS EST MAGNUS. I NOVEMBRIS 1755

El sábado 1 de noviembre de 1755, fiesta de Todos los Santos, la península ibérica se estremeció y sufrió una de sus mayores catástrofes naturales que, por sus repercusiones humanas, urbanísticas, sociales, políticas y hasta científicas, es considerado uno de los desastres naturales más significativos de la historia.
Debido a que fue en la ciudad de Lisboa donde ocasionó los mayores daños, a causa sobre todo del incendio que se generó, este gran seísmo ha venido a denominarse como el terremoto de Lisboa, a pesar de estar situado su epicentro en el océano Atlántico a una distancia de varios cientos de kilómetros, concretamente al suroeste del Cabo de San Vicente.
El seísmo se sintió en gran parte de Europa occidental y norte de África, provocando efectos devastadores en Portugal y zonas de España y Marruecos, así como originó un tsunami que llegó hasta las costas de Inglaterra.
Según los datos que se desprenden del Catastro llamado de Ensenada, cuya información fue recopilada en 1751, a mediados del siglo XVIII la villa de Fuentes, de carácter eminentemente agrícola, contaba con una población aproximada de 4.500 personas y el casco urbano se componía de 944 casas cubiertas, 721 de teja y 223 de palma, 32 de las cuales se encontraban inhabilitadas o arruinadas [1].
El núcleo poblacional no quedó exento de sufrir el magno seísmo, el cual no llegó a quebrar el auge económico del siglo XVIII que experimentaba la villa, y a pesar de los escasísimos datos que se poseen, importantes edificios de su arquitectura quedaron maltrechos y tuvieron que ser intervenidos, tales como la Iglesia Parroquial y el Pósito, y hasta demolidos y reconstruidos de nueva fábrica, como el caso particular del Ayuntamiento. 



La bonanza antes citada permitió que los graves efectos del terremoto fueran subsanados a lo largo de la segunda mitad de la centuria suponiendo una pletórica y postrera floración barroca, como queda patente en el caserío fontaniego. Circunstancias que provocaron  la intervención activa de los afamados alarifes locales Ruiz Florindo, sobre todo Alonso (1722-1786). 
Aunque no solo resultaron dañados edificios significativos, sino también construcciones comunes como unas casas que la fábrica parroquial disponía en la calle del Entendimiento, y que parte de las mismas tuvieron que ser derribadas y reconstruidas por los efectos del terremoto [2].  
La información específica del suceso relativa a Fuentes es prácticamente nula, sobre todo por la laguna documental que existe en el Archivo Histórico Municipal, con la ausencia total de actas capitulares entre los años 1749 y 1764. 
Los datos que poseemos son relativos a las reconstrucciones llevadas a cabo con posterioridad, a la que unimos un texto escrito en la propia pared –alusivo al terremoto– localizado durante el último año en el proceso de restauración de la Iglesia Parroquial Santa María la Blanca en el interior del propio templo y a la que aludiremos más adelante.   
En cuanto a víctimas, estimamos que no pereció ningún fontaniego, ya que no consta como tal en los libros sacramentales del Archivo Parroquial. Del mismo modo, y a pesar del seísmo, el mismo uno de Noviembre de 1755 se celebraron en el templo mayor cuatro bautismos y dos enlaces matrimoniales, así como los sacramentos se sucedieron en los días siguientes, lo que nos lleva a estimar que los daños, aunque importantes, no afectaron a la funcionalidad esencial del templo. 
Aunque no relativos directamente a Fuentes, sí podemos acercarnos a una aproximación de lo ocurrido pues existen descripciones del seísmo de las localidades vecinas de Carmona, La Campana, Écija y Marchena. Información que procede del informe que el rey Fernando VI ordenó redactar al gobernador del Supremo Consejo de Castilla. 
Para realizar tan magna encuesta se elaboró un cuestionario de ocho preguntas dirigido a las personas de «mayor razón» de las capitales y pueblos de cierta importancia, y con sus respuestas tener una idea más acertada de la incidencia del terremoto en el reino. Se recibieron respuestas de 1.273 localidades, advirtiéndose en algunas de ellas carencias importantes de información, exageraciones o imprecisiones, y cuya documentación se conserva en el Archivo Histórico Nacional [3].
De La Campana, que reproducimos por su cercanía geográfica a Fuentes, cuenta la crónica que, «(…) habiendo amanecido sereno el expresado día, cálido éste, y sin percibirse viento, con alguna neblina, que confundía algo la luz del Sol, condensándose más aquella, a la hora de las diez de su mañana, tuvo principio el temblor, que duró más de diez minutos, habiendo pausado en el intermedio su furor, como de los que hasta concluirse fuese más fuerte, manifestándose haberse sentido crudísimo estruendo como de numeroso carruaje, que venía de Poniente, subsiguiendo con prontitud los violentos y extraños movimientos de la tierra que pulsaba hacia arriba,
así sus edificios, como toda clase de vivientes, de manera que, según se cimbraban aquellos, y bagueaban [sic] estos, parecía desplomarse cada uno en su sitio (…)». Resultó dañada considerablemente la Iglesia Parroquial, con la caída del último cuerpo de la torre y el ático del retablo mayor, así como tuvieron que apuntalarse 94 casas y 4 fueron declaradas en ruina.  
Retomando de nuevo los daños en las edificaciones fontaniegas, se tiene constancia de cómo el maestro mayor de obras del Arzobispado Tomás Zambrano reconoció el dañado templo de Santa María la Blanca, declarando las obras que eran necesarias ejecutar así como reconociendo las realizadas de urgencia, presupuestándolas en un coste total de 15.000 reales de vellón. 
El provisor dictó el embargo de las «cuartas partes de diezmos y la cuarta parte del pan» para costear las obras, nombrando administrador al mayordomo de la fábrica parroquial, el presbítero Sebastián Ruiz Ibáñez, y director de las mismas al alarife local Alonso Ruiz Florindo [4].  
Las obras de consolidación del edificio se realizaron en 1756, en las que Alonso invirtió la mayor parte de los 15.000 reales que costó la reforma total. Posteriormente, entre 1756 y 1757, remató la inacabada torre, sobre fuste antiguo, que había perdido como consecuencia del movimiento sísmico el remate proyectado en la década de 1740 por el maestro mayor de obras arzobispal José Rodríguez.
Es durante las obras de 1756 cuando Alonso deja constancia escrita “in situ” de su participación en la rehabilitación de Santa María la Blanca. Una inscripción que ha salido a la luz al retirar el encalado de la clave [5] del arco que comunica la nave central del templo con el presbiterio, y que en adelante quedará a la luz tras haber sido intervenido preventivamente por el conservador-restaurador de la obra, Antonio Gamero Osuna. 



