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A medio cuarto de legua de la muy antigua villa de Fuentes, en el Reino de Sevilla, se levanta una fuente que desde siglos atrás fue el principal abastecimiento para la «manutenzión del común de estte vesindario». Ésta se surte a partir de un complejo sistema subterráneo de captación y conducción de aguas formado por dos manantiales o “minas”.

Rodeada de restos de distintos pueblos antiguos que habitaron estos lares, ya en 1599 aparece citada en las Actas Capitulares acordándose su reparo, y en 1690 el Cabildo Municipal acuerda hacer la fuente de piedra, para lo que contrata al cantero de Morón Antonio Gil.

A lo largo del siglo XVIII, varios miembros de la saga de alarifes de los Ruiz Florindo intervienen en el conjunto, ya que se continúan diversas reformas debido a la pérdida de suministro y a defectos en las conducciones.

Como en la Fuente de la Reina, otros manantiales y pozos de estas tierras llenas de historia siguen manando agua «buena y clara» desde tiempos remotos; características de un territorio que dieron el nombre a este maravilloso lugar del mundo que es Fuentes, de Andalucía.

martes, 23 de febrero de 2021

23-F. CUARENTA AÑOS DESPUÉS. ASÍ LO VIVIÓ FUENTES

 

Francis J. González Fernández
Cronista oficial de la villa de Fuentes de Andalucía
 
Un nuevo presidente pidiendo apoyos a las puertas de su investidura, España en crisis económica y la población fontaniega arrastrando las consecuencias de la recesión, que se agravaba con un invierno seco y sus repercusiones en la economía básicamente agrícola de la campiña de Sevilla. Pero a pesar de las penurias, en las alacenas de Fuentes olía a febrero, y en los lebrillos se sobaba esa masa anaranjada que aquí se preña de azúcar, canela y ajonjolí. A pesar de la estrechez, y aun cuando la fiesta no atravesaba sus mejores tiempos, la llegada del carnaval era cuestión de días, y las ganas se respiraban por las calles del pueblo.

Era lunes 23 de febrero, a tres días del Jueves Lardero; tal día como hoy de hace cuarenta años. Las manecillas del reloj marcaban las 18:23 horas, y dos compañías armadas formadas por 288 miembros de la Guardia Civil, comandados por el teniente coronel del mismo cuerpo armado Antonio Tejero Molina, asaltaban, subfusil en mano, el Congreso de los Diputados en Madrid. Al acceder al hemiciclo, el teniente coronel Tejero se situó en el atril de la cámara, disparó tres tiros intimidatorios al aire con su pistola reglamentaria y en un tono claramente amenazante clamó la expresión que después se popularizaría incluso en el ámbito humorístico: «¡Quieto todo el mundo! ¡Al suelo! ¡Se sienten, coño!».


No solo los diputados que llenaban el Congreso durante la investidura de Calvo Sotelo pararon de inmediato, también pareció hacerlo España entera, que frenó en seco su actividad y se echó al suelo de la incertidumbre. El tiempo se detuvo, y la noticia no tardó en expandirse al resto del país. Nadie sabía qué iba a ser de esa España que acababa de salir de una dictadura de casi cuarenta años, y cuya naciente democracia parlamentaria era aun desmesuradamente frágil. Entre la pólvora y el humo de aquellos primeros disparos al aire se podía oler aromas de un pasado demasiado cercano.

Pepe Martín Ruano, concejal por el PSOE de la primera corporación de la democracia (1979-1983), se encontraba en casa escuchando por la radio en directo la sesión parlamentaria de investidura de Calvo Sotelo como presidente del gobierno. «Eran las seis y pico de la tarde, y ante la incertidumbre me fui a la sede del partido, en la esquina de la calle Cruz Verde con la Carrera». Allí permanecieron reunidos «la gente del partido» hasta bien entrada la madrugada, una vez que el rey habló en TVE y consideraron el descalabro del golpe.

Las calles de Fuentes quedaron desiertas, e incluso las murgas esa noche no ensayaron. «Estuvimos dos o tres días sin ensayar, hasta que la cosa se aclaró», relata José López Escobar «El Nieto», de la murga «Los Cherokys».


Fuentes vivía el golpe de estado más o menos como en el resto del país: entre el miedo y la estupefacción. Fernando Milla, policía municipal en la época, narra que en Fuentes no ocurrió nada digno de mención, más allá de que algunos políticos de izquierda estuvieron «quitados del medio», ante el miedo de lo que pudiera ocurrir.

