(Trabajo realizado conjuntamente con mi amigo Antonio Gamero Osuna, responsable del equipo de restauración de la Iglesia de Santa María la Blanca).
Desde
que en diciembre de 2011 comenzaran las tan esperadas obras de restauración de
la Iglesia Parroquial Santa María la Blanca de Fuentes de Andalucía, no pocas han
sido las curiosidades y los llamativos hallazgos, generalmente relacionados con
el estado original de ciertas partes del templo, teniendo en cuenta que el
actual edificio es resultado de las reformas y ampliaciones acontecidas a lo
largo de varios siglos.
Por
hacer mención a algunos de estos descubrimientos, podíamos citar la cara más
colorida que nos ocultaban la torre y las fachadas del templo, el enigma del
azulejo de San Florián, las diversas pinturas decorativas y murales en distintas
partes interiores del edificio, la escalera de acceso originario a la torre desde
la sacristía, el relleno de la bóveda situada entre las capillas de Lourdes y
la Virgen del Rosario con restos cerámicos (decenas de pequeñas tinajas y otros
tipos de vasijas), las ventanas mudéjares de la primera fase del templo, la
columna y el capitel romano de estilo corintio en la esquina de la calle
Fernando de Llera junto al Patio del Sol, la inscripción sobre el terremoto de
Lisboa y la firma autógrafa de Alonso Ruiz Florindo en la clave del arco de la
capilla mayor, exvotos marianos tras el retablo de la cripta del altar mayor… Todo
ello sin dejar al margen otros hallazgos que se esperaban, puesto que se tenía
constancia documental de los mismos, tales como la hornacina San Juan Nepomuceno
junto al retablo de Ánimas, la tribuna de los Marqueses o los respiraderos de
las distintas criptas de enterramientos, todo ello recuperado.
Pero
por su morbosidad, el tema que más comentarios ha llegado a suscitar ha sido el
de los enterramientos y criptas del templo, llegándose a difundir multitud de
exageradas versiones apoyadas en unas fotografías difundidas inadecuadamente
por las redes sociales, y que en el presente trabajo vamos a exponer con el
correspondiente apoyo documental, gráfico y del equipo facultativo de la propia
obra.
ENTERRAMIENTOS
EN LA HISTORIA
Los
primeros cristianos siguieron con la costumbre de la civilización romana de
enterrar a sus muertos en las afueras de las ciudades, pero poco a poco se fue permitiendo
que los difuntos pudieran ser enterrados en los alrededores de las iglesias
donde descansaban los cuerpos de los mártires o sus reliquias.
En
el siglo VIII ya se había generalizado en Europa el enterramiento ad sanctos («junto a los santos»). Hubo
que poner un poco de orden y se dictaron normas para las sepulturas dentro de
las iglesias y en los alrededores de éstas, a cuyo lugar se llamó cementerio (en griego, dormitorio, lugar del sueño).
A
lo largo de la Edad Media, los muertos fueron invadiendo el suelo de las iglesias
y capillas, empezando por los clérigos y personajes importantes, junto a sus
familias, que disponían de criptas subterráneas de enterramientos, y terminando
por cualquiera que pudiese pagar un rincón más o menos cercano al altar. Ese
proceso continuó y fue reglamentándose durante los siglos XVI a XVIII, siendo el
cementerio lugar de enterramiento para pobres y niños.
Las
hermandades y cofradías tenían un papel esencial en el momento del
fallecimiento de sus hermanos, siendo uno de sus principales fines la
asistencia con el estandarte, acompañamiento y, en muchos casos, enterramientos
de los mismos. Caso que se daba también en las cofradías fontaniegas.
En
1786, Carlos III dispuso la creación de cementerios fuera de los núcleos de
población por motivos de higiene y salud pública. Durante algunos años más, a
pesar de las leyes sucesivas que recordaban su prohibición, algunos muertos
siguieron enterrándose en el interior de las iglesias o sus alrededores.
En
el caso particular de Fuentes de Andalucía, y según se desprende de los libros
de defunción del Archivo Parroquial, los enterramientos se realizaban, por lo
general, en la Iglesia Parroquial Santa María la Blanca y la Iglesia de San
Sebastián del Hospital de la Caridad, así como en el entorno de estos dos templos
y en el interior de la Iglesia de San José del Convento de los Mercedarios. La
cripta del Monasterio de la Encarnación, situada bajo su capilla mayor, estaba
reservada, como lugar de clausura, para las religiosas mercedarias, y en la
Ermita de San Francisco no se tiene constancia de enterramientos hasta que en
el siglo XIX naciera contiguo a la misma el primer cementerio con el que contó
Fuentes de Andalucía.