Se diferencian dos letreros. Uno en la propia clave, en mayúsculas y de mayor entidad, que expresa: 
TERRAEM(OTUS)
FACT(U)S E(ST)
MAGNUS
I.NOV(EMBRIS).AN(NI)
MDCCLV
y otra a ambas lados, a lápiz de grafito y escritura más común a modo de firma: A la izquierda «Alonso Ruiz», y la derecha «Florindo»
Si ya en esta misma publicación, hace ahora un año, aportábamos la hipótesis de cómo Alonso Ruiz Florindo había querido dejar firmada ocultamente su intervención en la obra de la torre de Santa María la Blanca por medio del descompuesto azulejo de San Florián, en este caso, y realizada con anterioridad a la obra de la torre, Alonso firmó de su propio puño y letra su activa participación en la consolidación del templo mayor tras el azote del terremoto de 1755. 
Una rúbrica que disponía junto a la inscriptio principal, que traducida del latín al español viene a decir: HUBO UN GRAN TERREMOTO EL 1 DE NOVIEMBRE DEL AÑO 1755.
Para la traducción hemos recurrido a Profesor Dr. Ángel C. Urbán Fernández, fontaniego, doctor en Filología Clásica, sección de Filología Bíblica Trinlingüe, catedrático de Filología Griega, y director del Dpto. de Ciencias de la Antigüedad y Edad Media de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Córdoba [6].
El profesor Urbán Fernández nos aporta, eruditamente, cómo la frase terraemotus factus est magnus, es la expresión literal que encontramos repetidas veces en la traducción latina de la Biblia de san Jerónimo, llamada la Vulgata, siempre, menos en un caso, con el mismo orden de palabras, y que a su vez es la traducción literal de la expresión en griego, con el mismísimo orden de palabras que ha transcrito el latín. Es el cliché literario que se encuentra tal cual en los textos del Evangelio de Mateo (Mt 28,2), en los Hechos de los Apóstoles (Hch 16,26), y tres veces en el Apocalipsis (Ap 6,12. Ap 16,18. y Ap 11,13., ésta última con una insignificante variante en el orden de las palabras).
Alonso Ruiz Florindo, posiblemente por indicación del vicario u otro clérigo de la nómina de eclesiásticos de la Iglesia Parroquial, procedió a realizar la pintura de la frase, recurriendo al texto bíblico para expresar el acontecimiento producido aquel primero de Noviembre de 1755 y que debió conmover a la población de tal forma que lo calificó de «magnus», violento, grande, asociándolo así a la expresión bíblica que en todos los casos reviste características notables, sobre todo si tenemos presente los textos del Apocalipsis. El terror de aquellos fontaniegos de mediados del XVIII debió ser inmenso, apocalíptico.   
Tal como se ha citado anteriormente, otro de los edificios públicos que resultaron gravemente dañados fue el propio Ayuntamiento, que llegó a quedar inaccesible y tuvo que ser levantado de nueva planta. 
En 1763, los maestros Alonso Ruiz Florindo, de nuevo, y Andrés de Carmona, alarifes de albañilería y carpintería de la villa, recibieron de don Lope Fernández de Peñaranda, que a la sazón ocupaba interinamente el puesto de corregidor, el encargo de elaborar un primer proyecto en planta y alzado de unas nuevas casas capitulares [7]. 
Dos años más tarde, en sesión celebrada el 15 de marzo de 1765, por acuerdo municipal se adopta de nuevo «la fábrica de las Casas Capiturales, que fueron arruinadas en el año 1755 por el terremoto (…)» [8], instando al Asistente e Intendente General de Sevilla remita el proyecto al Consejo de Castilla, que lo recibe en 1766 y encargó la supervisión del expediente a su arquitecto, Ventura Rodríguez. Éste, como no podía ser de otra manera, desestimó la propuesta. El proyecto enviado mostraba un abarrocado concepto arquitectónico, lo cual era por completo opuesto a la arquitectura entonces desarrollada por Ventura Rodríguez. 
Finalmente las obras se ejecutaron con trazas -de carácter neoclásicas- y condiciones constructivas de Ventura Rodríguez, firmándose en 1768 el contrato de la obra, que dirigió Alonso Ruiz Florindo ayudado por su hermano Cristóbal y cuyo coste ascendió a 68.000 reales, alargándose su construcción hasta 1772 [9]. 
El nuevo edificio fue construido sobre el solar resultando del derribo del maltrecho consistorio y el de una casa colindante adquirida, propiedad de los hermanos Andrés y Miguel de Carmona Tamariz, vecinos de Alba de Tornes, la cual fue valorada en 11.000 reales, a pagar la mitad por los contratistas, por aprovechamiento de los materiales del derribo que ascendía a la misma cantidad [10].  




