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A medio cuarto de legua de la muy antigua villa de Fuentes, en el Reino de Sevilla, se levanta una fuente que desde siglos atrás fue el principal abastecimiento para la «manutenzión del común de estte vesindario». Ésta se surte a partir de un complejo sistema subterráneo de captación y conducción de aguas formado por dos manantiales o “minas”.

Rodeada de restos de distintos pueblos antiguos que habitaron estos lares, ya en 1599 aparece citada en las Actas Capitulares acordándose su reparo, y en 1690 el Cabildo Municipal acuerda hacer la fuente de piedra, para lo que contrata al cantero de Morón Antonio Gil.

A lo largo del siglo XVIII, varios miembros de la saga de alarifes de los Ruiz Florindo intervienen en el conjunto, ya que se continúan diversas reformas debido a la pérdida de suministro y a defectos en las conducciones.

Como en la Fuente de la Reina, otros manantiales y pozos de estas tierras llenas de historia siguen manando agua «buena y clara» desde tiempos remotos; características de un territorio que dieron el nombre a este maravilloso lugar del mundo que es Fuentes, de Andalucía.

miércoles, 6 de septiembre de 2017

LA FUNDACIÓN DE LAS COLONIAS SEVILLANAS DE LA ILUSTRACIÓN EN EL ENTORNO DE FUENTES DE ANDALUCÍA


En la segunda mitad del siglo XVIII se llevó a cabo al sur de Despeñaperros el más ambicioso proyecto reformista de la Ilustración española: la colonización y creación de las llamadas Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y Andalucía.
Con el objetivo de suprimir fuertes desequilibrios territoriales, mejorar el aprovechamiento de recursos repoblando zonas desérticas y buscando crear una sociedad reformada, el rey Carlos III, Campomanes, Pablo de Olavide y otros ilustrados ejecutaron esta loable empresa levantando nuevos pueblos y aldeas en zonas deshabitadas, moradas de malhechores y bandoleros que atacaban las diligencias a su paso por el Camino Real, que discurría a escasas leguas de la villa de Fuentes.
Una actuación repobladora que se centró en los «grandes desiertos» que recorría el Camino Real de Andalucía: el desierto de Sierra Morena o de la Peñuela, en el reino de Jaén, y los desiertos de La Parrilla, entre Córdoba y Écija, y de La Monclova, entre Écija y Carmona. En ellos se crearon una serie de asentamientos construidos con criterios racionalistas y en los que se acogió a unos seis mil colonos venidos principalmente de diversos rincones de Europa Central, entre los que se repartieron las tierras. Dichas poblaciones fueron: Almuradiel, Arquillos, Aldeaquemada, Montizón, Carboneros,  Santa Elena, La Carolina (donde se estableció la sede de la Intendencia), Guarromán, La Carlota, San Sebastián de los Ballesteros, Fuente Palmera y La Luisiana con sus aldeas de El Campillo, Los Motillos (desaparecida en el s. XIX) y Cañada Rosal, creadas en baldíos de Mochales, terrenos comunales de la ciudad de Écija. Unas nuevas poblaciones que se encuentran repartidas entre las actuales provincias de Jaén, Córdoba, Sevilla y Ciudad Real y que llegaron a aglutinar un total de 60 nuevos asentamientos, entre pueblos y aldeas –de los que hoy quedan aún en pie 48–, y que son el testimonio vivo de aquel modelo que materializó con muchísimo esfuerzo y oposición el Gobierno Ilustrado del rey Carlos III [1].
La recluta de colonos la realizó Juan Gaspar de Thürriegel, un aventurero bávaro que, valiéndose de algunas artimañas, logró introducirse en la alta sociedad y círculos de la Corte madrileña para poder formar parte del proyecto colonizador. En 1766 se comenzó a tratar la empresa de Thürriegel y el 28 de febrero de 1767 el Rey autoriza que se formalice el contrato para introducir en España seis mil colonos extranjeros, de ambos sexos, que debían ser católicos, labradores y carecer de antecedentes delictivos, por los que el bávaro recibiría 326 reales por cada uno de ellos.