Desde
la centuria del XVI, al menos, las iglesias eran cementerios comunes, en el
sentido amplio de que cualquier cristiano podía enterrarse en ellas. Los suelos
de las iglesias estaban perfectamente acotados y señalados para permitir el
mayor número de sepulturas, cuyo precio variaba de más a menos según se alejara
del altar mayor.
Ciñéndonos
al templo de Santa María la Blanca, al margen de las múltiples sepulturas
comunes existentes a lo largo y ancho del mismo, la iglesia cuenta con cinco
criptas de enterramientos, que a continuación describiremos brevemente.
CRIPTA
DE LOS MARQUESES DE FUENTES (Capilla mayor)
Situada
bajo la parte alta de la capilla mayor, es la única decorada artísticamente y la
más antigua de las existentes, ya que data de la construcción inicial del
actual templo, a finales del siglo XVI.
La
cripta era propiedad de la Casa de los Señores de Fuentes, principales
bienhechores del edificio, y en la propia bóveda de la misma aparece el escudo
familiar, con las calderas y flores de lis.
Con
una dimensión de 6,50 m. x 3,40 m., se accede a la misma por el pasillo que conecta
la iglesia con la sacristía, encontrándose tapiado el acceso originario que
conducía directamente a la propia capilla mayor, y cuenta en su contorno con 6 hornacinas
o nichos múltiples para varios cuerpos en cada uno de ellos.
Del
mismo modo, es la única de las criptas que contaba con banco de altar, sagrario
y retablo propio, aunque éste último ha sido retirado de la misma ya que se
encontraba mal emplazado y no correspondía con el estado original del espacio.
Hasta
el inicio de las obras de restauración no se conocían enterramientos de restos
ni cadáveres en la misma, pero durante el rastreo de pintura mural, se observó
que el muro de la hornacina central del lado izquierdo, situada bajo la
escalinata del altar mayor, sonaba hueco. Tras hacer una pequeña incisión, el
equipo técnico se percató que tras esta hornacina existía una cámara contigua
de la que no existía información. En este habitáculo reducido existía un
enterramiento, que se encontraba expoliado y cuyos restos, a la fecha, están en
proceso de análisis por el equipo de arqueología.
En
un primer examen se ha estudiado la indumentaria del cadáver con ayuda de
profesionales del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico. El atuendo del
mismo era muy lujoso, en el que abundaban los hilos de oro y plata, apareciendo
en forma de filigrana entrelazados y enriquecidos en algunos casos con hilos de
hojilla de oro. Según las fuentes consultadas, esta indumentaria es de origen
militar tanto por la decoración como por los numerosos botones forrados que han
aparecido. Podría ser una casaca militar de la época de Carlos III, con un estilo
afrancesado. Otro rasgo que nos posiciona para afirmar que se trata de un
militar es que aparecen restos de unas botas y una espuela chapada en oro y
decorada a cincel. La lujosa casaca y la espuela de oro nos aproximan a un alto
cargo militar.
Otro
detalle que no podemos dejar escapar es un trozo pequeño de textil que formaba
parte del tejido, muy similar a un escudo mercedario, y de ser así, lo
relacionaría directamente con la casa de los Guzmanes, a la que pertenecía los
Señores de Fuentes.
También
hemos de mencionar que al cuerpo hallado le fue realizada la autopsia en su
momento, ya que posee el cráneo seccionado a la altura de la frente,
indicándonos una muerte en extrañas circunstancias.
Sin
duda, por su lugar de enterramiento, la indumentaria, y el hecho de tener
realizado un examen a su fallecimiento –algo no común en siglos pasados, salvo
en personas de alto rango– nos aporta que se trata de un personaje de clase alta,
posiblemente algún miembro de la familia de los Marqueses de Fuentes.
Hasta
la publicación de este artículo no hemos localizado ningún dato documental en
los libros de defunción que se conservan.
En
esta cripta, que hasta la clausura del templo era la única de fácil acceso, se
prevé la instalación de columbario parroquial, en el que poder depositar las
urnas con las cenizas de las personas que a su fallecimiento sean incineradas y
así lo deseen, una vez que esté reabierto el templo y la economía parroquial
permita la adecuación del espacio.
CRIPTA
DE LA HERMANDAD DE SAN PEDRO (Capilla del Rosario)
Situada
a los pies de la primera nave del Evangelio y bajo de la Capilla de la Virgen
del Rosario, era propiedad de la «Cofradía de Nuestro P. y Sr. Sn. Pedro», que
ya existía en 1640 y estaba compuesta en su mayoría por clérigos, por ello es
también nombrada en determinado documentos como «la bóveda de los señores
sacerdotes».