NOTAS:
1) ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE FUENTES DE ANDALUCÍA. Libro 93. Contribución Única. Respuestas Generales, 3 de julio de 1751. 
2) (A)RCHIVO (P)ARROQUIAL SANTA MARÍA LA BLANCA DE (F)UENTES DE ANDALUCÍA. Libro de Cuentas de Fábrica de 1752. Folio 102. 
3) MARTÍNEZ SOLARES, J. M.  Los efectos en España del terremoto de Lisboa (1 de Noviembre de 1755). Madrid: Ministerio de Fomento, 2001.
4) A.P.F. Libro de Cuentas de Fábrica de 1752. Folios 108-112. 
5) Piedra con que se cierra el arco o bóveda.
6) Muestro públicamente mi gratitud al profesor D. Ángel Urbán por su erudita aportación para este trabajo. 
7) OLLERO LOBATO, Francisco y QUILES GARCÍA, Fernando. Fuentes de Andalucía y la arquitectura barroca de los Ruiz Florindo. Sevilla: Caja San Fernando, 1997. 
8) CERRO RAMÍREZ, Jesús. La villa de Fuentes (1578-1800). Fuentes de Andalucía: Ayuntamiento de Fuentes de Andalucía, 2011. Pág. 302. 
9) SANCHO CORBACHO, Antonio.  «Juan y Alonso Ruiz Florindo arquitectos del siglo XVIII en Fuentes de Andalucía». Archivo Español de Arte 59: 333–345. Madrid, 1943. 
10) ARCHIVO DE PROTOCOLOS NOTARIALES DE ÉCIJA. Sección Fuentes. T. Pérez de Olmos. 1767-1769. Fols. 82-84 v; 1768-XII-1.