La situación económica que atravesaba parte de Europa y más concretamente Alemania, a mediados del siglo XVIII, era bastante precaria. Las muchas guerras en los territorios del Rhin habían traído consigo muchas calamidades y la mendicidad se convirtió en fenómeno universal y en un problema del tiempo en todos los países centroeuropeos. En este ambiente de pobreza es lógico que se estableciera con fuerza la idea de la emigración a otros países y las gentes acudieran con entusiasmo a las convocatorias lanzadas por los agentes de Thürriegel en sus proclamas, en las que difundía, entre otros mensajes:
«A casi nadie le es desconocido el que España es una tierra de clima tan feliz y una región tan bendecida del cielo que ni el calor ni el frío muestran en ella nunca sus filos... Su tierra es una de las más productiva de Europa... produce los más hermosos trigos, centeno, cebada, avenas y linos, produce también toda clase de hortalizas... en gran abundancia y con poco trabajo. Animales cornudos de toda clase y caballos, mulos, asnos, ovejas… No tiene menos en vinos, los más sabrosos del mundo. Olivos y almendros, naranjos y limoneros, higueras, granados y castaños… ¿Qué personas reflexionarían largamente para dejar una patria donde carecen de toda fortuna o la poseen pequeña, donde suspiran en su pobreza en amargos sudores? … ¿Qué personas, repito, se mostrarán remisas en marchar deprisa hacia la feraz y feliz España?...» [2].
Con tan tentador discurso, no le fue difícil a Thürriegel conseguir los seis mil campesinos para los que había sido contratado, que buscaban la «Tierra Prometida» de los panfletos en esta Andalucía de sol y luz de mediados del siglo XVIII.
La iniciativa pretendía implantar una nueva organización social, liberada en cierto modo de las restricciones jurisdiccionales del Antiguo Régimen. Para ello se redactó el Fuero de las Nuevas Poblaciones, de cuya promulgación se conmemoró el pasado 5 de julio su 250º aniversario, punto de partida de las celebraciones que durante el próximo año rememorarán las tan significativas efemérides de las fundaciones de las colonias.
En este Fuero se reguló con meticulosidad todos los aspectos de la vida económica y social de los colonos –bajo un régimen legislativo y administrativo propio– y cuanto tenían que percibir a su establecimiento: los lotes o suertes de tierra de labor (alrededor de 50 fanegas –unas 32 hectáreas–), los medios e instrumentos para la labranza (un arado, un azadón y semillas para la primera sementera y la subsistencia del primer año), el número de cabezas de ganado (a cada familia se le dieron cinco gallinas, cinco cabras, cinco ovejas, dos vacas, un gallo y una puerca de parir), los beneficios (pan durante un año y exención de impuestos durante diez), la distribución de núcleos y aldeas, las distancias entre pueblos (entre cuarto y medio cuarto de legua), los equipamientos con que se dota a las nuevas poblaciones (escuelas, pósitos, iglesias...), un programa completo de ordenación pensado para que fuesen autosuficientes en el territorio [3]...
Este documento legislativo de 1767 contemplaba postulados tan modernos y progresistas para la época como: la enseñanza primaria obligatoria y gratuita para todos los menores (niños y niñas) del pueblo llano [Art. LXXIV del Fuero]; o que la mujer fuese considerada tan útil y tan capacitada como el hombre para trabajar, no sólo en las habituales tareas domésticas sino también en la agricultura e incluso la industria [Art. XXXIII y XLIII del Fuero]. El Fuero de las Nuevas Poblaciones representa históricamente «el nacimiento de un modelo urbano, social, político y cultural diferente, que rompe con los principios arcaicos, conservadores y rancios en los que se asentaba el Antiguo Régimen. Una apuesta por la formación y los valores como motor de desarrollo de los pueblos, intentando transformar la realidad, combatiendo el analfabetismo para mitigar el efecto de la principal arma que doblega a los pueblos y su gente, la incultura [4]».
Durante la vigencia del Fuero, cuya derogación definitiva aconteció en 1835, las Nuevas Poblaciones se agrupaban para su gobierno en el marco de una Intendencia, que las convertía en la «quinta provincia andaluza», con el mismo nivel político y administrativo que los cuatro reinos de la Andalucía de la época: Córdoba, Jaén, Sevilla y Granada. La Carolina ejerció como capital de todas las Nuevas Poblaciones y sede de la subdelegación de la zona de Sierra Morena, así como acogió la Superintendencia, que recayó inicialmente en el ilustrado Pablo de Olavide, y en La Carlota se ubicó la capitalidad de las colonias occidentales, siendo sede de la segunda subdelegación.
Es en este contexto general en el que, en territorios próximos a las tierras de Fuentes y la Monclova, nacen a partir de 1768 las colonias sevillanas de las Nuevas Poblaciones: La Luisiana con sus aldeas de El Campillo, Los Motillos y Cañada Rosal, en cuya fundación nos centraremos en adelante.
Las tierras para este proyecto ilustrado fueron segregadas a Écija y comprendían 9.161 fanegas de las dehesas de las Yeguas y Mochales, a las que había que sumar las 905 fanegas del cortijo de la Orteguilla, propiedad del marqués de Peñaflor.
Pero los comienzos fueron sumamente difíciles y lejos de toda realidad quedaron las proclamas de Thürriegel. Al duro clima de la zona que se encontraron los colonos, el agotador trabajo de desmonte, las pésimas condiciones de vida, la enfermedad que se apoderó de ellos… se unió otro problema más: el rechazo y la oposición de los vecinos de la comarca, principalmente y por razones obvias, los de Écija.
Los campesinos y braceros de Fuentes, La Campana, Palma del Río, así como los de la propia ciudad de Écija, veían con sumo rechazo las oportunidades y prerrogativas que el gobierno de Carlos III daba a estos «extranjeros», ya que los propios del lugar vivían muchos de ellos sumidos en la miseria y sin tierras.
La propia oligarquía ecijana se mostró muy en contra e hizo todo lo posible por la inviabilidad del proyecto ilustrado. Como se ha indicado, del término ecijano fueron segregadas la totalidad de las suertes entregadas a los colonos, y la mayoría de las tierras eran dehesas de propios o dehesas concejiles, cuyo aprovechamiento era comunal para todos los habitantes de la ciudad, y los terrenos baldíos, que aunque no eran dedicados al cultivo, suministraban caza, leña, pastos y frutos silvestres. Pero a pesar de ello, los responsables de la repoblación consiguieron –no sin innumerables contratiempos– hacer realidad la iniciativa del gobierno de la nación.
Los primeros colonos empezaron a llegar a la colonia de La Luisiana –que fue el primer núcleo que se comenzó a levantar– a finales de 1768, prologándose la llegada hasta octubre de 1769, y no traían más que sus manos, sus ganas de trabajar y mucha esperanza para convertir unos baldíos llenos de matorrales, lentisco, jara y palmas en una tierra productiva y competitiva con el resto de las tierras de la campiña sevillana.