Por el contrario, se llegó a rumorear que hubo personas de ideales de derecha que llegaron a personarse en el cuartel de la Guardia Civil, en la calle San Sebastián, para ponerse a disposición de las «fuerzas del orden».

El atardecer trajo consigo un estado de alarma no decretado, que imponía un toque de queda imperado por la arbitrariedad y desvarío de unos pocos. El desasosiego se vio incrementado por la falta de información, ante la toma de TVE y el pavor que imponía escuchar Radio Nacional emitiendo música ambiente.

El discurso del rey desde Zarzuela emitido por televisión a las 1:12 h. de la madrugada frenó definitivamente la insurrección, aun quedando por delante horas de encierro en el Congreso, y una estela de miedo en la ciudadanía difícil de olvidar.
«Aquella noche no dormimos, no pegamos ojo», manifiesta Juan González Tirado –mi padre–. «Tu madre estaba a punto de cumplir, había tenido azúcar durante el embarazo y al día siguiente, bien temprano, teníamos que irnos para Sevilla, porque la ingresaban en García Morato para el parto». «No había un alma por ningún lado. Dejamos a tus hermanos con los abuelos antes de irnos, y les dijimos que ese día no lo llevaran a la escuela», apostilla.

Tras la confusión, el desconcierto y el miedo, y tras 18 horas de encierro –al mediodía del martes 24 de febrero– Tejero se entrega y abandona el Congreso junto a los guardias civiles implicados en el asalto. 
El comienzo del carnaval fontaniego era inminente, y si la fiesta por antonomasia de Fuentes de Andalucía no lo paró ni Franco, mucho menos lo iba a frenar un guardia civil de tebeo y su berlanguiana cuadrilla en aquella intentona de golpe de estado.


Tres días después del fallido asalto, los fontaniegos se fueron a lardear, y como declara Justo Ruiz García –delegado de Festejos a la fecha–
«la programación de la fiesta se desarrolló como estaba previsto y Fuentes tuvo Carnaval» en 1981, aún con el miedo en el cuerpo.

Al año siguiente, –en el carnaval de 1982– la murga de «Los Cherokys», inmortalizó este hecho histórico en una de sus coplas, que aún perdura en la memoria colectiva de muchos fontaniegos.

«Con el golpe que dio Tejero, saludamos con mucha gracia,
que se tire to el mundo que tengo ganas de hacer gimnasia.
Y como somos sevillanos, y tenemos tanto salero,
aprovecho que estoy cantando para decirle al Sr. Tejero,
que si quiere pegar más golpe que se coloque en el Paro Obrero. 
Arza y toma pastillas de goma que me ha dicho el Moro que son pa dormir,
y yo tengo otra clase de goma, y yo tengo otra clase de goma
pa’ que mi parienta no pueda parir. 
Dice que se cayó Suárez, y se dio contra una farola,
y se puso de cardenales como si fuera El Palmar de Troya.  
Cuando le recetó el prácticante, la pomada del tío el bigote,
esta pomada cuando tú quieras te la colocas tú en el cipote. 
Arza y toma… 
Dice que Fraga le decía, déjate ya de cachondeo
no me asustas todavía porque las balas son de fogueo.
Y cuando le pegó los tiros, comprobamos que en el congreso,
los de la primera fila se fueron tos’ pa’l suelo derecho,
y los que estaban más p’arriba pegaron con el culo en el techo.
Arza y toma…». 

Lo único que aquellos guardias civiles y militares no pudieron parar aquellas horas fue el curso natural de la vida. Hubo quien en medio de un intento de golpe de estado llegaba al mundo sin saber que lo hacía en un país que había tirado una moneda al aire. Esa moneda estaba debatiéndose entre la cara democrática o la cruz de un tiempo pasado que hasta ese día parecía, ficticiamente, superado.

Y entre ellos, llegó a este mundo el que escribe, que vio la luz de esta tierra a la amanecida de un 28 de febrero, en la resaca de esta sacudida a los cimientos de una incipiente democracia que gritó contundentemente en las calles «Por la libertad, la democracia y la constitución».

Los de 40 para abajo tenemos que preguntar cómo se vivió ese día, por motivos obvios, pero quien tenía algo más de edad, no olvida qué estaba haciendo en el momento en el que se enteraron del intento del golpe.

Y tú, ¿cómo viviste aquel fatídico 23-F?



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