viernes, 7 de junio de 2013

PREGÓN DE LAS FIESTAS Y ROMERÍA DE MARÍA AUXILIADORA DE FUENTES DE ANDALUCÍA 2013


XXXIº Pregón de las Fiestas y Romería de María Auxiliadora de la villa de Fuentes de Andalucía. Pronunciado en la Iglesia del Ex-Convento Mercedario de San José, templo del desaparecido Colegio Salesiano, al mediodía del Domingo de Pentecostés, diecinueve de mayo del Año del Fe dos mil trece por Francisco Javier González Fernández.
Presentación del Pregonero por Teresa Moreno Beltrán.
(Vídeo: Fuentes Televisión).

martes, 19 de marzo de 2013

SOBRE LA PROCEDENCIA DEL MANTO DE NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES DE FUENTES DE ANDALUCÍA


Desde que mi recuerdo alcanza, su inconfundible voz es uno de los sonidos entrañables de mi Martes Santo. Hoy ya goza de la presencia divina de Dios y forma parte de la Cofradía del Cielo. A la memoria de N. H. D. Agustín González Beltrán (Q.e.p.d.).

El 1 de febrero de 1923, la Junta de Gobierno de la Hermandad de la Humildad autorizó al hermano mayor Millán Herce Cárdenas, que acababa de tomar posesión de su cargo en el mismo Cabildo por fallecimiento de su predecesor, para adquirir a una cofradía sevillana un manto de terciopelo negro bordado en oro para Nuestra Señora de los Dolores, cuyo precio ascendía a 2.000 pesetas.
Para tal adquisición, la Hermandad contó con importantes donativos de un grupo de hermanos, recibiendo 300 pesetas de María González Herce, camarera de la Virgen y viuda del recién fallecido hermano José González Hernández; Millán Herce aportó 140; Ricardo Lozano Hernández, 140; Francisco Lora Santana, 25; Manuel González Padilla, 25 y Dionisio Moreno de la Hera, 25.