A las colonias sevillanas llegaron familias extranjeras de los más dispares rincones de Centroeuropa, buscando las bondades prometidas de los panfletos y la propaganda de Thürriegel, procediendo principalmente de Alemania y Francia, y en menor número de Italia, Bélgica, Suiza y Austria. Dentro de cada país, los colonos eran originarios de las mismas zonas, pueblos o regiones por lo que emigraban varias familias juntas del mismo lugar.
También se sumaron colonos españoles, cuya procedencia se puede clasificar en dos grupos: por un lado, los procedentes de los pueblos vecinos, mayoritariamente de Écija, y de forma esporádica de las localidades de Fuentes de Andalucía, La Campana, Herrera, Lantejuela o La Rambla [5]; y por otro colonos procedentes de Almería, Valencia, Galicia y otras zonas de España. Estos colonos españoles comenzaron a establecerse en su mayoría a medida que iban quedando suertes vacías por fallecimiento de algún colono extranjero, cuya realidad fue notable.
Poco pudieron disfrutar los colonos llegados a la Nueva Población de La Luisiana de «aquel jardín verde, de aquella constante primavera donde florecen los árboles, en todas las épocas del año, y no puede verse nunca la nieve» descrito en la propaganda del bávaro. Junto a los rechazos antes citados, muchos fueron recibidos por el despiadado calor de verano que les sorprendió a medio instalar y les castigó con la dureza que acostumbra en los meses de julio y agosto en esta zona de la campiña sevillana. La desolación y la angustia se apoderaron de las familias y en los comienzos del verano de 1769 comenzó a cobrarse las primeras víctimas una epidemia de fiebres tercianas (paludismo o malaria) y obstrucciones de vientre que mermó considerablemente la recién llegada población de los nuevos núcleos, llegando a perecer un tercio de los colonos en el transcurso del primer año.
La influencia y participación de los pueblos vecinos en los primeros años de la fundación de las colonias fue sumamente considerable, tanto por el rechazo y la indiferencia que ejercieron, como por la participación de diversos gremios en el levantamiento de los núcleos poblaciones aportando albañiles, carpinteros, materiales…, prestando servicios e incluso, como se ha citado con anterioridad, llegando a ser punto de origen de algunos colonos que pudieron «beneficiarse» de nuevas suertes de tierras.
En este proyecto colonizador que nos ocupa, que cambió considerablemente la configuración del territorio de la comarca, participaron activamente diversos alarifes fontaniegos, destacando por la relevancia del papel encomendado la figura del afamado Alonso Ruiz Florindo.
En 1769 el propio intendente Olavide había solicitado, a los maestros de obras radicados en Fuentes y otras poblaciones cercanas, la asistencia técnica para acelerar el proceso constructivo de la Nueva Población de La Luisiana, citando literalmente: «he despachado propios a Fuentes, Carmona y Sevilla pidiendo albañiles y carpinteros a todo precio» [6].
Del mismo modo, el cese en agosto de 1770 de la mayoría de los ingenieros militares que habían dirigido hasta el momento la construcción de las Nuevas Poblaciones, obligó a contratar arquitectos de las localidades colindantes, y que en el caso de Alonso nos queda ratificado documentalmente con posterioridad.
En mayo de 1771, mientras Alonso estaba ocupado en la conclusión del ayuntamiento de Fuentes, facultó a su hermano Cristóbal para que le sustituyera en caso preciso en los trabajos de las Casas Capitulares dado que su dedicación a la gran empresa de la Nueva Población de La Luisiana le ocupaba mucho tiempo, ratificando su cargo como maestro mayor de ella a la fecha citada: «esttándolo [nombrado] también todas las obras de la Real y nueba población de la Luisiana como maestro maior de ella» [7].
Los nuevos maestros mayores nombrados tras el requerimiento de Olavide tenían encomendada la dirección de obras, y solo en casos muy determinados de aquellos que estaban facultados, podrían proyectar, por lo que cabe preguntarse el grado de responsabilidad creativa que Alonso ejerciera sobre La Luisiana, El Campillo, Los Motillos y Cañada Rosal, atribuyéndole algunos investigadores la autoría de la Casa de Postas de La Luisiana [8].