De este lugar de enterramiento se
tenían noticias por diversas fuentes documentales, pero al estar totalmente
segado su acceso y «ensolado», se desconocía su existencia y permanencia en el
tiempo.
Fue
al levantar la solería contemporánea, en esta última fase de la obra (2013),
cuando apareció, a los pies de las gradas de acceso a la capilla del Rosario,
la escalera de la cripta, cuyo dintel de entrada se encontraba tapiado y el
hueco de escalones totalmente relleno de escombros.
Remitiéndonos
a las fuentes escritas, aportamos que en 1725, la Hermandad de San Pedro hizo
escritura a su favor «del entierro y bóveda» de la capilla del Rosario,
desembolsando una determinada cantidad de dinero por los gastos ocasionados por
una reja, un bastidor, en las peonadas de los obreros, limpiar la cripta, ocho
azulejos para numerar los nichos existentes y 2.000 ladrillos [1].
Al
año siguiente, la Hermandad desembolsó 192 reales por una lápida para la
bóveda, 3 peonadas y el maestro para ponerla [2], la cual no se conserva.
La
cripta, encalada, posee una dimensión aproximada de 3 m. x 4 m., albergando
frente a la escalera de acceso nueve nichos, siete de ellos ocupados y ocho identificados
con un azulejo que marca el número de la tumba –cuya compra de los mismos mencionamos
antes– y un pequeño osario.
Sin
fecha cierta, a finales del siglo XVIII o principios del XIX la cripta fue
segada y convertida en un osario, de ahí la multitud de restos óseos que han aparecido dentro
de la misma ocupándola casi en su totalidad, los cuáles han sido extraídos, depositados
en cajas y bolsas y estudiados por los arqueólogos, una vez separados de la tierra
con la que se mezclaban.
La
hipótesis de la procedencia de estos restos nos la aporta el hecho de que se
encontraban revueltos con abundante tierra. Por ello, han de proceder de las
sepulturas del suelo de la propia iglesia, extraídos durante algún tipo de obra
de colocación de solería de la misma y depositados en esta cripta a través de
su ventana respiradero.
En
referencia a los enterramientos, se tiene constancia de la sepultura el 9 de
agosto de 1742 de Pedro de Ostos, así como de las de Antonio del Corral y Diego
de Escalera en 1778 [3].
CRIPTA
DE LA CAPILLA DE LA CONCEPCIÓN (Capilla de Lourdes)
Situada
junto al acceso de la cripta de la Hermandad de San Pedro, en la lápida de
entrada a la misma consta: «Esta
sepultura y capilla son (ilegible)...de
Lugo y de Doña María Pereira su mujer que la fundaron para ellos y para sus hijos y sucesores».
Compuesta
de dos habitáculos comunicados entre sí, con una dimensión aproximada de 2 m. x
3,5 m. cada uno de ellos, es la única que está en ladrillo, sin encalar.
El
segundo habitáculo tenía hueco propio de acceso a la iglesia, que aparece
segado e inutilizado al comunicarse ambas entre sí.
No
posee ningún nicho ni hornacina, solo un escalón en todo su contorno, que era el
pudridero de la cripta, donde se depositaban los cadáveres.
Alberga
en su interior tres pequeñas cajas de madera con los restos de los presbíteros
Rafael González Flores, Sebastián Caro y Manuel González López.
Esta
es la única cripta a la que no se le ha recuperado la ventana respiradero.
CRIPTA
DE LOS GONZÁLEZ DEL CORRAL (Capilla del Sagrario)
En
la segunda mitad del siglo XVIII, Alonso Ruiz Florindo dirigió las obras de
ampliación de la Iglesia Parroquial, construyendo dos nuevas naves, una a cada
lado del templo. Durante estas obras se levanta la Capilla del Sagrario,
situada en la segunda nave del Evangelio, y donde se localiza la cripta que nos
ocupa, cuya capilla y bóveda de enterramiento fue comprada por el sacerdote
Pablo Domingo González del Corral por 7.780 reales y 16 maravedíes [4]. Así consta en la
lápida de acceso a la misma: «Esta capilla y entierro la hiso Dn. Pablo Domingo
del Corral Presvo., para si, sus herederos y los descendientes de sus padres.
Año de 1780».
Con
una extensión de 3 m. x 4 m., alberga en su interior los restos de Pablo
Domingo del Corral (1782), José María González del Corral León (1864), María de
los Dolores González del Corral Mola (1872), Carmen Baena de Vida y González
del Corral (1873), José Luis Baena de Vida y González del Corral (1876), María
del Carmen González del Corral León (1904), Antonio González del Corral León
(1904), Victoria Mola González del Corral (1909), Francisco de Mola Falcón
(1912), Francisco Mola González del Corral (1946), Amparo Mola González del
Corral (1967), Rafael Aguilar Mola y otros miembros de la familia.