Desde el hallazgo de estos datos, que así constan en acta en el archivo de la Hermandad, cuando sometimos a estudio el mismo, previo a la publicación de nuestra obra «Fuentes Penitente» (2002), no pocos han sido los esfuerzos realizados para llegar a conocer la procedencia del manto en cuestión, el cual sigue utilizando la Dolorosa de la Hermandad en la estación de penitencia de cada Martes Santo.
La investigación nos llevó a estudiar las Cofradías hispalenses que se encontraban en activas en la capital en los años del primer cuarto del siglo XX, y dentro de éstas, aquellas que en las dos décadas anteriores a 1923 habían sustituido o reemplazado los mantos procesionales de sus Dolorosas.  
Tras esta criba, centramos el estudio en las imágenes de Nuestra Señora del Rosario (Montesión), Virgen de Gracia y Esperanza (San Roque), Nuestra Señora del Refugio (San Bernardo), Nuestra Señora del Subterráneo (La Cena), Nuestra Señora de los Ángeles (Los Negritos) y Nuestra Señora de la Estrella (Estrella).
A partir de aquí, los contactos con miembros de las distintas hermandades han sido constantes, con objeto del análisis de los archivos de cada cofradía en busca de cualquier dato que nos fuera resolviendo la incógnita.
En algún momento llegamos a pensar, si se diera el caso de que el manto procedía de la Hermandad de Montesión, que el mismo fuera el que el afamado pintor Joaquín Sorolla reflejara en su célebre obra «Paso de la Virgen del Valle» (1914, óleo sobre lienzo, Madrid: Museo Sorolla), un título erróneo, pues el paso de palio que el pintor reprodujo fue el de la Virgen del Rosario de Montesión.  
Consultados distintos expertos en la temática del bordado procesional de la época, nos aportan que, a simple vista, el manto procesional de Nuestra Señora de los Dolores de Fuentes de Andalucía se puede relacionar con el taller de Miguel del Olmo Rodríguez, de principio del siglo XX, por el parecido del mismo con el palio de la Amargura de Aracena y el de la Virgen del Traspaso de Jerez de la Frontera, ambos salidos de este taller hispalense.
El manto en estudio es ya de corte simétrico, pero con resabios románticos de asimetría, típico de esta época. En el último tercio del siglo XIX los diseños son en general de grandes rellenos y composición asimétrica y no suelen darse simbología como el anagrama de la Virgen, como posee este manto.
Por otro lado aportar que, desde que en 1900 el genial Juan Manuel Rodríguez Ojeda realizara el manto de malla de la Esperanza Macarena, marcará el nuevo estilo, en el que los diseños de los talleres sevillanos pasan a ser simétricos y con un eje central, salvo algunas excepciones.
El manto de la Virgen de los Dolores aún conserva un detalle asimétrico en el tallo con la flor del centro. Todo ello nos lleva, a título personal y aproximativo, a datar su ejecución en los primeros años del siglo XX, como máximo hasta el año 1905, a partir del cual se puede hablar de una transición casi completa a los nuevos diseños.
Miguel del Olmo tenía establecimiento de galanería, pasamanería, cordonería y todo tipo de ornamentos religiosos, con la especialidad de bordado para «vestido de imágenes», en la sevillana calle Zamudio. A principios del siglo XX la familia trasladó el negocio a la calle Francos, 46, y con la muerte del progenitor, la viuda y dos de sus hijos abrieron un establecimiento similar en el número 24 de la misma calle, en torno a 1912-13, bajo la nominación de «Hijos de Miguel del Olmo», que se mantendría hasta 1931.    
Aún cuando los datos técnicos nos enfocaban a una cofradía en concreto, no hemos querido desestimar las otras opciones, y he aquí parte de los resultados de nuestra investigación, que sigue abierta con la esperanza de, más pronto que tarde, poder hallar los pertinentes documentos que nos desvelen la procedencia y autoría del manto procesional de Nuestra Señora de los Dolores de la Hermandad de la Humildad de Fuentes de Andalucía. 
Aún así, no está siendo nada fácil, debido a las importantes lagunas documentales de los archivos de algunas de las cofradías en cuestión, carentes de documentación de la época por diversos motivos: quema de iglesias en 1936, inundación de 1961, desaparición de libros de actas y pérdida de documentación de archivos, etc.
San Bernardo.- Entre 1884 y 1902, la Virgen del Refugio sale con un manto bordado por el taller las señoras Cuadra, que posteriormente es reemplazado por uno de Rodríguez Ojeda que hoy posee la Virgen del Mayor Dolor de Jerez. Que el manto permaneciera en la Hermandad sin uso de 1902 a 1923 nos hace calificar esta opción como poco probable. A la fecha no se han encontrado datos documentales en archivo.
Montesión.- En 1884, esta cofradía estrena un manto negro bordado en oro por Eloísa Rivera, que utiliza hasta 1920, año en el que estrena uno de seda blanco, siendo la primera vez que la Virgen del Rosario sale con el manto recogido de la forma tan característica y peculiar de este palio sevillano, cuya tradición mantiene. El manto de Eloísa Rivera es que el que aparece en los famosos cuadros de Sorolla. El manto fue vendido a la Hermandad de Jesús Nazareno (San Juan) de Écija en 1970 y reconvertido en túnica para el Señor, por lo que la opción de Montesión queda desestimada.
San Roque.- La Virgen de Gracia y Esperanza procesiona desde 1907 a 1912 con un manto de terciopelo negro bordado en oro obra de Gracia Castilla, siendo sustituido por otro de talleres de Olmo, que regala la familia de los Sarasúa. Del manto de Gracia Castilla no se conoce ni su destino ni se posee imagen alguna, debido a que casi la totalidad del archivo de la hermandad y gran parte de los enseres de la misma fueron destruidos en el incendio de la iglesia de 1936, en el que también pereció el manto de los talleres de Olmo estrenado en 1913.
La Cena.- En 1918 y 1919 la Virgen del Subterráneo salió con un manto en terciopelo rojo de un taller de Zaragoza, que no gustó y fue vendido. En 1923 estrenaría en la salida procesional un manto azul liso, que Rodríguez Ojeda bordaría en 1924, pero queda la interrogante del manto utilizado en ese espacio de tiempo. Debido a su provisionalidad, no parece lógico que se adquiriera un manto bordado para ser utilizado de 1920 a 1922, a lo que hay que añadir la tesitura económica de la hermandad, mermada en estos años por importantes reformas e incorporaciones de patrimonio.
Estrella.- La Virgen de la Estrella utilizó un manto de terciopelo negro de 1901 a 1907, que dejó de procesionar al adquirir el actual, antiguo de la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso del Gran Poder. Hasta el momento de la publicación de este trabajo, no hemos podido hallar ningún dato que podamos relacionar con esta opción. Ni siquiera se tiene constancia si el manto estaba o no bordado.
Los Negritos.- La última de las opciones, cuya investigación está abierta, es esta cofradía. El manto que la Virgen de los Ángeles utilizara desde 1905 hasta 1915, año este último en el que Juan Miguel Rodríguez Ojeda realizara nuevo manto y palio. Los datos son escasísimos, a lo que hay que sumar la pérdida de gran parte del archivo documental de la Hermandad como consecuencia de la famosa riada de Sevilla de 1961 con el desbordamiento del Tamarguillo.