Durante años, Alonso debió seguir ejerciendo su función como maestro mayor de La Luisiana y sus aldeas, ya que en 1784 fue nombrado para actuar como correo de esa población [9], posiblemente por sus continuas idas y venidas.
Otro maestro albañil fontaniego que ejerció su menester en la colonia de La Luisiana fue Francisco de Morales. El 17 de marzo de 1769, este contrató con D. José Manuel de Álava la construcción en La Luisiana de «dos casas de havitazion… en el sitio que me señale por el dicho Señor Director», en el precio de 1.600 reales cada una de ellas, para lo cual el citado Francisco de Morales hipotecó unas medias casas de su propiedad, situadas «en la calle maior de esta villa, fuera del arco que nombran de Ezija… [10]».
La participación tanto de Alonso Ruiz Florindo en calidad de maestro mayor, como la de los diversos maestros albañiles y carpinteros fontaniegos, dejó sentir la influencia en los nuevos núcleos poblacionales de la comarca de la arquitectura tradicional de Fuentes, que ofrece ejemplos de sencillas viviendas realizadas con métodos constructivos tan extendidos en el caserío fontaniego de la época, como son el empleo de la carpintería de entresuelo y cubiertas, la tejería morisca y el enfoscado y encalado de exteriores [11].
El Cabildo Municipal fontaniego se mantuvo en todo momento al margen del proceso colonizador ilustrado, principalmente porque no había sufrido enajenación de sus territorios, que en la época no lindaban con el de las colonias como sí lo hace en la actualidad, ya que entre el término fontaniego y las tierras destinadas a los colonos se situaba el término de la villa despoblada de La Monclova, propiedad del marqués de Ariza, titular a la vez del condado de la Monclova [12].
En 1771, el propio Cabildo se ofreció para facilitar morada en la villa al Superintendente de las Nuevas Poblaciones. Durante la visita que en mayo del citado año realizó Pablo de Olavide a la colonia de La Luisiana recibió afablemente, en calidad de Intendente del Reino de Sevilla, al Corregidor de Fuentes Mateo Antonio Barberi que se desplazó hasta la nueva población, entre otras cuestiones a tratar, «a cumplimentarle y ofrecerle alojamiento si transitaba por esta villa de Fuentes para la de Sevilla» [13], invitación que le fue declinada, pues el ilustrado no continuaría en su viaje hacia la capital.
Otro estamento que se vio levemente involucrado en el nacimiento de las colonias fue la Iglesia fontaniega, participando en la administración de sacramentos a los colonos pioneros durante los primeros meses de su establecimiento en la Nueva Población de La Luisiana.
En febrero de 1769 las primeras diez familias que llegaron a estas colonias ya habían ocupado sus suertes, y el mayor asentamiento de colonos se produce de marzo a octubre de 1769, contabilizándose ya en esta última fecha 152 familias ubicadas [14], todas ellas católicas, tal como bien quedaba especificado en una de los artículos del Fuero para acogerse a la empresa colonizadora.
Las colonias se encontraban todas integradas en una única feligresía, cuya parroquia tenía su sede en La Luisiana, contando las aldeas de El Campillo y Cañada Rosal con sendas capillas levantadas con posterioridad, de menores dimensiones, para atender a los colonos de cada núcleo, aunque todos los registros sacramentales quedarían asentados en la parroquia de la Purísima Concepción de La Luisiana.
En el informe de la visita cursada por el Superintendente Pablo de Olavide a la Nueva Población de La Luisiana a finales de agosto de 1769, el ilustrado manifiesta que «que la iglesia del lugar no le falta otra cosa que cubrirla y… sus paredes están secas pues se concluyeron el pasado abril, he mandado que a todas manos se pongan a ponerle el cubierto trabajando por tandas de día y de noche… y me han ofrecido que dentro de ocho días estará cubierta» [15].  
De este modo, teniendo presente que los colonos fueron llegando desde finales de 1768 y la iglesia se hallaba en construcción, los sacramentos les fueron administrados en parroquias de las localidades vecinas, a saber, las de San Juan Bautista de La Monclova y Santa María la Blanca de Fuentes.
En los folios 1 y 1 v. del Libro 1 de Bautismo de la Parroquia de La Luisiana, aparecen los bautizos de hijos de colonos que se celebraron fuera de la Nueva Población. D. Pedro J. de Arbizú, primer capellán de La Luisiana, El Campillo y Cañada Rosal, escribe: «Por varias certificaciones del Vicario y Cura de la Parroquial de Fuentes constan las partidas siguientes [16]», y asienta los ocho bautismos que entre mayo y septiembre de 1769 fuera la colonia, que coinciden con los primeros bautizos de hijos de colonos nacidos en su «nueva patria», siendo los siguientes:   