En
la mayoría de los casos, y en cumplimiento de las leyes, los cadáveres fueron
enterrados en el cementerio a su fallecimiento, y pasado el tiempo
reglamentario, sus restos fueron trasladados a esta cripta en la Iglesia
Parroquial.
CRIPTA
DE LOS FERNÁDEZ DE PEÑARANDA (Segunda nave de la Epístola)
Siendo
la de mayor dimensión, ocupando algo más de 10 m. x 4 m., se localiza bajo la
segunda nave de la Epístola, nacida de la mano de los Ruiz Florindo en la
segunda mitad del siglo XVIII.
En
la losa de acceso consta: «Fué restaurada
esta bóveda y solada esta capilla propiedad de los Sres. de Torres de Mantilla
el año de 1906 a
expensas de D.ª M.ª de los Angeles y D.ª Ana M.ª de Sevilla y Fernández de
Peñaranda descendientes de dicha Casa por su abuela materna D.ª Elvira de
Torres de Mantilla mujer de D. Lope Fernández de Peñaranda».
En
la cripta reposan los restos de Ignacia Medina, en caja metálica sin fechar, y
con sus correspondientes lápidas los del caballero maestrante José María
Fernández de Peñaranda Sevilla (1845), Francisco Fernández de Peñaranda Aguilar
(18..), María Concepción Fernández de Peñaranda Aguilar (1856), Francisco
Fernández de Peñaranda Aguilar (1858), Manuel de Sevilla Montero (1862), Ana
Joaquina Fernández de Peñaranda Aguilar (1869), Manuel María Fernández de
Peñaranda (1876), Rafael Vasco Vasco (1880), José María Fernández de Peñaranda
Aguilar (1890), María Dolores Armero Fernández de Peñaranda (1892), Mª Dolores
Fernández de Peñaranda y Aguilar (1897), José María de Llera y Díaz (1901),
José María de la Escalera Fernández de Peñaranda (1901), María Dolores Vasco
Armero (1914), María de los Ángeles Sevilla Fernández de Peñaranda (1916), la
niña María Cortés de la Escalera (1922) y Ana María Sevilla Fernández de
Peñaranda (1931).
Como
era de esperar, en prácticamente la totalidad de la planta del templo se han hallado
restos óseos formando osarios, localizando sólo tres inhumaciones en conexión
anatómica, es decir, el cuerpo completo. Uno en un lateral de la Capilla del
Sagrario, entre el retablo del cuadro de la «Visión de Santo Domingo de Guzmán»
y el muro que separa la primera y segunda nave del Evangelio –correspondiente a
una mujer ya que se conservaban los dos pendientes–, y dos bajo la tarima del
retablo de Ánimas.
Del mismo modo se han localizado diversas sepulturas de material de construcción en el centro de la nave central, correspondientes a la época primitiva del templo, que han perdurado en el tiempo y sobrevivido a los distintos cambios de solería ya que sobre ese espacio se levantó el coro, eliminado en la década de 1960.
NOTAS:
[1]
(A)rchivo (P)arroquial (S)anta (M)aría la (B)lanca de (F)uentes de (A)ndalucía.
Libro de Data de la Hermandad de San Pedro. 1708. Folio 13.
[2]
Ibídem. Folio 13 v.
[3] A.P.S.M.B.F.A. Libro de Data de la Hermandad
del Santísimo Sacramento. 1745-1861. Folio 96. Mandato de visita nº 18. Agosto
1778.
[4]
A.P.S.M.B.F.A. Cuaderno de arcas de depósito de la Iglesia Parroquial de Fuentes.
1778. Folio 2.
Amigo y a la vez paisano Francis, muchas gracias por ilustrarnos en la historia de nuestro pueblo de una forma documentada, soy seguidor de to Blog "FUENTE DE LA REINA" con lo cual me resulta muy ameno tus artículos insertados en el mismo.
ResponderEliminarAl referirte a la difusión de este tema de forma difusa en las redes sociales te adjunto un comentario que hice en "Foro ciudad" cuando salio el tema.
"Hola "delbarrerovengo" un saludo cordial para todos los componentes del foro, efectivamente ayer me enteré que habían aparecido huesos humanos en el subsuelo de la iglesia, según conjeturas de unos y otros puede que sean enterramientos masivos que se realizaran con motivo de alguna epidemia de "peste" en tiempos remotos, pues cuando esto ocurría perecían mas del 50%de los habitantes de un pueblo, otra conjetura es que antiguamente no existían cementerios, sino que los enterramientos se llevaban a cabo en lo aledaños de las iglesias, en fin hasta que no lo estudien los especialistas en la materia todos son conjeturas.
Un saludo"