Agradezco la colaboración a Julio Gómez Trigo, Manuel Ojeda Macías, José Antonio Arévalo Quijada (San Bernardo), Antonio Sánchez García (San Roque), Francisco Javier León Lozano (La Cena) y Rafael Asquith Gómez (Los Negritos).

lunes, 4 de febrero de 2013

NOMBRAMIENTO DE PREGONERO DE LAS FIESTAS Y ROMERÍA DE MARÍA AUXILIADORA 2013


El pasado 3 de febrero, en el transcurso de la Eucaristía que mi querida Hermandad de María Auxiliadora celebra anualmente en honor de San Juan Bosco –cuya fiesta conmemora la Iglesia el 31 de enero–, se hizo público mi nombramiento como Pregonero de las Fiestas y Romería de María Auxiliadora 2013.
Una elección que recibo sumamente sorprendido, con entusiasmo y agradecido a esta Junta de Gobierno –a la que me honra pertenecer– y que ha depositado en mi persona su confianza honrándome con tal privilegio en un año tan especial, tanto para la Hermandad como para mí, al cumplirse el XXVº aniversario de la llegada a Fuentes de Andalucía y bendición de mi querida María Auxiliadora «Sentaíta».
Fue ante Ella, en su presencia, momento antes de abandonar el Convento de San José con destino al taller hispalense de GRS en el que está siendo sometida a un proceso de conservación preventiva. De esta manera tan singular y especial fue cómo tuve conocimiento de mi designación.
Mi más sincera gratitud y alegría, y como ya he expresado en otras ocasiones, espero que el Señor me otorgue «la facilidad necesaria para que lo que reboza de mi corazón pueda ser expresado por mi boca», sin dudas y asumiendo al máximo las palabras de San Pablo, cuando afirmó: «creo, por eso hablo».


sábado, 26 de enero de 2013

AQUELLAS MURGAS DE ANTAÑO...

El Carnaval de Fuentes de Andalucía se viene celebrando posiblemente desde el siglo XIX, en el que se generaliza la fiesta por todo el territorio español, pero es la Dictadura del General Franco, a pesar de las prohibiciones y censuras, cuando toma un sello inimitable convirtiéndolo en uno de los carnavales más singulares y arraigados del territorio andaluz, llegando al siglo XXI manteniendo parte de su idiosincrasia, lo que le ha llevado a ser reconocido institucionalmente como “Fiesta de Interés Turístico de Andalucía” desde 2008. 
Junto a las máscaras -forma de disfrazarse de manera que nadie pueda reconocer a la persona, desfigurando el cuerpo,  tapando la cara y cambiando la voz usando falsete para conseguir el anonimato-, otra característica propia del Carnaval fontaniego son las murgas. Agrupaciones de seis a diez personas que interpretan canciones con tonos musicales característicos, generalmente tonadas de coplas conocidas con las letras modificadas, acompañados de redoblante, bombo y platillo y pitos de caña.
Fiel a su particularidad, las murgas cada año describen en sus coplas los acontecimientos y sucesos más trascendentales ocurridos en el pueblo durante el año anterior. 
El Carnaval de Fuentes ha dejado en su historia célebres poetas y murguistas, recordadas coplas y una imagen asociada a él mismo recordando los mejores tiempos, que no es otra que una Carrera rebosante de público que pasea, murgas que hacen pasacalles y cantan y máscaras que hacen de las suyas divirtiéndose ellos mismos y al público con quien comparten el espacio.     
Hoy traemos a nuestro blog dos pequeños vídeos de la popular «Murga de la Peña Flamenca», tomados en la década de 1980.