1. La Monclova, 26 de mayo de 1769.
Zeferino Manuel hijo de Antonio Smit y Victoria Simena
Celebrante: Fray Nicolás del Espíritu Santo, religioso mercedario

2. Fuentes, 19 de junio de 1769.
Ana hija de Juan Turnez y Juana Serman
Celebrante: Andrés Alonso del Corral, cura de Santa María la Blanca

3. Fuentes, 10 de julio de 1769.   
María Sabina hija de Francisco Sturmen y Ana Pis
Celebrante: Cristóbal Hornilla Lora, cura de Santa María la Blanca

4. Fuentes, 5 de julio de 1769.
María hija de Claudio Bubar y Bárbara Lavit 
Celebrante: Andrés Alonso del Corral, cura de Santa María la Blanca

5. La Monclova, 8 de agosto de 1769.
Lorenzo Cayetano hijo de Martín Yanson y Magdalena Studre
Celebrante: No lo cita

6. Fuentes, 31 de agosto de 1769.
Juan Bautista José de Santa María hijo de Pedro Bris y Francisca Espon
Celebrante: Fray Juan Fernández, religioso tercero de San Francisco

7. Fuentes, 31 de agosto de 1769.
José Francisco Pedro hijo de José Quellar e Isabel Planderon
Celebrante: Fray Juan Fernández, religioso tercero de San Francisco

8. Fuentes, 13 de septiembre de 1769.
Domingo José de Santa María hijo de Domingo Nuel y Ana Arnan
Celebrante: Fray Juan Fernández, religioso tercero de San Francisco

El primer bautismo celebrado en la nueva Iglesia de la Purísima Concepción de La Luisana tuvo lugar el día 20 de septiembre de 1769, y le fue administrado a la niña Ana María Much por el sacerdote D. Manuel de Acosta y Vargas [17].
Como curiosidad, hacemos alusión a que solo los bautizos 2 [18], 3 [19] y 4 [20] antes enumeradas constan a su vez en el Archivo Parroquial de Santa María la Blanca de Fuentes, coincidiendo con qué fueron los tres únicos bautizos realizados por curas radicados en dicha iglesia.
Circunstancias tales como la celebración de matrimonios mixtos con españoles, los movimientos migratorios y el propio paso del tiempo, entre otras, han ido provocando que a lo largo de los 250 años de historia de las Nuevas Poblaciones las diferencias –principalmente culturales– se hayan ido diluyendo. Pero a pesar de ello, aún pervive el rastro genético y se pueden encontrar descendientes de los colonos en las colonias, donde no solo abundan los apellidos centroeuropeos, sino que también conservan rasgos físicos característicos de las zonas de origen (piel clara, pelo rubio…), e incluso gran parte de las Nuevas Poblaciones mantienen costumbres festivas tradicionales de los países de los colonos, como la fiesta de los Huevos Pintados que celebra Cañada Rosal cada Domingo de Resurrección o el llamado Baile de los Locos, que se mantiene en Fuente Carreteros [21].
Hoy en día, tanto en La Luisiana como en El Campillo y Cañada Rosal [22], se mantienen algunos de los apellidos de los primeros colonos que los llevan descendientes de aquellos nuevos pobladores, tales como Hans, Duvisón, Fílter, Legran, Hebles, Rúger, Delis, Ancio,  Bacter,  Demans,  Pígner, Uber, Pistón, Chambra o Balmont.
Como afirma José Antonio Fílter Rodríguez [23],  «la gran aventura que emprendieron las familias colonas que crean estos pueblos hizo posible transformar territorios, caminos y baldíos fundando nuevos enclaves urbanos con nuevas sociedades en las que valores como la participación, el esfuerzo, la igualdad, la tolerancia, el respeto y la solidaridad, impregnaron los inicios de este gran proyecto ilustrado, convirtiéndose en sus más claras señas de identidad» [24].
Y desde la antigua villa señorial de Fuentes de Andalucía, nos congratulamos y adherimos a la conmemoración de este 250º aniversario fundacional de nuestras nuevas poblaciones vecinas de La Luisiana, El Campillo y Cañada Rosal. «250 años de un gran proyecto político, social, económico y cultural, pero sobre todo humano que transformó la realidad de una tierra y de una gente. 250 años de historias personales y proyectos colectivos. 250 años de vida» [25]. 250 años compartiendo la existencia bajo el sol de la campiña sevillana, bajo un clima de tolerancia y entendimiento como vecinos y ciudadanos de un mismo territorio, desde que a finales del siglo XVIII aquellos hombres y mujeres cruzaron media Europa, cargados de esperanzas, para cambiar sus vidas y construir estos pueblos con una singular identidad cultural.

Francis J. González Fernández

NOTAS:
1] Para profundizar en la historia de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y Andalucía, consulte la web: www.fuero250.org
2] FÍLTER RODRÍGUEZ, José Antonio. Las colonias sevillanas de la Ilustración: Cañada Rosal, El Campillo y La Luisiana, 1767-1835. Cañada Rosal: Ayuntamiento; La Luisiana: Ayuntamiento, 1996, págs. 63-65.
3] Ibídem, págs. 37-59. Reproducción literal del Fuero.
4] www.fuero250.org
5] PRIETO PÉREZ, Joaquín Octavio: Evolución Demográfica de las colonias sevillanas de la Ilustración en el último tercio del siglo XVIII. En: FÍLTER RODRÍGUEZ, José Antonio, coordinador. Actas IV Jornadas de Historia sobre la provincia de Sevilla: Ilustración, ilustrados y colonización en la campiña sevillana en el siglo XVIII (Cañada Rosal y Fuentes de Andalucía, 16 y 17 de marzo de 2007). Sevilla: Asociación Provincial Sevillana de Cronistas e Investigadores Locales (ASCIL), 2007, pág. 160.
6] FÍLTER RODRÍGUEZ, José Antonio. Orígenes y Fundación de La Luisiana, El Campillo y Cañada Rosal (La colonización de Carlos III en la Campiña sevillana). La Luisiana: Ayuntamiento, Delegación de Cultura, 1983, pág. 41.
7] (A)rchivo de (P)rotocolos (N)otariales de (É)cija. Fuentes. Leg. 3227. Gregorio Martínez de Parga. 1770-1772, t. 2. Fols. 61-62 (1771).
8] OLLERO LOBATO, Francisco y QUILES GARCÍA, Fernando. Fuentes de Andalucía y la arquitectura barroca de los Ruiz Florindo. Fuentes de Andalucía: Ayuntamiento de Fuentes de Andalucía, 1997, págs. 113-116.
9] CERRO RAMÍREZ, Jesús. La villa de Fuentes (1578-1800). Fuentes de Andalucía: Ayuntamiento de Fuentes de Andalucía, 2011, pág. 778.
10] A.P.N.E. Fuentes. Leg 2768. Tomás Pérez de Olmo. 1768-1769. Fols. 25-26 v.
11] OLLERO, Francisco y QUILES, Fernando: Nuevas noticias sobre el proceso urbanizador de las Nuevas Poblaciones: especialmente referidas a la construcción de Cañada Rosal, La Carlota y La Luisiana. En: FÍLTER RODRÍGUEZ, José Antonio, coordinador. Actas V Congreso Histórico sobre Nuevas Poblaciones: Las Nuevas Poblaciones de España y América (La Luisiana-Cañada Rosal), Sevilla: Junta de Andalucía, Consejería de Cultura, 1992, pág. 250.
12] En 1836 los territorios de la Monclova fueron incorporados administrativamente al término de Fuentes de Andalucía. Sus más de 5.300 hectáreas suponen en torno al 40 % del actual término municipal.
13] A.H.M.F. Actas Capitulares Libro 9. 1768 – 1773. Cabildo 1771-V-22.
14] FÍLTER RODRÍGUEZ, José Antonio. Las colonias sevillanas… en Op. Cit., pág. 137.
15] FÍLTER RODRÍGUEZ, José Antonio. Las colonias sevillanas… en Op. Cit., págs. 130-131.
16] (A)rchivo (P)arroquial de la Purísima Concepción de La (L)uisiana. Libro I de Bautismos. Folio 1.
17] Ibídem. Folio 2.
18] (A)rchivo (P)arroquial) Santa María la Blanca de (F)uentes de Andalucía. Libro 18 de Bautismos. Folio 296 vto.
19] A.P.F. Libro 18... en Op. Cit.. Folio 298 vto.
20] A.P.F. Libro 18... en Op. Cit.. Folio 299.
21] Entidad Local Autónoma enclavada en la provincia de Córdoba, perteneciente al municipio de Fuente Palmera, fundada por Carlos III dentro del proceso colonizador que nos ocupa.
22] Tras un largo proceso, pero siempre con el consentimiento y el mutuo acuerdo entre los representantes y vecinos de La Luisiana y Cañada Rosal, el 27 de Agosto de 1986, el Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía aprobó el Decreto de Segregación que convirtió a la colonia carlostercerista de Cañada Rosal en el municipio 103 de la provincia de Sevilla y en el más joven de todos los que integran la familia de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y Andalucía.
23] Investigador local, Cronista Oficial e Hijo Predilecto de Cañada Rosal, Presidente-fundador de la Asociación Provincial Sevillana de Cronistas e Investigadores Locales (ASCIL), miembro de la Junta Rectora de la Real Asociación Española de Cronistas Oficiales y de la Comisión Organizadora de los Encuentros de Investigadores Locales organizados por Casa de la Provincia de la Diputación de Sevilla, Vicepresidente de la Comisión Nacional «Fuero 250» y Coordinador General de las Jornadas de historia y patrimonio sobre la provincia de Sevilla que cada año organiza ASCIL.
Es autor de varios libros y ha publicado numerosos artículos, ponencias y trabajos en revistas, actas de jornadas, seminarios y congresos.
Mi enorme gratitud a mi amigo y compañero José Antonio Fílter, por cuanto ha colaborado para la realización del presente trabajo.
24] FÍLTER RODRÍGUEZ, José Antonio: 250 aniversario de la fundación de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y Andalucía. Cañada Rosal. El último sueño ilustrado. En Feria y Fiestas de San Joaquín y Santa Ana, Cañada Rosal, 2017, pág. 9.
25] Ibídem, pág. 10.